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HISTORIA DE JOSE
NOTAS DE CAMPO
19 de marzo de 1991, martes
El encuentro del domingo último con José evidenció dos cosas importantes: en primer lugar, nuestro trabajo conjunto va adquiriendo una sistematización mayor que la lograda durante todos los meses de 1990, trabados en su mayoría por los acontecimientos familiares del propio José, que he dejado asentado en páginas anteriores de estas notas. En segundo lugar, el informante se está adaptando a lo que podríamos llamar cierta “rutina” de trabajo [CO: posiblemente tome nuestras conversaciones como algo parecido a una terapia, pero lo cierto es que le gusta]. El domingo, mientras estábamos todos con su familia en la mesa del comedor, fue él quien me preguntó: “y bueno, ¿vamos a grabar hoy o no…?”, lo que juzgo altamente positivo para el desarrollo posterior, especialmente cuando se acercan temas álgidos de su vida más “contemporánea”. [CO: aprovechar esta veta de interés alto de José debería traducirse en impedir “bolsones” temporales entre entrevista y entrevista, aumentando sólo un poco la frecuencia de las mismas, y simultáneamente, preparar los cuestionarios verbales de conducción al entrevistado haciendo mayor incapié en los objetivos que van emergiendo de la investigación.]
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Llegué la casa de José a las 16:30 hs, y todos estaban acostados aun, pero mi llegada no fue inoportuna por eso. Estuve con la mujer de José y la nieta menor, que estaba con ellos. Al poco rato llegó M. G., cuando José aun estaba bañándose. A. M. bajó de su habitación [CO: ya no duerme en el living, ha vuelto al segundo piso de la casa, su situación física mejora y se reincorporó al trabajo la semana entrante, para beneficio –me parece- de todos los miembros de la familia] al poco rato. Tomamos mate con M. G. y ellos hasta que José me preguntó si realizaríamos la entrevista correspondiente a ese día, lo que acepté de inmediato, y nos trasladamos los dos al living, dejando a las mujeres en el comedor, nos siguió la mujer de José (para arreglar un enchufe donde conectar la grabadora), y allí se produjo un incidente que me sorprendió un poco: José le echó en cara el haber quitado el tocadiscos (un armatoste grande de los años sesenta) del living, que era donde él escuchaba la radio, junto a su sillón, ella dijo que no lo volvería a traer porque él en dos oportunidades le había pegado a A. (la nieta menor, de 4 años) por tocarlo, el intercambio de palabras entre ellos fue violento y algo grosero, a pesar de estar yo en el medio. Al retirarse R., el comentario de José fue más o menos el siguiente: “Es como dicen, de éstas, hembras, tienen cachorros chicos y se vuelven unas leonas, ¡junagranputa! ni en mi casa puedo escuchar radio ya… ¡no veo el momento de morirme y que me dejen de joder…!” [CO: la tristeza y la bronca en la voz de José me dio la pauta de que se siente profundamente postergado por todos, muy especialmente por la hija, A. M., y ahora, por lo que veo, por la esposa, y ni siquiera la presencia de esos nietos pequeños (que a R. sí la han transformado) logra modificar su angustia: todo, nuevamente, se dirige hacia la pérdida del B., con quien desapareció también, al parecer, el sentido de su vida.]
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José tomó mi propuesta de elaboración de su genealogía con entusiasmo, recordar fechas muy lejanas en el tiempo, nombres y acontecimientos forma parte de lo visiblemente central de su atención. La entrevista fue de medios múltiples: conecté la grabadora (con la que el informante se haya ya completamente consustanciado) y también tuve a la vista mi cuaderno de notas, redactando con precisión cada uno de los datos que José iba hilvanando. Es la primera vez que tomo nota escrita en su presencia, y la reacción fue inesperadamente buena, me aconsejaba a cada paso sobre la forma de escribir un nombre, o las letras correctas de un apellido [CO: tomar nota de la aceptación de este recurso para la eventualidad de su utilización en el futuro].
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Una observación importante: al mediar nuestra conversación, R. le permitió el ingreso al living a su nieta A., lo que me molestó un poco, ya que con su presencia nació un poco de disturbio. También me di cuenta que eso era el anuncio de otro acontecimiento: el próximo ingreso de la propia R. al living, lo que, efectivamente, ocurrió en pocos momentos más, con obvias intenciones de participar en las conversaciones. Inmediatamente desconecte la grabadora (acto que mereció atención por parte de la señora), y aunque habían transcurrido sólo 30 minutos de registro, y aunque la predisposición de José era buena, suspendí la sesión (no de una forma abrupta, pero sí evidente).
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Terminamos de ajustar los datos genealógicos en la mesa del comedor, donde estaba el resto de la familia, y donde R. pudo participar (trajo un cuaderno con fechas de cumpleaños de la familia) pero ya sin grabadora. Espero que la forma en que interrumpí la grabación haya sido evidencia de que mi interés principal y prácticamente exclusivo es José, y que las entrevistas están dirigidas solamente a él, pero dudo mucho de que estos actos no vayan a repetirse en el futuro, especialmente si R. percibe que el tema de la conversación es B. y su historia, por ello debería imaginar estrategias alternativas, aquí anoto dos que se me han ocurrido como posibles: llegar en horarios de media mañana (A. M. trabaja y R. está ocupada en quehaceres domésticos), y pedirle a José que se traslade a algún punto del centro (p. e., el departamento de M. G., también podría ser el de D. G.) para la realización de los registros de mayor criticidad.
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Dejé la casa a las 19:45.
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REGISTRO: casetes #12 – # 13 (20´)
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