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El poder es mío, mío, mío…! (11 02 11)

Mubarak no se va: retiene la presidencia y delega el poder

En un insólito discurso, el jefe del régimen dice que protagonizará el cambio

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El anciano presidente de Egipto, el general Hosni Mubarak, logró en la tarde de ayer defraudar a todo el mundo: a los miles de manifestantes que ya festejaban su segura caída en la plaza Tahrir de El Cairo, a los aliados que confiaban en que traspasaría el cargo al vicepresidente Omar Suleiman, y a la opinión pública mundial, que sigue los acontecimientos de la revuelta en el gran país norafricano con suma atención y detalle, según revelan las mediciones de audiencia de los medios de comunicación.

Cuando las protestas están a punto de cumplir la tercera semana consecutiva de alteración social, y la víspera del anunciado “viernes de los mártires” (hoy los movilizados tienen previsto conmemorar las tres centenas de víctimas que se va cobrando el alzamiento popular), el anuncio de que el “rais” Mubarak hablaría a la nación por la televisión oficial, fue interpretado por los manifestantes en las calles de la capital egipcia como la oportunidad en que admitiría su delegación del Poder Ejecutivo, un paso que a estas alturas ya no le piden solamente los opositores internos, sino la vía que le sugieren que siga hasta los aliados más próximos.

Sin embargo, el presidente utilizó ese alto nivel de expectativas generadas para dar una nueva imagen de solidez, y –a mismo tiempo- de gestión política: afirmó que permanecerá en su puesto hasta las elecciones de septiembre próximo, y ofreció a los opositores la seguridad de que atenderá los reclamos populares, tal como si los hiciera suyos.

Este movimiento, dijo, “tiene que ver con el presente y el futuro de Egipto”, por lo que se comprometió a cumplir con las demandas “de una manera legítima”, o sea, con él en la presidencia.

El discurso, que por la transmisión en directo por la cadena televisiva norteamericana CNN se vio en todo el mundo, tuvo incluso inflexiones emotivas, cuando Mubarak afirmó que escucharía y cambiaría en los meses venideros la manera de gobernar que ha mantenido durante los últimos treinta años: “Les hablo desde lo más profundo de mi corazón y estoy muy orgullosos de ustedes”, y a renglón seguido afirmó que “yo, como presidente de la nación, tengo que responder a vuestro llamado”.

Inclusive, al pedir perdón de las familias de las más de 300 víctimas de la represión, muchas de ellas causadas por sus partidarios cuando salieron a copar las calles con carga de caballos y camellos, les aseguró que su sangre no se habrá vertido “en vano”.

En una situación cercana al absurdo, el presidente egipcio que era hasta este minuto el símbolo del inmovilismo y del statu quo, se ha erigido a sí mismo en el abanderado de la transformación al sostener que “nuestro movimiento de cambio no tiene vuelta atrás”.

A pesar de que la cúpula del ejército había asegurado que se respetaría la voluntad popular apenas minutos antes del discurso del primer mandatario, el vicepresidente Suleiman pidió la inmediata desconcentración de la plaza Tahrir, donde al cierre de esta edición el clima era de decepción y furia.

Cautela internacional

Tras el sorpresivo discurso del presidente egipcio, donde anunció su continuidad en el ejercicio del cargo a pesar de la fuerza y la permanencia de la protesta, el presidente estadounidense Barack Obama no ocultó la frustración de su gobierno, que según observadores internacionales había apostado por el recambio de figura en la persona del vicepresidente Omar Suleiman.

El jefe de la Casa Blanca convocó de urgencia a su gabinete de Seguridad, para evaluar la dirección que puede asumir la movilización popular en El Cairo en el día de hoy, una jornada que se viene preparando para ser la de mayor calado de toda la revuelta.

Una convocatoria, además, que en la tarde de ayer se vio fuertemente impulsada por el discurso del “rais” Mubarak, aferrado al poder contra viento y marea.

Antes de la reunión de los máximos responsables de la seguridad norteamericana, Obama volvió a afirmar que “el pueblo quiere el cambio”, y que su gobierno se compromete en hacer “todo lo que pueda para lograr una transición pacífica”.

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Egipto, la protesta vuelve con fuerza (10 02 11)

Egipto recupera la movilización

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La protesta egipcia, finalmente, ha desbordado los límites de la amplísima explanada de la plaza Tahrir, en el centro de El Cairo, y se expandía ayer por otros puntos neurálgicos de la capital –como la sede del Congreso-, mientras que los levantamientos populares en ciudades y puertos del interior del país seguían creciendo en número.

El intento del régimen autocrático presidido por el general Hosni Mubarak, de mostrar que con el inicio de la semana las protestas opositoras habían agotado su fuerza y el país comenzaba a recuperar la senda de la normalidad, se estrellaron unas pocas horas más tarde con una nueva concentración multitudinaria en la plaza Tahrir, ya convertida en el símbolo referencial de las columnas de manifestantes antigubernamentales, y con brotes de huelgas en ciudades del interior en solidaridad con las protestas de la capital.

A pesar de que las masas de ciudadanos movilizados siguen sin responder a una dirección unificada (e inclusive pareciera que por momentos los propios dirigentes políticos de la oposición se ven sobrepasados por las bases), en la víspera una parte de los concentrados en Tahrir decidió espontáneamente dirigirse a la sede del Parlamento (dominado en sus cuatro quintas partes por la bancada oficialista del Partido Nacional Demócrata – PND), donde el ejército amenazaba con desalojar a los grupos de protesta que acampan en las calles aledañas desde el estallido de la crisis.

En el interior del país, luego de que la huelga de unos 6.000 trabajadores portuarios prácticamente paralizara el movimiento de la ruta marítima a través del Canal de Suez, las redes sociales por Internet volvieron a ser un instrumento prioritario, y a través de ellas se pedía a otros sindicatos que se sumaran a los portuarios de Suez.

El vicepresidente, Omar Suleiman, que ve cómo el aumento de la presión opositora diluye su plan de “transición ordenada” surgido tras el encuentro con algunos dirigentes opositores el domingo pasado, afirmó que Egipto “no está preparado para la democracia”, y que la petición por parte de las multitudes movilizadas de un alejamiento inmediato del presidente Hosni Mubarak es “una falta de respeto”; declaraciones que enardecieron aún más las protestas.

Y a renglón seguido, el nuevo hombre fuerte del régimen salió a advertir sobre el “riesgo” de un “golpe [de Estado] precipitado e irracional” si el estado de desorden social no amaina, situación de quiebre institucional que sería aprovechado por el fundamentalismo islamista para hacerse con el poder; el antiguo lugar común utilizado por Mubarak para aferrarse a la jefatura del gobierno durante las últimas tres décadas.

En respuesta a las ya poco creíbles advertencias de Suleiman, los Hermanos Musulmanes, la principal agrupación islámica de Egipto, volvió a reiterar que no tiene intenciones de plantear su acceso al poder en el futuro inmediato, e inclusive aseguró que no presentará candidato propio a la presidencia en unas eventuales elecciones.

Al mismo tiempo, y frente a las afirmaciones del vicepresidente, Saad el Katatni, el dirigente islamista de la agrupación hasta ahora proscripta que participó en la reunión con la oposición, dijo que los Hermanos Musulmanes se retiran de la mesa de diálogo.

Las declaraciones de Suleiman también fueron censuradas por el gobierno estadounidense –el principal sostén externo de la estrategia del vicepresidente-, que las consideró “particularmente inútiles”.

Presión del Gran Hermano

Con el correr de las horas, la posición de la Administración norteamericana sobre Egipto va cambiando.

Desde algún desconcierto inicial (los analistas afirmaban que Barack Obama estaba intentando no “perder” al aliado egipcio en una revuelta popular, como había “perdido” el ex presidente demócrata Jimmy Carter a Irán en manos de los ayatollahs en 1979), la Casa Blanca ejerce ahora una presión clara para que el régimen de Mubarak ceda ante las protestas.

Que el gobierno se empeñe en aferrarse al statu quo, afirman en Washington, puede terminar desencadenando una rebelión sangrienta, y ahí sí que el final sería incierto.

El vicepresidente Joe Biden reclamó ayer a Omar Suleiman que deje de hacer declaraciones alarmistas, acelere los cambios, y que levante de inmediato el estado de excepción, con el que se justifican las detenciones y las agresiones a periodistas y opositores.

Mientras aumenta la presión externa, los movilizados preparan la jornada del próximo 11 de febrero, ya bautizado como “Viernes de los Mártires”, donde rendirán homenaje a los más de 300 muertos desde que estalló la rebelión, el 25 de enero.

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Los egipcios no aflojan (09 02 11)

La protesta se recupera en Egipto y rechaza las tímidas reformas

Un millón de personas volvieron a marchar en El Cairo contra Mubarak

 

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El inicio de la semana laboral, con la reapertura de algunos bancos, pareció mostrar cierto agotamiento de la virulenta protesta social que sacude a Egipto desde hace quince días en oposición al régimen autocrático y a la figura del presidente Hosni Mubarak.

Por su parte, el oficialismo intentó también dar algunas señales de que si bien se ha abierto un proceso de reforma al interior del sistema político, el gobierno está firme y decidido a permanecer, haciéndose cargo de tutelar una eventual transición a mayores grados de democracia.

Sin embargo, y más allá de estas tímidas señales de apertura, la movilización social recuperó cuerpo en la víspera, cuando cientos de miles de personas (un millón según observadores internacionales) volvieron a colmar la plaza Tahrir de la capital, evidenciando que la revuelta mantiene su fuerza.

Además de los varios miles que, desacatando el toque de queda impuesto y a la vera de los tanques del ejército, han acampado en la plaza, nuevos contingentes pasaron ayer por la explanada, coreando consignas contra Mubarak y las supuestas medidas aperturistas propugnadas por el vicepresidente, Omar Suleiman.

Además, por primera vez ayer las protestas multitudinarias se extendieron a otros centros importantes del gran país norafricano, como Alejandría y la zona del Canal de Suez. En la ciudad mediterránea las movilizaciones contra el dictador fueron de las más grandes experimentadas hasta ahora, y en el área del crítico pasaje naval, por donde cruzan diariamente docenas de buques petroleros en la ruta entre el Golfo y Europa, los trabajadores portuarios iniciaron una huelga en solidaridad a la protesta cairota. Se trata de un paro de cerca de 6.000 trabajadores portuarios en las ciudades de Suez -en el mar Rojo-, Ismailia y Puerto Said.

El vicepresidente Suleiman, que con los auspicios del Departamento de Estado norteamericano logró sentar en una mesa de diálogo a representantes del variado arco opositor el domingo pasado, anunció ayer que el gobierno ya dispone de un plan –con calendario de corto plazo incluido- para el traspaso del poder “en orden y respetando la legalidad”; respecto de esta última, además, agregó que ha nombrado una comisión de expertos constitucionalistas que redactarán una propuesta de reforma de la Carta Magna de la república.

Suleiman, una figura con buena comunicación con Washington y con Tel Aviv, afirmó que el gobierno no perseguirá a los manifestantes de esta larga protesta que entra en su tercera semana.

Según las cifras de las organizaciones humanitarias, la revuelta ya se va cobrando 302 víctimas mortales.

En la víspera, el paso por Tahrir de Wael Ghoneim, el directivo de la empresa Google que estuvo 12 días detenido por el gobierno y que acaba de recuperar la libertad, encendió los ánimos de la multitud concentrada, en una muestra más de la importancia que los manifestantes le adjudican a Internet y a las redes sociales en el desarrollo de la protesta.

 

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