Archivo mensual: septiembre 2007

Al Qaeda: una red adaptable (18 09 07)

Publicado en «Hoy Día Córdoba»  –  (18 de septiembre, 2007)

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AL QAEDA

UNA RED ADAPTABLE

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por Nelson Gustavo Specchia

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Por estos días de septiembre, la prensa y los análisis políticos internacionales se han ocupado largamente de recordar los ataques a las Torres Gemelas, en Nueva York, que se constituyeron en la gran puerta de entrada del terrorismo de base islamista en la escena mundial. Desde el 11 de septiembre de 2001, están indisociablemente vinculadas a este trágico suceso las figuras de Osama bin Laden, y del movimiento –ignoto hasta entonces- que surge de su inspiración, Al Qaeda. Más allá del recuerdo doloroso de los ataques a los Estados Unidos, la naturaleza y los alcances de la organización de Bin Laden, y el rol que ella viene ocupando en la construcción y el desarrollo de un movimiento yihadista internacional, están aún en discusión.

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La reacción de los Estados Unidos al ataque terrorista en su suelo fue la intervención militar contra el régimen talibán de Afganistán, (a quienes había apoyado en el pasado, contra la ocupación soviética), y la persecución de los dirigentes del radicalismo islámico en prácticamente todos los países del mundo árabe. Se calcula que casi dos tercios de la antigua cúpula de Al Qaeda han sido desarticulados, pero la organización ha conseguido resistir el embate militar de tácticas tradicionales, adaptando y regenerando su estructura para mantener la capacidad ofensiva, e incluso aumentarla.

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En cuanto a los máximos dirigentes, tanto Osama bin Laden (que acaba de aparecer en un nuevo video en internet, más viejo y demacrado, pero con la barba teñida de negro, y llamando a sus seguidores a no cejar en la lucha “contra el imperialismo”, al tiempo que invitando a los Estados Unidos a la conversión al islam), como su lugarteniente, Ayman al Zawahiri, siguen vivos y libres, inspirando –desde algún lugar de las montañas entre Afganistán y Pakistán- la continuación de la yihad global. Y en cuanto a la propia organización, ha adaptado su estructura, flexibilizándose, de manera tal de absorber en su entorno a una amplia variedad de células insurgentes de prácticamente todo el abanico del radicalismo islámico. Con grupos afiliados ha acrecentado su presencia en Indonesia, en el Golfo Pérsico, en Oriente Próximo, en África subsahariana, y en el Magreb. Y, mediante redes de base, en el corazón de Europa: España, Gran Bretaña, Holanda, Alemania.

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Por otro lado, la ofensiva de los Estados Unidos –con participación de fuerzas aliadas de la OTAN- en Afganistán, y la instalación de un gobierno afín a Occidente, débil y poco representativo, no ha terminado con la presencia tabilán. Por el contrario: la incapacidad del gobierno instalado para controlar a las regiones tribales lindantes con Pakistán, que se corresponde con la incapacidad del gobierno pakistaní del general Parvez Musharraf para hacer lo propio con esa zona fronteriza (Waziristán), ha permitido un rearme de los talibán afganos, con los cuales Al Qaeda ha logrado una renovación de su propia estructura, y de sus cuadros dirigentes.

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Este nuevo liderazgo, del que se conoce muy poco a nivel público, rondaría los 30 años, se habría formado en las “madrazas” (escuelas coránicas) de Waziristán, protegidos por las tribus locales, y con experiencia militar (en Afganistán y en Chechenia). El origen de este nuevo liderazgo también se ha ampliado: mientras que en el 2001 la conducción de Al Qaeda provenía principalmente de Arabia Saudí (país de Bin Laden) y de Egipto, los jóvenes dirigentes parecen haber llegado del vecino Pakistán, del Irak ocupado, y de los países musulmanes del norte de África. El grueso de este nuevo núcleo de conducción proviene de las milicias entrenadas por los talibán antes de la intervención norteamericana. Se calcula que setenta mil yihadistas recibieron instrucción militar en las madrazas Deobandi por entonces.

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Básicamente, los analistas coinciden en que la “nueva” Al Qaeda se está regenerando en torno a tres modalidades operativas: 1) la estructura global, con agentes individuales dispersos por el mundo, encargados de constituir, organizar y dirigir células terroristas locales, ejecutando con ellas actos de agresión planificados por las máximas instancias de conducción; 2) organizaciones afiliadas, que mantienen la independencia de funcionamiento, pero que aspiran a que sus actos se encuadren en la estrategia general de la organización, al tiempo que recibir de ella financiamiento material para la ejecución; y 3) redes de base, sin relación orgánica con Al Qaeda, pero que adscriben a los objetivos mantenidos por la organización, y difundidos por ella mediante las redes de comunicación global de internet.

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Esta última modalidad operativa ha de ser la de mayor cuidado para Occidente en el corto plazo. No sólo apunta a la consolidación de una nueva generación de soldados yihadistas internacionales, sino que la organización propicie la formación espontánea de grupos pequeños, prácticamente independientes, no vinculados con formación doctrinaria en países árabes, no fichados por los servicios de inteligencia, nativos y educados en el propio sistema nacional, o bien integrantes de las masas de migrantes, y con capacidad para causar daños de grandes magnitudes con relativamente pocos fondos materiales de financiamiento, dan una idea del riesgo que la modalidad supone para la seguridad de los países declarados como objetivos estratégicos de Al Qaeda.

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Esta organización así reestructurada, no sólo ha logrado resistir al asedio militar de tácticas convencionales, sino que ha acrecentado su presencia en la escena política internacional, al lograr liderar cerca de veinte organizaciones de radicalismo islámico radicadas en los países musulmanes. Y desde el 11 de septiembre de hace seis años, los grupos afiliados a Al Qaeda se han atribuido la mayor parte de los ataques terroristas en todo el mundo. Tan sólo en un año, en 2006, se produjeron 14.338 atentados, que causaron, en suma, más de 20.000 muertos en todo el globo.

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Hoy, las redes yihadistas de Al Qaeda suponen la principal amenaza para la seguridad europea (solamente en Gran Bretaña, Scotland Yard ha desactivado más de treinta tentativas de atentados de grandes dimensiones, similares al que afectó a las redes de subterráneos). Y la extensión de la amenaza al resto de Occidente sólo es cuestión de tiempo. Frente a ello, la respuesta militar ya ha demostrado su poco éxito. Deben trabajarse, a nivel social, las causas de la desintegración de una parte importante de la población, la marginalidad, la exclusión, las fallas en el sistema de oportunidades, de acceso real a los sistemas de formación, de trabajo, y de promoción social. El conflicto que supone la yihad no es religioso, aunque así intente presentarse por la cúpula de Al Qaeda, sino de ideas y de convivencia en una sociedad plural. Ese debe ser el punto a trabajar.

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Profesor de Política Internacional, Universidad Católica de Córdoba.

Cuba, ¿una tansición «silenciosa»? (06 09 07)

Publicado en «Hoy Día Córdoba» – (6 de septiembre, 2007)

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CUBA: ¿UNA TRANSICIÓN “SILENCIOSA”?

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por Nelson Gustavo Specchia

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Profesor Titular de Política Internacional

Universidad Católica de Córdoba

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En abril pasado, me decía en La Habana una respetable y estimada poeta, símbolo de la cultura cubana contemporánea, en la minúscula habitación atiborrada que le sirve de domicilio: “No es tan importante que Fidel no aparezca en público para su cumpleaños. Pero para el aniversario de la revolución sí, ahí lo veremos. Si no aparece, no tengas duda: la transición habrá comenzado.”

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El 26 de julio se cumplieron cincuenta y cuatro años del asalto al Cuartel Moncada, cuando el propio Fidel y un grupo de jóvenes iniciaron la lucha armada que terminaría derrocando a la dictadura de Fulgencio Batista, e instalando la revolución socialista en la isla. El 26 de julio es un símbolo de la vida política cubana, el más importante, donde se expresa la capacidad de autonomía y la capacidad de resistencia del sistema, esos dos pilares de su independencia.

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Independencia no solamente de la antigua dictadura de los años ´50, sino, de manera especial, de la amenaza potencial y permanente de la intervención norteamericana. Por eso la liturgia política del régimen renueva su compromiso de mantener la revolución, cada 26 de julio, con la figura de Fidel presidiendo la escena y despachando esas andanadas verborrágicas de varias horas frente a un auditorio adoctrinado y militante. Hasta este año.

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Para estas fechas, en 2006, al terminar su discurso ritual de conmemoración del asalto al Cuartel Moncada, Fidel se sintió mal. Acababa de regresar a Cuba desde Argentina, donde había asistido a la Cumbre del Mercosur, con discursos maratónicos (uno en Córdoba) y visitas a la casa del Che Guevara, en Alta Gracia, entre un sinnúmero de actos de una agenda demasiado ajetreada para un hombre de ochenta años. Esa misma noche sufrió una hemorragia intestinal, fue trasladado en helicóptero desde Holguín –donde había presidido la liturgia del aniversario revolucionario- hasta La Habana, y operado de urgencia el día 27. No ha vuelto a aparecer en público hasta hoy. Tres días más tarde delegaba, con carácter “provisional”, el gobierno y el poder en el Jefe de las Fuerzas Armadas, su hermano Raúl.

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En los primeros tiempos, se remarcaban las características de provisionalidad de esta delegación de facultades, que sigue la línea de sucesión prevista en la constitución cubana, pero a medida que los períodos de tiempo se han ido estirando, aunque el carácter “provisional” no ha sido revocado, va quedando paulatinamente desplazado por la misma mecánica de los acontecimientos históricos. A pesar del hermético secretismo que rodea la enfermedad del Comandante, se ha sabido que las primeras intervenciones no tuvieron éxito, que durante meses fue alimentado por vía intravenosa, que hubo que realizar nuevas operaciones, un especialista español de renombre mundial fue llamado a la isla para que emitiera opinión, y hasta el propio Castro admitió que el proceso de su recuperación estaba resultando complejo.

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A pesar de las declaraciones optimistas del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, que durante algún tiempo pareció asumir el rol de vocero oficioso del líder cubano, fue extendiéndose la sensación general de que Fidel no volvería a asumir las funciones de gobierno. Quedaba saber si, a nivel simbólico, se mantendría como la figura tutelar de la revolución, permaneciendo como guía, como orientador, de la administración. En este caso, las posibilidades de acometer algún tipo de reformas estructurales hubieran sido minúsculas. Pero su ausencia en los actos de aniversario de la revolución, así como las palabras del presidente interino en esa fecha cargada de simbolismo, parecen confirmar aquellas palabras de mi apreciada poeta en su piso del barrio de Habana Centro: alguna transición ha comenzado. Lo que habría que analizar, entonces, es la profundidad y los alcances de esta transición sin ruido.

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El mensaje de Raúl Castro ese día podría dar material para varias investigaciones en ciencia política. Ratificó la revolución, esto es, la continuidad del Partido Comunista de Cuba como administrador excluyente de la vida política de la isla, para advertir, inmediatamente después, que esa ratificación del rumbo implicará asumir con valentía y creatividad los cambios económicos que sean necesarios.

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Seguramente con un ojo puesto en las transformaciones llevadas adelante por el Partido Comunista Chino, dijo que introducirá “cambios estructurales y de concepto” en la planificación nacional, especialmente en el sector industrial. Pero con otro ojo puesto en las penurias cotidianas de la escasez y del racionamiento, de las carencias en alimentación, en vivienda, en oportunidades laborales, en transporte y en elementales niveles de bienestar de la sociedad cubana, afirmó que los cambios en la producción de bienes, especialmente del sector agropecuario, serán profundos: se estimulará la productividad de los campesinos, muchos de los cuales trabajan las fincas de su propiedad. Estos cambios deberían conducir a aumentar la cantidad de productos destinados al mercado interno. Aunque Raúl Castro espera transformaciones integrales, también anuncia que serán graduales, “sin soluciones espectaculares.”

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Adoptando una postura realista, que ya se menciona como uno de sus rasgos de conducción diferenciadores, el presidente interino esbozó un plan de gobierno que se aleja de la ruptura con la conducción de su hermano Fidel (que algunos esperaban en los primeros momentos de alejamiento del líder histórico), pero que también reacomoda las modalidades del proceso, abriendo la perspectiva del cambio: “tenemos el deber –dijo- de transformar concepciones y métodos que fueron los apropiados en su momento, pero que han sido ya superados por la vida.”

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Estas transformaciones serán acompañadas de nuevos modos de relacionarse a nivel internacional. En este campo, Raúl Castro admitió que el gobierno planea incrementar la inversión extranjera en la isla, para terminar ofreciendo un “ramo de olivo” a la administración norteamericana. No a la actual, claro, que lo desecharía sin miramientos, sino a la que surja de las elecciones del año próximo, en que los demócratas se muestran tan confiados de volver a ocupar la Casa Blanca.

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Una transformación económica, de aumento de producción y mejora en la distribución, gradual y escalonada, con mayores márgenes de participación privada y de inversión extranjera. Pero manteniendo el timón estatal, el partido único, y el control. De apertura política y juego democrático, nada todavía. Una transición silenciosa, demasiado silenciosa.

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Universidad Católica de Córdoba.