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Ahora Netanyahu dice «bué, negociemos» (03 10 11)

Natanyahu apoya al “cuarteto” para frenar al Estado Palestino

La vuelta a la mesa de negociaciones fue rechazada por la OLP la semana pasada

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Ante la presión de la diplomacia estadounidense en las comisiones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), que se encuentran analizando la petición de ingreso de un Estado Palestino soberano a la organización multilateral, el gobierno israelí anunció ayer su apoyo formal a la iniciativa de volver a las negociaciones directas.

La postura de Washington fue el argumento utilizado por el presidente Obama para no apoyar el petitorio palestino ante la Asamblea General, aduciendo que una paz duradera sólo podrá asegurarse cuando ambas comunidades lleguen a un acuerdo.

Y este principio fue encomendado al “cuarteto”, el frente de buenos oficios integrado por EE.UU., Rusia, la Unión Europea, y la ONU, cuya titularidad ejerce el británico Tony Blair.

La presión estadounidense podría estancar “sine die” la tramitación iniciada por el comité de admisiones del Consejo de Seguridad.

Pero la Administración Nacional Palestina (ANP), que dirige Mahmmoud Abbas, y la principal fuerza política de los territorios ocupados, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), dejaron claro que no volverán a sentarse en una mesa de negociaciones mientras Israel no detenga la construcción de nuevos asentamientos para judíos en los territorios ocupados.

Precisamente, apenas unas horas después de que Abbas presentara su carta de solicitud de ingreso al secretario general de la ONU, Ban ki Moon, el gobierno israelí de Benjamín Netanyahu anunciaba un nuevo plan de expansión de la colonización sobre los territorios tomados tras la guerra de los Seis Días, de 1967, con 1.100 nuevas viviendas en el sector oriental de Jerusalén, la zona árabe que los palestinos reivindican como futura capital de su Estado.

Desde Tel Aviv, Netanyahu aprovechó el comunicado de la OLP negándose a negociar con las excavadoras israelíes demoliendo casas palestinas y levantando nuevos edificios en Jerusalén Este, para declarar que su gobierno sí está dispuesto a aceptar una nueva ronda de negociaciones con los buenos oficios del “cuarteto”.

Los analistas sostenían ayer que sólo se trataría de un paso táctico, de mostrar una intención de diálogo, pero sin una consecución real, ya que la propuesta del “cuarteto” establece comenzar a negociar con los límites fijados por las Naciones Unidas en el original pacto de partición en dos Estados, o sea, las fronteras anteriores a la ocupación de 1967, un punto rechazado de plano por los israelíes.

La cuestión islamista

Mahmmoud Abbas, a quién los sectores populares palestinos llaman Abu Mazen, tiene que lidiar con varios frentes, y por ello el masivo respaldo de países en la ONU le dieron una bocanada de oxígeno a su política pacifista y legitimista.

Además de las posturas infranqueables del gobierno conservador israelí y del respaldo que éste tiene de Washington, Abbas debe integrar a los palestinos islamistas de Hamas, la otra rama política, que gobierna de facto en la Franja de Gaza.

Hamás ha anunciado que saluda la creación del Estado Palestino, pero sigue empeñado en no reconocer la existencia de Israel, a quien sólo consideran “potencia ocupante”.

Ismael Haniya, el líder de Hamas, volvió a reiterar este sábado que “no vamos a rogar por un Estado”, en cambio agregó que “la lucha nos mantendremos preparados” para seguir oponiendo resistencia al ejército israelí.

Esa posición es utilizada por Tel Aviv para desacreditar a Abbas como negociador.

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Los palestinos llegan a la Asamblea General (16 09 11)

El pedido de reconocimiento del Estado Palestino llega a la ONU

Mayoritaria aceptación mundial. Estados Unidos adelantó que vetará la decisión

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La dirigencia de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) parece haber llegado a la conclusión de que las promesas de apoyo formuladas por el presidente estadounidense Barack Obama han sido postergadas en las listas de prioridades, y han decidido impulsar el reconocimiento de su Estado ante la Asamblea General de la Naciones Unidas.

En oportunidad de la última campaña electoral, el entonces candidato del Partido Demócrata aseguró que la paz en Medio Oriente se aseguraría permitiendo que el pueblo palestino estableciera su entidad soberana, en pie de igualdad con los países de la región, y que ese resultado sería consecuencia de las negociaciones de paz con Israel.

Luego, en los primeros tramos de su Administración, Barack Obama delineó los principales capítulos de su agenda exterior en el discurso en la Universidad Islámica de Al Azhar, el 4 de junio de 2009 en El Cairo. Allí remarcó que los Estados Unidos pretendían establecer un marco de cooperación con los países islámicos, donde se ubicó el apoyo a la soberanía de los palestinos, que se mantienen en un limbo jurídico desde la creación del Estado de Israel y la ocupación de su ejército de los territorios que las Naciones Unidas habían determinado para la comunidad árabe en las tierras entre el Mediterráneo y el río Jordán.

Pero, a pesar de estas posturas del jefe de la Casa Blanca, el fuerte lobby judío de Washington y la intransigencia del actual gobierno conservador israelí presidido por Benjamín Netanyahu fueron frustrando los sucesivos intentos de reanudación de las conversaciones entre ambas partes bajo el auspicio de los estadounidenses.

La coalición de partidos conservadores que ocupa el Poder Ejecutivo en Israel se permitió inclusive algún sonado desplante, como el de anunciar la construcción de nuevos asentamientos en los territorios ocupados el mismo día en que el vicepresidente norteamericano Joe Biden aterrizaba en Tel Aviv para respaldar el proceso de paz.

La compleja situación de la retirada de las guerras en Irak y en Afganistán también desplazó la cuestión palestina de la agenda del Departamento de Estado, y la “primavera árabe” iniciada en enero de este año en el Norte de África, junto a la participación de la OTAN en el derrocamiento del régimen libio de Muhammar el Khaddafi, terminaron dejando el contencioso fuera de trámite.

Ante este escenario, el jefe de la ANP, Mahmmoud Abbas, desde los cuarteles provisorios de Ramallah (la “Mukata”) lanzó una ofensiva diplomática, para presentar la solicitud directamente ante la Asamblea General del mayor organismo multilateral del mundo, que habilitará sus sesiones ordinarias la próxima semana.

La respuesta internacional al reclamo palestino encontró gran eco, y son muchos los países que comprometieron su voto positivo si la demanda de los árabes es presentada.

Esa reacción, a su vez, provocó la indignación del gobierno israelí, tanto en las declaraciones del primer ministro como del canciller Avigdor Lieberman. En un cambio de roles, Lieberman acusó a los palestinos de querer un Estado propio “limpio de judíos”, y advirtió sobre “consecuencias graves y difíciles” si los palestinos concretan su movimiento.

El importante lobby judío de Washington también reaccionó presionando a la Casa Blanca, y el presidente Obama declaró que la presentación ante la ONU, sin un acuerdo previo con el Estado de Israel, sería “extemporáneo”.

Estados Unidos no tiene capacidad para frenar una proposición de este tipo en el pleno de la Asamblea, pero Obama advirtió que, si llega a darse, Estados Unidos utilizará su poder de veto en el Consejo de Seguridad para frenar la aceptación del Estado Palestino como miembro pleno.

En todo caso, la diplomacia norteamericana estaba ayer realizando gestiones de última hora para intentar disuadir a los árabes: el emisario de Obama para Medio Oriente, David Hale, y el consejero especial del presidente, Dennis Ross, estaban en Ramallah para reunirse con Abbas.

Desde la Mukata, en todo caso, confirmaron que el pedido de membresía plena sigue adelante.

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Evitando el «lunes negro» (08 08 11)

Gobiernos y bancos europeos intentan evitar un “lunes negro”

La incertidumbre económica hace temer la llegada de un nuevo período recesivo

 

La manera en que terminó resolviéndose la crisis de la deuda pública estadounidense la semana pasada, con un pacto in extremis entre la Casa Blanca y los republicanos del Congreso, no logró ahuyentar los malos presagios de un enfriamiento global y una contracción del crecimiento en los mercados líderes en Occidente, que puede empujar el escenario a una nueva recesión a gran escala, como la que golpeó ambas orillas del Atlántico en los años ’30.

El plan del presidente Barack Obama era presentar el acuerdo entre las dirigencias de ambos partidos como un éxito de la capacidad de gestión de su gobierno, pero las sucesivas concesiones que el Poder Ejecutivo tuvo que realizar frente a los opositores –al punto tal que afectó el rumbo del propio programa gubernamental demócrata, al aceptar restricciones al gasto público y no subir impuestos a los más ricos- alertaron a los mercados sobre la real capacidad de pago del Tesoro.

Estas dudas en los grandes operadores impactaron en las calificadoras de riesgo, que por primera vez en la historia norteamericana redujeron el máximo estándar del que siempre ha gozado Washington, y que ha llevado a que la moneda y las reservas estadounidenses se mantuvieran durante el último siglo como las divisas de referencia.

Desde la semana pasada, sin embargo, Estados Unidos tiene que soportar que su calificación de AAA, la más alta del mundo, se degradara a AA+. E inclusive con perspectivas de que nuevas disminuciones en las calificaciones sigan golpeando su credibilidad en el corto plazo: El director gerente de Standard and Poors, John Chambers, estimó ayer que hay “una posibilidad entre tres” de que la deuda norteamericana se vea degradada de nuevo en los próximos 24 meses. Chambers estimó que la calificación de la posición fiscal de Estados Unidos se deteriora debido a la falta de un acuerdo real de gobernabilidad en la primera potencia global, por lo que esas tensiones políticas podrían “desencadenar una nueva rebaja”.

Este diagnóstico transformó el éxito de haber sorteado el default, en un desplome generalizado de las bolsas, tanto en América como en Europa. Y durante el fin de semana los organismos multilaterales –especialmente el Banco Central Europeo (BCE)- trabajaban de urgencia en medidas para calmar los mercados frente a la apertura de operaciones de hoy, ya que si se repitiesen durante varios días seguidos los retrocesos en los índices bursátiles, podrían comenzar a desencadenarse corridas bancarias, lo que aceleraría el proceso recesivo.

Para evitar un “lunes negro”, el BCE aseguró que hoy saldrá a comprar deuda pública de España e Italia, las dos economías más frágiles de la Eurozona, que la semana pasada rondaron los 400 puntos básicos del diferencial con los bonos alemanes que se toman como referencia continental.

La misma canciller germana, Ángela Merkel, y el presidente francés, Nicolás Sarkozy, afirmaron que sostendrán el euro frente a “cualquier ataque especulativo” a través del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF).

Obama: “Prioridad al empleo”

Mientras el pánico ronda por Wall Street, la economía china (principal acreedora de bonos públicos estadounidenses) pide garantía para sus inversiones, y el resto del mundo aguarda expectante los coletazos del impacto de la pérdida de confianza sufrida por la primera economía, el presidente Barack Obama aseguró que dedicará a partir de ahora los esfuerzos de su Administración para evitar que la crisis destruya puestos de trabajo.

Obama no logró disfrutar del acuerdo con la oposición republicana que evitó que los Estados Unidos cayeran por primera vez en cesación de pagos, y sus intentos de trasmitir confianza fueron contestados por los mercados con pérdidas enormes (un monto cercano a los 2,5 billones de dólares en transacciones) por la retracción de prácticamente todas las bolsas del mundo.

Ahora, el presidente estadounidense sabe que si no apuesta por sostener el empleo, el escenario recesivo estará completo.

Los indicadores internos sostienen que el desempleo ha disminuido una décima en EE.UU., y Obama apostará a ello para campear la tendencia recesiva que ha comenzado a invadir la vida económica global.

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La vuelta de los talibán (07 07 11)

Los talibán recuperan fuerza y niegan conversaciones de paz

En Europa admiten que la guerra necesita una “solución política” que le ponga fin        

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ISLAMABAD, KABUL.- Después de la violenta jornada del lunes, cruzada por atentados suicidas en Pakistán y una nueva avanzada de los talibán contra las tropas de la Alianza Atlántica en Afganistán, las acusaciones cruzadas entre las dirigencias locales y nuevas desavenencias con los altos mandos de las potencias ocupantes agravan los frentes bélicos de Asia Central.

A esta complicación interna se suma, además, una reconsideración política de algunos de los países aliados que integran las fuerzas militares de ocupación, que podrían adelantar los plazos anunciados de repliegue y terminar con su presencia en la región.

En la frontera entre ambos países, en la región montañosa semiautónoma de Waziristán, la lealtad las autoridades impuestas por las potencias occidentales y al tradicional sistema tribal vuelve a tensarse, ocupando éste otra vez el lugar de preeminencia en la distribución del poder local que tenía antes de la invasión de 2001.

En la víspera, grupos de milicianos –en un número de 600 según las autoridades regionales paquistaníes- lanzaron un ataque desde el lado afgano de la frontera, en Waziristán del Norte, contra poblaciones ubicadas en territorio de Pakistán y administradas por dirigentes fieles al gobierno de Islamabad, sostenido aún por las fuerzas estadounidenses de ocupación.

Los guerrilleros talibán atacaron los municipios fronterizos de Nusrat Dra y Jaro, en la región de Alto Dir, y se enfrentaron al ejército regular paquistaní y a las milicias progubernamentales.

Ante el ataque desde el lado afgano de la frontera, grupos de simpatizantes de los talibán residentes en Pakistán se sumaron al enfrentamiento al ejército regular, poniendo en evidencia que las lealtades de los diferentes grupos obedecen a criterios diferentes a los que sostienen a las administraciones estatales.

Las autoridades admitieron que han muerto, sólo en el último mes, 55 soldados paquistaníes en enfrentamientos con la insurgencia en la frontera, y acusan al gobierno de Kabul de dar refugio a estos milicianos, o de no hacer suficientes esfuerzos en perseguirlos.

En realidad, la administración afgana del presidente Hamid Karzai dispone de muy limitados recursos para enfrentar a la guerrilla fundamentalista islámica, y éstos se concentran en los aportes militares de las tropas de la OTAN y de los demás ejércitos aliados que se dividen la geografía del país.

Pero tampoco Karzai ha tenido una buena relación con los ocupantes en los últimos meses, las muertes civiles por el “fuego amigo” de la OTAN lo empujaron a criticar abiertamente la metodología de ataques selectivos de la aviación aliada, que forzó la disminución de operaciones nocturnas contra los supuestos refugios de los talibán.

Pero este cambio táctico llevó, a su vez, a una renovación de las actividades de la guerrilla, que esta misma semana causó la muerte de cuatro soldados de la Alianza Atlántica y de un militar australiano.

Los fortalecidos talibán, además, han asegurado que no mantendrán ningún diálogo con las potencias ocupantes.

Vuelta a casa

El anuncio del presidente estadounidense, Barack Obama, de que el ejército de su país iniciaba un “retiro escalonado” de Afganistán, ha acelerado también los cronogramas de vuelta a casa de los demás aliados que participaron en la invasión de 2001 y el derrocamiento del régimen talibán.

El martes, Canadá anunció que esta semana concluye su misión de combate, y deja la responsabilidad de seguridad en el distrito afgano de Kandahar, hasta ahora a cargo de su Regimiento XXII; y hoy transferirá el control de los distritos de Panjwai y Dand.

Canadá ha perdido más de 157 efectivos en la guerra afgana, el tercer país con un balance de bajas más elevado, detrás de EE.UU. y Reino Unido.

Precisamente, Londres confirmó ayer que también retirará 500 soldados del frente afgano antes de fines de 2012. Reino Unido, el principal aliado de Washington en Asia Central, tiene 9.000 militares en la región.

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Israel elige la oposición frontal a Obama (26 05 11)

Bibi Netanyahu desafía a Obama en el Congreso norteamericano

Cerrados aplausos de la oposición republicana al premier israelí en Washington   

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WASHINGTON.- La esperada comparecencia del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en el Capitolio aclaró el rol que ha decidido jugar Tel Aviv frente a su principal aliado global: la oposición a cualquier propuesta mediadora del presidente Barack Obama, y resistir durante los próximos dos años, apostando a que en las elecciones de 2012 un republicano venga a reemplazar al mandatario demócrata.

El premier israelí, jefe de un gobierno de coalición en el que abundan los sectores conservadores y de la derecha radical, llegó al Congreso de la capital norteamericana luego de entrevistarse con el presidente en la Casa Blanca.

Allí, le había expresado personalmente a Obama que el gobierno de Israel no avalará su iniciativa de volver a la mesa de negociaciones sobre el supuesto de las fronteras de 1967.

La línea vigente entonces es la única que tiene un reconocimiento internacional válido, y ha sido sostenida como la base de cualquier negociación entre las partes por todos los planes serios que se han intentado para lograr la paz durante los últimos años; no sólo la apoyan personalidades relevantes dentro como fuera de Israel, sino que ha sido la hipótesis negociadora propiciada por los norteamericanos en forma continuada, incluidas las Administraciones republicanas de George W. Bush.

El frontal rechazo ahora, cuando es Barack Obama quien la enuncia, muestra en realidad la estrategia israelí de oponerse a cualquier posibilidad de reabrir el proceso negociador.

Las fronteras de 1967 se traspasaron tras la denominada guerra de los Seis Días, cuando Israel ocupó porciones de Cisjordania, Gaza, la mitad oriental de Jerusalén, los Altos del Golán y la península del Sinaí. Algunos de estos territorios luego se devolvieron –como el Sinaí a Egipto- y otros permanecen en un limbo jurídico –como el Golán sirio-, pero básicamente la guerra impulsó el establecimiento de colonias judías en los territorios palestinos, en una expansión que no se ha detenido desde entonces.

La vuelta a las líneas fronterizas entre ambas comunidades implicaría desactivar y retraer el proceso colonizador, y las facciones que integran el actual gobierno israelí no están dispuestas ni siquiera a contemplar esa posibilidad.

Sin embargo, en el discurso ante los diputados y senadores norteamericanos, Netanyahu volvió a repetir el conocido argumento de que él está dispuesto a hacer “dolorosas concesiones” por la paz con los vecinos árabes; aunque a renglón seguido enumera los límites de cualquier negociación aceptable: Israel no entregará Jerusalén Este, no retirará la presencia militar de los bordes del río Jordán, no tolerará el retorno de los refugiados palestinos, ni detendrá el proceso de instalación de colonos en los territorios ocupados. Los cuatro puntos básicos del reclamo árabe.

El rechazo frontal a la propuesta de Barack Obama, que se ha comprometido personalmente a impulsar la paz en su aliado de Medio Oriente en un contexto regional especialmente crítico por los alzamientos insurgentes, deja a los árabes las manos libres para presentar la moción de la creación del Estado Palestino a la Asamblea General de la ONU en septiembre próximo.

El apoyo de la Asamblea a la iniciativa se da ya por seguro. También el veto de los Estados Unidos a su ejecución, en el seno del Consejo de Seguridad.

Obama insiste

LONDRES.- En medio de su gira europea y junto al británico David Cameron, Barack Obama respondió a las palabras del premier israelí.

La antipatía personal entre ambos mandatarios ya es obvia, y las 26 veces que el discurso de Netanyahu fue interrumpido con aplausos en el Congreso muestran el apoyo  que dispone en Washington, tanto de los republicanos como de los demócratas, entre cuyos votantes destaca la comunidad judía norteamericana y sus aportes económicos.

Obama, sin embargo, remarcó ayer en que “confía” que la solución del conflicto pueda alcanzarse mediante el diálogo entre ambas comunidades. Aunque para ello pidió a los palestinos mayor capacidad de entendimiento con los israelíes. Admitió que no apoyará la creación de un Estado Palestino en la ONU, y cediendo a una demanda de Netanyahu, declaró que su meta es “un Israel que sea seguro y esté reconocido por sus vecinos”, en referencia a Hamas, que se niega a reconocer la existencia del Estado judío y plantea una oposición y una resistencia armada a la ocupación.

Unidad palestina

RAMALLAH.- Las dos facciones palestinas reaccionaron airadamente contra el discurso del premier israelí en Washington.

El líder de Hamas, Ismail Haniyeh, se mostró partidario de poner en marcha “cuanto antes” el pacto de unidad firmado con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) del partido Al Fatah.

Hamas, mayoritaria en la Franja de Gaza, llegó a un acuerdo con la facción gobernante en Cisjordania el 4 de mayo, en El Cairo, para poner fin a cuatro años de divisiones, implementar un gobierno de unidad, y convocar a elecciones generales el año que viene.

Haniyeh afirmó que, ante la cerrada posición del gobierno de Tel Aviv, se requiere “una estrategia palestina, árabe e islámica, de unidad nacional” para “acabar” con la ocupación.

El presidente de la ANP, Mahmmoud Abbas, no respondió públicamente a la solicitud de Hamas, pero sostuvo que las palabras de Netanyahu muestran que Israel “no ofrece nada” para construir la paz, por lo que ratificó que avanzarán en la presentación ante la ONU para que se avale la creación de un Estado Palestino.

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¿Seguirá el FMI en manos europeas? (19 05 11)

 Pelea por el sillón de DSK

El jefe del FMI rechaza las acusaciones de violación, pero renuncia al puesto. En Europa impulsan la candidatura de la francesa Lagarde para reemplazarlo. Los países emergentes reclaman una nueva distribución de poder que refleje el mapa geopolítico actual. 

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WASHINGTON.- Como era previsible, tras las declaraciones del secretario del Tesoro norteamericano, Timothy Geithner, el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) presentó ayer su renuncia, desde la celda de la cárcel en que está alojado, acusado de agresión sexual y violación.

La rauda salida del máximo responsable del Fondo ha acelerado la disputa por su sucesión, poniendo sobre la mesa de negociaciones, además, la posibilidad de quebrar la norma consuetudinaria que reserva ese lugar de poder en el sistema mundial para un europeo.

Cuando se establecieron las bases de las instituciones reguladoras de la economía internacional, en los años ’40 del siglo pasado, los Estados Unidos consensuaron con sus aliados europeos la repartija de la conducción ejecutiva, habida cuenta de los porcentajes de aportes netos que cada quien realizaría al sistema.

De esta manera, el gobierno norteamericano se ha reservado la designación del máximo responsable del Banco Mundial, y esa norma no escrita ha ubicado a un europeo en el primer sillón del FMI desde entonces.

Sin embargo, los países emergentes –encabezados por Brasil y China- vienen sosteniendo hace tiempo que esa distribución de poder reflejaba un estado del globo propio de la finalización de la segunda Guerra Mundial, y que las condiciones estructurales han cambiado desde entonces.

Entre estas modificaciones, la participación de las economías emergentes debe tener un correlato en el reparto de porciones de poder en las instancias multilaterales, argumentan.

La Unión Europea (UE) es el primer aportante colectivo del FMI, y los Estados Unidos el principal aportante individual. Pero las participaciones de las economías emergentes –precisamente desde la renovación de los rumbos políticos que la gestión de Dominique Strauss Kahn le impuso a la institución desde 2007- han sido crecientes.

Para Brasil, la aspiración de liderar el Fondo está en la misma línea estratégica que sus reclamos por un sitial permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), tanto por su tamaño geográfico y poblacional, como por su relevancia regional en el liderazgo sudamericano.

China, por su parte, con las tasas de crecimiento interno en el orden del 10 por ciento del producto anual, y el yen cada día más fuerte en relación al dólar, acumula bonos de la deuda pública norteamericana, se ubica ya como la segunda economía mundial y llegará al primer lugar antes de mediado de siglo de mantener esta tendencia; condiciones éstas que le otorgan elementos suficientes para aspirar al sillón de DSK. Sudáfrica e India, con fuertes y sostenidos niveles de desarrollo, también están en la misma línea de disputa.

El argumento común de los emergentes es que son ellos quienes están aportando el mayor crecimiento a nivel mundial, mientras que son los europeos, precisamente, los que acumulan mayores problemas estructurales y de liquidez.

Sin embargo, en el Viejo Continente no están dispuestos a resignar la potestad de nombrar al jefe de la máxima instancia monetaria, muy especialmente en la presente coyuntura, con varias de sus economías pendientes de los créditos del FMI para no caer en bancarrota, y el Banco Central Europeo (BCE) debiendo negociar con el jefe del Fondo, prácticamente a diario, las condiciones de financiamiento de las situaciones estatales más críticas, encabezadas en estos momentos por Grecia, Portugal e Irlanda.

En este sentido, apenas difundida la carta de renuncia de Strauss Kahn desde la prisión estadounidense, se conoció la postura de Berlín y la de París, las dos potencias que traccionan la UE. La canciller alemana, Ángela Merkel, defendió que la gerencia crediticia mundial quede en Europa, aunque no utilizó el argumento del pacto histórico con los norteamericanos, sino que apeló a razones de “mérito, competencia, y experiencia económica y política”; y con ella coincidió rápidamente la ministra conservadora francesa de Finanzas, Christine Lagarde.

La candidatura de Lagarde para el sillón de DSK comenzó a movilizarse apenas estalló el escándalo, cuando la policía neoyorquina detuvo al político francés en el avión con el que se aprestaba a dejar el territorio norteamericano, después de la presunta agresión sexual a una mucama en el hotel Sofitel de Manhattan.

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Al Qaeda, ¿más débil o más fuerte? (06 05 11)

Al Qaeda, ¿más débil o más fuerte?

Por Nelson Gustavo Specchia

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Transcurrida una semana desde el espectacular anuncio del presidente Barack Obama, en la medianoche del domingo, de que tras una larguísima década finalmente habían dado con el enemigo número uno de los Estados Unidos y lo habían ultimado, ya es claro a estas alturas que algo salió mal. El discurso del jefe de la Casa Blanca –corto, frontal, sereno y simple, pero de una contundencia operística- tenía, al menos, tres destinos: la sociedad civil estadounidense, los seguidores de su propio partido, y el auditorio mundial.

Respecto de la ciudadanía de a pie, el mensaje iba destinado a reencantar la vida política, tan debilitada y azarosa en los últimos tiempos, detrás de un logro patriótico y nacional: vencimos al gran enemigo, a aquel que osó atacar a Norteamérica por primera vez en su suelo, somos fuertes nuevamente, y nuestro país vuelve a ser un sitio seguro para vivir. Para este primer segmento estuvieron pensadas esas frases de que la captura de Osama ben Laden venía a demostrar que los Estados Unidos siguen siendo capaces de hacer lo que se propongan, y de que la muerte de Osama en una remota barriada de los alrededores de Islamabad era un acto de justicia reparadora para con los muertos en los atentados del 11 de septiembre de 2001.

El segundo colectivo de audiencia escogido por los redactores del mensaje eran los propios seguidores del presidente demócrata. A ellos venía a decirles: “lo hicimos nosotros, Bush no pudo encontrarlo y atraparlo durante dos períodos presidenciales, nosotros lo logramos.” Una de las facetas más problemáticas de la personalidad de Obama, al interior del Partido Demócrata, es su imagen de componedor y legalista, respetuoso de los sistemas de garantías, los cuidados procesales y los derechos humanos. Rasgos que contribuyeron en los considerandos del otorgamiento de ese premio Nobel de la paz, tan cuestionado en estas horas. Ese perfil de “blando” es el más atacado por los halcones de la política americana. Por ello, la ejecución de la operación y la decisión de tirar a matar, habrían tenido que devolverle una imagen de resolución y fortaleza frente a las adversidades. Inclusive algunos titulares de la prensa sostuvieron que el domingo a la noche Obama “se convirtió en comandante en jefe” del ejército norteamericano. Como si antes no lo hubiera sido de hecho, sino apenas de derecho. Para este auditorio estuvo pensada esa frase donde el presidente destacaba que había sido él, en persona, quien había dado la orden de ataque.

Y para el resto del mundo, el discurso quiso trasmitir un mensaje simple y fuerte: hemos ganado la guerra contra el terrorismo, y lo hemos hecho con el mínimo costo y sin una sola baja entre nuestros soldados. Y tras esta victoria, no sólo los Estados Unidos, sino el mundo todo, es un lugar más seguro.

El resultado inmediato que el mensaje del presidente norteamericano esperaba lograr era un cerrado y unánime apoyo, tanto interno como internacional. Sin embargo, a estas alturas, es claro que algo salió mal.

HIMNOS Y BRINDIS

Algunas centenas de personas se reunieron frente a la Casa Blanca, en Washington, y destaparon botellas de champagne, corearon consignas contra Al Qaeda, y cantaron reiteradamente el himno nacional. Otras docenas se reunieron también en el Ground Zero, el espacio neoyorquino que ocuparon en su día las Torres Gemelas que tumbó el atentado planificado por Osama en las cuevas de las montañas de Afganistán. Pero, en realidad, fueron muchas menos de las esperadas.

En la mañana del lunes, se conoció la felicitación expresada por el ex mandatario republicano George W. Bush, el presidente que declaró esa ubicua y sui generis guerra contra una entidad sin Estado. También llegaron otros mensajes de congratulación, como el del premier británico, y de algunos líderes cuya existencia y supervivencia política mucho depende de Washington. Aunque también aquí fueron muchos menos de los esperados.

En lugar de un cerrado apoyo, una serie de preguntas sobre la índole de la intervención militar, la brutalidad del ataque seguido de la muerte de Ben Laden, la violación de la soberanía paquistaní por un ejército de un país aliado, y la falta de pruebas materiales que apoyaran la versión de la Casa Blanca, fueron tomando forma, todavía en la manera de interrogantes. Las ediciones en Internet de los principales medios de prensa norteamericanos (dada la avanzada hora del anuncio, casi todos ya estaban impresos) fueron cambiando sutilmente con el transcurso de las horas, al igual que otros diarios del mundo. Y esos cuestionamientos, mientras se iban conociendo detalles, reflejaban un aumento del tono crítico. El jueves, después de tres días en que se difundieran las opiniones críticas de respetables líderes políticos mundiales, de juristas expertos del sistema de Naciones Unidas, y de analistas y columnistas internacionales, hasta la misma cadena televisiva CNN hablaba ya de un “asesinato a sangre fría”. Algo, efectivamente, había salido mal.

LOS CABOS SUELTOS

          Barack Obama tuvo la posibilidad de apresar a Osama ben Laden. El hecho de ultimarlo en la residencia amurallada de Abbottabad fue una decisión estratégica. Quizás si hubiese defendido su decisión con detalles y fundamentos, hubiera impedido que las versiones y las interpretaciones ocuparan el escenario, embarrando, desinformando y soltando cabos a cada paso.

Pero, en cambio, la información desde Washington intentó relativizar aquella toma de posición entre dos alternativas: detenerlo o matarlo. El presidente, como dijimos arriba, quiso adjudicarse la orden de disparar, pero ante las críticas se cambio la versión: la orden la dio la CIA, y sobre el terreno. Cuando hubo que explicar la muerte del terrorista, se afirmó que había presentado resistencia, pero luego se admitió que Osama estaba desarmado. Se reconoció que su paradero estaba ubicado desde hacía meses, y que la confirmación de su identidad era firme; los comandos de Seal Navy tuvieron inclusive la posibilidad de ensayar con suficiente anticipación la operación; y sin embargo no lograron capturarlo vivo. No hay manera posible de sostener esta versión.

A la mañana de un día se afirmaba que Osama había puesto a una esposa como escudo, a la tarde de ese mismo día se decía que la muerte de la mujer había ocurrido cuando se interpuso para salvarlo. Que el cadáver había sido rechazado por Afganistán, que había sido cuidado por los ritos musulmanes para los muertos, pero que para evitar un santuario de terroristas había sido lanzado al mar. En fin: que tampoco había cadáver para mostrar. Pero se mostrarían las fotos. No, no se mostrarían tampoco las fotos, eran demasiado horribles (el acto de la muerte del terrorista no lo era tanto, las fotos sí).

El equipamiento de cada comando Seal Navy incorpora una cámara de video, por lo que toda la operación fue filmada y grabada (y seguida por Obama, Biden, Hillary Clinton y el resto del equipo de seguridad de la Casa Blanca en tiempo real, mientras el jefe de la CIA, Leon Panetta, les iba explicando cada paso), pero tampoco se mostrarían al público esas grabaciones.

La identidad de Osama ben Laden se había hecho por reconocimiento facial del cadáver, y un ADN hecho a las apuradas sobre el avión. Tampoco estos análisis se harían públicos. Y eso era todo. Había que confiar en la palabra del presidente estadounidense, sin más pruebas. En Europa comenzó a circular la versión de que habían matado a un doble de Osama, y que el verdadero estaba vivito y coleando donde siempre había estado: en una cueva de las montañas afganas de Waziristán.

En conjunto, tantos cabos sueltos han terminado por quitar legitimidad a la operación militar norteamericana. En lugar de una intervención victoriosa y definitiva para terminar con Al Qaeda, parece encaminarse a ser lo contrario: la excusa ideal para reflotar una organización que estaba en decadencia, con un mártir como guía, y un enemigo contra el que estaría justificado atentar, sin respetar ninguna legalidad internacional, ya que él tampoco la respeta.

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Egipto, la protesta vuelve con fuerza (10 02 11)

Egipto recupera la movilización

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La protesta egipcia, finalmente, ha desbordado los límites de la amplísima explanada de la plaza Tahrir, en el centro de El Cairo, y se expandía ayer por otros puntos neurálgicos de la capital –como la sede del Congreso-, mientras que los levantamientos populares en ciudades y puertos del interior del país seguían creciendo en número.

El intento del régimen autocrático presidido por el general Hosni Mubarak, de mostrar que con el inicio de la semana las protestas opositoras habían agotado su fuerza y el país comenzaba a recuperar la senda de la normalidad, se estrellaron unas pocas horas más tarde con una nueva concentración multitudinaria en la plaza Tahrir, ya convertida en el símbolo referencial de las columnas de manifestantes antigubernamentales, y con brotes de huelgas en ciudades del interior en solidaridad con las protestas de la capital.

A pesar de que las masas de ciudadanos movilizados siguen sin responder a una dirección unificada (e inclusive pareciera que por momentos los propios dirigentes políticos de la oposición se ven sobrepasados por las bases), en la víspera una parte de los concentrados en Tahrir decidió espontáneamente dirigirse a la sede del Parlamento (dominado en sus cuatro quintas partes por la bancada oficialista del Partido Nacional Demócrata – PND), donde el ejército amenazaba con desalojar a los grupos de protesta que acampan en las calles aledañas desde el estallido de la crisis.

En el interior del país, luego de que la huelga de unos 6.000 trabajadores portuarios prácticamente paralizara el movimiento de la ruta marítima a través del Canal de Suez, las redes sociales por Internet volvieron a ser un instrumento prioritario, y a través de ellas se pedía a otros sindicatos que se sumaran a los portuarios de Suez.

El vicepresidente, Omar Suleiman, que ve cómo el aumento de la presión opositora diluye su plan de “transición ordenada” surgido tras el encuentro con algunos dirigentes opositores el domingo pasado, afirmó que Egipto “no está preparado para la democracia”, y que la petición por parte de las multitudes movilizadas de un alejamiento inmediato del presidente Hosni Mubarak es “una falta de respeto”; declaraciones que enardecieron aún más las protestas.

Y a renglón seguido, el nuevo hombre fuerte del régimen salió a advertir sobre el “riesgo” de un “golpe [de Estado] precipitado e irracional” si el estado de desorden social no amaina, situación de quiebre institucional que sería aprovechado por el fundamentalismo islamista para hacerse con el poder; el antiguo lugar común utilizado por Mubarak para aferrarse a la jefatura del gobierno durante las últimas tres décadas.

En respuesta a las ya poco creíbles advertencias de Suleiman, los Hermanos Musulmanes, la principal agrupación islámica de Egipto, volvió a reiterar que no tiene intenciones de plantear su acceso al poder en el futuro inmediato, e inclusive aseguró que no presentará candidato propio a la presidencia en unas eventuales elecciones.

Al mismo tiempo, y frente a las afirmaciones del vicepresidente, Saad el Katatni, el dirigente islamista de la agrupación hasta ahora proscripta que participó en la reunión con la oposición, dijo que los Hermanos Musulmanes se retiran de la mesa de diálogo.

Las declaraciones de Suleiman también fueron censuradas por el gobierno estadounidense –el principal sostén externo de la estrategia del vicepresidente-, que las consideró “particularmente inútiles”.

Presión del Gran Hermano

Con el correr de las horas, la posición de la Administración norteamericana sobre Egipto va cambiando.

Desde algún desconcierto inicial (los analistas afirmaban que Barack Obama estaba intentando no “perder” al aliado egipcio en una revuelta popular, como había “perdido” el ex presidente demócrata Jimmy Carter a Irán en manos de los ayatollahs en 1979), la Casa Blanca ejerce ahora una presión clara para que el régimen de Mubarak ceda ante las protestas.

Que el gobierno se empeñe en aferrarse al statu quo, afirman en Washington, puede terminar desencadenando una rebelión sangrienta, y ahí sí que el final sería incierto.

El vicepresidente Joe Biden reclamó ayer a Omar Suleiman que deje de hacer declaraciones alarmistas, acelere los cambios, y que levante de inmediato el estado de excepción, con el que se justifican las detenciones y las agresiones a periodistas y opositores.

Mientras aumenta la presión externa, los movilizados preparan la jornada del próximo 11 de febrero, ya bautizado como “Viernes de los Mártires”, donde rendirán homenaje a los más de 300 muertos desde que estalló la rebelión, el 25 de enero.

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Vuelta de tuerca israelí (10 12 10)

VUELVE A CRECER LA TENSIÓN EN ISRAEL TRAS EL FRACASO DIPLOMÁTICO

La Liga Árabe decidirá sobre la continuidad de los palestinos en el proceso

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Después de la filtración a la prensa israelí de la renuncia estadounidense a seguir presionando para que Israel detenga las construcciones en los territorios ocupados, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmmoud Abbas, afirmó que no volverá a la mesa de negociaciones.

Una nueva moratoria en la edificación de casas para colonos judíos en las tierras ocupadas a los palestinos tras la invasión militar era la premisa sobre la que se asentaba la estrategia diplomática norteamericana.

Pero el espacio de presión se agotó frente a la postura inflexible del gobierno de coalición que preside Benjamín Netanyahu, y al que integran diversos partidos de la ortodoxia religiosa, principales valedores de los colonos y de la ocupación total del territorio, según los supuestos legados bíblicos al pueblo de Israel.

Luego de la renuncia norteamericana, que en los asentamientos se vivió en un ambiente de victoriosa euforia, se espera que Hillary Clinton anuncie hoy, en la Brookings Institution de Washington, una nueva estrategia para volver a impulsar el diálogo directo.

Por otra parte, la filtración y la postura judía desataron diversas críticas, no sólo en los países árabes sino también en la Unión Europea y en la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Desde la capital de Egipto, y después de reunirse con el presidente Hosni Mubarak, un personaje clave en la región debido a sus buenas relaciones con el presidente Obama y al alto predicamento que tiene entre los mandatarios de la Liga Árabe, Mahmmoud Abbas insistió en la postura palestina, aunque dejó abierta la puerta al afirmar que “la decisión final” sobre la continuidad de las conversaciones será tomada después de consultar con los países aliados que forman la Liga Árabe.

En estos días, además, varios países del mundo han comenzado a reconocer unilateralmente a un Estado Palestino; en América latina, tras el reconocimiento de Brasil, el canciller argentino Héctor Timerman anunció formalmente la decisión del gobierno de la presidenta Cristina Fernández de reconocer a un Estado Palestino independiente, y Uruguay adelantó que hará lo propio el año que viene.

En este marco, el negociador Saeb Erekat afirmó ayer que en la ANP “están listos para proclamar un Estado de manera unilateral el año próximo”, si continúa el estancamiento del proceso.

Estados Unidos se opone a una declaración unilateral, y apuesta a la creación de dos Estados de manera consensuada entre ambas comunidades, que la inflexibilidad de la postura hebrea está echando por tierra.

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La cólera haitiana (19 11 10)

La cólera haitiana

por Nelson Gustavo Specchia

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En el último informe sobre desarrollo humano, difundido este año tras la exhaustiva investigación del Banco Mundial, se confirmó un dato que los analistas políticos y económicos internacionales venían sosteniendo como hipótesis hace algún tiempo: América latina es la región más desigual del planeta. Hay países y regiones más pobres que la nuestra en la larga y pormenorizada lista de la organización multilateral, pero ninguna donde las desigualdades entre los sectores que detentan la riqueza y los estratos que tienen poco o nada, la distancia entre los mayores y los menos ingresos, sea tan grande como en América latina. Y de esa vergonzante injusticia política y social, la herida más profunda y más notoria es, recurrentemente, Haití.

En estos días, una imparable epidemia de cólera se extiende por las tierras haitianas, las víctimas mortales ya superaron el listón de los mil cadáveres; los hospitalizados se acercan a los veinte mil; y las organizaciones sanitarias advierten que, si no media una acción regional conjunta para detener la pandemia, ésta no parará hasta infringir unas diez mil muertes.

Además, a pesar del relativo aislamiento insular de Haití, como una venganza de los humillados y de los olvidados, la isla ha comenzado a exportar el cólera, y esta semana se detectaron los primeros casos en República Dominicana. Inclusive, para dar todavía una vuelta de rosca más a la ironía, desde las costas del país ubicado en el vagón de cola de las listas de las organizaciones internacionales, la enfermedad ha logrado cruzar las aguas del Caribe, y la cólera haitiana ha llegado hasta los Estados Unidos.

EL PECADO DE LA RIQUEZA

Hace algunos años me encontraba trabajando en República Dominicana, en unas misiones de cooperación internacional, y aproveché la oportunidad para cruzar la frontera con Haití en varias oportunidades, para relacionarme con colegas, profesores e investigadores universitarios especialmente dedicados a estudiar el caso haitiano, uno de los extremos más sui generis de nuestros tan particulares desarrollos sociopolíticos latinoamericanos. En Santo Domingo, un querido colega me explicaba su versión sobre el drama de la otra mitad de la isla: para él, el “pecado original” de Haití fue su riqueza y su osadía, y la soledad a la que lo abandonaron sus vecinos. Sobre las dos primeras se cebó el poder de los grandes, la tercera sigue siendo un lastre que la región arrastra.

Porque Haití se rebeló temprano y fuerte. Era en las tierras americanas una de las colonias más ricas, la joya de la corona francesa en el nuevo mundo. Contra el rey de Francia se alzó en 1804, y quebró las cadenas coloniales. Fue el primer país de América latina en cortar esas cadenas –y el segundo en todo el continente, tras la emancipación de las colonias norteamericanas del trono británico-. Pero, además, la revolución haitiana fue una novedad mundial, porque se alimentó de una filosofía igualitarista y una lucha abolicionista que venía fraguando desde la última década del siglo XVIII, y que tras la independencia convirtió a la vieja Isla La Española en una república independiente, rica económicamente –tanto en recursos naturales como en valor agregado-, y con una nueva ciudadanía proveniente, con apenas matices, de una situación de esclavitud.

Más del 90 por ciento de la población haitiana al momento de la independencia provenía del África subsahariana. Aquella revolución, por eso, pasó a las páginas de los libros de historia y de ciencia política como la primera experiencia social en que la rebelión de esclavos produce la emancipación, la independencia política, la creación de un nuevo Estado, y la abolición de un sistema de explotación humana. En América latina, fue en Haití donde nació la libertad política y la igualdad social. Era un símbolo demasiado importante para que los poderes fácticos no tomaran nota de ello.

Y tomaron nota. Una burguesía acriollada fue paulatinamente haciéndose cargo de los resortes económicos del país, y antes de que éste cumpliera su primer siglo, el ejército de los Estados Unidos invadía formalmente el territorio, y se hacía cargo de los resortes políticos en forma directa. Washington sólo dejó la administración del país caribeño cuando estuvo seguro de que la gestión de su gobierno recaería en manos seguras. En plena guerra fría, y con el ejército norteamericano ocupando los cuarteles haitianos, comenzó la dictadura de los Duvalier, Francois –“Papá Doc”- y su hijo Jean-Claude –“Bebé Doc”-. Cuando un golpe militar terminó con la dictadura, a fines de los años ochenta, ya no quedaban ni rastros de aquel ímpetu revolucionario e igualitarista. Tampoco quedaba nada, o casi nada, de aquella riqueza que hacía brillar a la isla en la corte de París. Haití ya era un sumidero social, cultural y político.

Y mientras era expoliado por una oligarquía criolla y por la fuerza de una potencia extranjera, descendiendo año a año en los indicadores de las listas de desarrollo y calidad institucional de todos los organismos internacionales, los países de la región miraron hacia otro lado. Hubo que esperar hasta que la degradación tocara fondo. En 2004, cuando la mezcla de pobreza, hambre, miseria, violencia, todos los tipos posibles de escases y el vacío de poder ubicaran al país al borde del abismo, para que los Cascos Azules de las Naciones Unidas se hicieran cargo de la situación.

LAS PLAGAS DE EGIPTO

Pero frente a una sociedad desarticulada metódica y sistemáticamente durante doscientos años, la misión de la ONU podía hacer poco, inclusive con la voluntad del Brasil de Lula da Silva, involucrándose y tomando la responsabilidad de la conducción de la misión; o del envío de contingentes y recursos importantes, como los dispuestos por la Argentina durante la presidencia de Néstor Kirchner.

Y como en una maldición bíblica, sobre ese golpeado y sufrido pueblo se han encarnizado también los elementos naturales. En enero de este año un terremoto de magnitud 7.0 en la escala de Richter desarticuló los pocos servicios públicos que aún quedaban en pié, barrió con las chabolas de frágil construcción y enterró bajo su furia a unas 250.000 personas (aunque dada la debilidad estadística, es probable que fueran muchas más). Unos tres millones de haitianos quedaron más desamparados de lo que estaban, y hasta el Palacio Presidencial, una de las pocas construcciones en material de los años de gloria, se partió en mil pedazos.

A principios de este mes de noviembre, el huracán Thomas volvió a agravar la situación sanitaria, devastando los campamentos de tiendas, donde los desplazados por el sismo de enero buscaban algún tipo de cobijo. Los vientos, provenientes de la vecina isla de Santa Lucía, castigaron Haití con torrentes de agua y ráfagas de 130 kilómetros por hora durante todo un fin de semana. El huracán provocó inundaciones, aisló diferentes zonas del país adonde ninguna ayuda pudo llegar, desplazamientos y deslaves de tierra, y crecidas de ríos. Unos ríos que se usan al mismo tiempo para proveerse de agua de consumo, y de depósito de detritos. La epidemia de cólera tenía, así, todos los elementos para prosperar.

El brote de cólera, aparecido a mediados de octubre tras más de un siglo sin tener presencia en Haití, vuelve a traer la atención internacional sobre la isla.  Hasta ahora, el último balance de las oficinas sanitarias registran 1.110 muertos, más de 18.000 enfermos hospitalizados, y la propia Organización Panamericana de la Salud (OPS) estima que, de no intervenir de forma efectiva la ayuda internacional, esas cifras se multiplicarán indefectiblemente. El cólera podría afectar a unas 200.000 personas y provocar miles de muertos en los próximos seis meses. La actual tasa de mortalidad se ubica entre el 4 y el 5 por ciento, de mantenerse ese indicador, la OPS admite que causaría, cuando menos, unos 10.000 muertos.

Si con estas perspectivas la región vuelve a repetir el error histórico de abandonar a Haití a su suerte, será muy difícil hacer creíble, a futuro, cualquier discurso sobre la importancia de la integración política de América latina.

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