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El portazo de Cameron (16 12 11)

El portazo de Cameron

por Nelson Gustavo Specchia

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Los ingleses lo han vuelto a hacer. Cuando la tensión de la crisis económica llevó al máximo estiramiento de la cuerda, y todo el proceso de integración de Europa tras un largo medio siglo se puso al borde del abismo, los británicos recurrieron a la flema de su singularidad y el premier conservador David Cameron le pegó un portazo al “Continente” en la última cumbre de emergencia reunida en Bruselas.

Y no hay lugar para los equívocos: no se trata de un berrinche más, apoyado en esa singularidad cultural hipotéticamente alejada de las costumbres del resto de Europa, como la utilización del sombrero bombín por los elegantes hombres de negocios de la City, el manejar por la izquierda, el mantener un sistema de pesas y medidas medieval o hacer del té de las cinco de la tarde un rito pagano.

No, el portazo de Cameron va mucho más allá de las particularidades –ya medio hilarantes- del folk londinense, y se encuadra en una cosmovisión transgeneracional (e inclusive interpartidaria) de la clase política inglesa: aquella que sostiene que una Europa sólidamente unida –ya sea a nivel estructural de las organizaciones, o en el más líquido acuerdo de estrategias comunes- constituye un peligro potencial para las Islas Británicas. Esté abanderada esa ligazón continental por la dinastía de los Habsburgo, por Napoleón Bonaparte o por Adolf Hitler, como alguna vez en el pasado; o bajo la bandera azul con la corona de estrellas doradas de la Unión Europea de hoy.

Y si ese aumento en la integración, estructural o coyuntural, proviene de un plan conjunto franco-alemán, como el nuevo pacto fiscal negociado en la cumbre de Bruselas, el peligro que perciben los ingleses se exacerba.

El portazo de Cameron, al ser el único que queda afuera de los nuevos acuerdos de los países de la eurozona y todos los demás socios comunitarios, es considerado un extremo, ni siquiera la Dama de Hierro, con sus nítidas posturas anti europeas, se había animado a tanto. Pero esto se debe a que también las condiciones que transita el proceso de integración son inéditas.

Mal que les pese a los europeístas “progres”, la conclusión de Herman van Rompuy, el belga presidente permanente del Consejo Europeo, es una dura realidad: en la cumbre de la que Cameron retiró a su país se refundaba la Unión Europea sobre la base del pacto fiscal propuesto por la dupla Ángela Merkel-Nicolás Sarkozy, o se apagaba la luz y se bajaba la cortina.

No hay “plan B” desde el momento en que el liderazgo continental, ya homogéneamente dominado por los partidos y las administraciones conservadoras, decidió atender a las exigencias de los mercados financieros globales y de las agencias calificadoras de riesgo, y optó por políticas de restricción de los gastos públicos, contracción de las economías y achicamiento del Estado.

CABALLITO DE TROYA   

En aquellos tiempos primeros de la organización continental, cuando todavía no se hablaba de Unión Europea sino simplemente de Comunidades Económicas, el viejo general De Gaulle argumentaba que había que dejar afuera a los británicos.

Que siguieran usando sus sombreros bombín y conduciendo por la izquierda entre el humo de Londres (todavía había mucho smog en los años cincuenta, cuando el grueso de la calefacción de la capital británica funcionaba a carbón), decía el líder francés.

Y el peso de su argumento ha sido recordado periódicamente en el último medio siglo: si entran los ingleses, será para frenar la profundización del proceso de integración.

Los acusaba de ser el Caballo de Troya de Washington, ya que la alianza especial de los británicos con su ex colonia de este lado del Atlántico posibilitaría que los lineamientos estratégicos de los norteamericanos –en aquel contexto de división bipolar del mundo y en un clima de guerra fría- entraran a Europa por la puerta londinense.

Y algo de todo eso hubo durante estos años, a múltiples niveles.

De las dos grandes posibilidades de avance del proyecto de integración en el Viejo Continente (el avanzar hacia una confederación de países, o limitarse sólo a un mercado común), cuando los británicos ingresaron –tardíamente, en 1973- siempre empujaron las pesas para que no se llegara a hablar de cesiones de soberanía nacional y los acuerdos quedaran reducidos a la órbita económica.

En los tiempos ultraliberales de la señora Margaret Thatcher, Londres logró doblegar la voluntad integracionista inclusive dentro de estos parámetros puramente económicos, y condicionó la aprobación de los presupuestos de la organización a la devolución del “cheque británico” (el porcentaje de devolución de los aportes realizados por no participar de los beneficios proteccionistas de la Política Agrícola Común).

Como decía arriba, esta actitud hacia Europa atraviesa las generaciones, pero también las gestiones de los diferentes partidos: cuando llegó el turno de la “tercera vía” laborista de Tony Blair, que se declaraba “un europeísta apasionado”, no solo se mantuvo el “cheque británico” tharcheriano, sino que se siguió rechazando el euro para mantener la libra esterlina como moneda nacional. Europeísmo, ma non troppo.

David Cameron, a diferencia de su predecesor laborista, ni siquiera intentó nunca escenificar un amor por Europa que no siente. Además, sabe que al interior de su partido, entre los “tories”, el euroescepticismo es moneda corriente.

El argumento que el premier conservador utiliza para dar otra vez la espalda a Europa es fuerte: preservar a toda costa el poder financiero de la libra esterlina, en un momento en que la moneda común europea sufre el más despiadado ataque de los mercados externos. Además, Cameron dice que el sector financiero inglés (la tan mentada y sacrosanta City) representa un 30 por ciento del producto bruto nacional de las Islas; (esa City representa el 36 por ciento de la industria mayorista de la banca de la Unión Europea, y el 61 por ciento de las exportaciones netas de servicios financieros internacionales).

Cameron ni mencionó, en su defensa ante el pleno de los Comunes, las razones políticas de la antipatía hacia los mayores grados de integración continental, no las necesita: el peso de los argumentos económicos difícilmente encuentre muchos detractores entre los diputados, inclusive entre los de la oposición.

El único que amagó con un tímido gesto de protesta fue su socio en la coalición de gobierno, el liberal-demócrata Nick Clegg. Se retiró de los Comunes y dejó vacío su sitio en el banco verde del oficialismo; al día siguiente afirmó en la prensa que el Reino Unido salía debilitado de la jugada de Cameron en la cumbre europea.

Ya que el socio del primer ministro lo hacía desde el oficialismo, el líder de la oposición y del Partido Laborista, Ed Miliband, también saltó a la palestra y pidió que el gobierno volviera a negociar con los restantes socios de la Unión Europea.

Pero los periódicos del magnate Rupert Murdoch –adalides del euroescepticismo inglés- salieron a respaldar sin fisuras al premier, y a recordarles a sus críticos que el portazo a Bruselas es acorde al sentimiento popular mayoritario. Miliband no ha hecho más declaraciones, y Clegg volvió a su sitio en el banco verde de los Comunes, en Westminster.  

LOS BENEFICIOS DEL TÉ

Pero cuidado, porque la gravedad de la crisis y el estentóreo desplante de Cameron pueden llevar a un equívoco aún mayor: Europa sin Londres nunca estará completa.

El euroescepticismo es una grave enfermedad cultural, que en un pasado para nada remoto llevó a alejamientos y a tensiones para conseguir la supremacía continental. Sin excepciones, y durante siglos, esas tensiones terminaron resolviéndose a cañonazos.

La mayor conquista del proceso de integración ha sido conjurar la explosión guerrera de las rivalidades políticas europeas, que en dos oportunidades durante el siglo XX acarrearon detrás del ellas al resto del mundo.

Y para que ese equilibrio se siga manteniendo, Gran Bretaña no puede alejase definitivamente del centro del proceso de integración.

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[Hoy Día Córdoba – Periscopio  – Magazine – viernes 16 de diciembre de 2011]

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«Ni un puto duro»

«Ni un puto duro»

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por Pedro I. de Quesada

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El desconcierto de la clase política europea es insólito.

En las tres últimas reuniones del G-20 se va escuchando que si no cambian de libreto, el abismo está asegurado; que dejen de restringir el gasto y, keynesianamente, amplíen la base de consumo, como en Brasil o Argentina.

Pero la señora Merkel se ha encaprichado, y al tiempo que no deja de repetir que salvar al euro es condición para salvar a Europa, empuja a Europa cada día un pasito más cerca de aquel precipicio anunciado.

Esta semana han vuelto a reunirse, de emergencia. Ya han comenzado a elevar el tono de los reproches: “Estamos hartos de que vengas a decirnos qué hacer, siempre odiaron al euro, nunca quisieron dejar la libra, y ahora te metes en nuestras reuniones a darnos órdenes”, le gritó el francés Sarkozy al inglés Cameron, hasta ayer tan amigos y tan de acuerdo en bombardear a Khaddafi.

Los británicos, que no forman parte de la Eurozona, insisten en participar en las decisiones de los 17 países del euro, porque si se cae la moneda común también ellos se verán afectados.

Sarkozy dejó Bruselas y se volvió a París, a ver a su hija recién nacida.

Y Cameron se volvió a Londres, donde ayer enfrentaba a un Parlamento que, en su orden del día, trata un pedido de referéndum para decidir si Gran Bretaña permanece o se retira de la Unión Europa. La votación no es vinculante, y es difícil que sea aprobada, pero da una idea –como el enfrentamiento verbal con el francés- de la temperatura que han alcanzado los ánimos.

Von Rumpuy ha llamado a una nueva cumbre, otra vez de emergencia. Y Merkel asistirá, pero sin dar el brazo a torcer. Ni un “duro” más en aportes: restrinjan los gastos. Y el borde del precipicio, cada vez más cerca.

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[ columna En foco, diario HOY DÍA CÓRDOBA, 26 de octubre de 2011 ]

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Libia, modelo para armar (01 09 11)

Francia reúne la cumbre mundial para la reconstrucción de Libia

Los líderes rebeldes rechazan el despliegue de cascos azules de la ONU

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TRÍPOLI.- A pesar de que la batalla por la toma de Sirte –donde se concentra un porcentaje de población afín al depuesto dictador Muhammar el Khaddafi- se prevé complicada, y de que una porción del ejército regular que respondía al antiguo régimen ha huido a los desiertos del Sur del país y podría estarse reagrupando, el liderazgo insurgente rechazó ayer el posible despliegue de “cascos azules”, las fuerzas militares que dispone el consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para intervenir en aseguramiento de la paz.

El Consejo Nacional de Transición (CNT), que ha asumido las funciones de gobierno tras el derrocamiento de la dictadura y la toma de la capital libia, rechazó la posibilidad del “despliegue de cualquier fuerza militar extranjera”, afirmó en la víspera el enviado especial de la ONU en el país norafricano, Ian Martin.

Mientras las alternativas bélicas sobre el terreno siguen mostrando un horizonte sin definición clara –en especial porque el coronel Khaddafi sigue en paradero desconocido-, las gestiones de la diplomacia avanzan a un ritmo acelerado, y hoy se reunirán en París los delegados de sesenta países, convocados por el presidente francés Nicolas Sarkozy y el premier británico David Cameron, para aportar estrategias y recursos en la reconstrucción de Libia.

Frente a las versiones que señalaban que las primeras reuniones internacionales se concentrarían en la distribución de contratos entre las empresas occidentales, para hacerse cargo de la reconstrucción de infraestructuras y de servicios libios una vez reinstalada la paz, el presidente francés salió a decir ayer que la prioridad es política: la Cumbre de París se abocará a una agenda de coordinación de políticas exteriores de los Estados convocados, para apoyar un camino viable al nuevo gobierno de los rebeldes insurgentes, y “evitar errores como en Irak”, según se lee en un comunicado difundido en el mediodía de ayer por el Palacio del Elíseo.

Sarkozy fue uno de los líderes más involucrados en la intervención internacional para apoyar la insurgencia civil en Libia contra la dictadura de Muhammar el Khaddafi, y puso muchas reservas frente a la solicitud del presidente Barack Obama de delegar el control de las operaciones en el mando militar de la Alianza Atlántica (OTAN); ahora que ha quedado claro que la OTAN no continuará con operaciones sobre el terreno en la posguerra, Francia intenta recuperar el protagonismo mediante su diplomacia. La embajada francesa en Trípoli es la primera legación consular extranjera que ha reabierto sus puertas.

De esta manera, la conferencia que se inaugura hoy en la capital gala intentará unir a la comunidad internacional detrás de las nuevas autoridades libias y determinar los aportes económicos para la reconstrucción; y favorecer la reconciliación nacional, para lo cual Sarkozy propugna la inclusión de responsables moderados del khaddafismo en el gobierno de transición.

Una tierra yerma

Políticamente, Libia es una tierra vacía. Las cuatro décadas de la dictadura de Khaddafi vaciaron las débiles instituciones que habían quedado del período poscolonial, y también los lazos tribales primigenios.

No hay cultura republicana ni democrática. No hay órganos públicos ni partidos políticos. Tampoco ninguna maquinaria electoral ni tribunales de justicia independientes.

No hay legislación, ni hay funcionando ninguna instancia colegiada para crearla en un plazo breve.

La prensa que existía hasta ahora era mero apéndice de la casa de gobierno, y la sociedad civil recién comienza a emerger como colectivo social medianamente estructurado.

Ante este escenario interno tan yermo, la responsabilidad global y el derecho internacional humanitario se presentan como imperiosas necesidades.

Hay que evitar que el vacío institucional repita un modelo totalitario. O, aún peor, que abra el caos de enfrentamientos entre facciones (regionales, tribales o religiosas) como el que ha llevado a Irak y a Afganistán a acercarse a “Estados fallidos” tras las guerras internas.

No queda otra que apostar por la ONU y la Cumbre de París.

N. G. S.

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En Chile van por más (15 08 11)

Los estudiantes afectan la gobernabilidad de Piñera

La posibilidad de convocatoria ciudadana a un referéndum aparece cada vez más clara

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A pesar de que las movilizaciones que vienen desarrollándose en la capital chilena desde hace diez semanas no dejan de mostrar una aceptación creciente, el gobierno conservador del presidente Sebastián Piñera volvió a ratificar durante el fin de semana que no dará nuevos pasos para abrir canales de diálogo.

En esa misma postura intransigente, el ministerio de Educación, a cargo de Felipe Bulnes, descartó la introducción de nuevos planes de reforma al sistema educativo trasandino, el centro de la disputa.

En un intento de zanjar dos posiciones que comienzan a no tener ningún punto de contacto, desde el Senado surgió la propuesta de establecer una mesa de diálogo en el ámbito del Poder Legislativo; sin embargo los representantes estudiantiles –en especial la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech)- rechazó la iniciativa de los senadores, al entender que la Cámara Alta no es el ámbito idóneo para tratar los temas que competen en exclusiva al Poder Ejecutivo, y que éste ha manifestado su voluntad de no transigir con sus demandas.

Camila Vallejo, la presidenta de la Confech, declaró tras una asamblea de alumnos que el gremio ha decidido no negociar con el gobierno de Piñera, hasta tanto éste no responda a sus reclamos de “instalar una educación pública, gratuita y de calidad”.

Las declaraciones de la dirigente muestran hasta qué punto la escalada de las reivindicaciones ha ido ascendiendo en los propios reclamos: hace dos meses, cuando comenzaron a surgir las primeras marchas, las peticiones de los colectivos juveniles estaban muy lejos de las aspiraciones maximalistas que a estas alturas reclaman.

La falta de reacción de la Administración Piñera, al negarse a ningún tipo de negociación con las organizaciones de estudiantes, fue empujando los reclamos al alza, y el apoyo social –con cacerolazos en las esquinas de los barrios de clase media prácticamente todas las noches- llevó a que los jóvenes ahora exijan un cambio radical de las estructuras educativas heredadas del período dictatorial chileno, o nada.

Los líderes de los jóvenes, tras la multitudinaria asamblea que realizaron a últimas horas de la tarde de ayer en la ciudad de Concepción, a unos 500 kilómetros al Sur de la capital, ratificaron que convocarán a un plebiscito, para que sea la ciudadanía chilena toda la que decida sobre el modelo educativo.

La convocatoria de firmas para llevar adelante la iniciativa civil, en los términos previstos por la Constitución, se motoriza por una página web habilitada especialmente para tal fin, y por las redes sociales; y la cantidad de apoyos recabados en los primeros días de implementado el sitio en Internet es muy sustantivo.

Un referéndum convocado de esta manera no sólo afectaría al tema de la educación, sino a la gestión entera del presidente Sebastián Piñera, que ve cómo el protagonismo juvenil pone límites cada vez más concretos a la gobernabilidad de su Administración.

Mano derecha, y dura

La emergencia de contestación social en Chile tiene pocos elementos en común con la vivida a fines de la semana pasada en Londres, pero sus gobierno –que coinciden en su orientación conservadora- están apelando a los mismos discursos y herramientas para hacer frente a un fenómeno que, en última instancia, sólo podría ser abordado considerando sus más profundas causas sociales.

Por el contrario, la Administración Piñera, como el gobierno “tory” de David Cameron, supone que dándole mayores atribuciones a las fuerzas policiales, y aumentando el grado de represión de las movilizaciones urbanas, podrán capear el temporal.

Los jóvenes chilenos ratificaron el paro nacional de este jueves, y se adherirán a la huelga convocada para el 24 y 25 de agosto.

Y como respuesta, el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, anunció que remitirá al parlamento un proyecto destinado a endurecer la legislación sobre desórdenes públicos, y prohibir las “gorras, pañuelos o elementos que cubran el rostro”.

Sólo falta que se le ocurra suspender las redes sociales, como Cameron en Londres.

N. G. S.

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Londres bajo fuego: ¿reacción social o vandalismo juvenil? (08 08 11)

FUERA DE LIBRETO: Saqueos y violencia juvenil en Londres

Los enfrentamientos entre policías y jóvenes sacuden por cuarto día la capital británica. Los barrios de Hackney, Lewisham y Peckham cruzados de barricadas, coches y negocios quemados. Comienzan a movilizarse también en ciudades del norte.

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El primer ministro británico, David Cameron, ha interrumpido sus vacaciones de verano y ha vuelto a Londres, para intentar controlar el estallido social que crece desde hace cuatro días, con grupos de jóvenes que hacen frente a la policía con métodos cada vez más violentos.

Las fotos de la prensa londinense, con negocios ardiendo, frentes de edificios y mobiliario urbano destrozados, y barricadas construidas con vehículos incendiados, causan estupor en las tradicionalmente pacíficas barriadas de la capital inglesa.

Los disturbios comenzaron el sábado en el barrio de Tottenham, cuando los cuerpos de policía intentaron impedir una marcha pacífica, en la que un grupo protestaba por la muerte de un joven. Mark Duggan, un chico de raza negra, murió el jueves de la semana pasada en un taxi, como consecuencia de heridas de bala, en medio de un tiroteo con la policía.

En ese mismo enfrentamiento un agente resultó herido, y las primeras versiones indicaban que Duggan habría disparado, y en respuesta a la agresión los agentes lo ultimaron. Sin embargo, el diario The Guardian indicaba ayer que de los exámenes periciales se desprende que la bala que hirió al agente fue disparada por otro policía.

Este incidente, y la represión de la marcha, terminó generando una espiral radicalizada que ha sumido a varios barrios en una batalla campal con las fuerzas policiales, y que en la tarde de ayer se propagaba también a otras ciudades del norte británico.

Un comunicado oficial, además, responsabilizó a las redes sociales de la propagación de los disturbios. El inspector de Scotland Yard Steve Kavanagh sostuvo en la emisora BBC, que las redes de Facebook y de Twitter, y el chat del teléfono BlackBerry, estaban “avivando la violencia y los saqueos” perpetrados por los jóvenes, que desde los barrios marginales y multiétnicos del conurbano, como Tottenham y Brixton, avanzan hacia el centro de la capital.

Ante la impotencia y el desconcierto de las autoridades urbanas y de los cuerpos de seguridad, en la tarde de ayer se registraban actos de vandalismo también en Hackney –una barriada ya cercana al centro comercial londinense- donde columnas de manifestantes encapuchados atacaron a policías y también a periodistas que cubrían la noticia de las manifestaciones; junto al incendio de comercios, además, algunas viviendas particulares del barrio fueron prendidas fuego.

En las primeras horas de la noche, las protestas habían llegado a la zona comercial de Bullring, en el centro de Birmingham. La velocidad y la profundidad de la crisis desatada por los sectores más postergados –jóvenes desocupados que se sienten discriminados por el sistema- ha empujado al gobierno central a tomar cartas en el asunto, y el premier Cameron, luego de interrumpir sus vacaciones en la Toscana italiana, ha convocado a una reunión urgente de su equipo de seguridad para hacer frente a una situación que aparece como completamente fuera de control.

¿Reacción o vandalismo?

Los disturbios que azotan la capital británica han dejado descolocados a todos: el gobierno no reacciona, la policía se presenta por completo desbordada, las autoridades locales no saber cómo hacer frente a estallidos espontáneos de violencia que surgen en cualquier esquina de un barrio tranquilo, y los analistas no se ponen de acuerdo en adjudicar las razones de la espiral a cuestiones de estructura social o a una mera conjugación de delincuencia juvenil aceitada por la comunicación instantánea de las redes sociales.

En todo caso, el origen de los disturbios ha sido claramente reivindicativo, con una protesta grupal contra el “gatillo facil” de Scotland Yard, que terminó con la vida de un joven de origen africano.

Pero después de este estallido, nadie sabe explicar bien por qué florecen a cada paso. Aunque los objetivos atacados (negocios de electrónica, telefonía celular y ropa deportiva, principalmente), indican que junto a la frustración de la desocupación y la falta de perspectivas de la marginación, también se mezcla el oportunismo y el vandalismo de grupos juveniles desencantados.

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Detrás de Rupert (22 07 11)

Detrás de Rupert

por Nelson Gustavo Specchia

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            En las últimas semanas Gran Bretaña se sacude con una de las mayores crisis desde la postguerra. El escándalo suscitado en torno a los periódicos del magnate Rupert Murdoch ha salpicado a periodistas, policías, funcionarios, diputados y miembros del gobierno. Hasta la intocable familia real inglesa se ha visto envuelta por el remolino. Lo que comenzó siendo un tema mediático saltó hacia la esfera política, y el ejecutivo conservador de David Cameron no encuentra la manera de despegarse, y –también él en el centro del remolino- corre incluso el riesgo de tener que dejar la jefatura del gobierno si no demuestra, en el transcurso de las próximas horas, que sus conexiones con los aspectos más negros del escándalo pueden haberse debido a errores, pero no a acciones deliberadas para favorecer a un holding empresario. Y los ingleses perciben que el pobre y atildado Cameron no tiene el trabajo fácil: en Londres, donde todo es objeto de apuestas, algunas casas de juego ya habilitaron la compulsa de cuánto falta para que caiga el gobierno conservador. El miércoles de esta semana, la célebre firma William Hill pagaba 16 a 1 las apuestas a que el primer ministro habrá renunciado antes del domingo a la noche.

Y la crisis, ya enteramente política, no se ha conformado con quedar adentro de los márgenes marítimos de las islas británicas, sino que ha saltado hacia los cuatro vientos, recalando en Europa y en Estados Unidos primero, en Australia y Rusia después, para terminar ocupando las portadas de la prensa de medio mundo, de manera sostenida, en las últimos dos semanas. El fenómeno de semejante mancha de aceite viajando a alta velocidad por el planeta obedece a dos factores: Las empresas y los intereses de News Corporation, la marca amasada por Murdoch durante sesenta años, toca una variedad de aristas en todo el mundo. Pero el segundo factor es aún más importante desde la política internacional: El interés levantado por el escándalo radica en una manera de hacer periodismo (que no es exclusiva de los tabloides londinenses), y a cómo esa manera de gestionar la función periodística termina relacionándose con el poder político, insertando a su propia gente en los gabinetes, forzando agendas de temas, e hasta influenciando en la designación de candidatos y de partidos. En otras palabras, la prensa sensacionalista llega a las grandes masas de audiencia, sin reparar en cómo lo hace o la legalidad o legitimidad de los medios empleados para ello, y luego, con la capacidad de influencia que esa multitudinaria plataforma de lectores le otorga, apunta a intervenir en el rumbo de la decisión política. En el fondo, un planteo sustantivamente antidemocrático, pero recubierto con la estela de la libertad de expresión y de la libertad de prensa. Esos son los fantasmas que caminan detrás de Rupert Murdoch, y cuando sus pasos espectrales salen a la luz y quedan en evidencia, retumban en todos lados, no sólo en los escalones que llevan a la puerta del número 10 en Downing Street.

Y una advertencia más: Cuando se habla de “prensa amarilla”, generalmente se arma la imagen mental de esos tabloides policiales truculentos, el chusmerío rosa de las revistas y los semanarios del corazón, los mensuarios con delirios místicos, las publicaciones ultramontanas, e inclusive esos misceláneos que mezclan sin demasiados pruritos de objetividad a los fenómenos paranormales, el Gauchito Gil, los extraterrestres, los curas sanadores y los platillos voladores del Uritorco. Pero el fenómeno no se limita a esta fauna variopinta. Por el contrario, los métodos de la prensa sensacionalista han terminado evidenciándose tan efectivos en sus fines políticos, que parte de la supuesta “prensa seria” no ha dudado en tomar algunos de esos elementos y hacerlos suyos. Así, el viejo oficio periodístico que entendía la profesión como un servicio a la sociedad, y que por eso tenía como regla no publicar una noticia hasta haberla contrastado suficientemente con fuentes directas, ha ido dejando lugar a titulares y a portadas que no ocultan –ni les interesa ocultar- su intencionalidad política. Antiguos periódicos de alta tirada, incluso alguno que anota en su insignia ser el gran diario nacional, no han dudado de echar mano de las herramientas sensacionalistas para intervenir en el juego político del Estado. Una participación, claro, para la cual ningún ciudadano de ese Estado los votó. De ahí la cuestión antidemocrática que arrastran.

WHO IS WHO Fox, MGM, Sun,

Murdoch ha sido llamado con los más originales apodos por la prensa del mundo, devolviéndole con la misma moneda con que sus diarios han pagado. Le llaman “el león de la Fox” (porque también es dueño de la productora cinematográfica 20th. Century Fox, la competidora de la MGM, al principio de cuyos filmes rugía ese descomunal león africano); el “zar de la prensa”; el “hacedor de gobiernos”. Más allá de la espectacularidad de esos apodos, todos encierran una parte de verdad. Keith Rupert Murdoch ha demostrado ser un auténtico león en la selva de los medios de comunicación, y casi desde la nada. Llegó a Londres, desde su Melbourne natal, con 20 años y un puñado de libras en el bolsillo. Después de un tiempo compró el periódico The Sun, lo pasó a formato tabloide, y adquirió asimismo el dominical News of the World. Con base en esos dos medios, y la paulatina introducción de contenido sensacionalista y fotos de mujeres desnudas, fue armando una arquitectura mediática que hoy en la más grande del mundo. El año pasado, el holding empresario fundado –y dirigido en persona- por Murdoch, a sus 80 años, facturó un total cercano a los 30.000 millones de dólares. Además de la 20th. Century Fox en cine y entretenimientos, el grupo es el dueño de la cadena televisiva Fox, prácticamente la vocera del Partido Republicano en los Estados Unidos. Murdoch llegó a norteamérica en los primeros años ’70, y se lanzó a una carrera de adquisiciones de grandes medios, entre los cuales sumó al diario New York Post; el periódico financiero The Wall Street Journal; y la casa editorial Harper Collins, también presente en Canadá, Nueva Zelandia, y la India. Además del original The Sun, en Inglaterra tuvo la cabecera más vendida durante décadas, News of the World, que debió cerrar la semana pasada por ser la piedra de toque del escándalo. También en las islas tiene un porcentaje del mayor canal televisivo, BSkyB, y a punto estuvo de quedarse como único dueño –David Cameron ya había aprobado la adquisición- pero el affaire lo ha hecho desistir de esa millonaria compra, de momento. Sky, una señal televisiva hermana, también está en Alemania e Italia; a China ha llegado con el canal Fox, la señal National Geographic Channel; y en su Australia natal mantiene la propiedad de más de 146 publicaciones.

Con este universo empresarial de directa y diaria incidencia en millones de lectores, Murdoch y sus gerentes locales han estado paulatinamente insertándose en las instancias de gobierno. En estos días, especialmente en la escenificación de arrepentimiento y vergüenza que protagonizó frente a la comisión investigadora de la Cámara de los Comunes en Londres, el anciano león dijo no haber estado al tanto de que la gente en la que él había confiado cometía ilícitos contra la vida privada, engañaba a sus lectores, coimeaba a funcionarios públicos y agentes del orden, y sobornaba –por miedo- a todos. Sin embargo, los testimonios de varios de esos mismos gerentes sostienen que siempre fue el viejo en persona quién marcó los rumbos editoriales, los contenidos, y las formas de hacerse con la información para ellos.

CHAU, PRENSA AMARILLA

El escándalo seguirá todavía por un tiempo, y tal como apuestan los jugadores londinenses, las implicancias políticas del caso están lejos de agotarse, tanto dentro como fuera de Gran Bretaña. Las acusaciones y las investigaciones sobre espionaje en los Estados Unidos ya han comenzado, y eso abrirá todo un nuevo capítulo, especialmente si se confirma que los periódicos del grupo espiaron a los familiares de los atentados del 11 de septiembre, el acontecimiento de mayor impacto social en la historia contemporánea norteamericana. No puedo calcular todavía los alcances de semejante patada al tablero, que ya se compara con Watergate, aquel caso que le costó la presidencia a Richard Nixon. Pero sí estoy seguro de que con el affaire Murdoch termina una manera de relación entre la gran prensa concentrada y el poder político. Rupert Murdoch ha sido, sin lugar a dudas, el hombre más poderoso de Inglaterra en las últimas tres décadas, más que los primeros ministros, quienes, en definitiva, le debían en parte a él haber llegado a ese cargo. Murdoch era el poder real, y nadie lo había votado para que estuviera allí. Sólo eran sus millones, y el miedo que despertaba –en los funcionarios, en las personalidades, en los intelectuales, en la policía y en los propios miembros del gobierno- caer bajo la despiadada e inescrupulosa zarpa de los titulares de sus periódicos.

Y quien reveló que el rey era apenas un pirata, y que además estaba desnudo, fue la prensa seria, la de verdad. The Guardian, el viejo diario que sigue confrontando las noticias con las fuentes y donde los periodistas siguen entendiendo que con su oficio cumplen una función social, puso en jaque al imperio construido sobre el miedo y la infamia.

Ni siquiera la sacrosanta libertad de prensa puede ser utilizada como una vía para burlar la voluntad popular y corromper las instituciones democráticas. Deberíamos tenerlo presente. También en la Argentina.

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[ publicado en la columna «Periscopio», del suplemento Magazine del diario

Hoy Día Córdoba, viernes 22 de julio de 2011 ]

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Chau, prensa amarilla (21 07 11)

Las explicaciones de Cameron son pocas para el Parlamento

La oposición laborista inglesa acusa a la policía de parcialidad hacia Murdoch    

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LONDRES.- Como se preveía, la política británica vivió ayer un nuevo cimbronazo en el escándalo por los ilícitos que rodean al conglomerado de medios del magnate Rupert Murdoch.

En sesiones extraordinarias, los Comunes escucharon ayer el testimonio del primer ministro y jefe de la bancada conservadora, David Cameron.

El jefe del gobierno maniobró entre dos aguas, desde la incómoda posición en que se encuentra: por una parte intentó despegarse del apoyo que le brindó al magnate mediático para que comprara el canal de cable BSB antes de que estallara el escándalo, y por otro lado dio confusas explicaciones sobre los motivos que lo llevaron a contratar como jefe de prensa a Andy Coulson, un ex empleado de Murdoch que estuvo al frente del periódico dominical News of the World, la piedra de toque de la tormenta política que viven los británicos desde hace un mes.

Ninguna de las explicaciones ofrecidas por el premier satisficieron a los diputados, y el líder de la oposición laborista, Ed Miliband, cuyo protagonismo crece imparablemente desde que se destapó el affaire que involucra a políticos, policías corruptos, espías y sobornos, volvió a insistir en que el primer ministro debería presentar excusas formales por su “error político” ante el cuerpo parlamentario; un extremo que Cameron intentará evitar –o al menos postergar- a toda costa.

En la misma sesión extraordinaria (el Parlamento ha retrasado el inicio del receso de verano para abocarse a investigar el caso), la comisión emitió un duro informe sobre el comportamiento de la policía metropolitana londinense respecto de los medios de News Corporation, el grupo empresario de Murdoch.

Con las pruebas que disponen, los diputados sostienen que el giro de dinero hacia oficiales de policía por parte de los tabloides sensacionalistas a cambio de primicias era un trueque habitual.

El informe también confirma que Scotland Yard –cuyos dos directivos principales ya han renunciado esta semana- no tuvo “auténtica voluntad” de investigar las prácticas ilegales llevadas adelante por los periódicos del grupo, y dejan entrever que esa falta de celo policial obedecía al dinero negro con que los medios de Murdoch “coimeaban” a los altos mandos del cuerpo.

Chau, prensa amarilla

Rupert Murdoch, el león de la Fox, corre a la desesperada. Cree que puede sacar a sus diarios del pozo (todavía sin fondo) en el que han caído.

Dijo en el Parlamento estar viviendo el día más humillante de su vida; ha pedido millones de disculpas en solicitadas a toda página; lagrimeó frente a los padres de la niña asesinada a los que traicionó en su confianza. Y ofreció la cabeza de su protegida, Rebekah Brooks, para que se la corten.

Dice que perseguirá a los culpables, y jura que algo así no volverá a ocurrir.

Y quizá en esto último acierte, pero no en el sentido de lo que él quisiera, sino en uno mayor: la prensa sensacionalista y amarilla ha quedado al descubierto.

Sus métodos son infames, sus socios son la derecha política, y sus fines son el mantenimiento del statu quo para hacer mucho dinero a cualquier precio. Unas conclusiones palmarias.

Lo que terminará con este escándalo será una manera de hacer periodismo, esperemos que no sólo en las islas británicas.

N. G. S.

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Yo no fui. Fue Rebekah…! (20 07 11)

Murdoch declaró en el Parlamento pero el escándalo no termina

Intentarán que la periodista Rebekah Brooks se responsabilice de todo    

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LONDRES.- El magnate Rupert Murdoch asistió finalmente ayer a declarar al Parlamento británico por la serie de ilícitos adjudicados a los periódicos sensacionalistas que integran su grupo empresario, y aunque eludió asumir cualquier tipo de responsabilidades, el escándalo de espionaje y corrupción que ha salpicado a las fuerzas policiales y al gobierno está lejos de agotarse.

En una estrategia armada para evitar que el caso judicial alcance a los demás medios del conglomerado News Corporation en Gran Bretaña, la que fue hasta hace unos días la mano derecha del empresario y ex directora del dominical News of the World, Rebekah Brooks, declaró a continuación de Murdoch y admitió haber utilizado detectives privados para conseguir primicias.

Brooks fue arrestada por el caso, y se encuentra en libertad bajo fianza. La defensa del millonario intenta concentrar las culpas en la periodista y así encapsular el caso. Rupert Murdoch, tras sostener que fue “engañado”, aseguró que la responsabilidad es de “las personas en las que confié y en las personas en que ellos confiaron”. Así, él y a su hijo James quedarían fuera del alcance de las acusaciones por ilícitos.

Ante la comisión parlamentaria lamentaron “profundamente” lo ocurrido, y aseguraron “estar avergonzados” de que algunos gerentes periodísticos de sus medios hayan echado mano de métodos ilegales para vulnerar la vida privada y sobornado a funcionarios públicos.

En esa misma línea, el millonario australiano (que en fechas recientes tomó la ciudadanía estadounidense, por lo que no estaba obligado a concurrir a la citación de los parlamentarios) publicó una solicitada de disculpas a los ingleses a página entera en todos sus diarios, y concurrió a pedirle perdón a la familia de una adolescente asesinada, cuyo teléfono celular fue intervenido ilegalmente por los tabloides sensacionalistas para intentar obtener alguna primicia, vaciando la casilla de mensajes, lo que generó la falsa esperanza en sus padres de que la menor pudiera seguir con vida.

El escándalo sigue firme en el centro de atención político y económico en Gran Bretaña, aunque el poder de la comisión parlamentaria sea limitado y sólo pueda hacer recomendaciones sin fuerza legal.

Las acciones de las empresas de Murdoch se desploman a diario, y todavía se desconoce la profundidad de las consecuencias políticas que puede arrastrar.

Rupert, el amigo de Cameron

Las claras preferencias conservadoras de Rupert Murdoch le están jugando una mala pasada a los sectores de derecha, tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos, e inclusive en el resto de Europa.

En América, la cadena Fox, propiedad de News Corp. es una de las naves insignias de los políticos republicanos. También en Inglaterra la derecha suele hacer gala de ser la reserva moral del país. Que el escándalo de sus medios afines pase precisamente por violaciones a la vida privada, corrupción de policías y sobornos a funcionarios es duro de tragar.

Sir Paul Stephenson, el renunciado jefe de Scotland Yard también testificó ante el Parlamento, e intentó despegar al premier conservador David Cameron, cada vez más criticado por la deriva del caso.

El líder laborista, Ed Miliband, no deja de enrostrarle haber contratado como asesor a Andy Coulson, un periodista que fue director del dominical News of the World, y uno de los impulsores de las escuchas ilegales.

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Aznar, en el directorio de Murdoch, el affaire se extiende por Europa (19 07 11)

El affaire Murdoch comienza a extenderse al resto de Europa

Hallan muerto al periodista que destapó el escándalo de las escuchas telefónicas    

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Aznar y la famosa foto de su dedo medio respondiendo a los estudiantes. Es delegado-supervisor de las empresas de Murdoch, con sueldo de 220.000 dólares al año: no podría haber desconocido el tema de las escuchas telefónicas

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El impacto político de la crisis que conmueve a Gran Bretaña comienza a ser un asunto de la agenda europea. En la víspera, la renuncia del segundo hombre fuerte de la policía londinense, John Yates, siguió a la presentada el fin de semana por sir Paul Stephenson, el comisario jefe de Scotland Yard.

La tradición legalista de la policía de la capital británica se ha visto gravemente tocada, no sólo se sospecha que por interés no hizo lugar a las denuncias de ilícitos por parte de la prensa sensacionalista, sino que cada día aparecen más pruebas de que sus agentes y directivos admitieron dinero a cambio de entregar datos e información clasificada a los periódicos amarillistas del grupo News Corp., propiedad del magnate Rupert Murdoch.

Por esta metodología ilegal, como por otros delitos contra la privacidad, el empresario, junto a su hijo James y a la ex delegada de la empresa en Inglaterra, Rebekah Brooks, comparecerán hoy frente a la comisión investigadora del Parlamento británico, reunido en sesión extraordinaria.

Los Murdoch se habían negado en un primer momento, y el magnate había respaldado “sin fisuras” a Brooks, su mano derecha y ex directora del periódico News of the World, el polémico dominical. Sin embargo, ante la deriva judicial del caso, Murdoch renunció a adquirir el canal BSB, cerró el problemático periódico, y obligó a renunciar a Rebekah Brooks unas horas antes de que la detuviera la policía.

Además del plano mediático, el escándalo ya contaminó todo el escenario político, y no solo en Inglaterra.

El premier conservador David Cameron, un viejo amigo de Murdoch, tuvo que despegarse del millonario pero sigue muy complicado, lo que ha vuelvo a aupar la popularidad del líder laborista, Ed Milliband.

Además, se difundió que el ex presidente español, José María Aznar, del derechista Partido Popular, integra el directorio de la corporación de Murdoch y podría estar asociado también a los ilícitos que se ventilan ya en sede judicial.

Los Murdoch podrían enfrentarse a cargos penales si las acusaciones se confirman.

Una muerte dudosa

The Guardian, el periódico de centroizquierda que ha sostenido la larga batalla contra los medios sensacionalistas de Murdoch, y que ve en estos días ratificadas con un sinnúmero de pruebas sus denuncias sobre los métodos poco limpios utilizados por los tabloides, dedicó su portada de ayer a una foto de Sean Hoare, el periodista del semanario News of the World que hace menos de un mes denunció los métodos de escuchas ilegales, pinchaduras de teléfonos y sobornos a policías que derivó en el escándalo que ha puesto en jaque a la política inglesa.

Hoare fue encontrado muerto ayer en su departamento del londinense barrio de Watford.

Las implicancias políticas se agravan con esta muerte, de la cual aún no se han dado razones, ya que fue Hoare quien declaró que Andy Coulson, el ex jefe de prensa del premier Cameron, conocía e impulsó la trama de escuchas telefónicas de los medios de Murdoch.

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Cameron y «el amigo» Murdoch (15 07 11)

Los métodos ilegales de Murdoch salpican al gobierno de Cameron

El magnate de los medios de comunicación comparecerá ante el Parlamento británico   

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LONDRES.- El multimillonario australiano-estadounidense Rupert Murdoch, en tanto cabeza ejecutiva del grupo de industrias News Corp., junto a su hijo James, han aceptado finalmente testificar ante la comisión parlamentaria inglesa que investiga el escándalo sobre los métodos ilegales que durante años practicaron sus medios.

Murdoch, cuyos lazos con el poder son sólidos y de vieja data, tenía avanzadas las gestiones para hacerse con la totalidad de acciones del canal BSB, una de las señales televisiva con mayor cobertura, y un negocio millonario que había logrado el visto bueno del Ejecutivo conservador de David Cameron.

Muchos han recordado, en estos días, que el propio Cameron recibió el respaldo de los medios de Murdoch en su campaña hacia Downing Street.

Sin embargo, al destaparse el escándalo sobre escuchas, pinchaduras de teléfonos, hackeo de mails y sobornos a policías para obtener datos privados –principalmente de famosos y políticos, pero también de altos funcionarios y hasta de la realeza- obligó a dar marcha atrás con la adquisición del canal, y a cerrar el periódico dominical News of the World, el tabloide sensacionalista que estaba en el centro de las acusaciones de obtención irregular de noticias.

Pero fueron las declaraciones del ex primer ministro laborista, Gordon Brown, las que complicaron aún más la situación. Brown aseguró haber sido “espiado” en sus comunicaciones privadas y sus finanzas mientras ejercía la titularidad del gobierno británico, y que se habían utilizado elementos “criminales” para ventilar la enfermedad de su hijo pequeño, que padece fibrosis quística, como una noticia exclusiva del diario The Sun, también propiedad del grupo.

El gobierno de Cameron rectificó la habilitación para la operación mediática, y se sumó a los otros partidos para pedir la comparecencia del empresario en la sede parlamentaria.

Los Murdoch se negaron en un primer momento, amparándose en su recientemente adquirida nacionalidad estadounidense.

Por la renuencia, los legisladores pidieron un interrogatorio formal, y ante la posibilidad de que el escándalo derive en una causa judicial con requisitoria policial, tanto Rupert Murdoch, de 80 años, como su hijo admitieron ayer que el martes próximo acudirán a testificar a la comisión investigadora.

Aún así, es poco probable que el cambio de estrategia del magnate vaya a frenar el escándalo, que aporta nuevos elementos –y todos complicados- a cada día.

La policía ya va deteniendo a nueve sospechosos por varios ilícitos relacionados al espionaje para los medios. Además, Andy Coulson, uno de los detenidos, fue jefe de prensa del premier David Cameron, con lo cual las implicancias políticas del escándalo siguen abiertas.

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