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Assad, herido y acorralado (18 11 11)

Assad, herido y acorralado

por Nelson Gustavo Specchia

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Uno de los lugares comunes de la literatura de caza mayor, sostiene que pocas cosas encarnan más peligro que una gran bestia herida, a la que se le han bloqueado las vías de escape. En ese momento, un tigre, por ejemplo, se convierte en una perfecta máquina asesina. Es muy difícil en estos días no apelar a ese símil al analizar el callejón sin salida en el que, en un retroceso y en un asilamiento creciente, el régimen sirio de Bachar al Assad se ha ido encerrando.

Y la violencia de la represión gubernamental ya acusa esos golpes a la desesperada. La Unión Europea ha inmovilizado los dineros del clan gobernante colocados en los bancos de sus países miembros, y ha incluido en listas negras a casi todos los personajes relevantes del régimen. Menos explícitamente, pero con el mismo resultado, los países árabes de la región han cerrado las puertas a una posible salida del grupo hacia un exilio dorado. A pesar de que siguen colocando trabas a nuevas sanciones globales o a iniciativas de fuerza con participación multilateral, ni Rusia ni China admitirían tampoco a las principales cabezas del clan de los Al Assad para brindarles guarida. Al callejón del aislamiento sólo le quedan dos débiles ventanucos: Irán y Líbano; pero sería muy difícil que los gobernantes sirios optaran por alguno de estos dos países para establecer una nueva residencia tras el abandono del poder, porque en ninguno de los dos tendrían garantías suficientes de un futuro sin persecuciones. En el vecino del Sur, los largos años de subsidios de Al Assad al Hezbollah le aseguran la fidelidad del partido-milicia, pero el resto del mosaico libanés los odia visceralmente; y su laicismo modernista tampoco cuaja demasiado con la teocracia de los chiítas iraníes. Por lo demás, tanto Mahmmoud Ahmadinejad como los líderes del Hezbollah quedaron atrapados en sus contradicciones respecto de las revoluciones de la “primavera árabe”: apoyaron todos los alzamientos contra las tiranías en el Magreb y en Oriente Medio, mientras éstos se dirigían contra regímenes afines a Occidente (Túnez, Egipto, Marruecos, Bahrein e inclusive Libia), pero decretaron el inmediato fin de su apoyo cuando la “primavera árabe” llegó a las costas del acorralado tigre sirio.

El extremo aislamiento de los Al Assad, y las heridas ya insalvables que los alzamientos populares y la resistencia de la oposición política siria les han asestado, sólo habilitan la consideración de dos escenarios de corto plazo: una negociación que les permite abandonar el poder con las garantías suficientes, o la guerra. Y mientras esta alternativa termina de tomar forma, las calles de Damasco se siguen cubriendo de sangre, cada día más brutalmente.

ENTRE DOS FUEGOS

Como en todos los procesos políticos con resolución violenta, la principal víctima es la población civil; tanto de Damasco, Deráa, Hama, Homs y otras ciudades, como de las áreas rurales consideradas por el régimen como “focos de oposición”. La metodología represiva ordenada por Bachar el Assad, sin prácticamente ningún atenuante ni discriminación, fue horadando inclusive la obediencia al interior de las fuerzas armadas, que desde hace semanas viven un continuo desgranamiento y huída de efectivos, que comenzó cuando los uniformados se negaron a disparar a sangre fría a campesinos que huían de la represión oficial cruzando la frontera con Turquía. Estos soldados y oficiales desertores han sido cooptados por el liderazgo de la oposición política clandestina, y junto con voluntarios civiles, se han organizado en el denominado Ejército Libre de Siria, al que se le calculan ya varios centenares de efectivos y que –como se vivió con los rebeldes de Bengazi en Libia- constituye el germen de la oposición armada al hasta ahora incuestionado monopolio estatal.

Pero esta situación vuelve a dar una nueva vuelta de tuerca sobre la seguridad de la población civil, que ahora no sólo sufre los embates de las fuerzas regulares, sino que se ve aprisionada entre dos fuegos, entre las fuerzas de seguridad oficiales y un ejército rebelde que en las últimas horas se ha armado de valor como para –inclusive- atacar a un cuartel del ejército sirio. La osadía de los rebeldes se acrecentó a partir de esta semana, cuando el lunes ultimaron en una emboscada a 34 militares gubernamentales en Deráa, el mismo día que entre los opositores se contaron más de cincuenta muertes por la represión oficial.

La Liga Árabe, una organización fundada por Siria –y que ha recibido una parte sustancial de su financiamiento de las prebendas de los Al Assad- decidió esta semana también despegarse de uno de sus miembro más conspicuos, y lo hizo alegando la fragilidad de la protección a los civiles y las mentiras de Bachar. El presidente se había comprometido el 2 de noviembre, frente a los embajadores de la Liga Árabe, a retirar las tropas de las ciudades y aflojar la represión. Sin embargo, desde principios de mes la violencia de las fuerzas del Estado no ha hecho sino aumentar, y se calculan más de tres centenares de muertes desde entonces; si así fuese, los muertos desde el inicio de la revuelta siria, hace nueve meses, ya serían cerca de 4.000. La Liga pide ahora que Damasco permita la entrada de una fuerza civil de 500 observadores, miembros de ONG’s de derechos humanos, para proteger a la población civil de los embates entre las fuerzas regulares y el Ejército Libre de Siria.

Pero es difícil que la organización regional, que –además- nunca se ha destacado por su eficiencia, obtenga la autorización del gobierno. La expulsión de Siria de su seno ha enfurecido a Bachar al Assad, que ha mandado a sus acólitos a asaltar las sedes diplomáticas de Marruecos, Qatar, y de los Emiratos Árabes Unidos, y no deberían descartarse otros ataques a las embajadas de más países miembros de la Liga. El clan es consciente de que el apoyo de la Liga Árabe en las Naciones Unidas fue decisivo para la aprobación de la resolución multilateral que habilitó el cierre del espacio aéreo de Libia, y la entrada de la OTAN en apoyo a los rebeldes, que finalmente terminó inclinando la balanza de la guerra contra Muhammar el Khaddafi. Bachar y sus hermanos se deben estar preguntando cuánto tiempo falta para que la Liga Árabe haga lo mismo con ellos.

LA OPCIÓN TURCA

El asalto a las embajadas por parte de los partidarios del régimen, y el ataque al cuartel por parte de los insurgentes del Ejército Libre de Siria, ha llevado al canciller ruso, Seguei Lavrov, a calificar la situación interna como un escenario de “guerra civil”. Esta situación, sumada a las cada vez más sólidas posibilidades de una guerra con participación internacional, vuelve a colocar en el centro de atención la opción de una intervención de buenos oficios del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan.

Turquía ha puesto de manifiesto reiteradamente sus anhelos de liderazgo regional, y desde el estallido de la “primavera árabe” las gestiones del líder del partido islamista moderado AKP han aumentado en su dinamismo. Erdogan ha roto con la ortodoxia inflexible de Benjamín Netanyahu en Israel, después de tantos años de alianza estratégica entre ambos; ha prestado especial atención a la situación de la Franja de Gaza (los barcos solidarios con los palestinos, interceptado por las tropas judías de élite, navegaron con bandera turca); ha estado presente en Túnez, en Egipto, y aterrizó en Trípoli para celebrar la victoria sobre Khaddafi, al mismo tiempo que Nicolas Sarkozy y David Cameron. Ante la posibilidad de que el caos de los acorralados tigres de Al Assad termine siendo aprovechado por el iraní Ahmadinejad –o el rey Abdullah de Arabia Saudita, la otra potencia regional- Erdogan vuelve a mostrar su predisposición de intervenir protagónicamente en una salida negociada a la crisis siria.

Mientras el régimen de Damasco fue una apuesta segura, el gobierno turco no tuvo problemas de hacer negocios con los Al Assad. Luego, cuando comenzaron a estallar las protestas, Erdogan intentó convencer al clan de introducir reformas urgentes. Pero ante su inflexibilidad, esta semana el turco escenificó su ruptura: dijo que ya no podía confiar en Bachar, porque es un mentiroso que pasará a la historia como uno de esos líderes que se alimentan de sangre, y anunció que aplicará sanciones unilaterales, especialmente un embargo de armas y de petróleo.

Si Erdogan lo logra, puede terminar forzando el cambio de postura de Rusia y de China en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aumentando la presión diplomática internacional, y abriendo, al mismo tiempo, una ventana de oportunidad –desde el interior del Islam- para que el tigre herido de los Al Assad pueda escapar. Esa es una alternativa, quizá la última. La otra, es la guerra.

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[Hoy Día Córdoba – Periscopio  – Magazine – viernes 18 de noviembre de 2011]

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¿Hay riesgo de guerra nuclear en Medio Oriente? (11 11 11)

¿Hay riesgo de guerra nuclear en Medio Oriente?

por Nelson Gustavo Specchia

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La anécdota está en todos los diarios franceses: en la reciente cumbre del G-20 en Cannes, mientras esperaban el inicio de una conferencia conjunta, Nicolas Sarkozy conversaba con su colega Barack Obama sin saber que los micrófonos de los traductores ya se habían abierto. El objeto de la conversación privada entre los líderes era el premier israelí, Benjamín Netanyahu: “Estoy harto de él, no puedo ni verlo, es un mentiroso”, le dice Sarkozy; a lo que el americano contesta: “Si vos estas harto, imagínate yo, que debo tratar con él todos los días”. Los cambios de posición luego de haberse comprometido, los dobles raseros y la ambigüedad de sus promesas son, efectivamente, características que se mencionan hace tiempo del jefe del gobierno de Israel, y generalmente se han adjudicado a los equilibrios que debe hacer entre los sectores ortodoxos que integran su coalición, y las presiones –especialmente de su valedor, los Estados Unidos- para que atempere los impulsos de la derecha judía respecto del tema palestino y de los demás vecinos árabes. Pero, más allá de las censuras morales sobre la utilización de los dobles discursos en el juego político y del hastío y confusión que esas maniobras provocan entre sus pares, hay un conjunto de certezas en la postura del primer ministro israelí que no deja lugar a dudas. Entre éstas, su idea fija con Irán está en los primeros puestos. Desde que ocupara el Ejecutivo israelí por primera vez (entre 1996 y 1999), desde la conducción del Likud en la oposición luego, desde su cartera ministerial en el gabinete de Ariel Sharon, y desde su vuelta a la jefatura del gobierno en 2009, Bibi Netanyahu ha sostenido machaconamente que los planes nucleares de la República Islámica de Irán constituyen el principal riesgo externo del Estado de Israel, y que la única manera de conjurar ese peligro es atacando al régimen de los ayatollahs y destruyendo su camino hacia la bomba atómica.

Las acciones exteriores de la aviación judía contra supuestas plantas nucleares en la región registran antecedentes fuertes, como para no tomar a la ligera los planes de Netanyahu. En 1981, Israel bombardeó el reactor nuclear Osirak, diseñado por ingenieros franceses –quienes proveyeron también el uranio enriquecido que utilizaba- y construido en el centro nuclear Al Tuwaitha, cerca de Bagdad. Y el 6 de septiembre de 2007, Israel lanzó un ataque aéreo sobre Siria, para destruir lo que la inteligencia israelí consideró un reactor nuclear en construcción, que el régimen de los Al Assad habría estado construyendo con asistencia de Corea del Norte.

AMENAZAS NADA VELADAS

La retórica bélica constituye un dato cotidiano, tanto en Tel Aviv como en Teherán. Pero a esa manera ya regular de componer el discurso político, en las últimas semanas se han agregado algunos datos preocupantes, que hacen que aquellas veladas amenazas contra el vecino cobren corporeidad. Primero fue la denuncia de Washington, de que algunos sectores de los “halcones” del gobierno de Mahmmoud Ahmadinejad –la rama de los Al Quds de los Guardianes de la Revolución- estaban detrás de un confuso y novelesco complot para eliminar en los Estados Unidos al embajador saudita, Adel al Jubeir. Y menos de un mes después del supuesto complot, aparece el nuevo informe del Organismo de las Naciones Unidas para la Energía Atómica (OIEA), hecho público en Viena esta semana, donde se afirma que Irán está a las puertas de conseguir el arma nuclear, con un diseño propio, armado a partir de la compra de información y documentación a una red clandestina de material atómico. Según los técnicos del OIEA, las dimensiones militares del programa nuclear iraní ya son inocultables, desde el momento que, por ejemplo, incluye experimentos con explosivos especiales o el desarrollo de detonadores.

En este contexto, el discurso de Bibi Netanyahu a los altos mandos del Ejército israelí adquiere otra dimensión a la habitual retórica guerrera. En Tel Aviv, el diario Haaretz aseguró que Bibi ya cuenta con el apoyo a sus planes de ataque del cauteloso ministro de Defensa, Ehud Barak, además del siempre dispuesto a la guerra canciller Avigdor Lieberman. Entre los tres intentan convencer a los jefes del Ejército y de los servicios de inteligencia, quienes, según el mismo diario, de momento se opondrían. La reticencia del alto mando de las Fuerzas Armadas judías pasaría por la oposición de los Estados Unidos a apoyar una acción en ese sentido, y la advertencia pública de la OTAN, que ha manifestado que no tiene intención de intervenir en el conflicto.

Pero ninguna de esas posiciones puede considerarse definitiva, y entonces la pregunta que se ha instalado es si Israel –de quien se calcula posee unas 200 cabezas nucleares capaces de instalar en misiles de largo alcance- estaría dispuesto a lanzar un ataque en solitario a la República Islámica de Irán. Si esa pregunta se resuelve afirmativamente, como parece ser el caso, si las anunciadas represalias del régimen teocrático iraní instalarían un escenario de guerra nuclear en Medio Oriente. En ese extremo, de ninguna manera los Estados Unidos podrían permanecer al margen. ¿Estaría dispuesto Barack Obama a liderar una guerra atómica en el corazón del mundo árabe?

SEÑALES INSUFICIENTES

Sin embargo, y a pesar del escenario pesimista, yo considero que no hay elementos suficientes como para concluir que la coyuntura empujará a un nuevo conflicto armado a gran escala, al menos en el corto plazo. Esas señales que, a pesar de su presentación pública, dan espacio a la esperanza del mantenimiento de la paz, pasan por: (1) el peso de los informes multilaterales; (2) la relación de fuerzas entre las potencias; y (3) por la desestabilización global que una acción militar regional acarrearía.

En cuanto a los informes, aunque haya sido tan espectacular y mediático, el texto de la OIEA en realidad no aporta demasiados elementos nuevos, y vuelve a inscribirse en el largo tira y afloje que la agencia de la ONU tiene con Irán desde antes aún de la instalación del régimen de los ayatollahs, cuando el Shah de Persia, Mohammed Reza Pahlevi lanzó en los años ’70 un programa atómico para llegar a la bomba. La OIEA dice ahora, en el tan mentado informe, que Irán “tuvo” un programa de armas nucleares antes de 2003, lo que es obvio, y sólo agrega que “algunas actividades relevantes para la construcción de un dispositivo explosivo nuclear continuaron después de 2003, y alguna podría estar aún en marcha”. Una suposición demasiado vaga como para que constituya “casus belli”.

Respecto de las potencias, el tándem Nicolas Sarkozy-David Cameron ya ha salido a pedir una ampliación de las sanciones contra Irán por la vía del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El mismo paso que dieron –también a dúo- en relación a Libia, hace apenas unos meses. Pero ahora no será tan lineal: Rusia ya ha advertido que los resultados del informe de la OIEA no aporta datos concluyentes, y China –con el entramado comercial creciente que mantiene con Teherán- es un voto negativo seguro. Ambos gigantes, se recordará, tienen derecho a veto en el Consejo de Seguridad, esa vía está cerrada por el momento.

Y en lo que hace a la desestabilización regional, un ataque como el que Bibi clama contra las instalaciones iraníes no se compararía con las incursiones realizadas contra Irak y Siria en el pasado. Irán está mucho más preparado que Saddam Hussein y que Bachar el Assad, aquí no alcanzará un ataque puntual de la aviación israelí, sino que se requerirá un plan de ataque vasto y prolongado –más de un mes, seguramente- con consecuencias imprevisibles e inmanejables (entre ellas, que Irán saldría legitimado para armarse con la bomba atómica, después de haber sido atacado en su suelo). Y no hay, me parece, posibilidades de que Barack Obama, con la economía estadounidense en recesión y la carrera hacia la reelección presidencial ya comenzada, se implique en una aventura de ese tamaño, cuando a duras penas está logrando cerrar el capítulo de Irak y Afganistán, las dos guerras más largas y más caras de la historia americana.

De momento, considero que no habrá guerra; lo que no quiere decir que la tensión –especialmente la verbal- vaya a disminuir. Pero Bibi, en definitiva, es un mentiroso.

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[ Columna «Periscopio» –  Diario Hoy Día Córdoba – viernes 11 de septiembre de 2011]
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La religión se mete en el conflicto sirio (18 08 11)

La represión en Siria asfixia a la oposición

El régimen da por “extinguida” la rebelión opositora tras la intervención militar

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A pesar de que el presidente sirio Bachar al Assad se ha negado a admitir una y otra vez que las tropas gubernamentales estuvieran combatiendo a la población civil de las ciudades del interior, su Ejecutivo comunicó ayer que la “operación militar” ha logrado desarticular los focos rebeldes de oposición, según ha publicado la prensa de Damasco, en su totalidad afín al clan de los Al Assad.

Esta misma semana, cuando arreciaban los bombardeos por tierra y por mar contra el puerto mediterráneo de Latakia, el jefe del gobierno le manifestó al embajador de Líbano que tal intervención no existía, y que el reclamo de las Naciones Unidas, de la Unión Europea, del presidente norteamericano Barack Obama, e inclusive del rey Abdullah de Arabia Saudita, no tenían ningún asidero, ya que no había enfrentamientos y que los episodios que habían trascendido al extranjero consistían en el arresto de “bandoleros y salteadores de caminos.”

Con una dosis mayor de realismo, las fuerzas de seguridad consideraron “controlada” la situación en las dos principales áreas de conflicto, donde el estallido de protestas contra el régimen autocrático de los Al Assad comenzó a emerger hace cuatro meses: los alrededores de la ciudad de Deir el Zor, en la región oriental del país, y la ciudad-puerto de Latakia.

En los mismos comunicados difundidos por la prensa, los responsables militares de las operaciones atribuyen el estado de movilización a “grupos terroristas del fundamentalismo islámico”, que estarían intentando desestabilizar al régimen laico sirio. El freno a la islamización radical ha sido el principal argumento político del régimen para mantener un estado de libertades restringidas en el último medio siglo.

Pero según otras versiones que escapan a la generalizada censura gubernamental a la prensa, como la cadena de televisión árabe Al Jazeera, el ejército sigue disparando en los barrios de las periferias de Deir el Zor, y las organizaciones humanitarias aseguran que la campaña de represión se ha cobrado al menos 32 víctimas en la ciudad.

El bombardeo de los buques de guerra a Latakia, durante cuatro días, ha matado a 36 civiles y más de 5.000 personas tuvieron que huir del campo de refugiados palestinos del barrio de Al Raml; la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) condenó la represión en Latakia, calificándola de “crimen contra la humanidad”.

Una cuestión de fe

En un primer momento, cuando eran Obama, Hillary Clinton y la ONU los que protestaban contra la operación sangrienta de los Al Assad, la lectura política seguía el guión tradicional de la disputa entre los países centrales y el rebelde régimen del Baaz, teñido de anticapitalismo y de tercermundismo en sus orígenes (ya tan lejanos).

Pero luego, cuando los vecinos árabes –incluyendo Arabia Saudita- se sumaron a las reprimendas, hubo que cambiar el esquema de lecturas, porque se complejiza al entrar la cuestión religiosa.

Los sunnitas ya acusan abiertamente a Bachar al Assad de haber comenzado una “limpieza étnica” en Siria, en especial en Latakia, para imponer a la colectividad chiíta al mando. Y no a cualquiera entre éstos, sino a la secta alauíta, que sólo representa al 10 por ciento de los musulmanes sirios, pero es a la que pertenece el clan Al Assad.

Por eso la reacción del rey Abdullah (una especie de “protector” de los sunnitas del mundo), y también por eso la renovación de la alianza con el Irán de los ayatollahs, el único régimen donde los chiítas son mayoría.

Si no se contiene a tiempo, el enfrentamiento religioso podría contaminar con un nuevo conflicto a toda la región.

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N. G. S.

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Nakba sangrienta en Palestina (16 05 11)

 Represión en Palestina en el aniversario de la expulsión

Al menos 16 muertos a manos de soldados israelíes al reprimir las movilizaciones    

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RAMALLAH, EL CAIRO.- En un entorno regional de efervescencia política que los analistas ya denominan “primavera árabe”, las protestas en recuerdo de la “nakba” palestina han terminado teñidas de sangre.

Hace 63 años, al crearse el Estado de Israel, la imposición de las fronteras y la capacidad de las fuerzas militares sionistas obligaron a la reubicación de la población árabe en campamentos de refugiados, en un doloroso exilio que dura hasta hoy.

Los palestinos, una semana después que los israelíes celebran el aniversario de creación del país, conmemoran el día de la “Catástrofe” (nakba, en árabe).

Con el entorno de levantamientos en todo Medio Oriente, el ejecutivo de Benjamín Netanyahu desplegó 10.000 soldados para impedir que las manifestaciones derivaran en una pueblada.

Sin embargo, la orden de reprimir terminó convirtiendo la jornada en una matanza.

Durante la mañana de ayer, la entrada de palestinos por la frontera con Siria, provocó la alarma de las tropas israelíes, que ocupan el Golán desde 1967. Los soldados dispararon contra los que cruzaban la frontera, y también contra quienes traspasaban las demarcaciones israelíes en la Franja de Gaza y desde el Líbano.

La situación de Israel, rodeado de vecinos hostiles y sin el apoyo del régimen del ex presidente Hosni Mubarak en la frontera con Egipto, ha dado mayor espacio al ala dura dentro del gobierno de Netanyahu. El predominio de los “halcones” explica la fuerza de la represión, que hasta la tarde de ayer sumaba 16 víctimas fatales y más de 200 heridos.

Además de la represión interna, según la agencia noticiosa Al Arabiya, en los Altos del Golán los soldados dispararon indiscriminadamente, inclusive hacia el interior del territorio sirio, en las cercanías de la localidad drusa de Majdal Shams. El vocero del Ejército judío, coronel Yoav Mordechai, afirmó que Israel considera “muy grave” el intento de “incursión” palestina por el Golán, y sostuvo que se trató de una “provocación iraní” que aprovechó las protestas de la “nakba”.

En Tel Aviv, el premier Netanyahu ratificó que está “dispuesto a proteger sus fronteras” y “resistir cualquier intento” de atacarlas.

Por otra parte, hoy se reunirán en El Cairo los dos partidos palestinos mayoritarios, Al Fatah –que gobierno en Cisjordania- y los islamistas de Hamás –que controlan la Franja de Gaza- para intentar poner fin a cuatro años de divisiones internas y negociar una administración de unidad de los territorios palestinos.

Es probable que la Asamblea General de las Naciones Unidas, que se reunirá en Nueva York en septiembre, respalde la creación de un Estado Palestino; aunque ya Israel ha anunciado que, de darse, apelará al Consejo de Seguridad –donde Estados Unidos tiene poder de veto- para que impida su ejecución.

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Khaddafi amenaza, Al Khalifa reprime (17 03 11)

Khaddafi advierte sobre la injerencia

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TRÍPOLI.- En medio de la confusión informativa que rodea todo el escenario bélico en Libia, los trascendidos sobre la presencia de las tropas leales al líder Mohammar el Khaddafi en las inmediaciones de la ciudad de Bengasi, la capital de la insurgencia rebelde, parecen confirmarse.

El hijo del mandatario, Saif el-Islam, una figura que ha sido mencionada reiteradamente como su más probable sucesor, declaró en la víspera que la resistencia de los sublevados “no durará más de 48 horas”, según difundió el canal de televisión EuroNews.

En las mismas declaraciones, y apuntando a las gestiones urgentes que Gran Bretaña y Francia impulsan en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), el hijo de Khaddafi aseguró que las gestiones de las potencias occidentales, cualquiera sea la decisión a la que finalmente arriben, serán tardías, porque las Fuerzas Armadas regulares habrán recuperado el control de la capital rebelde.

Londres y París han respaldado una propuesta de resolución presentada por el embajador del Líbano ante la ONU, para crear una zona de exclusión aérea sobre el territorio libio, junto al establecimiento de corredores humanitarios y nuevas sanciones económicas. La medida, que cuenta con el apoyo de la Liga Árabe, era tratada anoche por el Consejo de Seguridad, a puertas cerradas.

El presidente francés, Nicolás Sarkozy, envió una nota a la sede del organismo, en Nueva York, en la que reclamó “enérgicamente” una toma de posición para terminar con la “tiranía” de Khaddafi. El mandatario libio, a su turno, volvió a arengar a sus partidarios en Trípoli, pidiendo que se alzaran en armas para enfrentar una posible intervención de Occidente.

El coronel ya había adelantado que consideraría la prohibición de vuelos de su aviación militar como una declaración formal de guerra, y ayer se dirigió directamente al presidente francés, el único que ha reconocido al Consejo Nacional opositor como su interlocutor: “Ahora Francia levanta la cabeza y dice que atacará Libia. ¡Nosotros seremos los que los atacaremos a ustedes, como en Argelia y como en Vietnam!”, afirmó desafiante.

 

El rey de Bahrein elige la represión

MANAMA.- La revuelta árabe que sacude el pequeño reino insular de Bahrein cambió sorpresivamente de dirección esta semana, cuando la dinastía sunnita de los Al Khalifa decidiera imponer el estado de sitio y enviar los tanques militares a desalojar por la fuerza la Plaza de la Perla, en el centro de la capital, Manama.

La violenta avanzada militar sobre los ocupantes de la plaza se saldó con, al menos, cinco personas muertas, y docenas de detenidos.

En Bahrein, donde la familia Al Khalifa gobierna autocráticamente desde el fin del protectorado británico, en 1971, la revuelta se había desarrollado hasta ahora por cauces medianamente controlados. Luego del estallido popular del pasado 17 de febrero, el príncipe heredero, Salman bin Hamad, fue encomendado por el rey Hamad bin Isa para dialogar con los movilizados, mayoritariamente pertenecientes a la confesión chiíta del Islam.

Los reclamos populares, dirigidos a una modificación constitucional que permitiera la elección democrática de un gobierno y un parlamento (hoy designados directamente por el monarca) parecían plausibles.

Pero la sospecha de que en la protesta podría estar actuando el gobierno iraní de Mahmmoud Ahmadinejad, el principal régimen chiíta de toda la región, provocó suspicacias, especialmente en la sunnita Arabia Saudí.

Un conglomerado de ejércitos árabes ingresó en el archipiélago bahrení y forzó la represión de los movilizados, que permanecían acampando en la Plaza de la Perla.

Ayer, centenares de policías antidistubios, apoyados por helicópteros, lanzaron gases lacrimógenos, mientras tanquetas militares pasaban por encima de las débiles barricadas de arena que se habían alzado en las entradas de la plaza. Las protestas espontáneas que se armaron para protestar por la represión gubernamental fueron sofocadas sin miramientos.

Desde Teherán, Ahmadinejad declaró que “el nivel de represión ejercido sobre la mayoría” chiíta bahrení ha sido “grave, injustificable e irreparable”. Las declaraciones del líder iraní abren un nuevo frente interno en Medio Oriente.

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Khaddafi se dispone a tomar Bengasi (16 03 11)

Khaddafi se dispone a tomar Bengasi

 

Las fuerzas que responden a Muhammar el Khaddafi se disponen a cercar la ciudad de Bengasi, luego de haber ocupado el crítico enclave de Ajdabiya durante la tarde de ayer.

Los medios oficiales de Libia aseguraron en la víspera que el ejército “tomó el control total” de la ciudad que constituye el principal nudo vial de comunicación con la capital rebelde, y también con el corredor que une a Tobruk con la frontera egipcia.

Los alzados contra el líder libio se replegaron hacia la esquina oriental del país, luego de defender este último bastión del contraataque de las fuerzas oficialistas.

Del control de Ajdabiya depende la resistencia en Bengasi, apenas a 160 kilómetros de distancia. A pesar de estas informaciones oficiales, la cadena qatarí Al Jazeera afirmaba anoche que los combates seguían en la porción oeste de Ajdabiya, y citaba al representante del Consejo Nacional rebelde en la estratégica ciudad, Essam Gheriani, quien negó que la ciudad vaya a rendirse, así como cualquier otra posibilidad de salida negociada con el régimen de Khaddafi.

El representante de los insurrectos, asimismo, volvió a reclamar la intervención de la comunidad internacional en el conflicto libio. Sin embargo, la reunión de cancilleres del Grupo de los Ocho, que se desarrolló durante dos días en París, no alcanzó un consenso entre las grandes potencias para avanzar en una intervención efectiva sobre el terreno del país norafricano.

Francia, que la semana pasada reconoció formalmente al Consejo Nacional opositor como el “interlocutor legítimo” del pueblo libio, no convenció a los socios del grupo que reúne a las primeras economías del mundo, sobre la necesidad de una intervención militar a favor de los rebeldes.

Tampoco prosperó la iniciativa de imponer una zona de exclusión aérea, que al neutralizar los bombardeos de la aviación de Khaddafi proteja a la población civil; una hipótesis que había logrado recibir el respaldo de la Liga Árabe.

La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), por su parte, reclamó ayer a todas las partes involucradas en el conflicto que garanticen una salida segura a todos los civiles que huyen de la violencia, ante un escenario que amenaza con transformarse en un desastre humanitario.

La sombra de Irán

Bahrein declaró ayer el estado de sitio por tres meses, después de los enfrentamientos entre manifestantes y miembros del ejército saudita, tras el ingreso al país de un contingente de fuerzas de los países del Golfo Pérsico en auxilio de la monarquía bahrení.

Las tropas de los países árabes acudieron a sofocar la revuelta encabezada por la mayoría chiíta en reclamo de apertura política y mayor participación en el sistema.

La intervención regional intenta contener la espiral de protestas, que luego de la crisis en Túnez y en Egipto ha alcanzado a otros regímenes autocráticos, como los de  Omán y Bahrein, y amenaza con alcanzar a Arabia Saudita y Kuwait.

Los gobiernos de la región del Golfo, controlados por gobernantes que profesan la versión sunnita del Islam, recelan que la ola de levantamientos populares termine por aumentar la influencia iraní, el principal gobierno chiíta, en toda la región.

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El “renacimiento” árabe y el modelo turco (05 03 11)

El “renacimiento” árabe y el modelo turco

Por Nelson Gustavo Specchia

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Con los primeros días de este año 2.011 comenzó un proceso político que –a estas alturas ya parece claro- viene a transformar todo el mapa geopolítico mundial en una nueva dirección. La caída de la autocracia tunecina de Zine el Abidine ben Ali, el pequeño gran disparador de toda la revuelta, y la velocísima desestructura del régimen egipcio de Hosni Mubarak, sentaron las bases de una ola que, con una fuerza expansiva inaudita y un alcance largo, ha comenzado a mover todas las fichas del tablero árabe, esa larga línea de 8.000 kilómetros de costas, desde Marruecos hasta Omán, cruzando todo el norte de África y englobando el Oriente Medio asiático.

La insurrección de Libia contra Muhammar el Khaddafi, una revuelta que asciende en espiral en estos días, es el último coletazo de este sismo regional, que a cada paso demuestra su buena salud y su ímpetu: lejos de agotarse en Trípoli, es capaz de extenderse, con la velocidad y la profundidad manifestada en los primeros días de enero, hacia las sociedades vecinas, diferentes todas en su especificidad, pero también emparentadas todas por la lengua y la obediencia al Profeta.

Pienso que, con propiedad, podemos hablar ya de un “renacimiento” árabe, asemejándolo con aquel proceso vivido por Europa hacia fines del siglo XV, después de los mil años largos en que el viejo continente transitó la calma medieval tutelada por la iglesia católica y la cercanía entre verdad religiosa y normas políticas.

Las distancias a salvar entre ambos procesos son tan grandes que, claro está, mi afirmación sólo intenta ser referencial. Pero remarco que uno de los elementos que habilitaban hasta ahora el apoyo estratégico de los países occidentales (concretamente, de la Unión Europea y los Estados Unidos de Norteamérica) a regímenes fuertes en el mundo árabe, haciendo caso omiso de los déficit democráticos vergonzantes y de las sistemáticas violaciones a los derechos humanos, era la argumentación que estos gobiernos pseudo dictatoriales eran la única garantía ante la posibilidad del avance del radicalismo islámico y el yihadismo. Con un tono menos enfático, también se admitía que los autócratas eran los mejores socios al momento de asegurar la provisión de petróleo.

Pero, sin embargo, en las plazas tunecinas como en los históricos 18 días de la plaza Tahrir de El Cairo, se coreaban consignas en pro de la libertad política, de la dignidad, de la participación y la democracia, de apertura y de transparencia. En definitiva, mutatis mutandis, de algo muy parecido a aquello que llevó a la modernidad renacentista en las ciudades europeas.

Y tanto en Túnez y Egipto ayer; como en la insurrección en Libia hoy; y quizá en Bahrein, Yemen, Marruecos, Algeria, Jordania, Líbano, Siria o Palestina mañana, la experiencia política que se mira con más atención es la de Turquía.

El fantasma de los ayatollahs

Acostumbrados al discurso de la contención del islamismo, dominante en la política internacional hacia la región durante el siglo XX, los primeros análisis sobre la revuelta en Túnez y Egipto miraron hacia Irán. La revolución de 1979 que derrocó a los Pahlevi también tuvo unos orígenes heterogéneos, donde los diferentes colectivos marchaban juntos, aunque los objetivos de unos tuvieran poco que ver con los de los otros. En esa efervescencia, los grupos laicos llegaron a tomar la conducción de Teherán. Pero entre las diferencias que separan el proceso persa del que hoy vive el mundo árabe, resalta que en aquel había una figura que concentraba el pulso revolucionario, el ayatollah Ruhollah Khomeini. Astuto y dueño de una fina inteligencia política, Khomeini se percató del espíritu laicista que predominaba en el alzamiento popular, y en lugar de ocupar él u otro clérigo el centro del proceso, promovió a un laico para encabezar el gobierno de transición. Pero sólo le permitió una corta estancia, a los siete meses el Comité Revolucionario, bajo su férula personal, establecía la República Islámica, teocrática y conservadora.

Hoy, no sólo que ninguna figura comparable a un Khomeini asoma entre los partidos islamistas que lentamente comienzan a asomar la cabeza a la superficie, luego de décadas de censura y proscripción. Sino que el énfasis no es teocrático, ni pasa por la defensa de la ley religiosa, la sharia, en la regulación de la vida social. El modelo es otro, el camino es el que siguieron los turcos.

La vía turca

Aunque sí es cierto que, en los tiempos de la descolonización, con los movimientos nacionalistas, socialistas y panarabistas campeando a sus anchas, el sentimiento religioso buscó sus propios causes. Los Hermanos Musulmanes, fundados por Hassan al Banna en Egipto, se convirtieron en un primer momento, junto al wahabismo saudí, en el útero desde el cual nacieron los movimientos yihadistas radicales. De hecho, el lugarteniente de Osama ben Laden, Aymman al Zawahiri, ideólogo de Al Qaeda, proviene del núcleo originario de los Hermanos Musulmanes egipcios.

Sin embargo, además de esta línea que optó por las reivindicaciones violentas, otra corriente, en vez de mirar hacia el wahabismo de Arabia Saudita, se siente mucho más cómoda con la Turquía actual. Allí, donde después de un proceso de desgarro con el califato imperial otomano (que, como en la edad media europea, acercaba peligrosamente la fe y la política) y de una secularización a rajatabla impuesta por Mustafá Kemal, Atatürk, hoy se está logrando un nuevo equilibrio. Una combinación original entre principios republicanos y democráticos, y práctica religiosa musulmana, de la mano del partido islamista moderado que conduce el premier Recep Tayyip Erdogan: la modernidad, las libertades políticas, y el respeto cultural a la especificidad religiosa musulmana, todo junto,

Además de la profundidad del cambio cultural que implicará en el futuro próximo el reordenamiento de todo el mapa geopolítico árabe, si llega a primar la vía turca en la salida de las revueltas de este nuevo “renacimiento” árabe, esa opción enviará un mensaje potentísimo: la democracia representativa, la libertad y la organización institucional republicana no es patrimonio exclusivo de las sociedades modernas, cristianas y secularizadas, de Occidente.

Y este mensaje general, para la Unión Europea tendrá también una posdata particular: no fue una buena idea poner tantos palos en la rueda del ingreso de Turquía a la organización continental. Ahora quizá ya ni quiera entrar, ocupada como estará en gestionar su ascendencia en la marcha de un proceso regional extensísimo y multitudinario, que podría llegar a abarcar una superficie de trece millones de kilómetros cuadrados (más grande que los Estados Unidos, que Europa, y aún que la gigante China), asentada sobre un mar de petróleo, y habitada por unos doscientos millones de almas. Así de importante.

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Khaddafi, bombardero (21 02 11)

Khaddafi bombardea la protesta y causa una matanza en Libia

Estupor y condena mundial por la desmesurada reacción de la dictadura libia

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Demostrando que sus palabras tienen la fuerza de la ley absoluta, Muhammar el Khaddafi hizo realidad sus advertencias a quienes osaran desafiar su autoridad con demandas de apertura, y envió ayer a sofocar las protestas a la aviación militar, que bombardeó las movilizaciones y aplastó a sangre y fuego el incipiente brote rebelde.

Mientras otros regímenes de Medio Oriente balancean con cuidado la represión policial, respondiendo a una presión internacional cada vez más contundente, el gobierno libio ha decidido aislarse aún más, y acallar la revuelta con una fuerza inédita.

En tanto que nuevas manifestaciones comenzaban a organizarse en Argelia, Marrueco, Yemen e Irán, el rey de Bahrein, Hamad ibn Isa Al Khalifa, ha seguido las recomendaciones del príncipe heredero, Salman ben Hamad, y ha ordenado la liberación de los prisioneros chiítas encarcelados en las últimas jornadas, y postergará los juicios contra ellos.

Pero el tiempo que el monarca bahreiní accedía con estas decisiones a las exigencias de la oposición interna, y a las presiones de la secretaría de Estado norteamericana, el régimen de Trípoli aumentaba la represión hasta extremos difíciles de explicar.

Dada la cerrazón informativa imperante en Libia, era imposible precisar el número de víctimas de los bombardeos de la aviación, pero la ONG Human Rigths Watch difundía un cálculo de más de tres centenares de muertos hasta anoche.

La violencia oficial ha generado grietas en el propio entramado de poder del régimen, al tiempo que se asegura que 9 ciudades del este libio (incluyendo Bengasi) se encuentran en manos de los alzados.

El ministro de Justicia de Khaddafi, Mustafah Abul Jalil, anunció su renuncia al cargo, en desacuerdo con la represión de los manifestantes; dos aviones cazas libios aterrizaron en la isla de Malta, y sus pilotos, coroneles del ejército, pidieron asilo político aduciendo que habían recibido órdenes de disparar a las multitudes, y huyeron para no obedecerla.

El personal diplomático de Libia en las Naciones Unidas (ONU) comunicó que dejaba de obedecer al dictador de Trípoli, y lo instó a renunciar.

Otras informaciones reseñaban que varios grupos de oficiales del ejército se alineaban con los manifestantes, y llamaban a los soldados a que “se unan a la gente”, según la cadena qatarí Al Jazeera.

Como ya pudo constatarse en otros escenarios del alzado mundo árabe, la violenta represión ha exacerbado el tono de los reclamos de los manifestantes, y si durante el “dia de la ira”, el viernes de la semana pasada, se coreaban consignas pidiendo mayor apertura y libertades civiles, las columnas de ayer ya pedían “derrocar a Khaddafi”; un alzamiento completamente fuera de los cálculos políticos hasta hace sólo un par de semanas.

Encabezando la censura mundial, la jefa de la diplomacia estadounidense, Hillary Clinton, reclamaba anoche el cese del baño de sangre en Libia.

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Irán: Vuelve la oposición (21 02 11)

Irán: vuelve la oposición

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Al calor de la ola generalizada de inestabilidad en que se ha alzado todo el Medio Oriente, el gobierno populista iraní de Mahmmoud Ahmadinejad ha visto durante este fin de semana la reaparición de las movilizaciones opositoras.

Las manifestaciones, con el crucial protagonismo de jóvenes y de mujeres, y claramente inspiradas en los levantamientos de Túnez y Egipto, han vuelto a salir a la calle 14 meses después que la represión gubernamental acallara las protestas por las irregularidades en la reelección de Ahmadinejad.

El régimen de los ayatollahs, que en un primer momento saludó con entusiasmo la revuelta tunecina y egipcia, interpretando que era la continuación de la revolución islámica iraní de 1979, tuvo que salir a reprimir a su propia gente.

La prensa internacional continúa prohibida, pero según la agencia oficial Fars, el fin de semana arrojó el saldo de un muerto y docenas de heridos.

Y se han convocado nuevas concentraciones en reclamo de mayor libertad y apertura en Teherán, con el respaldo de Washington.

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Revuelta árabe: entre la represión y las concesiones (17 02 11)

Revuelta en el mundo árabe

Prosiguen los alzamientos, entre la represión y las concesiones

Se multiplican las protestas en Yemen, Libia y Bahrein. Vuelven las manifestaciones contra el régimen en Irán.

En Túnez y Egipto los gobiernos provisionales enfrentan ahora reclamos sociales y económicos.

 

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La caída del régimen egipcio de Hosni Mubarak está generando una ola de movimientos en todo el mundo árabe y sus principales vecinos, que ya parece difícil de detener.

La chispa encendida en Túnez, que forzó la huída de Zine el Abidine ben Ali, no presagiaba un contagio de esta naturaleza, debido al limitado poder regional del pequeño país del Magreb. El cambio de régimen en Egipto, en cambio, está implicando una alteración en el norte de África, Medio Oriente y Asia Central.

Además, también es evidente que el clamor popular no está dispuesto a agotarse con el nuevo tiempo político, sino, por el contrario, que se está alimentando de ese envión popular para reclamar viejas demandas sociales y económicas, en torno a situaciones muy postergadas en la distribución de la renta, nivel de compra de los salarios, precios de los productos de primera necesidad, los alarmantes índices de desocupación y la reconquista de derechos gremiales, entre las principales demandas que comienzan a tomar cuerpo en las calles tunecinas y egipcias.

El contagio de la metodología de alzamiento social contra los gobiernos fuertes que han caracterizado toda la región, sigue la línea del mar Mediterráneo hacia la dictadura libia del coronel Muhammar el Khaddafi; hacia el régimen autocrático de Abdelaziz Buteflika en Argelia; y alcanza la monarquía alauíta de Mohamed VI en Marruecos.

Hacia el este, por su parte, la onda de la movilización egipcia ya ha alcanzado a los territorios de la Autoridad Nacional Palestina; al emirato de Bahrein en el Golfo Pérsico; y a la larga permanencia del presidente Ali Abdallah Saleh en el poder de Yemen. Inclusive el clima de malestar generalizado ha vuelto a alimentar la protesta persa, donde el movimiento de la “ola verde”, opositor al gobierno populista chiíta de Mahmmoud Ahmadinejad, volvió a intentar manifestarse en forma masiva contra el régimen.

La revuelta ha llegado también al ya de por sí inestable escenario iraquí, donde el débil gobierno de Nuri al Maliki ha tenido que salir a reprimir manifestaciones de protesta por la nula prestación de servicios públicos en Bagdad, cuando el grueso de la seguridad nacional sigue ocupada en sofocar la insurgencia sunnita.

En este complejo escenario, los gobernantes intentan responder a los alzamientos con una mezcla de concesiones y un aumento de la represión policial. El primer ministro argelino, Ahmed Uyahia, intentó calmar a las masas anunciando el fin del estado de excepción, vigente en Argelia desde hace 19 años. Khaddafi aumentó los salarios y los subsidios a los alimentos; Saleh anunció que no se presentará a la reelección ni cambiará la Constitución para perpetuarse en el poder.

Y todos han aumentado la presencia de los antidisturbios y de sus fieles en las calles, queda por ver si esto será suficiente para apagar la revuelta.

Protesta kurda en Turquía

El gobierno turco de Recep Tayyip Erdogan, que fue puesto como modelo a seguir por los movilizados en Túnez y Egipto, sufrió ayer el embate de cientos de manifestantes de la minoría kurda, tanto en la capital como en las ciudades de Estambul y Esmirna.

En un clima regional muy alterado, los kurdos de Turquía se movilizaron durante toda la noche del martes, incendiando autos y edificios, en marchas convocadas en el aniversario de la detención del histórico líder de esta minoría racial de unos 12 millones de habitantes, Abdullah Ocalan, fundador del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

Ocalan intentó organizar una resistencia armada contra Ankara para separar el territorio de mayoría kurda del sur de Turquía, fronterizo con Irán e Irak, y permanece preso desde 1999 en la isla de Imrali. Los enfrentamientos con la policía dejaron heridos y unos 40 manifestantes detenidos.

La represión de las fuerzas de seguridad turcas ha causado la muerte de unos 45.000 kurdos desde el alzamiento de Ocaran.

Internet vuelve a convocar nuevas marchas en Libia

El coronel Muhammar el Khaddafi pondrá a prueba hoy la resistencia del régimen frente a las protestas convocadas por Facebook.

Los organizadores esperan reunir en Trípoli grupos numerosos, en recuerdo del 17 de febrero de 2006, cuando una manifestación en Bengazi –que el gobierno había permitido porque supuestamente era contra unas caricaturas de Mahoma- terminó siendo la primera protesta multitudinaria contra el propio Khaddafi y su dictadura de partido único.

En la víspera, además, unas columnas espontáneas de opositores se enfrentaron a los leales al gobierno, los temibles Comités de la Revolución, cuerpos paramilitares fieles al régimen de Trípoli.

Si bien los comunicados oficiales y la prensa gubernamental relativizaron el enfrentamiento, adjudicando la responsabilidad a “saboteadores” y delincuentes comunes, en videos colgados en la página de Internet de YouTube puede verse una importante movilización popular, de cientos de hombres y mujeres que marchan coreando consignas contra el régimen y el líder libio, mientras la policía utiliza camiones hidrantes para dispersarlos.

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