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Marruecos: entre los islamistas y el rey (02 12 11)

Marruecos: entre los islamistas y el rey

por Nelson Gustavo Specchia

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La estrategia diseñada por el monarca marroquí, Mohamed VI, para intentar que los vientos de la “primavera árabe” no lleguen hasta sus costas, está quedando a mitad de camino: a la vista de los resultados electorales del último viernes de noviembre, Marruecos no será una excepción.

La reciente reforma constitucional armada por la monarquía alauíta, se planteó como una (tímida) apertura democrática frente a los alzamientos populares que ya habían tumbado a los regímenes autocráticos en Túnez y en Egipto, y avanzaban por una media docena más de países árabes. Pero, además, las nuevas disposiciones constitucionales perseguían reforzar dos elementos: la barrera al avance del islamismo político, y el poder del propio monarca, que además de jefe efectivo del Estado, pasa en la nueva Constitución a ser también el Comendador de los Creyentes (o sea, el jefe espiritual de los musulmanes marroquíes). Sin embargo, las elecciones del viernes 29 de noviembre han mostrado la debilidad de esta estrategia frente a la fuerza avasalladora de los vientos de cambio. Y la dirección de esos vientos, en las arenas marroquíes, sigue de cerca los huracanes de los vecinos del Magreb.

En Egipto, la plaza de Tahrir vuelve a llenarse de manifestantes que reclaman que los militares no burlen el proceso de apertura iniciado con la caída del régimen de Hosni Mubarak; le están torciendo el brazo al mariscal Hussein Tantawi; y el largo proceso electoral iniciado el lunes de esta semana y que se extenderá hasta enero hace prever una victoria de los islamistas Hermanos Musulmanes por amplia mayoría. Si bien la información oficial de los resultados parciales de las elecciones no se harán públicos hasta la finalización del proceso comicial, trascendidos confiables mencionan porcentajes cercanos al 40 por ciento para los Hermanos Musulmanes, y un elemento sorpresa: tras ellos, el segundo lugar no lo estaría ocupando ninguna opción laica de los partidos tradicionales egipcios, sino las fuerzas salafistas del wahabismo, los musulmanes más radicales, con lo cual en un futuro gobierno los religiosos podrían llegar a tener la mayoría absoluta.

En Túnez, por su parte, las elecciones de fines de octubre dejaron al partido En Nahda (El Renacimiento) con una limpia mayoría de 41,5 por ciento sobre los 217 escaños de la Asamblea Constitucional, que tiene que dar forma al nuevo país tras la larga y corrupta autocracia de Zine el Abidine ben Ali. Estas primeras elecciones libres de la historia tunecina han terminado con la concepción –a un tiempo simplista y totalitaria- de un laicismo mayoritario, que como se ha visto sólo constituía una capa de barniz sobre la realidad sumergida del país verdadero. Y esa realidad muestra ahora que los grandes colectivos populares apuestan por opciones políticas que insertan el factor religioso en la vida institucional.

Aunque los de En Nahda, perseguidos sin piedad por Ben Ali (su principal líder, Rachid Ghanuchi, soportó 22 años de exilio), se apuraron a sostener que un futuro gobierno islamista no implicará una restricción de los derechos y de las libertades en una sociedad plural. Algo parecido dicen los voceros de los Hermanos Musulmanes egipcios, y ese fue el centro del discurso, también, de los islamistas victoriosos en Marruecos esta semana.

MODERACIÓN ACELERADA

La prédica tradicional contra el fantasma del radicalismo islámico ventilada por los autócratas del Norte de África, como un argumento de auto justificación para sostener los recortes de libertades al interior de sus gobiernos, se ha visto potenciada por el propio discurso radical de algunos sectores de los partidos religiosos, que anticipan la aplicación de la “sharia” –el conjunto de leyes y de prescripciones morales y de conducta inspirado en el Corán- en caso de llegar al poder. Sin embargo, los éxitos electorales de estos días están demostrando que la mayor aceptación popular pasa por las tendencias moderadas, aunque los colectivos más extremistas y ortodoxos vayan apenas a la zaga.

Este ha sido el camino seguido también por el Islam político en Marruecos. El partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) ha transitado, en un tiempo muy breve, el camino que va de la radicalidad a la moderación, y ha edulcorado toda la campaña electoral en un tono de tolerancia y amplitud, que constituye toda una novedad en este sector del arco político.

El principal líder de los islamistas marroquíes, Abdelilah Benkiran, es un ejemplo concreto de este paso: en los años ochenta militó en un grupo musulmán radical signado como organización terrorista, la Juventud Islámica. Si bien la justicia no le adjudicó a él personalmente ninguna participación en hechos de violencia, la agrupación en la que militaba reivindicaba sin objeciones la lucha armada, y sus compañeros de armas asesinaron, entre otros, al dirigente socialista Omar Benjellun en Casablanca en 1975.

Desde aquellos extremos juveniles, Benkiran fue transitando por numerosas asociaciones islamistas, cada vez más moderadas, hasta que ingresó a fines de los ’90 en el PJD. Precisamente esta formación política fue fundada para recibir a los ex islamistas radicales que estuvieran dispuestos a moderar el discurso y las aspiraciones, para desde allí incorporarlos al sistema. Esa estrategia terminó dando sus frutos, ya que en la primera oportunidad real que se ha presentado (las elecciones de esta semana han sido las más libres y democráticas en los 55 años que Marruecos lleva como Estado independiente) ha conseguido el poder.

Aunque a regañadientes, el rey Mohamed VI ha tenido que respetar la Constitución que él mismo ha pergeñado, y nombró ayer primer ministro a Abdelilah Benkiran, en Midelt, una localidad del Atlas.

EL PODER A LOS “BARBUDOS”

La anécdota ha sido rescatada por los medios de prensa en estos días: en 2001, en el Parlamento marroquí, una mujer periodista –Amina Jabad- estaba cubriendo las sesiones, vestida con una remera y pantalones vaqueros; Abdelilah Benkiran (que es diputado desde hace 15 años) le gritó, frente a las cámaras, “¡andá a vestirte!” y la echó del recinto. Sin embargo, la última década y las recientes emergencias populares en el resto del Magreb han forzado a que los “barbudos” tuvieran que ir amoldando sus posturas hacia mayores grados de tolerancia. Un episodio como el de la censura del ahora primer ministro contra la periodista Amina Jabad lo dejaría muy mal parado frente a los electores. De igual manera, las condenas contra los festivales de música, los bebedores de alcohol y los homosexuales, que poblaban antes los discursos religiosos, han desaparecido de la escena.

Este tránsito paulatino hacia mayores niveles de tolerancia social ha sido clave en la victoria de los islamistas marroquíes. Una victoria relativa, por cierto, en porcentajes menores a los obtenidos por los tunecinos y a los que se anticipan para los egipcios. El PJD se ha hecho con el 27 por ciento de los sufragios, y el rey ha tenido que encomendar a su secretario general la formación del nuevo gobierno. Abdelilah Benkiran será el primer ministro más poderoso de cuantos ha tenido Marruecos hasta ahora, ya que la reforma de la Constitución de Mohamed VI supuso un recorte de las atribuciones del monarca –hasta ahora absoluto- en beneficio del jefe del gobierno. A excepción del ministro de Asuntos Religiosos (cuyo nombramiento sigue siendo derecho del Comendador de los Creyentes, el rey), la designación de todas las demás carteras serán ahora atribución del primer ministro.

Pero este avance del Islam moderado no puede ocultar la otra cara de la moneda: como decíamos al principio, muy a la zaga sigue la presencia de las tendencias radicales. En Marruecos, la otra gran corriente religiosa –más dura y ortodoxa- es Justicia y Espiritualidad, que se mantiene en la ilegalidad por negarse a admitir que el monarca sea el gran Comendador de los Creyentes.

Y este partido proscripto es el que alimenta al “Movimiento 20 de Febrero”, que desde esa fecha viene organizando las protestas multitudinarias que alteran, viernes a viernes, todas las grandes ciudades del Reino de Marruecos. Los del 20 de Febrero rechazan la nueva Constitución, y llamaron al boicoteo de estas elecciones. Y el porcentaje de abstención fue alarmante: el 55 por ciento de los electores inscritos no fue a votar. No todos los “barbudos” marroquíes han decidido seguir el camino de la moderación.

 

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Hoy Día Córdoba – Periscopio  – Magazine – viernes 2 de diciembre de 2011

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Assad, herido y acorralado (18 11 11)

Assad, herido y acorralado

por Nelson Gustavo Specchia

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Uno de los lugares comunes de la literatura de caza mayor, sostiene que pocas cosas encarnan más peligro que una gran bestia herida, a la que se le han bloqueado las vías de escape. En ese momento, un tigre, por ejemplo, se convierte en una perfecta máquina asesina. Es muy difícil en estos días no apelar a ese símil al analizar el callejón sin salida en el que, en un retroceso y en un asilamiento creciente, el régimen sirio de Bachar al Assad se ha ido encerrando.

Y la violencia de la represión gubernamental ya acusa esos golpes a la desesperada. La Unión Europea ha inmovilizado los dineros del clan gobernante colocados en los bancos de sus países miembros, y ha incluido en listas negras a casi todos los personajes relevantes del régimen. Menos explícitamente, pero con el mismo resultado, los países árabes de la región han cerrado las puertas a una posible salida del grupo hacia un exilio dorado. A pesar de que siguen colocando trabas a nuevas sanciones globales o a iniciativas de fuerza con participación multilateral, ni Rusia ni China admitirían tampoco a las principales cabezas del clan de los Al Assad para brindarles guarida. Al callejón del aislamiento sólo le quedan dos débiles ventanucos: Irán y Líbano; pero sería muy difícil que los gobernantes sirios optaran por alguno de estos dos países para establecer una nueva residencia tras el abandono del poder, porque en ninguno de los dos tendrían garantías suficientes de un futuro sin persecuciones. En el vecino del Sur, los largos años de subsidios de Al Assad al Hezbollah le aseguran la fidelidad del partido-milicia, pero el resto del mosaico libanés los odia visceralmente; y su laicismo modernista tampoco cuaja demasiado con la teocracia de los chiítas iraníes. Por lo demás, tanto Mahmmoud Ahmadinejad como los líderes del Hezbollah quedaron atrapados en sus contradicciones respecto de las revoluciones de la “primavera árabe”: apoyaron todos los alzamientos contra las tiranías en el Magreb y en Oriente Medio, mientras éstos se dirigían contra regímenes afines a Occidente (Túnez, Egipto, Marruecos, Bahrein e inclusive Libia), pero decretaron el inmediato fin de su apoyo cuando la “primavera árabe” llegó a las costas del acorralado tigre sirio.

El extremo aislamiento de los Al Assad, y las heridas ya insalvables que los alzamientos populares y la resistencia de la oposición política siria les han asestado, sólo habilitan la consideración de dos escenarios de corto plazo: una negociación que les permite abandonar el poder con las garantías suficientes, o la guerra. Y mientras esta alternativa termina de tomar forma, las calles de Damasco se siguen cubriendo de sangre, cada día más brutalmente.

ENTRE DOS FUEGOS

Como en todos los procesos políticos con resolución violenta, la principal víctima es la población civil; tanto de Damasco, Deráa, Hama, Homs y otras ciudades, como de las áreas rurales consideradas por el régimen como “focos de oposición”. La metodología represiva ordenada por Bachar el Assad, sin prácticamente ningún atenuante ni discriminación, fue horadando inclusive la obediencia al interior de las fuerzas armadas, que desde hace semanas viven un continuo desgranamiento y huída de efectivos, que comenzó cuando los uniformados se negaron a disparar a sangre fría a campesinos que huían de la represión oficial cruzando la frontera con Turquía. Estos soldados y oficiales desertores han sido cooptados por el liderazgo de la oposición política clandestina, y junto con voluntarios civiles, se han organizado en el denominado Ejército Libre de Siria, al que se le calculan ya varios centenares de efectivos y que –como se vivió con los rebeldes de Bengazi en Libia- constituye el germen de la oposición armada al hasta ahora incuestionado monopolio estatal.

Pero esta situación vuelve a dar una nueva vuelta de tuerca sobre la seguridad de la población civil, que ahora no sólo sufre los embates de las fuerzas regulares, sino que se ve aprisionada entre dos fuegos, entre las fuerzas de seguridad oficiales y un ejército rebelde que en las últimas horas se ha armado de valor como para –inclusive- atacar a un cuartel del ejército sirio. La osadía de los rebeldes se acrecentó a partir de esta semana, cuando el lunes ultimaron en una emboscada a 34 militares gubernamentales en Deráa, el mismo día que entre los opositores se contaron más de cincuenta muertes por la represión oficial.

La Liga Árabe, una organización fundada por Siria –y que ha recibido una parte sustancial de su financiamiento de las prebendas de los Al Assad- decidió esta semana también despegarse de uno de sus miembro más conspicuos, y lo hizo alegando la fragilidad de la protección a los civiles y las mentiras de Bachar. El presidente se había comprometido el 2 de noviembre, frente a los embajadores de la Liga Árabe, a retirar las tropas de las ciudades y aflojar la represión. Sin embargo, desde principios de mes la violencia de las fuerzas del Estado no ha hecho sino aumentar, y se calculan más de tres centenares de muertes desde entonces; si así fuese, los muertos desde el inicio de la revuelta siria, hace nueve meses, ya serían cerca de 4.000. La Liga pide ahora que Damasco permita la entrada de una fuerza civil de 500 observadores, miembros de ONG’s de derechos humanos, para proteger a la población civil de los embates entre las fuerzas regulares y el Ejército Libre de Siria.

Pero es difícil que la organización regional, que –además- nunca se ha destacado por su eficiencia, obtenga la autorización del gobierno. La expulsión de Siria de su seno ha enfurecido a Bachar al Assad, que ha mandado a sus acólitos a asaltar las sedes diplomáticas de Marruecos, Qatar, y de los Emiratos Árabes Unidos, y no deberían descartarse otros ataques a las embajadas de más países miembros de la Liga. El clan es consciente de que el apoyo de la Liga Árabe en las Naciones Unidas fue decisivo para la aprobación de la resolución multilateral que habilitó el cierre del espacio aéreo de Libia, y la entrada de la OTAN en apoyo a los rebeldes, que finalmente terminó inclinando la balanza de la guerra contra Muhammar el Khaddafi. Bachar y sus hermanos se deben estar preguntando cuánto tiempo falta para que la Liga Árabe haga lo mismo con ellos.

LA OPCIÓN TURCA

El asalto a las embajadas por parte de los partidarios del régimen, y el ataque al cuartel por parte de los insurgentes del Ejército Libre de Siria, ha llevado al canciller ruso, Seguei Lavrov, a calificar la situación interna como un escenario de “guerra civil”. Esta situación, sumada a las cada vez más sólidas posibilidades de una guerra con participación internacional, vuelve a colocar en el centro de atención la opción de una intervención de buenos oficios del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan.

Turquía ha puesto de manifiesto reiteradamente sus anhelos de liderazgo regional, y desde el estallido de la “primavera árabe” las gestiones del líder del partido islamista moderado AKP han aumentado en su dinamismo. Erdogan ha roto con la ortodoxia inflexible de Benjamín Netanyahu en Israel, después de tantos años de alianza estratégica entre ambos; ha prestado especial atención a la situación de la Franja de Gaza (los barcos solidarios con los palestinos, interceptado por las tropas judías de élite, navegaron con bandera turca); ha estado presente en Túnez, en Egipto, y aterrizó en Trípoli para celebrar la victoria sobre Khaddafi, al mismo tiempo que Nicolas Sarkozy y David Cameron. Ante la posibilidad de que el caos de los acorralados tigres de Al Assad termine siendo aprovechado por el iraní Ahmadinejad –o el rey Abdullah de Arabia Saudita, la otra potencia regional- Erdogan vuelve a mostrar su predisposición de intervenir protagónicamente en una salida negociada a la crisis siria.

Mientras el régimen de Damasco fue una apuesta segura, el gobierno turco no tuvo problemas de hacer negocios con los Al Assad. Luego, cuando comenzaron a estallar las protestas, Erdogan intentó convencer al clan de introducir reformas urgentes. Pero ante su inflexibilidad, esta semana el turco escenificó su ruptura: dijo que ya no podía confiar en Bachar, porque es un mentiroso que pasará a la historia como uno de esos líderes que se alimentan de sangre, y anunció que aplicará sanciones unilaterales, especialmente un embargo de armas y de petróleo.

Si Erdogan lo logra, puede terminar forzando el cambio de postura de Rusia y de China en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aumentando la presión diplomática internacional, y abriendo, al mismo tiempo, una ventana de oportunidad –desde el interior del Islam- para que el tigre herido de los Al Assad pueda escapar. Esa es una alternativa, quizá la última. La otra, es la guerra.

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[Hoy Día Córdoba – Periscopio  – Magazine – viernes 18 de noviembre de 2011]

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Túnez, el suave aterrizaje del Islam

Túnez, el suave aterrizaje del Islam

por Nelson Gustavo Specchia

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La pequeña república magrebí de Túnez vuelve a ponerse al frente de los procesos de cambio que vienen moviendo las estructuras políticas del Norte de África y de Oriente Medio, en lo que ya conocemos todos como la “primavera árabe”. En las recientes elecciones, convocadas para conformar una asamblea constituyente que provea al Estado, por primera vez desde su independencia de Francia en 1956, de una Constitución democrática, han vencido claramente las corrientes islamistas. El interrogante que abre este resultado es si con él también Túnez viene a marcar una tendencia en el rumbo de la región.

Porque en Túnez comenzó todo, y no porque la acumulación de corruptelas y equívocos que las dictaduras árabes del Magreb –apoyadas sustantivamente por Occidente- hubieran tenido en este pequeño país de la costa sur del Mediterráneo unas condiciones diferenciales. Quizás solamente la gota que rebalsó el vaso de la paciencia cayó en Túnez, y una vez que el derrame se inició ya fue imparable. Esa gota, dolorosa, fue la radical protesta del joven ingeniero informático –y eventual vendedor callejero de frutas- Mohammed Bouazizi, que el 17 de diciembre del año pasado, ante la brutalidad policial que había destrozado el carrito con que intentaba ganarse la vida después de haberlo intentado todo, en un mercado laboral cerrado a cal y canto y en una sociedad sin horizontes de cambio ninguno, se prendió fuego. Su rebeldía desesperada rebalsó los diques que contenían tantas situaciones similares, en el entorno de un sistema político feudalizado, donde a la “dictadura blanda” de los treinta años de Habib Bourguiba, le había sucedido la dictadura más extrema, familiar y cleptocrática de Zine el Abidine ben Ali y su mujer, Leila Trabelsi.

Las masas tomando las calles, románticamente designaron “revolución de los jazmines” a sus protestas, pero la fuerza real que manifestaban empujó a Ben Ali a subirse a un avión (su esposa Leila lo llenó, previsoramente, de una tonelada y media de oro) y partir hacia el exilio en Arabia Saudita. Entonces comenzó el contagio: Egipto, Yemen, Bahrein, los rebeldes de Libia, los opositores monárquicos de Marruecos. Túnez había marcado el comienzo, y nadie está seguro de marcar todavía el final.

EL FANTASMA RELIGIOSO

En el discurso de auto justificación de los dictadores que la “primavera árabe” está barriendo, siempre ocupó un lugar importante el considerarse a sí mismos como la última barrera frente al fundamentalismo islámico. Había corrupción, apenas unos barnices de democracia y violaciones a los derechos humanos en sus regímenes, pero todo eso era un precio módico que había que pagar para impedir el mayor de todos los males: que los partidos religiosos llegasen al poder, y con ellos la imposición de la “sharia” (la regulación de las conductas sociales mediante los preceptos coránicos) hacia el interior de las sociedades, y la más que probable enemistad con los países occidentales (con la consecuente suspensión de las exportaciones de hidrocarburos hacia ellos) como principal consecuencia externa.

El argumento de “freno del islamismo radical” comenzó a debilitarse hace ya tiempo, a medida que se conocían detalles sobre el complejo entramado de agrupaciones en que se dividía el Islam político, que el simplismo intencionado de las dictaduras había intentado meter en la misma bolsa. Y también con el resultado de algunas experiencias de partidos islámicos no radicales en el poder, principalmente con el AKP de Recep Tayyip Erdogan y Abdullah Gull en Turquía.

Ahora, en ese universo aparece el islamismo moderado del tunecino En Nahda (El Renacimiento), y arrasa en las elecciones a la convención constituyente, en lo que puede ser una nueva señal del rumbo de los sistemas políticos saneados tras las revueltas de la “primavera árabe”.

CLAVES DE UN RENACIMIENTO

Bajo el régimen de Ben Ali, y como parte de aquel discurso de auto justificación al que acabo de aludir, todo lo que oliese a islamismo estaba proscripto y prohibido. Los principales dirigentes de esos sectores, por lo tanto, llevaban décadas en el exilio, y no había ninguna estructura –no sólo ningún partido político, tampoco ninguna organización no gubernamental- sobre la cual apoyarse para plantear una alternativa. O sea que el nombre del partido tunecino hace referencia concreta a un volver a nacer, a un surgimiento desde la nada, tras casi sesenta años de laicismo obligatorio. Sin embargo, en apenas nueve meses, el movimiento En Nahda ha conseguido estructurar un nuevo discurso, que combina dosis de tradicionalismo con otras de modernidad, y lo ha articulado en una clave de mesura –sin convocatorias a revanchismos ni venganzas- que ha dado en la tecla y empujado a un apoyo social mayoritario.

En las elecciones a la constituyente del pasado 23 de octubre, En Nahda se alzó con el 41,47 por ciento de los votos totales, prácticamente la mitad del padrón, y a casi un 30 por ciento de distancia de la segunda fuerza, el partido Congreso para la República, de centro izquierda. Así, en la futura Asamblea Constituyente, que tendrá 217 escaños, los islamistas de En Nahda ocuparán 90 lugares; el Congreso para la República tendrá 30 asientos; y Ettakatol, la tercera fuerza más votada, 21 escaños.

Y aquí parece haber otro elemento que da una pauta del nuevo comportamiento del electorado: además de la sorpresa de la clara mayoría de En Nahda, las principales fuerzas de oposición son partidos que no hicieron campaña contra el islamismo. En cambio, la oposición tradicional, que sigue repitiendo el viejo argumento de que no hay islamismo moderado posible, y que hay que parar a los religiosos de cualquier manera, porque detrás de ellos vendrán los barbudos a lo talibán y la imposición de la “sharia”, fueron censurados por el voto popular. Las dos principales agrupaciones del frentismo anti islamista, el Partido Democrático Progresista (17 escaños), y el Polo Democrático (5 escaños), han sufrido un castigo en las urnas.

Además de la contundente victoria en las opciones políticas generales –esto es, sobre el rumbo y las formas que debería adoptar el Estado a partir de ahora- los islamistas de En Nahda han demostrado su inserción en todos los estratos sociales, y su llegada a los diferentes agregados geográficos, lo que también termina con el preconcepto de que las ciudades –donde se concentran los sectores más educados de la población- eran laicistas, y que la adhesión a opciones políticas vinculadas a la religión estaba relegada a las zonas rurales, más pobres, tradicionalistas y conservadoras. En Nahda, por el contrario, fue el partido más votado en todas las circunscripciones electorales, incluyendo algunas de la ciudad de Túnez, la cosmopolita capital, que se consideraba el terreno político de la oposición socialdemócrata laica.

Que un partido que proclama claramente su adscripción islámica haya sido la opción elegida por los sectores progresistas, en detrimento de las fuerzas usuales de la centro izquierda, tiene mucho que ver con las maneras en que En Nahda articuló su discurso, en el espacio de poco más de medio año. El hecho de que haya aceptado sin restricciones la imposición de paridad de género en las listas electorales, las referencias permanentes al “modelo turco”; las posturas conciliadoras con los sectores que estuvieron más cerca del régimen de Ben Ali; la seguridad de que el modelo de desarrollo y de que la economía de mercado no serán cuestionados; y una manifiesta relación de cooperación con Occidente; han terminado por alejar el fantasma de los barbudos a lo talibán, y de convencer a la mayoría de tunecinos que la coexistencia entre régimen democrático y republicano moderno, con preceptos religiosos y usos y costumbres que hacen a su identidad, es factible.

Las elecciones de fines de octubre cierran la “revolución de los jazmines”, y abren una nueva etapa, la de transición hacia un sistema democrático en el marco de un Estado de derecho. Si los islamistas moderados tunecinos consiguen conducir ese tránsito, estaremos ante un fenómeno realmente novedoso de la política internacional, y ante todo un nuevo escenario de posibilidades para Medio Oriente y el Magreb.

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[Hoy Día Córdoba – Periscopio  – Magazine – viernes 4 de noviembre de 2011]

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Aún combaten en Trípoli (25 08 11)

Aún combaten en Trípoli

Khaddafi llama a resistir la “invasión”. Estados Unidos planea liberar los fondos retenidos en bancos occidentales. China se acerca a los rebeldes. Aumentan los focos puntuales de combate urbano en la capital

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Finalmente apareció el coronel Muhammar el Khaddafi, aunque no en persona, sino a través de un nuevo comunicado grabado, a través del cual volvió a convocar a las tropas leales al régimen, y a “todas las tribus libias” a resistir la avanzada insurgente y a “limpiar de demonios y traidores” la capital.

Si bien lentamente los rebeldes ocupan los núcleos estratégicos de Trípoli, ayer, en la cuarta jornada de la batalla por el control de la ciudad, pudieron verificarse nuevos focos de combate, apoyados por grupos aislados de soldados regulares y por francotiradores afines al depuesto régimen autocrático.

Junto al contraataque oficialista en diversos barrios de la periferia, el complejo presidencial de Bab al Aziziya, residencia del propio mandatario que fuera tomada por los rebeldes en la víspera, sufrió el bombardeo de piezas de mortero lanzadas por secciones del ejército regular.

En un combate discursivo que no mengua, el coronel Khaddafi había hecho circular que su salida del bunker, donde se sospecha que estuvo durante las primera horas del avance rebelde sobre la ciudad, había sido “una retirada táctica”, y que la ordenada estrategia militar insurgente, que copó la capital en el breve lapso de 48 horas, en realidad había respondido a una “emboscada” para terminar de una vez con el alzamiento opositor.

Sin embargo, en la víspera pudo constatarse que la fuerza del contraataque gubernamental, si bien puede prolongar durante un tiempo difícil de calcular el fin efectivo del régimen, no es suficiente para retrotraer la situación a cómo estaba antes de la noche del sábado, donde cada facción controlaba una porción del territorio libio.

Además, y a pesar de los mensajes grabados en los que manifiesta estar controlando el rumbo de las acciones militares, el coronel Khaddafi se encuentra cada hora que pasa más aislado regional e internacionalmente.

La participación de la Liga Árabe ha sido determinante en el control de Trípoli, y las cancillerías de los principales países occidentales ya han reconocido la “legítima representación” de Libia en el Consejo Nacional de Transición (CNT); ayer, además, se sumó la postura de China.

El vocero de la cancillería de la República Popular China, Ma Zhaoxu, expresó el apoyo de su país al CNT y al “nuevo gobierno”, asegurando que Pekín “respeta la elección del pueblo libio y confía en que se produzca una transición de poder estable. Siempre hemos dado relevancia al importante papel del Consejo Nacional de Transición, y esperamos que el nuevo gobierno restablezca el orden social tan pronto como sea posible”, concluyó.

China, que se abstuvo de votar la resolución que habilitó la intervención internacional en Libia, y que había criticado el rol de la OTAN en el apoyo a la insurgencia asentada en Bengazi, era la última potencia de importancia sin fijar una postura sobre la caída del régimen de Khaddafi. Ahora sólo resta Túnez –que por cercanía geográfica duda de tomar partido- y Venezuela, donde el presidente Hugo Chávez volvió a ratificar ayer que su país “solo reconoce un gobierno libio, el del coronel Khaddafi”.

La OTAN, por su parte, comenzó a trabajar en Bruselas, sede de la Unión Europea (UE), en las hipótesis de reconstrucción nacional del país norafricano una vez agotada la guerra, tras la cual la organización de defensa “no tendrá ninguna presencia militar sostenida en el tiempo”, aseguraron voceros de la Alianza Atlántica en Europa.

El día después

Dando muestras de que el conflicto en Libia ha puesto a prueba una nueva manera de reaccionar de la comunidad internacional frente a conflictos internos con riesgo humanitario, las potencias, junto a los países centrales, las organizaciones regionales y las Naciones Unidas se involucran cada día más en sostener al país norafricano, para que la salida de la guerra civil no implique la caída en un “Estado fallido”.

El presidente Nicolás Sarkozy, uno de los líderes que apoyó más resueltamente la inclusión de Francia en apoyo a los rebeldes (fue el primero en reconocer al CNT), confirmó que convocará en París a una conferencia mundial para apoyar la reconstrucción, bajo la coordinación de los líderes rebeldes.

El británico David Cameron está aunando posturas con el premier canadiense, Stephen Harper, y el presidente Barack Obama anunció que liberarán los fondos de Khaddafi retenidos en los bancos de Occidente, postura compartida también por Alemania e Italia.

El secretario de la ONU, Ban ki Moon, iniciará las consultas de la organización para legitimar en conjunto al nuevo gobierno libio.

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Fin del ciclo Khaddafi en Libia (23 08 11)

Fin del ciclo Khaddafi en Libia  

Tras 42 años en el poder los rebeldes cercan al coronel Khaddafi, que sigue en paradero desconocido. Algunos focos gubernamentales siguen resistiendo, y el complejo de Bab al Aziziya, sede del gobierno y residencia del dictador, no ha sido tomado. La comunidad internacional reconoce al Consejo de Transición. Baja el precio del petroleo y suben las bolsas.

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Finalmente, los rebeldes libios entraron en Trípoli, alcanzando el último bastión donde el régimen autocrático del coronel Muhammar el Khaddafi se había atrincherado para resistir el alzamiento popular desencadenado en la mitad oriental del país.

Desmintiendo los análisis que le adjudicaban anarquía y desorganización, las tropas que responden al Consejo Nacional de Transición (CNT) con sede en Bengazi, confluyeron ordenadamente sobre la capital desde sus enclaves de Misrata y Slitan, y tomaron prácticamente toda la ciudad en pocas horas.

La huída de altos funcionarios del gobierno hacia Egipto y Túnez, así como la detención de los hijos del mandatario (entre ellos, y en una situación aún confusa, su hijo Saif al Islam, heredero y segunda personalidad del sistema), demuestran que el ataque de los rebeldes, tanto en su estrategia como en la contundencia de la fuerza, tomó por sorpresa al régimen.

También fue sorpresiva la receptividad de la población tripolitana, que salió espontáneamente a recibir, con aplausos y muestran de adhesión, la entrada de las columnas rebeldes.

Rápidamente se instaló un clima festivo cuando, en el avance hacia el centro de la ciudad, a las columnas de soldados irregulares se iban agregando grupos de civiles; y se pudieron ver imágenes ya recurrentes en la “primavera árabe” instalada desde principios de año en los países del Magreb y de Oriente Medio: como en Túnez y en El Cairo –también antes en Bagdad, con la caída de Saddam Hussein- la gente iba arrancando los grandes carteles y las fotos con que Muhammar el Khaddafi incentivó el culto a su persona durante las cuatro décadas por las que se extendió su régimen, pisoteándolas y prendiéndoles fuego.

En la medianoche del domingo, las columnas arribaron finalmente a la Plaza Verde, el epicentro político de Trípoli y donde se concentraban las movilizaciones oficialistas en apoyo al gobierno.

Precisamente, la televisión pública emitía videos grabados de concentraciones de apoyo a Khaddafi, en los mismos momentos que una multitud tomaba la explanada para celebrar su caída. La televisión aún intentó la transmisión de un mensaje grabado del mandatario, en el que llamaba a los libios a la resistencia, y convocaba “a todas las tribus” a defender a la ciudad capital de la “agresión imperialista”; “volverá el colonialismo británico”, se le escuchó decir, pero la señal se cortó y el mensaje no se reanudó luego. Los edificios de la TV libia quedaron vacíos, y sólo fue posible seguir el desarrollo de los acontecimientos a través de la señal de la cadena qatarí Al Jazeera.

Mustafá Abdeljalil, máximo dirigente del CNT, dio por caído al gobierno y pidió a los rebeldes que “no tomen la justicia por su mano”, apelando a un mensaje de calma ante la posibilidad de desbordes y matanzas.

La gran incógnita, a últimas horas de ayer, era la ubicación de la persona del coronel Khaddafi, cuyo paradero sigue desconocido. Los principales líderes internacionales, así como el secretario general de la ONU, pidieron públicamente que renuncie y entregue el poder, para no hundir más el enfrentamiento civil en un baño de sangre.

En su última aparición pública, el vocero del gobierno afirmó que había cerca de 2.000 muertos y más de 5.000 heridos.

¿Dónde está?  

Ya nadie, ni dentro ni fuera de Libia, albergaba dudas de que el poder había dejado de estar en las manos de Muhammar el Khaddafi, y había pasado a los rebeldes del CNT.

Pero todos, también, dan por sentado que hasta que no aparezca Khaddafi en persona la victoria no habrá sido tal, y que si su ausencia se prolonga, también puede dar lugar a un complicado –e inclusive sanguinario- período de desgaste. El líder libio repitió durante los últimos tiempos que él no se entregará ni se rendirá ni saldrá del país, y las hipótesis anoche eran múltiples.

El Departamento de Estado sostiene que sigue estando en algún lugar del complejo presidencial de Bab al Aziziya, y que intentará posiblemente reunificar a los elementos militares aun leales para resistir. También se barajaba la posibilidad de que se hubiere recluido en su tribu, los Khaddafas, en el desierto de Sirte. O asilado en Argelia o en Sudáfrica. Incluso se especulaba con que podría haber sido recibido en Caracas.

Sólo una cosa es segura: sin la entrega del coronel, la guerra en Libia no habrá terminado.

Primeros pasos  

La hipótesis más favorable a la población civil libia es la de una transición rápida y ordenada.

Las declaraciones del jefe del CNT desde Bengazi, Mustafá Abdeljalil, van en esa dirección: llamó a la calma, a no agredir al entorno más próximo al ex dictador, y a no destruir edificios públicos en Trípoli.

Resta ver si las masas rebeldes, después de siete meses de combates, y recibidas con aplausos y muestras de adhesión por la población de la capital, obedecerá esas llamadas a la mesura. Luego, y suponiendo que Muhammar el Khaddafi aparezca pronto, el CNT debe organizar una transición que institucionalice el levantamiento social.

Ya ha dictado una Declaración Constitucional para gobernar los primeros ocho meses, durante los cuales una Asamblea republicana convocará a elecciones democráticas –que se desarrollarán bajo supervisión de la ONU- en un plazo de medio año, para elegir diputados a una convención nacional constituyente que redactará una Carta Magna.

Lo más probable es que termine surgiendo un Estado musulmán moderado. Turquía, también para los libios, es un fuerte ejemplo.

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Marruecos, el otro Islam (01 07 11)

Marruecos, el otro Islam

por Nelson Gustavo Specchia

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En medio de la tensión europea impulsada por la crisis de las deudas de los países mediterráneos, el Norte de África se sigue moviendo, y en diversas direcciones. Marruecos vota hoy un plebiscito constitucional que se presenta como otra respuesta a la Revuelta Árabe que sacude la región desde principios de año. La cercanía geográfica entre ambas orillas del Mediterráneo, la tensión social por el movimiento de masas de migrantes desde la paupérrima costa Sur del mare nostrum hacia los países desarrollados del Viejo Continente, y el preocupante escenario político de las revoluciones populares que tumban autocracias consolidadas y dejan abiertos los escenarios de futuro, hacen que la agenda del Magreb sea, asimismo, centro de atención de todas las cancillerías europeas, muy especialmente en España, Francia, Alemania e Italia. Pero, en estos días, esa agenda externa para con los vecinos africanos y árabes se ve tironeada por la atención que los gobiernos de la Unión Europea tienen que poner en sus propios patios internos.

Con Atenas envuelta en una batalla campal entre militantes “indignados” que han dejado la protesta pacífica y se han lanzado a la resistencia activa, y fuerzas antimotines con orden de extinguir el incendio social a toda costa, la vía escogida por el liderazgo europeo parece querer apagar los fuegos con baldes de nafta. En la misma semana, una cuarta huelga general paraliza Grecia; los “indignados” cruzan el territorio español en su marcha hacia Madrid pidiendo una renovación general de todo el sistema político; y Londres soporta la movilización de 750.000 trabajadores, que rechazan la remodelación con la que el gobierno pretende meter tijera al sistema de jubilaciones. Demasiado ruido interno. Pero, aunque las agendas nacionales le quiten protagonismo, el Magreb puede convertirse para la Unión Europea en una bomba de tiempo demasiado grande como para relegarla a un segundo plano.

REY Y SEÑOR

La tirantez entre cuidados estratégicos de mediano plazo y urgencias coyunturales entre las dos orillas, se puso de manifiesto en la ausencia de una postura común de los europeos frente a la reforma constitucional que se plebiscita hoy en Marruecos. En definitiva, en Europa no se han puesto de acuerdo si el plan de Mohamed VI es una auténtica reforma aperturista, modernizante y democrática; o si, por el contrario, se trata de una magistral puesta en escena de Il Gattopardo en las arenas del extremo occidental del Magreb, armada para dar la impresión de que todo cambia pero que, en el fondo, intenta que nada se mueva de su sitio.

Cuando la Revuelta Árabe tiró sucesivamente a los regímenes autocráticos de Zine el Abidine ben Ali en Túnez, y luego al otrora poderosísimo “rais” egipcio Hosni Mubarak, el riesgo de contagio puso en alerta a las administraciones árabes de toda la región que, en general, se inclinaron por una respuesta que mezclaba unas pocas concesiones con el simultáneo aumento del control y la represión. Y cuando unas semanas más tarde los rebeldes comenzaron la ofensiva contra el coronel Muhammar el Khaddafi en Libia, el monarca marroquí Mohamed VI decidió que era el momento de poner las barbas en remojo, antes que las puebladas populares llegaran al palacio con ánimos de barbero.

En Marruecos las movilizaciones comenzaron el 20 de febrero, y esa fecha es la que da nombre al movimiento –también aquí mayoritariamente juvenil- que sale a las calles de todas las ciudades importantes del reino, domingo a domingo, pidiendo la democratización de una de las últimas monarquías absolutas del mundo. Adaptando la estrategia regional de mezclar concesiones con mayores restricciones, el rey diseñó un plan de modernización por vía de la reforma constitucional.

Hasta ahora, el monarca es considerado “sagrado” en Marruecos, y concentra no sólo la titularidad de la representación del Estado, sino que ejerce efectivamente el gobierno en forma directa. Esto es, un monarca absoluto, por definición técnica. A lo que debe agregarse, por cierto, que es propietario de todas las empresas –productivas y de servicios- que realmente cuentan en la economía marroquí. Quizá la única diferencia con los emiratos árabes patrimonialistas del Golfo Pérsico sea, por una cuestión de proximidad con Europa, que en Marruecos el absolutismo ha conservado cierta liberalidad social (en el trato a las mujeres, por ejemplo), y no ha extremado la violencia represiva (salvo en el caso del conflicto con los bereberes y la irresuelta cuestión del Sahara Occidental).

DEMOCRACIA E ISLAM                      

Mohamed VI, de 47 años y educado en Occidente, parece haber entendido que estas características de su trono ya son inviables, tanto en el contexto global, como en la relación estratégica con la Unión Europea y, muy especialmente, en el entorno alterado de las Revueltas Árabes. Decidió entonces reformar la Carta Magna del reino y renunciar al carácter sagrado de su persona. Pero aquí comienza el gattopardismo. El análisis de la mecánica de la reforma, como el alcance de su articulado, no permite concluir claramente que el resultado vaya a ser una transición hacia un Estado democrático y representativo. Todo en esta reforma es híbrido y queda a mitad de camino. Y esto ha llevado a que los jóvenes del Movimiento 20 de Febrero planteen el boicot al plebiscito que hoy se vota.

Porque lo que vienen pidiendo los jóvenes, junto a sectores muy diversos de la sociedad civil, es un cambio hacia un Estado donde el rey reine pero no gobierne, como en todas las monarquías parlamentarias europeas que quedan. Pero la Constitución puesta a referendum hoy está muy lejos de ese alcance. Marruecos se define en ella como Estado musulmán, conducido por el Rey (persona, si bien ya no “sagrada”, sí “inviolable”), quien presidirá el Consejo de Ministros, y el Consejo Superior de Seguridad, y el Consejo del Poder Judicial. Además, por cierto, el soberano retiene en esta nueva Constitución la condición de jefe supremo de las Fuerzas Armadas. En otras palabras, el núcleo duro del poder sigue girando en torno al monarca. Pero es que, junto a estas atribuciones ya presentes en la Constitución de 1996, a partir de ahora el rey será también “Emir de los Creyentes” (o sea, máxima autoridad religiosa, y jefe del Consejo de los Ulemas). Estos elementos son los que impulsan a los jóvenes rebeldes a rechazar la nueva Carta Magna, y a boicotear el referendum: Mohamed VI, dicen, ha encontrado en el Islam la herramienta para afianzar el absolutismo de su reinado. Pero el riesgo implícito en esta estrategia es alto: los partidos religiosos, hasta el momento en un segundo plano, pueden cobrar una inesperada relevancia.

En Marruecos la religión es cuestión de Estado: los imanes son empleados públicos y sus sueldos están en la nómina del ministerio de Asuntos Religiosos. El sermón que cada viernes el imán lee en la mezquita se redacta en ese ministerio. En un párrafo de la homilía leída por todos los imanes el viernes pasado, se destacaba: “La nueva Constitución tiene grandes ventajas para los musulmanes, que serán guiados por el Emir de los Creyentes; Marruecos será un Estado musulmán, y la protección de la familia y de las costumbres estará garantizada en el marco del Islam”. No suena como una declaración muy alentadora para afianzar una apertura democrática, un gobierno laico, y una transición hacia mayores grados de representatividad política.

Si convence a los jóvenes y sortea el boicot al plebiscito de hoy, posiblemente Mohamed VI haya logrado evitar que los vientos de la Revuelta Árabe lleguen a las arenas marroquíes. Si no, habrá sido un balde de gasolina echado a las llamas. Una política muy europea por estos días.

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[ publicada en HOY DÍA CÓRDOBA, Magazine, columna «Periscopio»,

viernes 1 de julio de 2011 ]

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Los ahogados del Mediterráneo (11 05 11)

ACUSAN A LA OTAN DE ABANDONO DE REFUGIADOS EN EL MAR

Los emigrantes llegados a Europa afirman que Khaddafi impulsa la salida en masa  

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TRÍPOLI, GINEBRA.- A la par del recrudecimiento de las acciones ofensivas contra las posiciones del ejército libio del coronel Muhammar el Khaddafi, la Alianza Atlántica (OTAN) se ve envuelta en un nuevo contencioso, al ser acusada por diversos medios de comunicación europeos de no auxiliar a embarcaciones con refugiados que huyen de la costa norte de África, preferentemente con destino a las cercanas islas italianas de Sicilia, y hacia Malta.

Por otro lado, algunos de los 1.187 emigrantes norafricanos que durante el pasado fin de semana lograron llegar a las costas de la isla de Lampedusa, confirmaron que soldados libios los obligaron a embarcarse en los precarios botes de goma y emigrar hacia Europa.

La versión de los refugiados viene a confirmar una nueva táctica empleada por el régimen de Khaddafi, de utilizar las masas de refugiados que huyen del frente de guerra como un elemento de presión, especialmente para la opinión pública del Viejo Continente, donde el tema migratorio es altamente sensible.

Las Naciones Unidas (ONU) confirmaron que desde el inicio del conflicto más de 750.000 personas debieron abandonar en forma abrupta el territorio, un porcentaje altísimo para una población de seis millones de habitantes.

Los principales caminos de salida son los puestos fronterizos con Túnez y Egipto, y los puertos del Mediterráneo. En este sentido, la vocera de la oficina de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), urgió ayer a los países miembros de la Unión Europea (UE) a “hacer mayores esfuerzos” para rescatar a personas que huyen del centro del conflicto, después que se constatara la desaparición de unos 1.400 civiles en varios naufragios.

Melissa Fleming, la funcionaria de ACNUR, sostuvo en Ginebra que los gobiernos europeos “no deberían esperar a recibir llamadas de auxilio” antes de ofrecer socorro, sino que debería ser una obligación humanitaria para este colectivo en situación crítica.

A partir del 25 de marzo se inició una masiva huída por agua que ha incrementado las muertes por naufragios en alta mar. Cinco naves, con unas 2.400 personas, llegaron los últimos días a Lampedusa, y a estos se suma el naufragio, ocurrido el viernes pasado, de un barco sobrecargado con más de 600 personas a bordo, frente a las costas de Trípoli.

En medio de esta situación, la OTAN fue acusada de ignorar las peticiones de auxilio de una patera con 72 emigrantes a bordo, el pasado 14 de abril. Según publica la prensa británica, el bote habría pasado a unos 400 metros de naves de la Alianza Atlántica, y desde helicópteros militares se les habrían lanzado algunos paquetes de galletas y botellas de agua, pero no se los asistió más ni rescató. La mayoría de los tripulantes de la barcaza pereció luego de hambre y de sed, sobreviviendo apenas once. “Cada mañana nos levantamos y encontrábamos más cuerpos, que tirábamos al mar”, relató uno de los sobrevivientes al periódico inglés The Guardian. Sin embargo, la OTAN ha negado la acusación.

Piden arresto de Khaddafi

MADRID.- El fiscal en jefe del Tribunal Penal Internacional (TPI), el jurista argentino Luis Moreno Ocampo, confirmó ayer que el alto cuerpo emitirá órdenes de arresto por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad contra el mandatario libio, Muhammar el Khaddafi, contra su hijo, Saif al Islam Khaddafi, además del jefe de la Inteligencia libia, Abdullah al Senussi.

Moreno Ocampo sostiene que en ellos se concentra “la mayor responsabilidad” criminal desde que comenzaron las movilizaciones antigubernamentales que terminaron en la guerra civil que hoy divide al país, y la catástrofe humanitaria de los emigrantes por tierra y por mar. La solicitud del fiscal, que completa en estos momentos la acumulación de pruebas, será presentada ante los jueces del Tribunal de la Haya.

Por otra parte, los rebeldes también enviaron al Comité de Sanciones contra Libia, en la ONU, que preside el embajador portugués José Morales Cabral, los nombres de los 88 funcionarios superiores del régimen de Trípoli que deberían, a su criterio, ser perseguidos judicialmente.

Con ambas iniciativas el cerco internacional sobre Khaddafi se estrecha aún más.

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La OTAN no pega una, o pega mal (29 04 11)

El “fuego amigo” de la OTAN golpea a los rebeldes asediados en Misrata

Las tropas de Khaddafi recuperan un importante paso fronterizo con Túnez  

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TRÍPOLI.- Las criticadas operaciones de la Alianza Atlántica (OTAN) en Libia volvieron ayer a ser cuestionadas por los opositores a Khaddafi.

Según informó en su edición electrónica el diario estadounidense The New York Times, un comandante de los insurgentes rebeldes de Misrata denunció que los bombardeos de la OTAN sobre esa castigada ciudad habían provocado la muerte de 12 combatientes opositores, mientras otros cinco quedaron gravemente heridos.

La noticia no pudo sin embargo ser contrastada con la versión de la organización aliada, ya que su portavoz, Eric Povel, manifestó no tener ninguna información en ese sentido.

El rol que la OTAN juega en la guerra no encuentra una estrategia ni una capacidad de fuego que deje satisfechos a los que se enfrentan a Khaddafi. Los ataques que, a partir de la habilitación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), habían iniciado las aviaciones de Francia y Gran Bretaña, tuvieron en un primer momento una mayor intensidad.

Pero a partir del establecimiento de una zona de exclusión aérea, el presidente norteamericano Barack Obama insistió que el mando de las operaciones debía pasar a la OTAN. Nicolás Sarkozy y David Cameron finalmente terminaron conviniendo en entregar la coordinación, pero las acciones de la OTAN no han sido eficaces en proteger a la población civil, afectada por el denominado “fuego amigo” de los bombardeos occidentales.

Tampoco para apoyar a los insurgentes, que han visto cómo el ejército regular recupera posiciones, o cómo Misrata es sometida a un cerco –incluyendo alimentos, medicinas y agua- y un bombardeo feroz desde hace cuatro semanas.

A esta falta de capacidad para torcer el pulso al régimen de Khaddafi, se suman fallos como el denunciado ayer, donde los objetivos directos de las bombas aliadas terminan siendo los civiles enrolados en las fuerzas opositoras.

En definitiva, las acciones de presión en que se apoya toda la estrategia de la Alianza Atlántica es la que se ha revelado como inconducente para modificar el curso de la guerra.

La OTAN apostó a que, con los bombardeos selectivos y limitados hacia las unidades de ataque más importantes de Khaddafi, sumado al embargo internacional de armas, y éste al bloqueo de las cuentas bancarias en las diversas instituciones financieras diseminadas por el mundo, serían condicionantes suficientes para empujar al régimen de Trípoli hacia una negociación para dejar el poder, y una transición del gobierno a los rebeldes.

Sin embargo, Muhammar el Khaddafi ha dado muestras de que dispone de más recursos de los que se calculaban, que posee divisas en metálico para seguir financiando la guerra, y que los bloqueos y las presiones internacionales no lo afectan. El líder libio se aferra al poder, y plantea una estrategia de desgaste con la cual, finalmente, lleva las de ganar.

Así, con una guerra empantanada entre dos frentes relativamente equilibrados, la situación humanitaria de la población civil no deja de debilitarse, con campamentos llenos de refugiados y con una emigración creciente de aquellos que alcanzan a llegar a un paso fronterizo.

En este sentido, las tropas de Khaddafi lograron ayer recuperar el paso hacia Túnez de Dehiba, cerrando también esta posibilidad de escapar a los que huyen del frente.

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Los árabes afuera de Europa (27 04 11)

Francia e Italia solicitan un  freno a la integración europea

Berlusconi y Sarkozy responden a la llegada de africanos cerrando Europa. El presidente italiano, Giorgio Napolitano, tacha la decisión de “miope, mezquina y perdedora”

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ROMA.- No corren buenos tiempos en la Europa mediterránea. Los alzamientos civiles en el norte de África y en Oriente Medio han generado un nuevo flujo migratorio, y ante esta nueva realidad demográfica y humanitaria los gobernantes de dos de los países fundadores de la actual Unión Europea (UE) han decidido solicitar el cierre de las puertas de ingreso al continente, aunque ello suponga un paso atrás –cualitativamente inmenso- en el proceso de integración regional abierto hace medio siglo.

El presidente francés, Nicolás Sarkozy, y el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, se reunieron ayer en Roma en la 29º cumbre bilateral, con el tema migratorio ocupando el centro de la agenda.

En la comparecencia ante los medios de prensa, al final de la reunión, anunciaron el acuerdo entre ambos Estados para accionar los mecanismos de gestión de la organización continental para “revisar” el Acuerdo de Schengen.

Este tratado, que como es habitual en estos instrumentos multilaterales tomó el nombre de la localidad luxemburguesa donde fue firmado en 1985, habilita el desplazamiento y la movilidad de mercaderías y de los ciudadanos europeos por 24 de los 27 países miembros.

El denominado “Espacio Schengen” constituyó uno de los logros más importantes en la historia de la integración continental, al tiempo que una concreción muy cercana al ciudadano común, que vio cómo las fronteras interiores desaparecían.

El éxito del proceso fue tan contundente, que inclusive un país como Suiza, que no se ha incorporado a la UE, adhirió al Tratado de Schengen y levantó sus fronteras. Esto revela la dimensión del acuerdo alcanzado por los líderes conservadores en la cumbre de Roma.

Sarkozy, en su habitual razonamiento demagógico, intentó presentar la decisión tomada con su par italiano como una defensa de la organización continental: “Queremos que Schengen siga vivo”, dijo tras la cumbre, “queremos más medios para que las fronteras queden garantizadas, precisamente porque creemos en Schengen.”

Más allá de este razonamiento alambicado, de lo que se trata en realidad es de cerrar las fronteras a los tunecinos, egipcios, libios, sirios, yemeníes, bahreníes, marroquíes y hombre y mujeres provenientes del África subsahariana, que llegan en condiciones lamentables, y el primer territorio europeo que tocan es la costa y las islas italianas y francesas.

Berlusconi, más directo, admitió que “Schengen debe ser modificado, porque ahora hay circunstancias excepcionales que lo demandan”; en referencia a los más de 27.000 norafricanos que Italia acoge en condición de refugiados desde principios de año.

Con un período electoral que se avecina para ambos (y las encuestas mostrando tendencias negativas), rodeados de escándalos personales que han ensombrecido sus gestiones, sin el apoyo de otros países europeos –como Alemania- que han anunciado que tampoco recibirán refugiados provenientes de la revuelta árabe, y acosados por la extrema derecha que crece imparable en los electorados, Berlusconi y Sarkozy han decidido ceder a las tendencias más xenófobas y egoístas de las agrupaciones políticas que lideran, y exigir que la UE cierre las fronteras.

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Retroceden las autocracias (18 04 11)

La revuelta árabe transforma todo el escenario regional

Inédito avance en derechos sociales y en apertura política en todo Medio Oriente

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SANAA, DAMASCO, ARGEL.- La revuelta popular que sacude el conjunto de países árabes está empujando a una reconfiguración general del escenario político.

En general, los países del norte de África y del Medio Oriente se habían estructurado en base al predominio de gobiernos fuertes que, a cambio de mantener a raya las tendencias extremistas de una interpretación combativa del Islam, avanzaban en la represión de derechos individuales y sociales.

La emergencia de una contestación popular en Túnez, el contagio en Egipto y como un reguero de pólvora por los demás países árabes, han debilitado aquel esquema elitista y han devuelto el protagonismo a las masas populares, que cada día redoblan los reclamos por derechos civiles y participación efectiva en la vida política.

Los ensayos de respuesta clásica de las autocracias, la represión, ha mostrado que ya no tiene los efectos de antaño y no logra hacer desaparecer las movilizaciones sociales, que vuelven una y otra vez a recuperar el espacio de los reclamos.

Inclusive donde la revuelta alcanzó los objetivos planteados –como en El Cairo- vuelve a organizarse para avanzar en una profundización de las transformaciones, que no podrá ser esquivada por retoques cosméticos.

Como resultado de ello, se evidencia un retroceso y una deslegitimación de las autocracias en toda la región.

La tensión social, en todo caso, se mantiene, y en diversas latitudes las movilizaciones populares siguen pagando con represión y sangre las demandas de transformación política.

En Damasco, después que el presidente Bachar el Assad intentará una continuidad gatopardista sin cambios de fondo, miles de sirios han vuelto a salir a las calles del país para protestar contra el inmovilismo del régimen.

Y ya ni siquiera el anuncio oficial de que la ley de emergencia que restringe las libertades en el país desde 1963 será derogada, ha alcanzado para frenar una espiral de protestas que parece estar arrinconando al gobierno sirio.

Este fin de semana, al grito de “el pueblo quiere libertad”, centenares de personas se concentraron ante la tumba del líder independentista de Siria, Ibrahim Hananu, en Aleppo; las protestas han comenzado a extenderse desde Damasco hacia el interior del país.

En Argelia, en la frontera de la guerra que azota la Libia del coronel Khaddafi, el presidente Abdelaziz Buteflika, de 74 años y en el poder desde 1999, anunció este sábado que iniciará el proceso para reformar la Constitución del país, un elemento jurídico que le ha garantizado su continuidad al frente de un gobierno con serias deficiencias representativas.

También en el vecino Marruecos, el rey Mohamed VI ha prometido una nueva Constitución, al tiempos que dejaba en libertad a docenas de disidentes políticos encarcelados, cediendo a la presión de los jóvenes que han tomado la calle.

En Yemen, donde al menos 116 manifestantes han perdido la vida desde el inicio de las protestas, se han sumado ahora las mujeres. El presidente Ali Abdullah Saleh, aferrado al gobierno, en un intento más por frenar las movilizaciones ha declarado que es “anti islámico” que las mujeres hagan escuchar su voz en público.

Durante el fin de semana, otras protestas se registraron en Arabia Saudita, Bahrein, Jordania y Omán.

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