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Un heredero bien alimentado (23 12 11)

Un heredero bien alimentado

por Nelson Gustavo Specchia

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La vida y la historia se encargan de recordárnoslo a cada paso: no hay dictadores eternos, y hasta el más férreo, aislado y cerrado sistema termina horadado por las mismas fuerzas centrípetas que intentaron hacerlo inmune al mundo exterior. Parecía eterno, pero, claro, Kim Jong-il no lo era. Y habrá que ver cuánto más puede resistir el régimen de Corea del Norte cerrado a cal y canto. Muerto el “amado líder” –como se hacía llamar con desparpajo oriental- presumiblemente de un ataque al corazón, tras los múltiples achaques y dolencias que la afición al cognac añejo le habían dejado, todos los símbolos de la dictadura se orientaron a minimizar el golpe y a intentar seguir creyendo que la burbuja norcoreana puede permanecer indeleble al tiempo y al espacio circundante.

Demoraron la noticia de la muerte del dictador durante horas, hasta que la camarilla en el vértice de la pirámide tuvo todas las seguridades; recién entonces vistieron al segundo Kim con el uniforme caqui que usó durante 17 años y lo cubrieron con una sábana roja dentro de un ataúd de cristal. Sin una distinción, una charretera, un bastón de mando ni ningún otro símbolo externo de poder: la fascinación de los autócratas de otras partes del mundo por los entorchados, como los coloridos uniformes de Khaddafi o del ugandés Idi Amín Dadá, o la colección maniática de ribetes, cintas y medallas que llegó a atesorar el dominicano Rafael Leonidas Trujillo, en Oriente mutan por el silencio indumentario. Mao impuso la tendencia: a mayor concentración de poder, la liturgia comunista impone un vestido escueto, amorfo, demodé.

Además del vestido, la élite norcoreana también cuidó el aposento final del “amado líder”. El catafalco transparente con su cadáver fue depositado en el palacio Kumsunsan, donde también reposa el otro féretro venerado: el que contiene la momia de su padre, Kim Il-sung, fundador de la nominalmente República Popular Democrática de Corea, y de la dinastía que la viene gobernando desde el fin de la segunda Guerra Mundial y la expulsión de los invasores japoneses.

Y el tercer símbolo de que el quiebre de la muerte del jefe no implicará ningún cambio en el sistema llegó con el heredero. Respaldado por la Comisión Militar Central; por los líderes del Partido del Trabajo; por su tío Jang Song-taek; por el mariscal jefe del Alto Estado Mayor de las fuerzas armadas, Ri Yong-ho; y por su tía Kim Kyong-hui (la hermana del difunto, y única mujer general del Ejército), el rollizo Kim Jong-un, de 29 años, llegó a los pies de la urna de cristal y rindió un tributo que fue, al mismo tiempo, la señal de la continuidad del régimen en su persona. Por cierto, el joven Kim no ha hecho ni el servicio militar, pero ante los achaques de su padre, también él este año ha sido rápidamente ascendido a general.

UN PAÍS, UNA PECERA

Mientras miraba por los canales internacionales los ceremoniosos símbolos con que la casta gobernante intenta fijar la perpetuación del régimen, pensaba que la urna de cristal en que pusieron a Kim Jong-il también podría funcionar como metáfora del país entero. Una metáfora de aislamiento enfermizo, que ha llevado a que todo un pueblo permanezca, generación a generación, encerrado en una pecera, como hoy el cadáver de su autócrata. En el terreno de las cuentas largas de la historia, la política coreana se ha desarrollado en una tradición inmovilista. El rey Silla unificó las diversas tribus de la península hacia el año 676, y le imprimió desde aquellos tiempos fundacionales una vocación de cierre, de claustro. Durante más de cinco siglos, la dinastía Joseon (1392-1910) mantuvo esa idea de pureza que vendría del aislamiento, que llevó a los viajeros europeos de los siglos XVIII y XIX hablar de Corea como el “reino ermitaño”. El Imperio del Japón invadió la península en su programa expansivo, y la dominación invasora mantuvo el aislamiento durante los 35 años que duró. Tras la derrota del Eje, en la división del nuevo mundo bipolar que aparecía y que dominaría toda la segunda mitad del siglo XX, Roosevelt acordó con Stalin la partición de la península en dos áreas de influencia, cortadas por el paralelo de 38º: en el norte los soviéticos y en el sur los estadounidenses.

En la mitad comunista, el primero de los Kim se fue haciendo fuerte desde 1945, generó un grupo de militares afines, y cinco años más tarde lanzó un ataque al sector sur, para terminar con la artificial partición en dos mitades y reunificar el país bajo su mando. La reacción norteamericana, con el apoyo de las Naciones Unidas, internacionalizó el conflicto. Y apareció China, como el gran valedor del régimen del norte, una posición que sigue manteniendo hasta hoy. La Guerra de Corea (aquella que popularizó la serie M.A.S.H., con Alan Alda) fue la primera gran experiencia de la tensión que generaba el mundo dividido en dos polos antagónicos: la Guerra Fría, que impedía el enfrentamiento directo entre soviéticos y norteamericanos, se calentaba en los bordes de la periferia. Más de dos millones de muertos y tres años después, se terminaban las hostilidades (aunque no la guerra, ya que nunca se ha firmado un armisticio), y todo volvía al paralelo de 38º. Y nuevamente los coreanos (sólo los del norte, esta vez) a aislarse más y más del mundo.

La pecera de los Kim ha mantenido a ese pueblo (se calculan unos 25 millones de personas) ignorantes de lo que haya más allá de la frontera, con la única excepción de las novedades provenientes de China, el gigante vecino y amigo. La filosofía del trabajo y de la resignación son la moneda corriente, sólo hay un canal de televisión, apenas algunas radios (que deben conectarse a una única estación central para pasar los noticieros), y aún menos diarios y revistas. Obviamente, no hay acceso a Internet, y los teléfonos celulares –además de estar estrictamente prohibidos- no tienen cobertura.

Pero esa pecera, ese territorio casi de ficción, además pasa hambre. Porque los terrenos ricos para la agricultura quedaron al sur del paralelo de 38º.

HERENCIA DE HAMBRE

El cierre a cal y canto del régimen no sólo es una ignominia jurídica. Además del derecho internacional, la situación humanitaria de Corea del Norte es crítica. Y ya que empecé esta columna hablando de símbolos contradictorios, lo bien alimentado que aparece el heredero de la dinastía Kim, con sus cachetes llenos y sus kilos de sobrepeso, es una cruel afrenta para un pueblo que pasa hambre, literalmente. Organizaciones no gubernamentales, como Amnistía Internacional, llevan años denunciando que a las torturas y a las ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo por el régimen de Pyongyang, se les suman las hambrunas crónicas como la principal causa de muerte en el país.

A principios de este mes de diciembre, Amnistía lanzó una campaña denunciando la existencia de seis campos de concentración en Corea del Norte, que alojan a más de 200.000 presos políticos, incluyendo niños, ya que la represión alcanza a toda la familia de los acusados. Los campos (oficialmente denominados “de reeducación”) son inmensas tumbas abiertas, donde han perecido más de 400.000 norcoreanos en los últimos 30 años, según un informe firmado en 2006 por el ex presidente checo Václav Havel. De una autoridad moral indiscutible, el dossier de Havel es una sucesión de narraciones de horror: de cómo el régimen mata a los presos de hambre, de cómo los torturan a golpes hasta que se le saltan los globos de los ojos, de cómo los utilizan para experimentos químicos en cámaras de gas, y otros detalles de tortura que serían poco creíbles inclusive en una novela de ficción.

La FAO, la organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura, calcula que desde mediados de los años noventa las hambrunas van matando a dos millones de norcoreanos, y entre este año y el que viene, otros cinco millones estarían en riesgo de grave escasez de comida.

Ese régimen es el que ha escenificado su continuidad contra cualquier alternativa de modificación, por mínima que fuera, en el libreto del aislamiento y la cerrazón. El presidente chino, Hu Jintao, siguiendo la tradicional línea estratégica de aseguramiento de fronteras del gigante asiático, se apresuró a saludar la llegada del gordo heredero Kim Jong-un, y de manifestar su respaldo a un gobierno presidido por él. Los norteamericanos no se atreverían a ir más allá de su apoyo al gobierno de Corea del Sur, con sus 28.000 “marines” estacionados en Seúl; se conforman con que Pyongyang acepte frenar su peligroso programa de enriquecimiento de uranio.

No hay dictadores eternos, pero por el momento, mientras los grandes juegan al TEG con los misiles y las fronteras, por debajo los coreanos seguirán muriendo de hambre, liderados por el gordo Kim.

 

[Hoy Día Córdoba – Periscopio  – Magazine – viernes 23 de diciembre de 2011]

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Assad, herido y acorralado (18 11 11)

Assad, herido y acorralado

por Nelson Gustavo Specchia

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Uno de los lugares comunes de la literatura de caza mayor, sostiene que pocas cosas encarnan más peligro que una gran bestia herida, a la que se le han bloqueado las vías de escape. En ese momento, un tigre, por ejemplo, se convierte en una perfecta máquina asesina. Es muy difícil en estos días no apelar a ese símil al analizar el callejón sin salida en el que, en un retroceso y en un asilamiento creciente, el régimen sirio de Bachar al Assad se ha ido encerrando.

Y la violencia de la represión gubernamental ya acusa esos golpes a la desesperada. La Unión Europea ha inmovilizado los dineros del clan gobernante colocados en los bancos de sus países miembros, y ha incluido en listas negras a casi todos los personajes relevantes del régimen. Menos explícitamente, pero con el mismo resultado, los países árabes de la región han cerrado las puertas a una posible salida del grupo hacia un exilio dorado. A pesar de que siguen colocando trabas a nuevas sanciones globales o a iniciativas de fuerza con participación multilateral, ni Rusia ni China admitirían tampoco a las principales cabezas del clan de los Al Assad para brindarles guarida. Al callejón del aislamiento sólo le quedan dos débiles ventanucos: Irán y Líbano; pero sería muy difícil que los gobernantes sirios optaran por alguno de estos dos países para establecer una nueva residencia tras el abandono del poder, porque en ninguno de los dos tendrían garantías suficientes de un futuro sin persecuciones. En el vecino del Sur, los largos años de subsidios de Al Assad al Hezbollah le aseguran la fidelidad del partido-milicia, pero el resto del mosaico libanés los odia visceralmente; y su laicismo modernista tampoco cuaja demasiado con la teocracia de los chiítas iraníes. Por lo demás, tanto Mahmmoud Ahmadinejad como los líderes del Hezbollah quedaron atrapados en sus contradicciones respecto de las revoluciones de la “primavera árabe”: apoyaron todos los alzamientos contra las tiranías en el Magreb y en Oriente Medio, mientras éstos se dirigían contra regímenes afines a Occidente (Túnez, Egipto, Marruecos, Bahrein e inclusive Libia), pero decretaron el inmediato fin de su apoyo cuando la “primavera árabe” llegó a las costas del acorralado tigre sirio.

El extremo aislamiento de los Al Assad, y las heridas ya insalvables que los alzamientos populares y la resistencia de la oposición política siria les han asestado, sólo habilitan la consideración de dos escenarios de corto plazo: una negociación que les permite abandonar el poder con las garantías suficientes, o la guerra. Y mientras esta alternativa termina de tomar forma, las calles de Damasco se siguen cubriendo de sangre, cada día más brutalmente.

ENTRE DOS FUEGOS

Como en todos los procesos políticos con resolución violenta, la principal víctima es la población civil; tanto de Damasco, Deráa, Hama, Homs y otras ciudades, como de las áreas rurales consideradas por el régimen como “focos de oposición”. La metodología represiva ordenada por Bachar el Assad, sin prácticamente ningún atenuante ni discriminación, fue horadando inclusive la obediencia al interior de las fuerzas armadas, que desde hace semanas viven un continuo desgranamiento y huída de efectivos, que comenzó cuando los uniformados se negaron a disparar a sangre fría a campesinos que huían de la represión oficial cruzando la frontera con Turquía. Estos soldados y oficiales desertores han sido cooptados por el liderazgo de la oposición política clandestina, y junto con voluntarios civiles, se han organizado en el denominado Ejército Libre de Siria, al que se le calculan ya varios centenares de efectivos y que –como se vivió con los rebeldes de Bengazi en Libia- constituye el germen de la oposición armada al hasta ahora incuestionado monopolio estatal.

Pero esta situación vuelve a dar una nueva vuelta de tuerca sobre la seguridad de la población civil, que ahora no sólo sufre los embates de las fuerzas regulares, sino que se ve aprisionada entre dos fuegos, entre las fuerzas de seguridad oficiales y un ejército rebelde que en las últimas horas se ha armado de valor como para –inclusive- atacar a un cuartel del ejército sirio. La osadía de los rebeldes se acrecentó a partir de esta semana, cuando el lunes ultimaron en una emboscada a 34 militares gubernamentales en Deráa, el mismo día que entre los opositores se contaron más de cincuenta muertes por la represión oficial.

La Liga Árabe, una organización fundada por Siria –y que ha recibido una parte sustancial de su financiamiento de las prebendas de los Al Assad- decidió esta semana también despegarse de uno de sus miembro más conspicuos, y lo hizo alegando la fragilidad de la protección a los civiles y las mentiras de Bachar. El presidente se había comprometido el 2 de noviembre, frente a los embajadores de la Liga Árabe, a retirar las tropas de las ciudades y aflojar la represión. Sin embargo, desde principios de mes la violencia de las fuerzas del Estado no ha hecho sino aumentar, y se calculan más de tres centenares de muertes desde entonces; si así fuese, los muertos desde el inicio de la revuelta siria, hace nueve meses, ya serían cerca de 4.000. La Liga pide ahora que Damasco permita la entrada de una fuerza civil de 500 observadores, miembros de ONG’s de derechos humanos, para proteger a la población civil de los embates entre las fuerzas regulares y el Ejército Libre de Siria.

Pero es difícil que la organización regional, que –además- nunca se ha destacado por su eficiencia, obtenga la autorización del gobierno. La expulsión de Siria de su seno ha enfurecido a Bachar al Assad, que ha mandado a sus acólitos a asaltar las sedes diplomáticas de Marruecos, Qatar, y de los Emiratos Árabes Unidos, y no deberían descartarse otros ataques a las embajadas de más países miembros de la Liga. El clan es consciente de que el apoyo de la Liga Árabe en las Naciones Unidas fue decisivo para la aprobación de la resolución multilateral que habilitó el cierre del espacio aéreo de Libia, y la entrada de la OTAN en apoyo a los rebeldes, que finalmente terminó inclinando la balanza de la guerra contra Muhammar el Khaddafi. Bachar y sus hermanos se deben estar preguntando cuánto tiempo falta para que la Liga Árabe haga lo mismo con ellos.

LA OPCIÓN TURCA

El asalto a las embajadas por parte de los partidarios del régimen, y el ataque al cuartel por parte de los insurgentes del Ejército Libre de Siria, ha llevado al canciller ruso, Seguei Lavrov, a calificar la situación interna como un escenario de “guerra civil”. Esta situación, sumada a las cada vez más sólidas posibilidades de una guerra con participación internacional, vuelve a colocar en el centro de atención la opción de una intervención de buenos oficios del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan.

Turquía ha puesto de manifiesto reiteradamente sus anhelos de liderazgo regional, y desde el estallido de la “primavera árabe” las gestiones del líder del partido islamista moderado AKP han aumentado en su dinamismo. Erdogan ha roto con la ortodoxia inflexible de Benjamín Netanyahu en Israel, después de tantos años de alianza estratégica entre ambos; ha prestado especial atención a la situación de la Franja de Gaza (los barcos solidarios con los palestinos, interceptado por las tropas judías de élite, navegaron con bandera turca); ha estado presente en Túnez, en Egipto, y aterrizó en Trípoli para celebrar la victoria sobre Khaddafi, al mismo tiempo que Nicolas Sarkozy y David Cameron. Ante la posibilidad de que el caos de los acorralados tigres de Al Assad termine siendo aprovechado por el iraní Ahmadinejad –o el rey Abdullah de Arabia Saudita, la otra potencia regional- Erdogan vuelve a mostrar su predisposición de intervenir protagónicamente en una salida negociada a la crisis siria.

Mientras el régimen de Damasco fue una apuesta segura, el gobierno turco no tuvo problemas de hacer negocios con los Al Assad. Luego, cuando comenzaron a estallar las protestas, Erdogan intentó convencer al clan de introducir reformas urgentes. Pero ante su inflexibilidad, esta semana el turco escenificó su ruptura: dijo que ya no podía confiar en Bachar, porque es un mentiroso que pasará a la historia como uno de esos líderes que se alimentan de sangre, y anunció que aplicará sanciones unilaterales, especialmente un embargo de armas y de petróleo.

Si Erdogan lo logra, puede terminar forzando el cambio de postura de Rusia y de China en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aumentando la presión diplomática internacional, y abriendo, al mismo tiempo, una ventana de oportunidad –desde el interior del Islam- para que el tigre herido de los Al Assad pueda escapar. Esa es una alternativa, quizá la última. La otra, es la guerra.

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[Hoy Día Córdoba – Periscopio  – Magazine – viernes 18 de noviembre de 2011]

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¿Hay riesgo de guerra nuclear en Medio Oriente? (11 11 11)

¿Hay riesgo de guerra nuclear en Medio Oriente?

por Nelson Gustavo Specchia

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La anécdota está en todos los diarios franceses: en la reciente cumbre del G-20 en Cannes, mientras esperaban el inicio de una conferencia conjunta, Nicolas Sarkozy conversaba con su colega Barack Obama sin saber que los micrófonos de los traductores ya se habían abierto. El objeto de la conversación privada entre los líderes era el premier israelí, Benjamín Netanyahu: “Estoy harto de él, no puedo ni verlo, es un mentiroso”, le dice Sarkozy; a lo que el americano contesta: “Si vos estas harto, imagínate yo, que debo tratar con él todos los días”. Los cambios de posición luego de haberse comprometido, los dobles raseros y la ambigüedad de sus promesas son, efectivamente, características que se mencionan hace tiempo del jefe del gobierno de Israel, y generalmente se han adjudicado a los equilibrios que debe hacer entre los sectores ortodoxos que integran su coalición, y las presiones –especialmente de su valedor, los Estados Unidos- para que atempere los impulsos de la derecha judía respecto del tema palestino y de los demás vecinos árabes. Pero, más allá de las censuras morales sobre la utilización de los dobles discursos en el juego político y del hastío y confusión que esas maniobras provocan entre sus pares, hay un conjunto de certezas en la postura del primer ministro israelí que no deja lugar a dudas. Entre éstas, su idea fija con Irán está en los primeros puestos. Desde que ocupara el Ejecutivo israelí por primera vez (entre 1996 y 1999), desde la conducción del Likud en la oposición luego, desde su cartera ministerial en el gabinete de Ariel Sharon, y desde su vuelta a la jefatura del gobierno en 2009, Bibi Netanyahu ha sostenido machaconamente que los planes nucleares de la República Islámica de Irán constituyen el principal riesgo externo del Estado de Israel, y que la única manera de conjurar ese peligro es atacando al régimen de los ayatollahs y destruyendo su camino hacia la bomba atómica.

Las acciones exteriores de la aviación judía contra supuestas plantas nucleares en la región registran antecedentes fuertes, como para no tomar a la ligera los planes de Netanyahu. En 1981, Israel bombardeó el reactor nuclear Osirak, diseñado por ingenieros franceses –quienes proveyeron también el uranio enriquecido que utilizaba- y construido en el centro nuclear Al Tuwaitha, cerca de Bagdad. Y el 6 de septiembre de 2007, Israel lanzó un ataque aéreo sobre Siria, para destruir lo que la inteligencia israelí consideró un reactor nuclear en construcción, que el régimen de los Al Assad habría estado construyendo con asistencia de Corea del Norte.

AMENAZAS NADA VELADAS

La retórica bélica constituye un dato cotidiano, tanto en Tel Aviv como en Teherán. Pero a esa manera ya regular de componer el discurso político, en las últimas semanas se han agregado algunos datos preocupantes, que hacen que aquellas veladas amenazas contra el vecino cobren corporeidad. Primero fue la denuncia de Washington, de que algunos sectores de los “halcones” del gobierno de Mahmmoud Ahmadinejad –la rama de los Al Quds de los Guardianes de la Revolución- estaban detrás de un confuso y novelesco complot para eliminar en los Estados Unidos al embajador saudita, Adel al Jubeir. Y menos de un mes después del supuesto complot, aparece el nuevo informe del Organismo de las Naciones Unidas para la Energía Atómica (OIEA), hecho público en Viena esta semana, donde se afirma que Irán está a las puertas de conseguir el arma nuclear, con un diseño propio, armado a partir de la compra de información y documentación a una red clandestina de material atómico. Según los técnicos del OIEA, las dimensiones militares del programa nuclear iraní ya son inocultables, desde el momento que, por ejemplo, incluye experimentos con explosivos especiales o el desarrollo de detonadores.

En este contexto, el discurso de Bibi Netanyahu a los altos mandos del Ejército israelí adquiere otra dimensión a la habitual retórica guerrera. En Tel Aviv, el diario Haaretz aseguró que Bibi ya cuenta con el apoyo a sus planes de ataque del cauteloso ministro de Defensa, Ehud Barak, además del siempre dispuesto a la guerra canciller Avigdor Lieberman. Entre los tres intentan convencer a los jefes del Ejército y de los servicios de inteligencia, quienes, según el mismo diario, de momento se opondrían. La reticencia del alto mando de las Fuerzas Armadas judías pasaría por la oposición de los Estados Unidos a apoyar una acción en ese sentido, y la advertencia pública de la OTAN, que ha manifestado que no tiene intención de intervenir en el conflicto.

Pero ninguna de esas posiciones puede considerarse definitiva, y entonces la pregunta que se ha instalado es si Israel –de quien se calcula posee unas 200 cabezas nucleares capaces de instalar en misiles de largo alcance- estaría dispuesto a lanzar un ataque en solitario a la República Islámica de Irán. Si esa pregunta se resuelve afirmativamente, como parece ser el caso, si las anunciadas represalias del régimen teocrático iraní instalarían un escenario de guerra nuclear en Medio Oriente. En ese extremo, de ninguna manera los Estados Unidos podrían permanecer al margen. ¿Estaría dispuesto Barack Obama a liderar una guerra atómica en el corazón del mundo árabe?

SEÑALES INSUFICIENTES

Sin embargo, y a pesar del escenario pesimista, yo considero que no hay elementos suficientes como para concluir que la coyuntura empujará a un nuevo conflicto armado a gran escala, al menos en el corto plazo. Esas señales que, a pesar de su presentación pública, dan espacio a la esperanza del mantenimiento de la paz, pasan por: (1) el peso de los informes multilaterales; (2) la relación de fuerzas entre las potencias; y (3) por la desestabilización global que una acción militar regional acarrearía.

En cuanto a los informes, aunque haya sido tan espectacular y mediático, el texto de la OIEA en realidad no aporta demasiados elementos nuevos, y vuelve a inscribirse en el largo tira y afloje que la agencia de la ONU tiene con Irán desde antes aún de la instalación del régimen de los ayatollahs, cuando el Shah de Persia, Mohammed Reza Pahlevi lanzó en los años ’70 un programa atómico para llegar a la bomba. La OIEA dice ahora, en el tan mentado informe, que Irán “tuvo” un programa de armas nucleares antes de 2003, lo que es obvio, y sólo agrega que “algunas actividades relevantes para la construcción de un dispositivo explosivo nuclear continuaron después de 2003, y alguna podría estar aún en marcha”. Una suposición demasiado vaga como para que constituya “casus belli”.

Respecto de las potencias, el tándem Nicolas Sarkozy-David Cameron ya ha salido a pedir una ampliación de las sanciones contra Irán por la vía del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El mismo paso que dieron –también a dúo- en relación a Libia, hace apenas unos meses. Pero ahora no será tan lineal: Rusia ya ha advertido que los resultados del informe de la OIEA no aporta datos concluyentes, y China –con el entramado comercial creciente que mantiene con Teherán- es un voto negativo seguro. Ambos gigantes, se recordará, tienen derecho a veto en el Consejo de Seguridad, esa vía está cerrada por el momento.

Y en lo que hace a la desestabilización regional, un ataque como el que Bibi clama contra las instalaciones iraníes no se compararía con las incursiones realizadas contra Irak y Siria en el pasado. Irán está mucho más preparado que Saddam Hussein y que Bachar el Assad, aquí no alcanzará un ataque puntual de la aviación israelí, sino que se requerirá un plan de ataque vasto y prolongado –más de un mes, seguramente- con consecuencias imprevisibles e inmanejables (entre ellas, que Irán saldría legitimado para armarse con la bomba atómica, después de haber sido atacado en su suelo). Y no hay, me parece, posibilidades de que Barack Obama, con la economía estadounidense en recesión y la carrera hacia la reelección presidencial ya comenzada, se implique en una aventura de ese tamaño, cuando a duras penas está logrando cerrar el capítulo de Irak y Afganistán, las dos guerras más largas y más caras de la historia americana.

De momento, considero que no habrá guerra; lo que no quiere decir que la tensión –especialmente la verbal- vaya a disminuir. Pero Bibi, en definitiva, es un mentiroso.

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[ Columna «Periscopio» –  Diario Hoy Día Córdoba – viernes 11 de septiembre de 2011]
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ETA renuncia al tiro en la nuca (28 10 11)

ETA renuncia al tiro en la nuca

por Nelson Gustavo Specchia

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Acorralada por la historia, la organización guerrillera E.T.A. (Euskadi Ta Askatasuna, Patria Vasca y Libertad) escenificó el pasado 20 de octubre su abandono definitivo de la lucha armada, como vía para conquistar la independencia del País Vasco de las “potencias ocupantes” de España y Francia. Apelando a la iconografía y los escenarios que han marcado la tradición de las guerrillas en las últimas décadas, tres individuos cubiertos de negro, con una capucha de seda blanca en la cual dos diminutos orificios sólo permiten ver las pupilas de los ojos, y tocados con una txapela, la tradicional boina vasca, anunciaron –esta vez en idioma castellano, no en euskera, porque estaba dirigido al mundo entero- que tras casi 900 víctimas, el reinado del terror, de los atentados homicidas a supermercados, del balazo frio en la nuca de un concejal detenido, de las bombas lapa en los guardabarros de los coches y, en fin, de la tensión de miedo y sospecha que ETA consiguió imprimir en la apacible y generosa vida civil vasca, ha terminado.

A diferencia de anuncios anteriores, esta vez parecían tres hombres los sentados a la corta mesa, frente a la insignia del hacha y la serpiente verde que ha sido el escudo de la banda; también era masculina la voz que leyó el comunicado. La contundencia del anuncio, y la tremenda importancia para la construcción cívica española, quedó en cierta manera opacada por la noticia, en simultáneo, del prendimiento y muerte del coronel Muhammar el Khaddafi, en la orilla sur del Mediterráneo, con su morbosa carga de fotografías y de videos ensangrentados. Pero, amén de su desplazamiento a los titulares menos destacados de las portadas, el paso dado por la organización terrorista debe ser leído como uno de los acontecimientos más importantes de la democracia peninsular desde el derrocamiento de la dictadura franquista, cuya transición ahora sí está cerrada. Al mismo tiempo, abre todo un nuevo capítulo en la política española, donde ETA ya no constituirá un obstáculo, pero tampoco podrá ser utilizada como excusa para no plantear las cuestiones de fondo, con que las comunidades autónomas (no sólo los vascos) interpelan al gobierno central de Madrid, desde las diversas áreas de competencias de gobierno local, hasta la distribución presupuestaria global del Estado.

LOS MUERTOS QUE VOS MATÁIS

Pero, antes de que el fin de la guerrilla separatista abra los nuevos capítulos del debate político, hay todo un conjunto de cuestiones que deben asumirse, para comenzar a cerrar las heridas que estas décadas de terror han dejado abiertas y engangrenadas. Esta semana ha sido la primera en la que los políticos y funcionarios, tanto del gubernamental Partido Socialista de Euskadi (PSE, la marca vasca del estatal PSOE), como de la oposición del conservador Partido Popular (PP), pudieron salir a la calle sin escoltas. Algunos de ellos pudieron volver a visitar los barrios viejos del centro histórico de San Sebastián o de Bilbao, tradicionales feudos de los proetarras, que se habían convertido en terreno vedado para toda una parte de la población. Habrá, también, que hablar de los presos políticos, que la estrategia antiterrorista del gobierno central ha mantenido dispersos por diversas cárceles españolas, en general alejadas del País Vasco. Habrá que abrir un debate amplio, donde sectores del tradicional partido regional, el Partido Nacionalista Vasco (PNV), habrán de reconocer también su parte de responsabilidad en el mantenimiento, durante tantos años, de la amenaza del tiro en la nuca en un contexto democrático y de libertades civiles y políticas aseguradas. Otros colectivos gravitantes en la composición social de Euskadi, como la jerarquía y el clero de la Iglesia católica –una de las más nacionalistas de Europa- deberán hacer lo propio. Un grupo de sacerdotes dio el primer paso esta semana, al proponer un pedido de perdón, desde la Iglesia, a esa mayoría de la sociedad vasca que el terrorismo mantuvo de rehén; aunque sugirieron asimismo que “España también debería pedir perdón” a ese sector que ha aspirado históricamente a su independencia.

En esta reapertura de la discusión, donde las condiciones para el restablecimiento democrático de la paz deben estar necesariamente en el centro –y con prioridad ante cualquier discusión política, aunque falte menos de un mes para la celebración de las elecciones generales- debe comenzarse, considero yo, por el reconocimiento a la paciencia y a la tenacidad de las mayorías de Euskadi, que a pesar del peligro que suponía la banda, no se amilanaron y salieron a la calle una, dos, tres, cientos de veces, con las manos pintadas de blanco, en columnas silenciosas y pacíficas, multitudinarias marchas del silencio que fueron horadando el terror y arrinconando a los violentos.

En la escenificación donde los encapuchados anunciaron “el cese definitivo de la actividad armada”, ETA dijo que lo hacía obedeciendo al pedido de un grupo de “facilitadores internacionales”, entre los cuales se contaron al ex secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan; a la ex primer ministra noruega, Gro Harlem Brundtland; y al ex jefe de las guerrillas del IRA irlandés, Gerry Adams.  Los voceros de ETA, que se siguen considerando a sí mismos la “organización socialista revolucionaria vasca de liberación universal” y siguen saludando con el puño izquierdo en alto, comenzaron en ese mismo momento con la reescritura de su historia, de cara al futuro. Será muy difícil asumir que han sido unos asesinos que mataron a sangre fría a civiles desarmados; que plantaron la “kale borroka” (la violencia juvenil callejera) para amedrentar al ciudadano de a pie; y que extorsionaron con secuestros y con la amenaza del terror a cientos de comerciantes y pequeños empresarios. En su lugar, la parafernalia “socialista” del puño en alto, las rimbombantes apelaciones a la libertad y a la opresión de los pueblos, presagia el inicio de la construcción discursiva del mito de los héroes patrióticos. Por eso el “cese de las armas” se hace ante los intermediarios internacionales, para no admitir que ha sido el tesón y la resistencia social vasca la que terminó acorralándolos y quitándoles los últimos rastros de legitimidad, aquella que habían acumulado al oponerse con la fuerza a la dictadura del general Franco, y que se negaron a abandonar cuando las condiciones políticas cambiaron y el período dictatorial fue reemplazado por una democracia plena, con todas las libertades aseguradas.

“DE PIEDRA BLINDADA”

Abriendo ese debate amplio sobre la plena vigencia de los derechos humanos en Euskadi tras la desaparición final de ETA, habrá que reconocer que esta victoria de la sociedad civil (esos “vascos de piedra blindada” a los que cantó Miguel Hernández) sobre los violentos, contó también con el apoyo de un sector de la izquierda “abertzale”, que progresivamente se fue separando del apoyo a los etarras y adoptando un camino de inclusión en las instancias democráticas autonómicas y estatales.

Sería inconducente negar que ETA sobrevivió tantas décadas sin un respaldo social; minoritario tal vez, pero real. Entonces el rol de esos “abertzales” de la izquierda independentista será a partir de ahora conciliar el núcleo duro de su discurso separatista, con el respeto a las conductas y las vías representativas y democráticas. No alcanzará con apoyar el fin del tiro en la nuca, deberán también garantizar el pluralismo electoral y, cuando sea el caso, resignarse a la voluntad decidida por las mayorías. Y este compromiso de los sectores independentistas con las reglas del juego democrático será especialmente crítico a partir del mes que viene, con el más que probable regreso del derechista Partido Popular al Palacio de la Moncloa.

La performance electoral de las agrupaciones de la izquierda “abertzale” (las coaliciones de Bildu y de Amaiur) que se desmarcaron de ETA en las últimas elecciones municipales, tanto en el País Vasco como en Navarra, siguen mostrando que hay una quinta parte de la población vasca que continúa apoyando la histórica reivindicación del país propio. Pero la Constitución española de 1978 reconoce la posibilidad de plantear cualquier reforma legal, incluyendo las mociones de independencia de una parte del territorio, si se tienen los votos suficientes.

ETA había perdido todas las batallas. El cese final de la violencia no ha sido una concesión graciosa de su parte, sino una victoria democrática de los grandes colectivos sociales. Si los vascos quieren realmente independizarse de España, sólo tienen que plantearlo, en un entorno de libertad de expresión y participación, y decidirlo por mayoría.

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[ Hoy Día Córdoba – Periscopio  – Magazine – viernes 28 de octubre de 2011 ] 

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Proclaman a Libia “liberada” (24 10 11)

Los insurgentes dan por terminada la revuelta y el régimen de Khaddafi. Las Naciones Unidas reclaman una investigación sobre la muerte del ex mandatario. Saif al Islam, el hijo del dictador, permanece prófugo. Dudas sobre la institucionalización del nuevo Estado.  

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A pesar de las atroces imágenes de fotografías y videos capturados con teléfonos celulares, que registran los últimos momentos de vida del ex mandatario libio Muhammar el Khaddafi, su desaparición física ha provocado la instalación de un auténtico clima festivo en la capital del país, y la declaración de la “liberación” por parte de los sublevados del Consejo Nacional de Transición (CNT), que dieron por definitivamente concluido el régimen político instalado por el coronel Khaddafi y vigente durante 42 años en el país norafricano.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) reclamó al gobierno provisional del CNT la apertura de una investigación para deslindar responsabilidades en la muerte del ex mandatario, ya que a partir de las imágenes suministradas por la cadena noticiosa qatarí Al Jazeera, se difundieron por el mundo entero los videos donde puede verse la captura de Muhammar el Khaddafi, luego de que un bombardeo de la Alianza Atlántica (OTAN) desarticulara el convoy militar con el que intentaba huir de Sirte, y fuera apresado por milicianos rebeldes.

En ellas el depuesto autócrata se ve confundido y tironeado por su captores, pero vivo y sin heridas. Pocos minutos después, otras imágenes muestran su cadáver, con agujeros de bala en la cabeza y en las piernas.

El primer ministro saliente del CNT, Mahmmoud Yibril, sostuvo ayer que tras la autopsia realizada al cuerpo del ex mandatario –que está depositado en un frigorífico comercial en Misrata- se constató el fallecimiento por un disparo a quemarropa en el cráneo, aunque aseguró desconocer la procedencia de la bala, y aventuró que “pudo haber sido disparada por sus propios simpatizantes” cuando era trasladado a un hospital.

Sin embargo, otros videos que circularon por Internet muestran al coronel agonizando, con la cabeza sangrante, arrastrado por milicianos rebeldes que le quitan la ropa y el calzado.

Uno de los hijos del ex mandatario, Mustassin, también fue apresado vivo, según puede verse en fotografías publicadas en la prensa internacional, y ejecutado posteriormente.

El otro hijo del coronel, Saif al Islam, que había sido escogido como heredero del régimen, puede estar herido pero sigue prófugo, escondido en algún lugar, desde donde llamó en la víspera a continuar resistiendo. “Váyanse al infierno, las ratas y la OTAN”, dijo en un mensaje de audio difundido por el canal Al Arabiya. Todos los demás miembros de la familia del ex mandatario han partido hacia el exilio.

El presidente norteamericano, Barack Obama, saludó la “proclama histórica de liberación”, e instó a una “transición política hacia elecciones libres y justas”.

Aunque las palabras de ministro saliente del CNT abrieron algunas dudas sobre el posible rumbo teocrático del nuevo Estado.

Yalil aseguró que el Islam será el pilar de Libia, “el derecho islámico será la base del orden legal, una ley que contradiga el derecho islámico será absolutamente nula”, ratificó.

El ocaso de los Khaddafa

El depuesto y ajusticiado ex mandatario libio, Muhammar el Khaddafi, siempre mantuvo a su familia implicada en el rumbo político del régimen que fundó y comandó durante más de 40 años.

En sentido amplio, la familia a la que pertenecía, los Khaddafa, era su respaldo en el sistema tribal beduino todavía preponderante en la región.

Y en su núcleo cercano, sus hijos compartieron el poder y también han compartido su suerte.

Algunos de los vástagos y nietos murieron en bombardeos, al inicio de la sublevación rebelde, y otros –como Mutassin- fueron acribillados junto con el ex mandatario.

Ahora, los Khaddafa han nombrado al primogénito, Saif al Islam, el último que permanece en Libia, como nuevo jefe de la tribu y sucesor de Muhammar, según informó ayer el sitio web del diario árabe Al Sharq al Awsat.

Por su parte, Interpol pidió al hijo de Khaddafi que se entregue, a fin de poder ser procesado por la Corte Penal Internacional de La Haya.

La OTAN se retira el 31

La reunión de embajadores de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el conjunto de defensa de los ejércitos occidentales que ha sido clave en el derrocamiento del régimen libio, confirmó este fin de semana que la misión en el país norafricano concluirá el próximo 31 de octubre.

La cumbre de representantes de la Alianza, en la capital administrativa de la Unión Europea, evaluó el informe del mando militar y la situación de los civiles, tras la caída de Sirte y la muerte del ex dictador, y sostuvo que no existen más motivos para prolongar la operación “Protector Unificado”, que comenzó hace siete meses por mandato de la ONU.

El secretario de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, sostuvo al final de la cumbre que será “un cierre nítido de la operación, porque no tenemos intención de mantener fuerzas en la región”.

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La vuelta de Shalit

La vuelta de Shalit

por Nelson Gustavo Specchia

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Entre la poblada agenda internacional que llenó esta semana, la noticia del intercambio de prisioneros entre el Estado de Israel y las milicias islamistas palestinas de Hamas consiguió un fugaz protagonismo, hasta que apenas unas horas más tarde la captura y muerte del ex dictador libio –con su carga morbosa de fotos y videos ensangrentados- y la claudicación final de las guerrillas separatistas vascas de ETA renunciando definitivamente a las armas, empujaran la novedad de la vuelta a casa del soldado Gilad Shalit, a cambio de la salida de las prisiones israelíes de más de 1.000 presos políticos, de las letras grandes de los titulares de prensa hacia las páginas interiores. Pero esa pieza de relojería diplomática articulada en Oriente Medio merece una mirada atenta, y un análisis un tanto más cauteloso que la pasada rápida sobre las portadas de los periódicos, en medio de la vorágine internacional. Por varias razones: porque Shalit era –lo sigue siendo- un símbolo gravitacional para ambas partes del más viejo contencioso político de Oriente próximo; porque aún no queda claro si se ha tratado de un episodio más, como otros tantos, en ese antiguo tira y afloje de presiones y concesiones entre enemigos obligados a la vecindad; o porque, en una lectura más optimista, puede estar mostrando un cambio en la disposición de las piezas para encauzar una salida al laberinto árabe-israelí.

CÁMARA DETENIDA

En esa estrecha lengua de tierra bañada por las últimas aguas orientales del Mediterráneo, nadie baja los brazos ni la mirada. Todo es tensión, permanentemente. Cuando el viajero llega a Tel Aviv, se encuentra con una ciudad occidental, casi europea, donde es difícil encontrar huellas del más profundo conflicto ideológico, comunitario, político, religioso y estratégico de la región. Sin embargo, apenas se deja la ciudad capital, la tensión comienza a palparse en las expresiones, en las actitudes, y en todos los rostros, se cubran la cabeza con el pañuelo de la “kafiya” o el gorrito de la “kipá”. El martes de esta semana se vivió, a uno y otro lado de esa frontera imaginaria y brutalmente real que separa a árabes de israelíes un día de fiesta, y este dato no es, para nada, una cuestión menor. Generar actos que descompriman la tensión permanente con que se afronta la cotidianidad puede ser una de las políticas públicas más inteligentes, en aras de la creación de condiciones anímicas de entendimiento.

Y fue una fiesta aprovechada por todo el gobierno conservador de Benjamín –Bibi- Netanyahu, la prensa israelí, los colonos, el Ejército –la institución básica de la supervivencia judía- y las familias de los soldados. En Israel el servicio militar es obligatorio para todo ciudadano, independientemente de su sexo o condición, y dura tres largos años (en el caso de las mujeres, dos); y para el Ejército es innegociable el principio de no dejar a un solo soldado atrás: lo necesita para garantizar ese largo servicio militar y la lealtad de los conscriptos, que saben que serán rescatados a cualquier precio. Inclusive las familias que tienen un solo hijo, deben firmar un documento que autoriza a la fuerza armada a trasladar a su vástago a zonas de combate. En ese entorno, el abrazo del soldado Gilad Shalit con su padre, Noam, fue la primera imagen de la atípica jornada. La cámara volvería a detenerse para retratar, del otro lado del muro, la llegada de los colectivos con los presos liberados (477 en esta primera etapa, a los que seguirán otros 550 en unas semanas) a tierra palestina.

Han sido tantos los años de luchas y de negociaciones, de progresos y retrocesos, que aquel clima de tirantez y sospecha al que me refería recién, también ha teñido todo proceso de diálogo entre ambas partes. Por eso nadie informó de que se estaban desarrollando tratativas para el canje, toda la negociación se mantuvo en una estricta reserva de secreto de Estado, y los buenos oficios desplegados por las diplomacias de Alemania y de Egipto –terceras partes involucradas en el intercambio- respetaron ese modus operandi. Por eso el anuncio fue sorpresivo, y contribuyó a la fiesta. Con las primeras luces del alba del martes 18 de octubre, desde algún lugar de Gaza salió un coche 4×4, rodeado de docenas de milicianos armados hasta los dientes y cubiertos de pasamontañas y pañuelos, que sólo dejaban al descubierto las pupilas negras. Ese contingente se acercó al paso fronterizo de Rafah, y del 4×4 salió un delgadísimo muchacho de 25 años, tras pasar una quinta parte de su vida como rehén de las guerrillas islamistas palestinas. Ojeroso y con aspecto de cansado, los mediadores egipcios sin embargo lo encontraron bien, sano y cuidado, y hasta lo expusieron a las cámaras de televisión para un primer reportaje, antes de que los servicios de inteligencia israelí, el Mossad, lo entrevistaran. Shalit dijo a las cámaras de la TV Nilo que lo habían tratado bien, y manifestó su confianza en que el canje de prisioneros (deseó inclusive que todos los presos palestinos fueran liberados) ayudara a alcanzar la paz. Después, el joven fue conducido por los mediadores egipcios al paso fronterizo de Kerem Shalom y entregado al Ejército israelí, quién se apresuró a volver a vestirlo con el uniforme marrón y a colgarle sus novísimas charreteras de sargento. Luego de la entrevista, ahora sí, con el Mossad, lo embarcaron en un helicóptero, y en la base militar de Tel Hof, cerca de Tel Aviv, lo recibió el primer ministro, y la cámara se detuvo con el esperado abrazo a su padre. Desde ahí todo fue fiesta, aunque discreta.

Sin ningún tipo de contención, en cambio, hacia el mediodía el parque central de Gaza rebosaba de gritos, música, las banderas verdes de Hamas, y unas 200.000 personas que habían llegado desde los rincones más remotos de la Franja, para recibir a los liberados, como auténticos héroes. Ismail Haniya, líder de los islamistas y gobernante de facto de Gaza, abrazó uno a uno a los liberados. Faltaban algunos: los que fueron conducidos a Cisjordania directamente, y aquellos a los que se obligó al exilio. Pero nada detuvo la fiesta, porque aquí era fiesta y era victoria.

Porque, si bien los líderes de Hamas –incluyendo al propio Haniya- sostuvieron que la alegría era la de todos los palestinos, objetivamente hay que acordar que la victoria de los islamistas conlleva el relativo fracaso de la vía negociadora impulsada por Al Fatah, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y, en última instancia, por el primer ministro Mahmmoud Abbas. Inclusive tiendo a pensar que la ocasión elegida por Netanyahu para acceder al canje tiene que ver con el gambito diplomático de Abbas, de presentar el pedido del reconocimiento del Estado Palestino a las Naciones Unidas. El canje de 1 por 1.000 puede venir a reforzar la apreciación, entre los árabes, de que la burocracia de la Autoridad Palestina, con sus planes de negociación que nunca llegan a ningún puerto y que ni siquiera logran detener la colonización judía en los territorios ocupados, en menos eficiente que las vías que propugna Hamas, aunque éstas impliquen violencia y rotundo desconocimiento a la potencia ocupante.

LOS DILEMAS DE BIBI

Netanyahu ha tomado esta decisión en un entorno crítico. Una parte de su gobierno (el canciller Avigdor Lieberman; la derecha del Likud; y los partidos religiosos ortodoxos) se negaba rotundamente a ningún acuerdo con el enemigo. Pero, como ex soldado, conoce la ley no escrita de que el Ejército no deja a nadie atrás, ni siquiera a los cadáveres; y que un golpe militar de comandos judíos en Gaza para rescatar a Gilad estaba fuera de las posibilidades actuales (Bibi tiene, por cierto, un hermano muerto en una operación de rescate en Entebbe, Uganda, en 1976).

Además, el abrumador respaldo de países del mundo a la solicitud palestina de reconocimiento por la ONU ha extremado la soledad de Israel. Bibi dice públicamente que está dispuesto a retomar las negociaciones con Mahmmoud Abbas, pero al mismo tiempo le quita legitimidad al sostener que no representa a todos los palestinos. En este sentido, el fortalecimiento de Hamas termina beneficiando indirectamente al gobierno de Tel Aviv, porque aumenta la debilidad de Al Fatah en la interna árabe.

Por otra parte, en los más de mil liberados, se sueltan presos políticos pero también terroristas, con varias condenas en firme por sangrientos atentados contra civiles, que podrían volver a las armas.

Finalmente, ha terminado accediendo al canje, porque la ausencia del soldado Gilad Shalit era un símbolo más gravoso para la conciencia colectiva israelí que la liberación de los prisioneros palestinos. Pero esa decisión puede convertirse en un aliento a nuevos secuestros de soldados: ya el martes se pedía, en Gaza, “queremos más Shalits”. A lo que Bibi respondía: “seguiremos luchando contra el terrorismo”.

En definitiva, una jornada de relajación de tensiones y de fiesta, pero nada que ver con la verdadera búsqueda de la paz.

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La larga sombra de Lula (16 10 11)

La larga sombra de Lula

El libro «Desde abajo. Construcciones y discusiones en Brasil después de Lula» analiza la influencia del ex presidente como transformador de la realidad política y social de su país.

Por Nelson Gustavo Specchia

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Brasil ha logrado una posición relativa de incidencia internacional que no deja de sorprender en el análisis global. La apertura de la Asamblea General de las Naciones Unidas, por primera vez en la historia del máximo órga­no multilateral a cargo de una mujer, 
con el discurso de la presidenta Dil­ma Rousseff, viene a expresar esa posi­ción de preeminencia en el concierto mundial.

Ese nuevo estatus del gigante suda­mericano tiene una marca de fábrica: las transformaciones diseñadas por Luiz Inácio Lula da Silva.

La experiencia política de Lula, y su impronta personal en la transformación brasilera, constituyen un evento sui generis para la historia y los modos políticos de América latina. Desde la revolucionaria llegada al poder de un obrero metalúrgico apenas alfabetizado; pasando por la reconversión del movimiento gremial del Partido de los Trabajadores en oficialismo de masas; hasta las reformas estructurales que consiguieron sacar de la miseria a 28 millones de personas, ampliar la clase media con 36 millones de nuevos miembros, y extender el mercado de trabajo con la creación de más de 15 millones de nuevos puestos laborales, fueron elementos constitutivos de una metodología novedosa, arriesgada y tremendamente eficaz.

Presencia global. En simultáneo, esa acción desarrollista y distributiva en el ámbito interno, se acompañaba con una presencia cada vez más importante en el ámbito internacional.

El protagonismo del Bric (con Rusia, India y China); el Ibsa (con India y Sudáfrica); el relanzamiento del Mercosur a partir de una nueva relación con Néstor Kirchner, con quien también ideó la Unasur; la incidencia en el G-20; el nuevo marco de las relaciones Sur-Sur; o las intenciones mediadoras junto al turco Recep Tayyip Erdogan ante al contencioso nuclear iraní de Mahmud Ahmadinejad, mostraron las intenciones de Lula de colocar a Brasil entre quienes tienen la capacidad y la responsabilidad de intervenir activamente en las nuevas concepciones del regionalismo abierto y del derecho internacional humanitario de nuestra generación.

Estas dimensiones, en un conjunto variado de temas, integran el libro Desde abajo. Construcciones y discusiones en Brasil después de Lula , que la Editorial de la Universidad Católica de Córdoba (Educc) acaba de sacar a las librerías de la ciudad esta semana.

En los ensayos que integran el volumen, producto de las investigaciones del Observatorio de la Sociedad Internacional (Ovasi) que dirigimos en la facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, intentamos dar cuenta de los condicionantes que hubieron de modificarse para permitir la llegada de Lula a la cúspide del poder en Brasilia; de las maneras en que fue armando –y ensayando– una estrategia de cambio que mantuviera los consensos, provocaran auténticas modificaciones en la arquitectura social, pero no desequilibrara el juego institucional y representativo.

Árbitro regional. Asimismo, intentamos alguna proyección de esa experiencia tanto en el ámbito regional latinoamericano como 
en el propio futuro del líder brasileño. Porque la relevancia de Brasil no estará limitada, en América latina, al papel de locomotora económica del Mercosur, como muchos suponen.

Como quedó evidenciado en la reu­nión cumbre de Bariloche, convocada por Cristina Fernández para poner paños fríos a la cuestionada iniciativa colombiana de facilitar el uso exclusivo de sus bases militares a Estados Unidos; o en la intervención ante las regiones separatistas del Beni boliviano, Brasil asume progresivamente el rol de árbitro regional.

Un árbitro pacífico, claro. Pero no por ello Lula dejó de adquirir el mayor poder de armamento provisto a sus fuerzas militares desde la Segunda Guerra Mundial. Armas, helicópteros, aviones de última generación y hasta submarinos nucleares, porque una potencia política y económica está obligada a respaldar con capacidad disuasoria sus intenciones de liderazgo y de arbitraje regional.

Dedicamos también algunos capítulos de nuestro libro a la proyección de la persona del propio Lula, porque el ex presidente ha tenido demasiado cuidado al elegir la ubicación desde la que vive este nuevo período: ni en el primer plano, que obstaculizaría el normal desempeño del ejecutivo de “Dilminha”, su discípula y heredera; pero tampoco en el ostracismo.

Está ahí. Lula está ahí, rondando. No aparecen fotos suyas en las portadas de los diarios, pero es consultado tanto por los funcionarios superiores del gobierno como por los líderes del Partido de los Trabajadores.

A Dilma Rousseff no le tiembla el pulso para echar a “lulistas” importantes de su gobierno, como los ya ex ministros Antonio Palocci, por pre­sunto enriquecimiento ilícito; Alfredo Nascimento, por corrupción; y hasta al mismísimo Nelson Jobin, por contradecirla en público. Los tres, dirigentes del riñón de Lula.

Pero la independencia de criterio de la presidenta respecto de su mentor no parece ser un obstáculo para que la presencia de Lula siga allí, plenamente vigente, mostrando su capacidad y predisposición para volver al centro de la escena en cualquier momento.

No creo que falte mucho tiempo antes de que volvamos a escuchar análisis sobre una eventual nueva candidatura presidencial de Luiz Inácio da Silva, ese Midas que logró convertir en popularidad casi todo lo que tocaba.

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* Profesor Titular de Política Internacional, Universidad Católica de Córdoba.

El libro

Desde abajo. Construcciones y discusiones en Brasil después
de Lula.

Nelson Gustavo Specchia (Ed.), et. al.
278 páginas.
Editorial de la Universidad Católica de Córdoba – Educc
Córdoba
2011.

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Obama manda al Pentágono a Tel Aviv (04 10 11)

Washington envía a Leon Panetta a presionar a Bibi Netanyahu

El jefe del Pentágono intenta evitar el aislamiento internacional de Israel

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Luego de la primera muestra de disidencia interna dentro de la élite gobernante en Israel durante la semana pasada, cuando el líder laborista Shimon Peres admitiera abiertamente que Mahmmoud Abbás es el mejor interlocutor con que ha contado nunca el Estado judío para negociar una paz realista, ayer se sumó a esa tendencia el ministro de Defensa del gabinete de Benjamín Netanyahu.

Ehud Barak tiene a su cargo el control de todas las fuerzas militares israelíes, e integra desde la socialdemocracia el gobierno de coalición de Netanyahu, mayoritariamente controlado por partidos conservadores, de derecha y del integrismo religioso.

En el pasado, el mismo Barak –ejerciendo de primer ministro- estuvo muy cerca de alcanzar un acuerdo con los palestinos, en un proceso negociador auspiciado por el entonces presidente norteamericano Bill Clinton, y ayer sostuvo que su país debe “mejorar las relaciones” con la comunidad árabe, para “encontrar una forma de relanzar las conversaciones”; una postura muy cercana a la expresada por Peres.

Las declaraciones del ministro de Defensa, en todo caso, aparecen un día después de que Estados Unidos hiciera público un comunicado, advirtiendo a su principal aliado en Medio Oriente sobre el creciente “aislamiento” hacia el que está derivando, como producto de su inconsulta y agresiva política exterior.

El Departamento de Estado norteamericano quedó descolocado tras apostar en las Naciones Unidas por la reanudación de conversaciones directas entre ambas partes, y de que unas horas después del discurso del presidente Barack Obama ante la Asamblea General, el ejecutivo de Netanyahu anunciara la construcción de 1.100 nuevas viviendas para judíos en la zona ocupada de Jerusalén Este.

Una decisión a todas luces orientada a torpedear cualquier tipo de acuerdo, ya que el retiro del ejército israelí de Jerusalén oriental es un punto no negociable para los palestinos. La presión de Washington se hizo sentir a máximo nivel, con el envío de jefe del Pentágono, Leon Panetta, a Tel Aviv.

Panetta, además de trasmitir el mensaje de Obama, volvió a remarcar que deben evitarse todo tipo de “acciones provocativas”, antes de trasladarse a dialogar con Mahmmoud Abbas en Ramallah.

Tensión en los territorios

A pesar de los múltiples llamados a la concordia y a no generar acciones de provocación, la revitalización de la cuestión palestina tras el petitorio de reconocimiento de su Estado ante la Asamblea General de la ONU tensa cada día la convivencia, especialmente en las áreas de contacto entre ambas comunidades.

En la víspera, una marcha en apoyo a huelgistas palestinos presos en Israel volvió a poner en alerta a las fuerzas de seguridad de la potencia ocupante.

Cientos de personas se manifestaron, tanto en Cisjordania como en la Franja de Gaza, en solidaridad con presos árabes alojados en cárceles israelíes, que ayer cumplían el séptimo día de huelga de hambre.

La movilización fue convocada por el Comité Palestino en Defensa de los Prisioneros y otras organizaciones no gubernamentales, que pidieron al secretario general de las Naciones Unidas, Ban ki Moon, que la organización multilateral intervenga, colocando a las cárceles judías bajo supervisión de una misión humanitaria.

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Los palestinos ya festejan la llegada de la “primavera árabe” (29 09 11)

Extreman cuidados para evitar enfrentamientos en la zona oriental de Jerusalén

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Después de un largo período de inactividad, signada por el desacuerdo entre las dos principales facciones palestinas (Al Fatah, que controla Cisjordania, y los islamistas de Hamas, que dominan de facto la Franja de Gaza), la comunidad árabe vive un nuevo tiempo de expectativas desde que las Naciones Unidas tuvieron que admitir a trámite el reconocimiento de un Estado soberano en sus territorios.

El comienzo de las sesiones del comité de encargado de nuevas admisiones, esta semana, avizoró sin embargo un trámite largo y engorroso, y con pocas esperanzas de una resolución positiva, dada la decisión de la Casa Blanca de oponerse a la vía del reconocimiento multilateral.

Sin embargo, con el anuncio del gobierno de Benjamín Netanyahu, también durante esta semana, de ampliar la construcción de 1.100 nuevas viviendas para judíos en los territorios ocupados en 1967 del sector oriental de Jerusalén, el camino de reapertura de negociaciones bilaterales al que apostaba la diplomacia estadounidense sufrió un duro revés.

Tanto el vocero del presidente Barack Obama, como la propia secretaria de Estado, Hillary Clinton, tuvieron que salir a censurar la decisión del gobierno de Tel Aviv. Rusia, China, la Unión Europea y otros numerosos países y organizaciones internacionales se sumaron a las críticas a Israel.

En la víspera, en una sesión especial, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que declara que el pueblo palestino tiene el “legítimo derecho de crear un Estado independiente”, en un documento aprobado por unanimidad por los miembros del cuerpo parlamentario continental.

En Ramallah, sede del gobierno provisorio de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), siguen los festejos por el protagonismo internacional recuperado. Los voceros del premier Mahmmoud Abbas evaluaron que la nueva coyuntura en los territorios participa de la denominada “primeva árabe”, el conjunto de modificaciones estructurales que sacude al Norte de África y a Medio Oriente desde principios de año.

Desde el ejecutivo de Abbas, inclusive, no se descarta que pueda forzarse a un cambio del voto norteamericano. Ya ocho países integrantes del cuerpo han decidido votar a favor del Estado Palestino, según informó el ministro de Exteriores Riyad al Malki, entre los que se cuentan Líbano, Rusia, China, India, Sudáfrica y Brasil.

Con nueve votos la petición sería aprobada, aunque con posterioridad los Estados Unidos podrían ejercer su poder de veto para frenarla.

Negociaciones problemáticas

La decisión del presidente Barack Obama de relanzar las negociaciones bilaterales entre israelíes y palestinos está siendo motorizada por el denominado “cuarteto”, integrado por la diplomacia norteamericana, rusa, de la Unión Europea, y de las Naciones Unidas, y cuya figura visible es el ex primer ministro laborista británico Tony Blair.

El “cuarteto” ha invitado a reabrir las rondas de diálogo, haciendo caso omiso al nuevo plan de construcción de viviendas para judíos en los territorios ocupados de Jerusalén.

Ayer, tras una reunión de su directiva en Ramallah, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) rechazó volver a ningún tipo de negociaciones mientras Israel siga construyendo en los asentamientos. Y se preguntó cómo la propuesta del “cuarteto” propone comenzar a negociar sobre los límites de 1967, mientras el Estado de Israel sigue construyendo activamente traspasando esos límites.

Así, las nuevas negociaciones aparecen como una vía muerta aún antes de haber logrado comenzar.

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¿Cómo parar el Estado Palestino? (29 09 11)

Las Naciones Unidas comienzan a tratar el pedido palestino

Rusia y China se suman a las críticas a Israel por entorpecer el proceso de paz

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Mientras la iniciativa del premier palestino Mahmmoud Abbas frente a las Naciones Unidas sigue cosechando adherentes, la ampliación de 1.100 viviendas para judíos en la zona árabe de Jerusalén Este anunciada esta semana por el gobierno israelí de Benjamín Netanyahu está poniendo en aprietos a su principal valedor, el presidente Barack Obama.

Desde Washington, Obama hizo saber, a través de su portavoz, que se sentía “profundamente decepcionado” por la decisión de la administración conservadora de Netanyahu; mientras que la jefa de la diplomacia estadounidense, Hillary Clinton, tuveo ayer que improvisar un llamado a frenar la agresividad de los colonos israelíes, que podrían empeorar aún más el panorama, poniendo en evidencia que la vía apoyada por el Departamento de Estado no tiene demasiadas posibilidades de prosperar, debido a la inflexible postura de la derecha judía.

“Urgimos a evitar cualquier movimiento en las cercanías de Jerusalén que puedan considerase provocativos”, pidió Clinton en la víspera, dirigiéndose a ambas partes, aunque las excavadoras israelíes ya trabajan en el barrio de Gilo, en el corazón de la Jerusalén árabe.

Por su parte, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidos comenzó ayer, siguiendo los procedimientos internos del órgano multilateral, a considera la petición de presentada por Mahmmoud Abbas ante la Asamblea General.

A pesar de los varios intentos de los enviados norteamericanos para que depusiera de su solicitud, la presentación formal de la carta al secretario general, Ban ki Moon, obliga a las comisiones de la organización internacional a abocarse a su tratamiento.

El Comité de Nuevas Admisiones, que incluye a los 15 miembros del Consejo, celebrará hoy su primera sesión con el petitorio palestino en el orden del día.

El proceso de revisión de una candidatura para lograr el estatus de Estado miembro suele extenderse por unos 35 días, pero diversos analistas aseguraron que, en este caso y dada la determinante presión estadounidense, ese periodo puede alargarse casi indefinidamente.

Aún así, el éxito diplomático para los palestinos ya se ha dado, especialmente por la abrumadora mayoría de países del mundo que respaldaron la solicitud.

Así, el jefe de la delegación de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ante la ONU, Riyad Mansour, dijo ayer que los pasos formales están asegurados, y que si la decisión política de la potencia hegemónica presiona para que esos pasos no den resultados, deberá hacerse cargo también del costo político; “el proceso avanza paso a paso y esperamos que el Consejo de Seguridad cargue con su responsabilidad”, sostuvo Mansour.

Israel cada vez más solo

El claro respaldo norteamericano a Tel Aviv comienza a ser el único baluarte con que cuenta el Estado judío. Ayer, Rusia y China, dos potencias emergentes con una importancia determinante en la fijación de políticas globales (y ambos miembros permanentes del Consejo de Seguridad), criticaron abiertamente la expansión de asentamientos israelíes los territorios ocupados desde 1967.

El Departamento de Estado norteamericano no pudo dejar de expresar su “decepción” por la nueva medida, que afecta directamente la posibilidad de una reanudación de las conversaciones de paz entre ambas comunidades; y también la representante de la Unión Europea emitió un comunicado crítico.

“Es de especial preocupación que decisiones sobre un asunto tan delicado se tomen durante este período crucial”, sostuvo la Cancillería rusa, mientras sus homólogos chinos expresaron su “oposición” a la decisión de Israel.

Las condenas en los países árabes fueron homogéneas y contundentes.

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