Archivo mensual: abril 2006

Chipre, las puertas europeas de Asia (24 04 06)

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publicado en La Mañana de Córdoba (24 – abril – 2006)

http://www.lmcordoba.com.ar/2006/06-04-24/33_opinion_02.htm

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Chipre, las puertas europeas de Asia

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por Nelson Gustavo Specchia

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El reciente ingreso de Chipre a la Unión Europea, y las negociaciones para la futura incorporación de Turquía a la comunidad, le dan a la isla mediterránea un nuevo rol protagónico en las futuras relaciones de Europa con el oriente próximo.

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Europa acaba de celebrar, los últimos días de noviembre del año pasado, la Cumbre Euro-mediterránea, en Barcelona. La reunión, convocada a diez años de la primera Cumbre, intenta encontrar vías de entendimento político para afrontar dos de los grandes retos internacionales de occidente: África, y Oriente Medio. La Unión Europea entiende que ya no puede seguir delegando en organismos multinacionales o de defensa, como la ONU o la OTAN, un estado de cosas explosivo e irresuelto, y que llama a sus puertas –geográficamente tan próximas- cada día con mayor insistencia.

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El mar mediterráneo tiene dos focos de atención para los europeos: la costa meridional, donde el tema central es la inmigración africana empujada por el abismo económico (una diferencia de ingresos de aproximadamente 1 a 50 entre ambas bandas); y el borde oriental, que constituye las puertas de ingreso (o de contención) a los regímenes del cercano oriente, con el conflicto palestino-israelí como foco central, y el terrorismo de raíz islámica como telón de fondo.

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En el extremo Este del mare nostrum ancestral, dos puertas privilegiadas para la relación de occidente con Asia han recuperado protagonismo en los últimos tiempos, tanto por su ubicación estratégica como por la compleja trama de sus características políticas, sociales, culturales y religiosas constitutivas: Turquía y Chipre.

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El gigante turco, forzando los tiempos y hasta las voluntades de algunos socios europeos, consiguió que se iniciaran las negociaciones para su adhesión al club –que tomará unos 20 años- la medianoche del pasado 3 de octubre. Unos meses antes, el 1 de mayo de 2004, Chipre había ingresado como miembro de pleno derecho de la Unión Europea.

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Los líderes europeos parecen ahora haber decidido asumir un rol más activo con estos actores, de importancia estratégica creciente, dejando de lado la relativa neutralidad descomprometida que había caracterizado, más allá de las declaraciones y los discursos, su rol internacional durante la segunda mitad del siglo veinte.

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Esta aparente neutralidad –que, en realidad, expresaba una aceptación del status quo- fue especialmente dolorosa para Chipre.

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El eterno paso

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La isla del extremo mediterráneo, de ribetes casi míticos, es prácticamente un “caso testigo” del desarrollo de la civilización occidental. Por sus exiguos 9.000 kilómetros cuadrados de superficie han pasado casi todos. El rastro más antiguo en su suelo es el de la civilización micénica, unos diecisiete siglos antes de Cristo; luego los fenicios, los egipcios, y el asentamiento de los griegos hacia el año mil. Más tarde, el sometimiento persa, hasta la liberación por Alejandro Magno, en el 331 aC, que la vuelve al cause helénico, y la convierte en uno de los frutos más apetecibles del reparto del botín entre sus generales, tras su muerte. Nuevamente los ptoloméos, y por fin los romanos, promediando el último siglo antes de Cristo.

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Caída Roma, Chipre –de cuyo nombre derivó la denominación del cobre, tan en abundancia en su suelo- pasa por las dominaciones bizantina, árabe, y griega, hasta que, ya iniciado el primer milenio, los cruzados la conquistan, con Ricardo Corazón de León al mando. La muy comercial República de Venecia ejerció su dominio en ella desde 1489, hasta la invasión turca otomana en 1570. Finalmente, la isla pasó a administración británica en 1878, siendo convertida en colonia con el inicio de la Guerra Mundial.

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Durante el colonialismo británico, los grecochipriotas comienzan a movilizarse a favor de la anexión de Chipre a la madre patria, Grecia, liderados por quién será luego el jefe político de la isla: el arzobispo (de la iglesia ortodoxa griega) Makarios.

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Makarios logra la independencia de Gran Bretaña en 1960, negociándose una Constitución donde se intenta representar a ambas comunidades residentes en la isla, los greco chipriotas (cerca del 80 por ciento) reciben la presidencia, y los turco-chipriotas (algo menos del 20 por ciento) la vice-presidencia, pero con derecho a veto. Gran Bretaña conserva dos bases militares soberanas en la isla, y se erige, junto a Turquía y Grecia, en garante de la estabilidad política chipriota.

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Esta solución no conformó a nadie. Los greco chipriotas aspiraban a anexionar la isla a Grecia (enosis), mientras que los turco chipriotas deseaban una división de la isla y una doble unión, una parte con Grecia y otra con Turquía (taksim)

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Los garantes, además, poco hicieron por colaborar con el normal juego democrático del nuevo estado, antes bien, alentaron esfuerzos encubiertos, o incluso abiertos, para desestabilizar al régimen del arzobispo-presidente. Estos movimientos externos culminaron en el verano de 1974, con el golpe de estado dado por extremistas pro-griegos, con el apoyo de la junta militar que se había hecho del poder en Atenas.

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Como respuesta, y alegando la protección de la comunidad turco chipriota, Turquía invade el tercio septentrional de la isla, y la ONU envía una misión de paz para dividir ambas zonas, con la denominada línea verde. La invasión produjo un movimiento forzado de población desde y hacia ambos sectores, que ha creado, por primera vez en su larga historia –como digo: tan larga como la civilización occidental- una división geográfica, física y demográfica entre las dos comunidades.

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La creciente militarización de la isla (Turquía mantiene un contingente de cerca de 40.000 efectivos) ha convertido a Chipre en una de las zonas más militarizadas del planeta. Al amparo de este ejército, el 15 de noviembre de 1983, el líder turco chipriota, Raúf Denktash, declaró la independencia y la formación de una República Turca del Norte de Chipre (TRNC) en el tercio norte de la isla. Este estado ha sido reconocido solamente por Turquía, mientras que la ONU y la comunidad internacional siguen reconociendo a la República de Chipre, que domina los dos tercios meridionales, como la única existente de iure.

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La diplomacia europea no intervino tampoco en los años noventa, bajo la argumentación de que apoyaba los esfuerzos de la ONU en la resolución del contencioso, y de que no quería implicarse en un conflicto bilateral entre uno de sus miembros (Grecia había ingresado a la Unión Europea en 1981) y uno de los vecinos con quién mantenía relaciones privilegiadas (Turquía ya era miembros del Consejo de Europa, de la OTAN, y comenzaba a preparar su candidatura para ingresar a la comunidad).

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En estos mismos años, con la solicitud de ingreso a la Unión Europea por parte de la isla, se vislumbró una posibilidad de resolver el desencuentro entre ambas comunidades, y el secretario general de la ONU, Kofi Annan, presentó un plan a media distancia entre el estado federal tradicional, y un estado confederal bi-comunitario. Sometido a referéndum, el plan Annan fue aceptado por los turco chipriotas, pero rechazado por la mayoría griega, lo que no dejó más opción que admitir el ingreso a la Unión Europea del estado legalmente reconocido, esto es, la república greco chipriota, que ingresó efectivamente de pleno derecho en la ampliación del 2004.

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Otro problema europeo

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A pesar de la no asumida responsabilidad colonial y postcolonial en los problemas de la legendaria isla, la política internacional europea encuentra hoy a Chipre en su seno, partida en dos comunidades vecinas y enemigas, con una división política institucionalizada de facto, y con el más desafiante de sus candidatos a ingresar al espacio económico, político, y cultural europeo –Turquía- como potencia ocupante.

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Y como si el cuadro no fuera de por sí tan complejo, ambos países, Turquía por tierra y Chipre por mar, son las puertas de Europa para cruzar a Asia, ese vecino enorme, extraño y tan poco conocido, con quién habrá que comenzar a dialogar seriamente, antes de que sea demasiado tarde para las palabras.
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