Archivo mensual: diciembre 2006

El desafío de los Ayatollahs (15 12 06)

Publicado en «Reporte 15» – Córdoba (15 de diciembre, 2006)

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EL DESAFIO DE LOS AYATOLLAHS

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por Nelson Gustavo Specchia

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Catedrático «Jean Monnet» de la Universidad Católica de Córdoba

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EN EL COMPLEJO ESCENARIO DE ORIENTE PROXIMO, LA CONVOCATORIA DEL GOBIERNO IRANI A UNA REUNION INTERNACIONAL PARA CUESTIONAR LA VERACIDAD DEL HOLOCAUSTO JUDIO, AGREGA UNA NUEVA DIMENSION A UN CONFLICTO CADA VEZ MENOS MANEJABLE

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La situación de Oriente Próximo no deja de tensarse, incluyendo día a día nuevos eslabones en una cadena que parece maniatar cualquier posibilidad de salidas negociadas.

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Después de la aparición en Europa de una serie de viñetas donde se veía al profeta Mahoma como personaje, el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, convocó a un concurso de caricaturas sobre el holocausto judío. La muerte de cerca de 6 millones de hombres y mujeres en la locura de los campos de concentración y en los métodos del delirio nazi, durante la segunda Guerra Mundial, no ha existido realmente, según afirma el presidente de Irán en sus declaraciones publicas. En realidad –dice Ahmadinejad- ese momento cúlmine de inhumanidad del siglo 20, que los judíos recuerdan como “shoa” y la historia ha registrado como el Holocausto, es una herramienta propagandística del sionismo internacional, para generar simpatías y adhesiones al Estado de Israel, y para justificar sus agresiones a los pueblos árabes en general, y al palestino en particular.

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Dado el éxito de la prédica del presidente iraní en el mundo árabe, y del concurso de caricaturas sobre esa pagina de horror, de dolor y de verguenza de toda la humanidad, Ahmadinejad redobla la apuesta, y convoca a una reunión internacional para esta semana, en la que decenas de “académicos” y supuestos investigadores revisionistas de la historia se encontrarán en Teherán, en el Ministerio de Relaciones Exteriores, para negar el Holocausto, explicando cómo ha sido un montaje publicitario utilizado exitosamente por Israel.

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De los “invitados especiales” convocados por el gobierno iraní al encuentro, más de medio centenar acudirá desde Europa, donde en una buena cantidad de países (Suiza, Francia, Alemania, Austria, Chequia, Bélgica, Polonia, Eslovaquia, y Lituania) el sólo hecho de negar en público el horror del nazismo y el exterminio de judíos, constituye un delito encarcelable.

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Más allá de lo éticamente cuestionable –con toda la fuerza de la razón- de estas posiciones y realizaciones de la dirigencia iraní, hay que considerar que en Medio Oriente las posturas internacionales de los gobiernos ejercen una influencia muy calificada en la vida política interna de los países.

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Irán tiene serias pretensiones de liderazgo regional: el apoyo al partido-milicia de Hezbollah, la oposición frontal a Israel en cualquier campo, y el desarrollo del poder nuclear propio contra la oposición de los Estados Unidos y de la Unión Europea, son acciones internacionales que apuntan al objetivo de la primacía de la influencia en el entorno árabe; pero, al mismo tiempo, cada uno de estos cursos de acción internacional están puestos en escena teniendo en cuenta el auditorio interno.

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Y este es un mes electoral en Irán, donde se vivirá un nuevo “round” entre las facciones conservadoras y las alas reformistas de la República Islámica. No solamente Mahmud Ahmadinejad medirá la popularidad de su gobierno en las próximas elecciones municipales, donde se podrá apreciar la evaluación nacional de su mandato que comenzó hace un año y medio, sino también se renovará el Consejo de Guardianes, los 12 sabios que controlan la pureza islámica de la revolución y el Estado iraní.

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El Consejo de Guardianes está integrado por seis ayatollahs (nombrados por el Guía de la Revolución, el ayatollah Ali Jamenei), y por seis juristas, y su función es controlar la compatibilidad con el islam de las leyes aprobadas por el poder legislativo.

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Durante los años 1997 y 2005, los sectores reformistas, con la conducción de Mohamed Jatami, intentaron una apertura democrática y una mayor independencia de la vida política, separándola de la tutela religiosa.

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Para las elecciones de ese año 2005, sin embargo, el Consejo de Guardianes logró censurar a los nuevos candidatos reformistas con la argumentación de incumplimiento del islam. Esta censura posibilitó la alianza de los clérigos conservadores –que conciben al Estado bajo la pura forma islámica-, con los sectores más pobres de la sociedad, aglutinados en torno a Ahmadinejad. Esta alianza lo llevó al gobierno, y puede servir para explicar sus iniciativas internacionales más polémicas.

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Occidente debería tener en cuenta también estas variable internas antes de elaborar sus estrategias de respuesta. Antes, al menos, de que los eslabones que se encadenan a diario terminen por clausurar todas las puertas.

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La compleja vía turca hacia Europa (15 12 06)

Publicado hoy en «Reporte 15» – Córdoba, 15 de diciembre de 2006.

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La compleja vía turca hacia Europa

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por Nelson Gustavo Specchia

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Catedrático «Jean Monnet» de la Universidad Católica de Córdoba

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La política turca se ha instalado como tema de la agenda europea, y ya es una variable imprescindible para comprender la geopolítica internacional en nuestros días. La visita del papa Benedicto XVI de la semana pasada, y el informe de Bruselas de esta semana, que propone ralentizar el proceso de incorporación de Turquía a la Unión Europea, han vuelto a poner el tema en los titulares y en las columnas de opinión de la prensa mundial.

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Turquía fue un país confesionalmente musulmán hasta mediados del siglo 20, cuando se dio la separación entre religión y política de la mano del general Ataturk. Con el apoyo de las fuerzas armadas, Ataturk reformó el Estado, instaurando una república laica, democrática y moderna. En los 43 años que han transcurrido desde la revolución, la exitosa modernización turca -con un crecimiento importante del rol de la sociedad civil, del juego democrático, y de vigencia de las instituciones republicanas-, ha dependido de su inclinación occidental y de su acercamiento al modelo europeo. Turquía, que cabalga a dos aguas y a dos tierras entre Asia y Europa, ha decidido que su destino se encuentra en esta última.

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Pero esta decisión ha acarreado un proceso de acercamiento largo y muy complejo, con idas y vueltas, opiniones cambiantes en los socios occidentales, y con la herida abierta del contencioso chipriota en el medio.

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Venciendo los altibajos del humor europeo, la candidatura turca a su incorporación a la UE fue admitida formalmente, “ad limina”, en la medianoche del 3 de octubre de 2005. La apertura de negociaciones implicaba aplicar el Protocolo de Ankara (por el que Turquía abre sus puertos y aeropuertos, extendiendo la Unión Aduanera a todos los países miembros de la UE); y uno de estos nuevos miembros, desde 2004, es Chipre, que se encuentra dividido y con su tercio norte ocupado por el ejército turco desde 1974.

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Los puertos turcos siguen cerrados, sin embargo, para los barcos y los aviones chipriotas, y el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, ha anunciado que no habrá “nuevas concesiones” respecto de Chipre. La Comisión Europea ha venido señalando que los tiempos se acaban, y que de no cumplir sus pactos antes de fin de año, Turquía verá seriamente dañada la marcha del proceso de incorporación a la Unión. Esta misma semana, la Comisión propuso al Consejo de Jefes de Estado y de Gobierno –que se reunirá el próximo 14 de diciembre en Bruselas- la suspensión de 8 de los 35 capítulos en que se han dividido las negociaciones de adhesión, lo que ralentizaría fuertemente el proceso, de por sí largo y engorroso, ya que puede extenderse por más de una década.

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Sin embargo, la geopolítica internacional ha generado dos sorpresas en los últimos días, desde escenarios no previstos. En primer lugar, el papa Benedicto XVI llegó a Turquía, y su primer gesto, en el propio aeropuerto de Ankara, fue anunciar un cambio en su posición respecto del acercamiento turco a Europa. En diversas oportunidades el papa había sostenido que no era conveniente tal incorporación, ya que Turquía había moldeado históricamente su perfil cultural “contra” Europa, y que por ello era preferible que este gran país, de más de 72 millones de habitantes y de una abrumadora mayoría musulmana, buscara alianzas entre sus vecinos árabes. A pesar de estas opiniones anteriores, el papa apoyó el camino de diálogo y acercamiento a Europa, basado en principios comunes. De semejante respaldo al gobierno y a la política exterior del premier Erdogan se tomó nota en todas las cancillerías.

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La segunda sorpresa la dio la jefa del gobierno alemán, Ángela Merkel, quien asumirá el 1 de enero de 2007 la presidencia rotativa de la Unión Europea. Alemania ha formado parte –junto con Francia y Austria- del grupo más reacio a acordar con la incorporación turca. Una posición reticente muy a tono con las opiniones de sus respectivos electorados, en los cuales el tema turco genera más rechazos que entusiasmos. Sin embargo, la canciller Merkel acaba de manifestarse en contra de dar cualquier ultimátum al gobierno turco para que abra sus puertos a Chipre, suavizando sus posturas anteriores, y otorgando un lapso de entre 12 y 18 meses para que Erdogan pueda cumplir con los pactos, y volver el proceso de negociación a su cauce. Otro respaldo del que se tomó nota a nivel internacional.

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En definitiva, la cuestión de fondo permanece: la política europea es un capítulo imprescindible de la estabilidad occidental. Y una porción importante de la seguridad europea en el mediano plazo dependerá de la situación en el mediterráneo oriental, donde se cruzan las variables del enfrentamiento palestino-israelí, la cuestión libanesa, la influencia siria, las pretensiones de liderazgo regional iraní, y la bisagra estratégica de Turquía.

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Es esperable que la visión en perspectiva de los líderes occidentales pueda allanar la serpenteante vía turca hacia Europa.

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