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Marruecos: entre los islamistas y el rey (02 12 11)

Marruecos: entre los islamistas y el rey

por Nelson Gustavo Specchia

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La estrategia diseñada por el monarca marroquí, Mohamed VI, para intentar que los vientos de la “primavera árabe” no lleguen hasta sus costas, está quedando a mitad de camino: a la vista de los resultados electorales del último viernes de noviembre, Marruecos no será una excepción.

La reciente reforma constitucional armada por la monarquía alauíta, se planteó como una (tímida) apertura democrática frente a los alzamientos populares que ya habían tumbado a los regímenes autocráticos en Túnez y en Egipto, y avanzaban por una media docena más de países árabes. Pero, además, las nuevas disposiciones constitucionales perseguían reforzar dos elementos: la barrera al avance del islamismo político, y el poder del propio monarca, que además de jefe efectivo del Estado, pasa en la nueva Constitución a ser también el Comendador de los Creyentes (o sea, el jefe espiritual de los musulmanes marroquíes). Sin embargo, las elecciones del viernes 29 de noviembre han mostrado la debilidad de esta estrategia frente a la fuerza avasalladora de los vientos de cambio. Y la dirección de esos vientos, en las arenas marroquíes, sigue de cerca los huracanes de los vecinos del Magreb.

En Egipto, la plaza de Tahrir vuelve a llenarse de manifestantes que reclaman que los militares no burlen el proceso de apertura iniciado con la caída del régimen de Hosni Mubarak; le están torciendo el brazo al mariscal Hussein Tantawi; y el largo proceso electoral iniciado el lunes de esta semana y que se extenderá hasta enero hace prever una victoria de los islamistas Hermanos Musulmanes por amplia mayoría. Si bien la información oficial de los resultados parciales de las elecciones no se harán públicos hasta la finalización del proceso comicial, trascendidos confiables mencionan porcentajes cercanos al 40 por ciento para los Hermanos Musulmanes, y un elemento sorpresa: tras ellos, el segundo lugar no lo estaría ocupando ninguna opción laica de los partidos tradicionales egipcios, sino las fuerzas salafistas del wahabismo, los musulmanes más radicales, con lo cual en un futuro gobierno los religiosos podrían llegar a tener la mayoría absoluta.

En Túnez, por su parte, las elecciones de fines de octubre dejaron al partido En Nahda (El Renacimiento) con una limpia mayoría de 41,5 por ciento sobre los 217 escaños de la Asamblea Constitucional, que tiene que dar forma al nuevo país tras la larga y corrupta autocracia de Zine el Abidine ben Ali. Estas primeras elecciones libres de la historia tunecina han terminado con la concepción –a un tiempo simplista y totalitaria- de un laicismo mayoritario, que como se ha visto sólo constituía una capa de barniz sobre la realidad sumergida del país verdadero. Y esa realidad muestra ahora que los grandes colectivos populares apuestan por opciones políticas que insertan el factor religioso en la vida institucional.

Aunque los de En Nahda, perseguidos sin piedad por Ben Ali (su principal líder, Rachid Ghanuchi, soportó 22 años de exilio), se apuraron a sostener que un futuro gobierno islamista no implicará una restricción de los derechos y de las libertades en una sociedad plural. Algo parecido dicen los voceros de los Hermanos Musulmanes egipcios, y ese fue el centro del discurso, también, de los islamistas victoriosos en Marruecos esta semana.

MODERACIÓN ACELERADA

La prédica tradicional contra el fantasma del radicalismo islámico ventilada por los autócratas del Norte de África, como un argumento de auto justificación para sostener los recortes de libertades al interior de sus gobiernos, se ha visto potenciada por el propio discurso radical de algunos sectores de los partidos religiosos, que anticipan la aplicación de la “sharia” –el conjunto de leyes y de prescripciones morales y de conducta inspirado en el Corán- en caso de llegar al poder. Sin embargo, los éxitos electorales de estos días están demostrando que la mayor aceptación popular pasa por las tendencias moderadas, aunque los colectivos más extremistas y ortodoxos vayan apenas a la zaga.

Este ha sido el camino seguido también por el Islam político en Marruecos. El partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) ha transitado, en un tiempo muy breve, el camino que va de la radicalidad a la moderación, y ha edulcorado toda la campaña electoral en un tono de tolerancia y amplitud, que constituye toda una novedad en este sector del arco político.

El principal líder de los islamistas marroquíes, Abdelilah Benkiran, es un ejemplo concreto de este paso: en los años ochenta militó en un grupo musulmán radical signado como organización terrorista, la Juventud Islámica. Si bien la justicia no le adjudicó a él personalmente ninguna participación en hechos de violencia, la agrupación en la que militaba reivindicaba sin objeciones la lucha armada, y sus compañeros de armas asesinaron, entre otros, al dirigente socialista Omar Benjellun en Casablanca en 1975.

Desde aquellos extremos juveniles, Benkiran fue transitando por numerosas asociaciones islamistas, cada vez más moderadas, hasta que ingresó a fines de los ’90 en el PJD. Precisamente esta formación política fue fundada para recibir a los ex islamistas radicales que estuvieran dispuestos a moderar el discurso y las aspiraciones, para desde allí incorporarlos al sistema. Esa estrategia terminó dando sus frutos, ya que en la primera oportunidad real que se ha presentado (las elecciones de esta semana han sido las más libres y democráticas en los 55 años que Marruecos lleva como Estado independiente) ha conseguido el poder.

Aunque a regañadientes, el rey Mohamed VI ha tenido que respetar la Constitución que él mismo ha pergeñado, y nombró ayer primer ministro a Abdelilah Benkiran, en Midelt, una localidad del Atlas.

EL PODER A LOS “BARBUDOS”

La anécdota ha sido rescatada por los medios de prensa en estos días: en 2001, en el Parlamento marroquí, una mujer periodista –Amina Jabad- estaba cubriendo las sesiones, vestida con una remera y pantalones vaqueros; Abdelilah Benkiran (que es diputado desde hace 15 años) le gritó, frente a las cámaras, “¡andá a vestirte!” y la echó del recinto. Sin embargo, la última década y las recientes emergencias populares en el resto del Magreb han forzado a que los “barbudos” tuvieran que ir amoldando sus posturas hacia mayores grados de tolerancia. Un episodio como el de la censura del ahora primer ministro contra la periodista Amina Jabad lo dejaría muy mal parado frente a los electores. De igual manera, las condenas contra los festivales de música, los bebedores de alcohol y los homosexuales, que poblaban antes los discursos religiosos, han desaparecido de la escena.

Este tránsito paulatino hacia mayores niveles de tolerancia social ha sido clave en la victoria de los islamistas marroquíes. Una victoria relativa, por cierto, en porcentajes menores a los obtenidos por los tunecinos y a los que se anticipan para los egipcios. El PJD se ha hecho con el 27 por ciento de los sufragios, y el rey ha tenido que encomendar a su secretario general la formación del nuevo gobierno. Abdelilah Benkiran será el primer ministro más poderoso de cuantos ha tenido Marruecos hasta ahora, ya que la reforma de la Constitución de Mohamed VI supuso un recorte de las atribuciones del monarca –hasta ahora absoluto- en beneficio del jefe del gobierno. A excepción del ministro de Asuntos Religiosos (cuyo nombramiento sigue siendo derecho del Comendador de los Creyentes, el rey), la designación de todas las demás carteras serán ahora atribución del primer ministro.

Pero este avance del Islam moderado no puede ocultar la otra cara de la moneda: como decíamos al principio, muy a la zaga sigue la presencia de las tendencias radicales. En Marruecos, la otra gran corriente religiosa –más dura y ortodoxa- es Justicia y Espiritualidad, que se mantiene en la ilegalidad por negarse a admitir que el monarca sea el gran Comendador de los Creyentes.

Y este partido proscripto es el que alimenta al “Movimiento 20 de Febrero”, que desde esa fecha viene organizando las protestas multitudinarias que alteran, viernes a viernes, todas las grandes ciudades del Reino de Marruecos. Los del 20 de Febrero rechazan la nueva Constitución, y llamaron al boicoteo de estas elecciones. Y el porcentaje de abstención fue alarmante: el 55 por ciento de los electores inscritos no fue a votar. No todos los “barbudos” marroquíes han decidido seguir el camino de la moderación.

 

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Hoy Día Córdoba – Periscopio  – Magazine – viernes 2 de diciembre de 2011

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Assad, herido y acorralado (18 11 11)

Assad, herido y acorralado

por Nelson Gustavo Specchia

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Uno de los lugares comunes de la literatura de caza mayor, sostiene que pocas cosas encarnan más peligro que una gran bestia herida, a la que se le han bloqueado las vías de escape. En ese momento, un tigre, por ejemplo, se convierte en una perfecta máquina asesina. Es muy difícil en estos días no apelar a ese símil al analizar el callejón sin salida en el que, en un retroceso y en un asilamiento creciente, el régimen sirio de Bachar al Assad se ha ido encerrando.

Y la violencia de la represión gubernamental ya acusa esos golpes a la desesperada. La Unión Europea ha inmovilizado los dineros del clan gobernante colocados en los bancos de sus países miembros, y ha incluido en listas negras a casi todos los personajes relevantes del régimen. Menos explícitamente, pero con el mismo resultado, los países árabes de la región han cerrado las puertas a una posible salida del grupo hacia un exilio dorado. A pesar de que siguen colocando trabas a nuevas sanciones globales o a iniciativas de fuerza con participación multilateral, ni Rusia ni China admitirían tampoco a las principales cabezas del clan de los Al Assad para brindarles guarida. Al callejón del aislamiento sólo le quedan dos débiles ventanucos: Irán y Líbano; pero sería muy difícil que los gobernantes sirios optaran por alguno de estos dos países para establecer una nueva residencia tras el abandono del poder, porque en ninguno de los dos tendrían garantías suficientes de un futuro sin persecuciones. En el vecino del Sur, los largos años de subsidios de Al Assad al Hezbollah le aseguran la fidelidad del partido-milicia, pero el resto del mosaico libanés los odia visceralmente; y su laicismo modernista tampoco cuaja demasiado con la teocracia de los chiítas iraníes. Por lo demás, tanto Mahmmoud Ahmadinejad como los líderes del Hezbollah quedaron atrapados en sus contradicciones respecto de las revoluciones de la “primavera árabe”: apoyaron todos los alzamientos contra las tiranías en el Magreb y en Oriente Medio, mientras éstos se dirigían contra regímenes afines a Occidente (Túnez, Egipto, Marruecos, Bahrein e inclusive Libia), pero decretaron el inmediato fin de su apoyo cuando la “primavera árabe” llegó a las costas del acorralado tigre sirio.

El extremo aislamiento de los Al Assad, y las heridas ya insalvables que los alzamientos populares y la resistencia de la oposición política siria les han asestado, sólo habilitan la consideración de dos escenarios de corto plazo: una negociación que les permite abandonar el poder con las garantías suficientes, o la guerra. Y mientras esta alternativa termina de tomar forma, las calles de Damasco se siguen cubriendo de sangre, cada día más brutalmente.

ENTRE DOS FUEGOS

Como en todos los procesos políticos con resolución violenta, la principal víctima es la población civil; tanto de Damasco, Deráa, Hama, Homs y otras ciudades, como de las áreas rurales consideradas por el régimen como “focos de oposición”. La metodología represiva ordenada por Bachar el Assad, sin prácticamente ningún atenuante ni discriminación, fue horadando inclusive la obediencia al interior de las fuerzas armadas, que desde hace semanas viven un continuo desgranamiento y huída de efectivos, que comenzó cuando los uniformados se negaron a disparar a sangre fría a campesinos que huían de la represión oficial cruzando la frontera con Turquía. Estos soldados y oficiales desertores han sido cooptados por el liderazgo de la oposición política clandestina, y junto con voluntarios civiles, se han organizado en el denominado Ejército Libre de Siria, al que se le calculan ya varios centenares de efectivos y que –como se vivió con los rebeldes de Bengazi en Libia- constituye el germen de la oposición armada al hasta ahora incuestionado monopolio estatal.

Pero esta situación vuelve a dar una nueva vuelta de tuerca sobre la seguridad de la población civil, que ahora no sólo sufre los embates de las fuerzas regulares, sino que se ve aprisionada entre dos fuegos, entre las fuerzas de seguridad oficiales y un ejército rebelde que en las últimas horas se ha armado de valor como para –inclusive- atacar a un cuartel del ejército sirio. La osadía de los rebeldes se acrecentó a partir de esta semana, cuando el lunes ultimaron en una emboscada a 34 militares gubernamentales en Deráa, el mismo día que entre los opositores se contaron más de cincuenta muertes por la represión oficial.

La Liga Árabe, una organización fundada por Siria –y que ha recibido una parte sustancial de su financiamiento de las prebendas de los Al Assad- decidió esta semana también despegarse de uno de sus miembro más conspicuos, y lo hizo alegando la fragilidad de la protección a los civiles y las mentiras de Bachar. El presidente se había comprometido el 2 de noviembre, frente a los embajadores de la Liga Árabe, a retirar las tropas de las ciudades y aflojar la represión. Sin embargo, desde principios de mes la violencia de las fuerzas del Estado no ha hecho sino aumentar, y se calculan más de tres centenares de muertes desde entonces; si así fuese, los muertos desde el inicio de la revuelta siria, hace nueve meses, ya serían cerca de 4.000. La Liga pide ahora que Damasco permita la entrada de una fuerza civil de 500 observadores, miembros de ONG’s de derechos humanos, para proteger a la población civil de los embates entre las fuerzas regulares y el Ejército Libre de Siria.

Pero es difícil que la organización regional, que –además- nunca se ha destacado por su eficiencia, obtenga la autorización del gobierno. La expulsión de Siria de su seno ha enfurecido a Bachar al Assad, que ha mandado a sus acólitos a asaltar las sedes diplomáticas de Marruecos, Qatar, y de los Emiratos Árabes Unidos, y no deberían descartarse otros ataques a las embajadas de más países miembros de la Liga. El clan es consciente de que el apoyo de la Liga Árabe en las Naciones Unidas fue decisivo para la aprobación de la resolución multilateral que habilitó el cierre del espacio aéreo de Libia, y la entrada de la OTAN en apoyo a los rebeldes, que finalmente terminó inclinando la balanza de la guerra contra Muhammar el Khaddafi. Bachar y sus hermanos se deben estar preguntando cuánto tiempo falta para que la Liga Árabe haga lo mismo con ellos.

LA OPCIÓN TURCA

El asalto a las embajadas por parte de los partidarios del régimen, y el ataque al cuartel por parte de los insurgentes del Ejército Libre de Siria, ha llevado al canciller ruso, Seguei Lavrov, a calificar la situación interna como un escenario de “guerra civil”. Esta situación, sumada a las cada vez más sólidas posibilidades de una guerra con participación internacional, vuelve a colocar en el centro de atención la opción de una intervención de buenos oficios del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan.

Turquía ha puesto de manifiesto reiteradamente sus anhelos de liderazgo regional, y desde el estallido de la “primavera árabe” las gestiones del líder del partido islamista moderado AKP han aumentado en su dinamismo. Erdogan ha roto con la ortodoxia inflexible de Benjamín Netanyahu en Israel, después de tantos años de alianza estratégica entre ambos; ha prestado especial atención a la situación de la Franja de Gaza (los barcos solidarios con los palestinos, interceptado por las tropas judías de élite, navegaron con bandera turca); ha estado presente en Túnez, en Egipto, y aterrizó en Trípoli para celebrar la victoria sobre Khaddafi, al mismo tiempo que Nicolas Sarkozy y David Cameron. Ante la posibilidad de que el caos de los acorralados tigres de Al Assad termine siendo aprovechado por el iraní Ahmadinejad –o el rey Abdullah de Arabia Saudita, la otra potencia regional- Erdogan vuelve a mostrar su predisposición de intervenir protagónicamente en una salida negociada a la crisis siria.

Mientras el régimen de Damasco fue una apuesta segura, el gobierno turco no tuvo problemas de hacer negocios con los Al Assad. Luego, cuando comenzaron a estallar las protestas, Erdogan intentó convencer al clan de introducir reformas urgentes. Pero ante su inflexibilidad, esta semana el turco escenificó su ruptura: dijo que ya no podía confiar en Bachar, porque es un mentiroso que pasará a la historia como uno de esos líderes que se alimentan de sangre, y anunció que aplicará sanciones unilaterales, especialmente un embargo de armas y de petróleo.

Si Erdogan lo logra, puede terminar forzando el cambio de postura de Rusia y de China en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aumentando la presión diplomática internacional, y abriendo, al mismo tiempo, una ventana de oportunidad –desde el interior del Islam- para que el tigre herido de los Al Assad pueda escapar. Esa es una alternativa, quizá la última. La otra, es la guerra.

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[Hoy Día Córdoba – Periscopio  – Magazine – viernes 18 de noviembre de 2011]

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Túnez, el suave aterrizaje del Islam

Túnez, el suave aterrizaje del Islam

por Nelson Gustavo Specchia

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La pequeña república magrebí de Túnez vuelve a ponerse al frente de los procesos de cambio que vienen moviendo las estructuras políticas del Norte de África y de Oriente Medio, en lo que ya conocemos todos como la “primavera árabe”. En las recientes elecciones, convocadas para conformar una asamblea constituyente que provea al Estado, por primera vez desde su independencia de Francia en 1956, de una Constitución democrática, han vencido claramente las corrientes islamistas. El interrogante que abre este resultado es si con él también Túnez viene a marcar una tendencia en el rumbo de la región.

Porque en Túnez comenzó todo, y no porque la acumulación de corruptelas y equívocos que las dictaduras árabes del Magreb –apoyadas sustantivamente por Occidente- hubieran tenido en este pequeño país de la costa sur del Mediterráneo unas condiciones diferenciales. Quizás solamente la gota que rebalsó el vaso de la paciencia cayó en Túnez, y una vez que el derrame se inició ya fue imparable. Esa gota, dolorosa, fue la radical protesta del joven ingeniero informático –y eventual vendedor callejero de frutas- Mohammed Bouazizi, que el 17 de diciembre del año pasado, ante la brutalidad policial que había destrozado el carrito con que intentaba ganarse la vida después de haberlo intentado todo, en un mercado laboral cerrado a cal y canto y en una sociedad sin horizontes de cambio ninguno, se prendió fuego. Su rebeldía desesperada rebalsó los diques que contenían tantas situaciones similares, en el entorno de un sistema político feudalizado, donde a la “dictadura blanda” de los treinta años de Habib Bourguiba, le había sucedido la dictadura más extrema, familiar y cleptocrática de Zine el Abidine ben Ali y su mujer, Leila Trabelsi.

Las masas tomando las calles, románticamente designaron “revolución de los jazmines” a sus protestas, pero la fuerza real que manifestaban empujó a Ben Ali a subirse a un avión (su esposa Leila lo llenó, previsoramente, de una tonelada y media de oro) y partir hacia el exilio en Arabia Saudita. Entonces comenzó el contagio: Egipto, Yemen, Bahrein, los rebeldes de Libia, los opositores monárquicos de Marruecos. Túnez había marcado el comienzo, y nadie está seguro de marcar todavía el final.

EL FANTASMA RELIGIOSO

En el discurso de auto justificación de los dictadores que la “primavera árabe” está barriendo, siempre ocupó un lugar importante el considerarse a sí mismos como la última barrera frente al fundamentalismo islámico. Había corrupción, apenas unos barnices de democracia y violaciones a los derechos humanos en sus regímenes, pero todo eso era un precio módico que había que pagar para impedir el mayor de todos los males: que los partidos religiosos llegasen al poder, y con ellos la imposición de la “sharia” (la regulación de las conductas sociales mediante los preceptos coránicos) hacia el interior de las sociedades, y la más que probable enemistad con los países occidentales (con la consecuente suspensión de las exportaciones de hidrocarburos hacia ellos) como principal consecuencia externa.

El argumento de “freno del islamismo radical” comenzó a debilitarse hace ya tiempo, a medida que se conocían detalles sobre el complejo entramado de agrupaciones en que se dividía el Islam político, que el simplismo intencionado de las dictaduras había intentado meter en la misma bolsa. Y también con el resultado de algunas experiencias de partidos islámicos no radicales en el poder, principalmente con el AKP de Recep Tayyip Erdogan y Abdullah Gull en Turquía.

Ahora, en ese universo aparece el islamismo moderado del tunecino En Nahda (El Renacimiento), y arrasa en las elecciones a la convención constituyente, en lo que puede ser una nueva señal del rumbo de los sistemas políticos saneados tras las revueltas de la “primavera árabe”.

CLAVES DE UN RENACIMIENTO

Bajo el régimen de Ben Ali, y como parte de aquel discurso de auto justificación al que acabo de aludir, todo lo que oliese a islamismo estaba proscripto y prohibido. Los principales dirigentes de esos sectores, por lo tanto, llevaban décadas en el exilio, y no había ninguna estructura –no sólo ningún partido político, tampoco ninguna organización no gubernamental- sobre la cual apoyarse para plantear una alternativa. O sea que el nombre del partido tunecino hace referencia concreta a un volver a nacer, a un surgimiento desde la nada, tras casi sesenta años de laicismo obligatorio. Sin embargo, en apenas nueve meses, el movimiento En Nahda ha conseguido estructurar un nuevo discurso, que combina dosis de tradicionalismo con otras de modernidad, y lo ha articulado en una clave de mesura –sin convocatorias a revanchismos ni venganzas- que ha dado en la tecla y empujado a un apoyo social mayoritario.

En las elecciones a la constituyente del pasado 23 de octubre, En Nahda se alzó con el 41,47 por ciento de los votos totales, prácticamente la mitad del padrón, y a casi un 30 por ciento de distancia de la segunda fuerza, el partido Congreso para la República, de centro izquierda. Así, en la futura Asamblea Constituyente, que tendrá 217 escaños, los islamistas de En Nahda ocuparán 90 lugares; el Congreso para la República tendrá 30 asientos; y Ettakatol, la tercera fuerza más votada, 21 escaños.

Y aquí parece haber otro elemento que da una pauta del nuevo comportamiento del electorado: además de la sorpresa de la clara mayoría de En Nahda, las principales fuerzas de oposición son partidos que no hicieron campaña contra el islamismo. En cambio, la oposición tradicional, que sigue repitiendo el viejo argumento de que no hay islamismo moderado posible, y que hay que parar a los religiosos de cualquier manera, porque detrás de ellos vendrán los barbudos a lo talibán y la imposición de la “sharia”, fueron censurados por el voto popular. Las dos principales agrupaciones del frentismo anti islamista, el Partido Democrático Progresista (17 escaños), y el Polo Democrático (5 escaños), han sufrido un castigo en las urnas.

Además de la contundente victoria en las opciones políticas generales –esto es, sobre el rumbo y las formas que debería adoptar el Estado a partir de ahora- los islamistas de En Nahda han demostrado su inserción en todos los estratos sociales, y su llegada a los diferentes agregados geográficos, lo que también termina con el preconcepto de que las ciudades –donde se concentran los sectores más educados de la población- eran laicistas, y que la adhesión a opciones políticas vinculadas a la religión estaba relegada a las zonas rurales, más pobres, tradicionalistas y conservadoras. En Nahda, por el contrario, fue el partido más votado en todas las circunscripciones electorales, incluyendo algunas de la ciudad de Túnez, la cosmopolita capital, que se consideraba el terreno político de la oposición socialdemócrata laica.

Que un partido que proclama claramente su adscripción islámica haya sido la opción elegida por los sectores progresistas, en detrimento de las fuerzas usuales de la centro izquierda, tiene mucho que ver con las maneras en que En Nahda articuló su discurso, en el espacio de poco más de medio año. El hecho de que haya aceptado sin restricciones la imposición de paridad de género en las listas electorales, las referencias permanentes al “modelo turco”; las posturas conciliadoras con los sectores que estuvieron más cerca del régimen de Ben Ali; la seguridad de que el modelo de desarrollo y de que la economía de mercado no serán cuestionados; y una manifiesta relación de cooperación con Occidente; han terminado por alejar el fantasma de los barbudos a lo talibán, y de convencer a la mayoría de tunecinos que la coexistencia entre régimen democrático y republicano moderno, con preceptos religiosos y usos y costumbres que hacen a su identidad, es factible.

Las elecciones de fines de octubre cierran la “revolución de los jazmines”, y abren una nueva etapa, la de transición hacia un sistema democrático en el marco de un Estado de derecho. Si los islamistas moderados tunecinos consiguen conducir ese tránsito, estaremos ante un fenómeno realmente novedoso de la política internacional, y ante todo un nuevo escenario de posibilidades para Medio Oriente y el Magreb.

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[Hoy Día Córdoba – Periscopio  – Magazine – viernes 4 de noviembre de 2011]

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Los palestinos ya festejan la llegada de la “primavera árabe” (29 09 11)

Extreman cuidados para evitar enfrentamientos en la zona oriental de Jerusalén

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Después de un largo período de inactividad, signada por el desacuerdo entre las dos principales facciones palestinas (Al Fatah, que controla Cisjordania, y los islamistas de Hamas, que dominan de facto la Franja de Gaza), la comunidad árabe vive un nuevo tiempo de expectativas desde que las Naciones Unidas tuvieron que admitir a trámite el reconocimiento de un Estado soberano en sus territorios.

El comienzo de las sesiones del comité de encargado de nuevas admisiones, esta semana, avizoró sin embargo un trámite largo y engorroso, y con pocas esperanzas de una resolución positiva, dada la decisión de la Casa Blanca de oponerse a la vía del reconocimiento multilateral.

Sin embargo, con el anuncio del gobierno de Benjamín Netanyahu, también durante esta semana, de ampliar la construcción de 1.100 nuevas viviendas para judíos en los territorios ocupados en 1967 del sector oriental de Jerusalén, el camino de reapertura de negociaciones bilaterales al que apostaba la diplomacia estadounidense sufrió un duro revés.

Tanto el vocero del presidente Barack Obama, como la propia secretaria de Estado, Hillary Clinton, tuvieron que salir a censurar la decisión del gobierno de Tel Aviv. Rusia, China, la Unión Europea y otros numerosos países y organizaciones internacionales se sumaron a las críticas a Israel.

En la víspera, en una sesión especial, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que declara que el pueblo palestino tiene el “legítimo derecho de crear un Estado independiente”, en un documento aprobado por unanimidad por los miembros del cuerpo parlamentario continental.

En Ramallah, sede del gobierno provisorio de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), siguen los festejos por el protagonismo internacional recuperado. Los voceros del premier Mahmmoud Abbas evaluaron que la nueva coyuntura en los territorios participa de la denominada “primeva árabe”, el conjunto de modificaciones estructurales que sacude al Norte de África y a Medio Oriente desde principios de año.

Desde el ejecutivo de Abbas, inclusive, no se descarta que pueda forzarse a un cambio del voto norteamericano. Ya ocho países integrantes del cuerpo han decidido votar a favor del Estado Palestino, según informó el ministro de Exteriores Riyad al Malki, entre los que se cuentan Líbano, Rusia, China, India, Sudáfrica y Brasil.

Con nueve votos la petición sería aprobada, aunque con posterioridad los Estados Unidos podrían ejercer su poder de veto para frenarla.

Negociaciones problemáticas

La decisión del presidente Barack Obama de relanzar las negociaciones bilaterales entre israelíes y palestinos está siendo motorizada por el denominado “cuarteto”, integrado por la diplomacia norteamericana, rusa, de la Unión Europea, y de las Naciones Unidas, y cuya figura visible es el ex primer ministro laborista británico Tony Blair.

El “cuarteto” ha invitado a reabrir las rondas de diálogo, haciendo caso omiso al nuevo plan de construcción de viviendas para judíos en los territorios ocupados de Jerusalén.

Ayer, tras una reunión de su directiva en Ramallah, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) rechazó volver a ningún tipo de negociaciones mientras Israel siga construyendo en los asentamientos. Y se preguntó cómo la propuesta del “cuarteto” propone comenzar a negociar sobre los límites de 1967, mientras el Estado de Israel sigue construyendo activamente traspasando esos límites.

Así, las nuevas negociaciones aparecen como una vía muerta aún antes de haber logrado comenzar.

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Los palestinos llegan a la Asamblea General (16 09 11)

El pedido de reconocimiento del Estado Palestino llega a la ONU

Mayoritaria aceptación mundial. Estados Unidos adelantó que vetará la decisión

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La dirigencia de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) parece haber llegado a la conclusión de que las promesas de apoyo formuladas por el presidente estadounidense Barack Obama han sido postergadas en las listas de prioridades, y han decidido impulsar el reconocimiento de su Estado ante la Asamblea General de la Naciones Unidas.

En oportunidad de la última campaña electoral, el entonces candidato del Partido Demócrata aseguró que la paz en Medio Oriente se aseguraría permitiendo que el pueblo palestino estableciera su entidad soberana, en pie de igualdad con los países de la región, y que ese resultado sería consecuencia de las negociaciones de paz con Israel.

Luego, en los primeros tramos de su Administración, Barack Obama delineó los principales capítulos de su agenda exterior en el discurso en la Universidad Islámica de Al Azhar, el 4 de junio de 2009 en El Cairo. Allí remarcó que los Estados Unidos pretendían establecer un marco de cooperación con los países islámicos, donde se ubicó el apoyo a la soberanía de los palestinos, que se mantienen en un limbo jurídico desde la creación del Estado de Israel y la ocupación de su ejército de los territorios que las Naciones Unidas habían determinado para la comunidad árabe en las tierras entre el Mediterráneo y el río Jordán.

Pero, a pesar de estas posturas del jefe de la Casa Blanca, el fuerte lobby judío de Washington y la intransigencia del actual gobierno conservador israelí presidido por Benjamín Netanyahu fueron frustrando los sucesivos intentos de reanudación de las conversaciones entre ambas partes bajo el auspicio de los estadounidenses.

La coalición de partidos conservadores que ocupa el Poder Ejecutivo en Israel se permitió inclusive algún sonado desplante, como el de anunciar la construcción de nuevos asentamientos en los territorios ocupados el mismo día en que el vicepresidente norteamericano Joe Biden aterrizaba en Tel Aviv para respaldar el proceso de paz.

La compleja situación de la retirada de las guerras en Irak y en Afganistán también desplazó la cuestión palestina de la agenda del Departamento de Estado, y la “primavera árabe” iniciada en enero de este año en el Norte de África, junto a la participación de la OTAN en el derrocamiento del régimen libio de Muhammar el Khaddafi, terminaron dejando el contencioso fuera de trámite.

Ante este escenario, el jefe de la ANP, Mahmmoud Abbas, desde los cuarteles provisorios de Ramallah (la “Mukata”) lanzó una ofensiva diplomática, para presentar la solicitud directamente ante la Asamblea General del mayor organismo multilateral del mundo, que habilitará sus sesiones ordinarias la próxima semana.

La respuesta internacional al reclamo palestino encontró gran eco, y son muchos los países que comprometieron su voto positivo si la demanda de los árabes es presentada.

Esa reacción, a su vez, provocó la indignación del gobierno israelí, tanto en las declaraciones del primer ministro como del canciller Avigdor Lieberman. En un cambio de roles, Lieberman acusó a los palestinos de querer un Estado propio “limpio de judíos”, y advirtió sobre “consecuencias graves y difíciles” si los palestinos concretan su movimiento.

El importante lobby judío de Washington también reaccionó presionando a la Casa Blanca, y el presidente Obama declaró que la presentación ante la ONU, sin un acuerdo previo con el Estado de Israel, sería “extemporáneo”.

Estados Unidos no tiene capacidad para frenar una proposición de este tipo en el pleno de la Asamblea, pero Obama advirtió que, si llega a darse, Estados Unidos utilizará su poder de veto en el Consejo de Seguridad para frenar la aceptación del Estado Palestino como miembro pleno.

En todo caso, la diplomacia norteamericana estaba ayer realizando gestiones de última hora para intentar disuadir a los árabes: el emisario de Obama para Medio Oriente, David Hale, y el consejero especial del presidente, Dennis Ross, estaban en Ramallah para reunirse con Abbas.

Desde la Mukata, en todo caso, confirmaron que el pedido de membresía plena sigue adelante.

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Khaddafi cerca la capital rebelde

Khaddafi recupera Brega y sus hombres se acercan a Bengasi

La superioridad militar del régimen se impone sobre los insurgentes

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Mientras los alzados contra el dictador libio Muhammar el Khaddafi siguen implorando la ayuda internacional, la apabullante superioridad de armamentos que el régimen dispone va día a día desequilibrando la balanza a favor del clan gobernante en Trípoli.

Los rebeldes, que llegaron a ocupar ciudades de los suburbios inmediatos de la capital, ven cómo sus desorganizadas fuerzas, aunadas sólo por el voluntarismo de la revuelta pero sin estrategia coordinada ni preparación de combate, son diezmadas por los tanques, las piezas de artillería pesada, y los bombardeos sistemáticos de la aviación de Khaddafi.

Las potencias occidentales siguen discutiendo la viabilidad de establecer una zona de exclusión aérea que cercene los bombardeos militares sobre la población civil, pero las largas discusiones en los foros multilaterales, tanto de las Naciones Unidas (ONU) como de los ministros de Exteriores de la Unión Europea (UE), terminan jugando a favor del régimen, que aprovecha el tiempo para redoblar el ataque contra la zona oriental del país, epicentro de la revuelta opositora.

Luego que las fuerzas regulares de Khaddafi –aumentadas por los mercenarios subsaharianos contratados- retomaran la ciudad petrolera de Ras Lanuf, durante el fin de semana los medios de comunicación oficiales informaron que el ejército había recuperado también la ciudad de Brega de manos rebeldes, y los tanques se encaminaban hacia Ajdabiya, el último enclave urbano de importancia en la ruta hacia Bengasi, donde los alzados han establecido su capital y la sede del Consejo Nacional.

En una de las apariciones pública, el mandatario arengó a sus seguidores, y prometió que “limpiaría” el país de rebeldes, sofocando la revuelta “casa a casa, calle a calle, hombre a hombre”, al tiempo que volvía a ratificar su decisión de “morir en Libia”. Mensajes que pueden implicar una larga y dura guerra, con una sangrienta represión contra los disidentes en el caso de ganarla.

Medios occidentales daban cuenta en la tarde de ayer, citando testigos presenciales, que los habitantes de la populosa ciudad de Ajdabiya habían comenzado un éxodo, huyendo hacia Bengasi y hacia la fronteriza ciudad de Tobruk, frente a la cercanía de las tropas que responden a Khaddafi.

En el plano regional, mientras europeos y norteamericanos siguen divididos sobre la manera de forzar el retiro del dictador, la iniciativa de establecer una zona de exclusión aérea sobre Libia propuesta por el presidente norteamericano Barack Obama, a la que se sumaron luego dirigentes europeos como el francés Nicolás Sarkozy y el británico David Cameron, recibió el crítico respaldo de la Liga Árabe.

En un comunicado dirigido al secretario general de la ONU, la organización regional, que ya expulsó a Libia de su seno, adhiere a la hipótesis de la Alianza Atlántica (OTAN) para proteger a los civiles de los bombardeos de Khaddafi. El coronel, por su parte, adelantó que considerará esa medida como una declaración formal de guerra.

Más protestas en Marruecos

Las declaraciones del monarca marroquí Mohamed VI, asegurando que promovería una reforma constitucional que aumentará los grados de democracia del país, no han sido suficientes para parar la protesta social que se viene incubando en el primer país del Magreb norafricano. Ayer, la policía antidisturbios del régimen monárquico embistió duramente contra las manifestaciones pacíficas de fuerzas progresistas y de islamistas moderados en Casablanca.

Los movilizados, que pedían “una constitución democrática y una monarquía parlamentaria”, fueron reprimidos frente a la sede del Partido Socialista, con un saldo de más de 130 heridos.

En Yemen, por otra parte, la oposición al presidente Ali Abdullah Saleh, que pide su renuncia tras más de tres décadas en el poder, sigue activa. Nuevas movilizaciones fueron reprimidas por las fuerzas policiales en la Universidad de Saná, en la capital del país, y en la ciudad de Aden y Mukalla, en el sur. Hasta ayer, la prensa local había informado de ocho muertos (entre ellos un niño de 12 años) y decenas de heridos como resultado.

Por último, en el vecino sultanato de Omán, el sultán Qabus ibn Said, que gobierna el país desde hace 41 años por decreto, anunció reformas tras el arribo de la revuelta árabe al país.

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China, el próximo ejército imperial

China, el próximo ejército imperial

Por Nelson Gustavo Specchia

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Desde los primeros momentos del alzamiento popular en el mundo árabe, a mediados de enero pasado, comenzó a advertirse que ese movimiento no se limitaría a Oriente Medio y el Magreb, sino que el envión aperturista podría llegar a otras latitudes. O, con más precisión, tendría capacidad para afectar a otros regímenes, que, como los árabes, han hecho de la cerrazón autocrática y del control la base de sustento y la lógica de permanencia en el poder. Y esto, independientemente de sus características culturales y de su ubicación geográfica. En otras palabras, se instaló la pregunta de cómo haría China para evitar el “efecto contagio” de las puebladas aperturistas provenientes de las riberas del Mediterráneo.

La clase dirigente china, que a pesar de denominarse hoy Comité Central del Partido Comunista de la República Popular de China, sigue manteniendo el carácter elitista del antiguo mandarinato imperial, reaccionó a estas versiones. Los altos burócratas de Pekín negaron enfáticamente que alzamientos como los que están resquebrajando las satrapías árabes pudieran llegar a sus ciudades. La situación interna china es diametralmente diferente, argumentan. El crecimiento del producto interior se mantiene en tasas muy altas; el mercado exportador continúa expandiéndose; el control sobre la economía logró esquivar con éxito los picos más problemáticos de la reciente crisis global; los juegos olímpicos mejoraron la vidriera internacional del régimen; y la tenencia de bonos públicos estadounidenses en las cajas fuertes de los bancos de Shangai y Hong Kong ha logrado acallar hasta las denuncias occidentales por las violaciones a los derechos humanos. Inclusive los conatos de protesta de la Administración Obama por la suave –pero permanente- devaluación del yuan, que mejora la competitividad de los productos chinos pero a costa de los equilibrios en las balanzas comerciales con sus socios en Occidente, quedaron en aguas de borraja.

Todos estos elementos, aducen los nuevos mandarines, abroquelan al sistema político contra posibles contagios. China no será una ficha más de las que tira este inquieto dominó. Pero, a pesar de esta muestra discursiva de seguridad, el gobierno chino ha tomado recientemente dos medidas críticas, que muestran que la confianza real en la posibilidad de que no surjan revueltas internas quizá no sea tan grande: acrecentar el control de la sociedad civil mediante la tecnología, e incrementar –en un auténtico salto cuantitativo- el gasto militar.

CONJURAR TIANANMEN

El actual escenario de alzamientos populares en demanda de más democracia, participación, apertura y transparencia no es la primera situación en que el régimen chino ve cuestionado su manejo cerrado y elitista del poder.

Entre abril y junio de 1989, en la enorme explanada de Tiananmen, en el centro de Pekín, la muerte del líder Hu Yaobang provocó una sorpresiva espiral de concentraciones y protestas, que fueron convocando cada vez a más gente, especialmente a jóvenes y estudiantes universitarios, hartos del control opresivo de la gerontocracia del Partido Comunista Chino. La movilización, que crecía en número pero también en rebeldía con cada día que pasaba, tuvo muchos puntos en común con las que se registraron en Túnez y en Egipto desde principios de este año. Y la forma en que el régimen respondió para sofocarla, no dista demasiado de las vías que el coronel Muhammar el Khaddafi está empleando en estos momentos para reprimir la protesta en Libia.

Los manifestantes de Tiananmen también conformaban un variopinto ejército del descontento, desde intelectuales y profesores universitarios que bregaban por mayor apertura y libertades civiles, pasando por jóvenes militantes de base críticos con el nepotismo corrupto de los “ancianos”, hasta obreros urbanos que se oponían a las nuevas modalidades del capitalismo férreamente controlado por el Estado, impuesto como filosofía política excluyente desde las reformas de Deng Xiaoping a los desmanes colectivistas de Mao Tse Tung.

La clase dirigente, que no había tenido que soportar una contestación opositora desde la constitución de la República Popular, se encontró con la guardia baja. Las divisiones de opiniones sobre cómo enfrentar la protesta llegaron al Comité Central del partido, pero finalmente se impuso la línea dura: se decidió no adoptar ni uno solo de los puntos reclamados por los movilizados, se decretó la ley marcial, y se mandaron los tanques a la plaza. La “masacre de Tiananmen” (cerca de 3.000 muertos, según la Cruz Roja, y más de 10.000 heridos) levantó una ola de condena en todo el mundo, y aisló nuevamente a China.

Pero los mandarines han aprendido de aquella experiencia, y los pasos de estos días parecen querer conjurar una nueva Tiananmen que llegue con los aires mediterráneos desde el mundo árabe. El gobierno admitió que está probando un sistema informático, que comenzará a operar en los próximos meses, mediante el cual podrá localizar en cualquier momento a todos los poseedores de teléfonos celulares en Pekín (que son, por cierto, casi todos los habitantes). La experiencia comenzará con la prestadora China Mobile, que posee un 70 por ciento del mercado, pero seguirá luego con China Unicom y con China Telecom, con lo cual podría llegar a controlar a cerca del 95 por ciento de los 24 millones de ciudadanos que pueblan la capital china, durante las 24 horas del día. Se podrá saber en qué lugar está cada quien en cada momento: en el baño de su casa, en el comedor, o yendo a una concentración popular en una plaza de la ciudad. Y, claro está, en este último caso se podrá intervenir policialmente con el tiempo suficiente como para abortarla, antes de que pase a mayores.

LOS SOLDADOS IMPERIALES

Pero la noticia que mayores suspicacias ha despertado en los centros de análisis de política internacional no ha sido la del aumento del control social interno, sino el anuncio de que China pegará un salto en las partidas presupuestarias destinadas al gasto militar durante el presente ejercicio. A pesar de lo que el discurso oficial esté dispuesto a admitir, el aumento de la cuenta de defensa no está disociado del clima de revueltas que sacude a los regímenes autocráticos. Pero en este caso las implicancias regionales con unos vecinos (India, Taiwán, Corea) con quienes las relaciones no siempre han sido fáciles, y las lecturas globales en cuanto a balances de capacidad de fuego, adquieren otras dimensiones.

Pekín ha admitido esta semana que el gasto de defensa chino alcanzará los 601.100 millones de yuanes (unos 70.000 millones de dólares) en 2011, lo que implicaría un aumento de más de un 10 por ciento respecto del gasto del año anterior; un presupuesto militar que supone un 6 por ciento del total de las erogaciones del país.

Pero aquella cerrazón informativa y falta de transparencia que los jóvenes ya reclamaban en la plaza de Tiananmen hace más de veinte años, se agudiza en los temas militares. Observatorios externos, como el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), calculan montos sustantivamente mayores; e inclusive la inteligencia norteamericana ha dejado trascender que el gasto militar chino es –cuando menos- el doble de lo que admite el gobierno.

En todo caso, los burócratas de Pekín relativizan estas suspicacias, comparando su partida con los 553.000 millones de dólares que el Pentágono norteamericano presentó en su previsión presupuestaria para 2012 (y ese monto record, sin incluir los costos de las guerras en Irak y Afganistán).

No hay manera de compararse con la potencia militar hegemónica del globo, claro está, pero China parece encaminada a reconstruir el viejo ejército imperial de Oriente, a tono con su creciente supremacía demográfica, política y económica.

Y eso no es una buena noticia.

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Khadafi contraataca en el Este (10 03 11)

El gobierno libio ordena un contundente contraataque en la mitad oriental del país. La OTAN concentra fuerzas en las costas mediterráneas, mientras la Unión Europea se apresta a aislar diplomáticamente al régimen.

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En la oscuridad informativa que rodea al conflicto en Libia, medios que responden a Muhammar el Khaddafi afirmaron haber recuperado los enclaves urbanos de Zawiya –a pocos kilómetros de la capital- y de la estratégica Ras Lanuf de manos insurgentes.

Fuentes citadas por las cadenas europeas informaron que, tras soportar el intenso ataque de las fuerzas regulares durante cinco días, los milicianos opositores se retiraron del puerto de Ras Lanuf hacia el este, territorio que siguen controlando.

El éxito de la contraofensiva habría alentado un despliegue mayor de efectivos hacia las posiciones orientales, que responden al Consejo Nacional opositor con sede en Bengasi.

El miércoles el líder libio había vuelto a aparecer por la televisión oficial, anunciando la “victoria militar” sobre los alzados, y ayer su hijo, Saif al Islam Khaddafi, aseguró que el gobierno no se rendirá inclusive si tiene que soportar una invasión militar directa de la Alianza Atlántica (OTAN), hipótesis que se ha discutido en los foros multilaterales en las últimas jornadas.

El hijo del mandatario, que ha sido señalado como su más probable sucesor, declaró que ya no hay ninguna posibilidad de negociación con los rebeldes, y que el gobierno llevará hasta las últimas consecuencias la reconquista del país, “este es el momento de la liberación”, afirmó.

A pesar de estar muy menguado en el número de soldados, el régimen de Khaddafi dispone de una capacidad de fuego y de armamentos que se está revelando muy superior a las posibilidades de los rebeldes.

Al mismo tiempo, el diario estadounidense The New York Times sostuvo en su edición de ayer que el mandatario dispone de miles de millones de dólares ocultos en Trípoli, con los cuales podría financiar una guerra larga a pesar de que le bloquen las cuentas bancarias que dispone en Occidente.

La ofensiva militar, sin embargo, ha coincidido con un revés diplomático del autócrata norafricano: ayer el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, reconoció públicamente al gobierno opositor del Consejo Nacional, afirmó que en breve París enviará un embajador a Bengasi, e instó al resto de Estados-miembros de la Unión Europea (UE) a seguir el ejemplo francés.

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Libia frente a una posible guerra larga (01 03 11)

La revuelta libia podría caer en una guerra civil prolongada

El gobierno norteamericano advierte sobre la posibilidad de un conflicto largo

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Cuando el alzamiento opositor al coronel Muhammar el Khaddafi en Libia entra ya en su tercer semana, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, afirmó ayer que el conflicto pude estancarse en una larga guerra civil entre las dos mitades del país.

El sector oriental está ocupado por los insurrector, que inclusive han constituido esta semana un Consejo Nacional en el que se van integrando los diferentes grupos que confluyen en la oposición al régimen de Khaddafi, y han asentado en la segunda ciudad libia, Bengasi, el centro de control del alzamiento.

Junto a esta instancia, organiada para tutelar una posible transición tras la caída del régimen, ayer fuentes de la oposición informaron de la creación de un Consejo Militar, con el objetivo de coordinar las fuerzas de la insurgencia en un nuevo ejército regular.

Por otro lado, el clan familiar del coronel, que ha ocupado el poder durante las últimas cuatro décadas, se ha atrincherado en la mitad occidental del país, con centro en Trípoli, y junto a los sectores del ejército que le siguen siendo fieles y grupos de mercenarios subsaharianos contratados, con la perspectiva de resistir desde la capital.

Con estas intenciones, Khaddafi lanzó en las últimas horas una ofensiva contra las fuerzas rebeldes que controlan la cercana ciudad de Zawiya, a apenas 50 kilómetros de Trípoli, para asegurar las periferias de la capital.

Sin embargo, la avanzada fue repelida durante la madrugada de ayer, en un combate que se extendió durante más de seis horas, según filtraron testigos a la cadena Al Jazeera, en el que los rebeldes pudieron imponerse dado que cuentan con tanques de guerra, armas pesada y soldados profesionales, parte del sector de las fuerzas armadas que se unió al alzamiento.

Frente a esta supuesta paridad de fuerzas, la posibilidad de que el coflicto se estaciones durante períodos prolongados ha comenzado a tomarse como una hipótesis fuerte, según las declaraciones de la secretaria Clinton, que informó en la víspera a la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense.

El actual escenario, dijo la responsable de la política exterior de la Administración Obama, podría hacer que “en los próximos años Libia se convierta en una democracia pacífica, o podría enfrentarse a una prolongada guerra civil.”

El informe de Clinton vino luego de la reunión de la comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ONU) en Ginebra; en ella, junto a los aliados de la Unión Europea (UE) y de países árabes de la región, la secretaria aseguró que su país manejaba “diversas alternativas” para intervenir en el conflicto libio, y a renglón seguido el ejército norteamericano reposicionó parte de sus efectivos en el Mediterráneo, ubicando naves de guerra frente a Trípoli.

Sin embargo, a pesar de que las víctimas pueden ascender ya a varios miles, y que los desplazados por las fronteras alcancen los cien mil, los voceros del levantamiento siguen rechazando la posibilidad de una intervención militar externa.

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La flota americana se ubica frente a Libia

Estados Unidos reubica sus soldados en el Mediterráneo frente a Libia

La oposición rodea la capital mientras aumenta la presión internacional

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Después de que la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, mantuviera en Ginebra una reunión con los socios europeos y árabes de la potencia hegemónica, anunció que su gobierno reorganizará los efectivos y las fuerzas militares que dispone en la región del mar Mediterráneo, para que las mismas estén disponibles para “dar apoyo logístico a misiones humanitarias”.

Las palabras de la responsable de la política exterior estadounidense, que también afirmó que “ninguna opción está descartada mientras Khaddafi siga matando a su gente”, han sido leídas en el contexto de un aumento de la presión internacional al régimen libio, que se encuentra prácticamente acorralado por las facciones opositoras que se han levantado contra su gobierno, y que ya controlan la mitad oriental del país (donde se encuentra cerca del 80 por ciento de las reservas de petróleo de Libia), y  avanzan hacia la capital, Trípoli, para obligar al cambio de régimen.

Luego del anuncio de Clinton, desde el Pentágono, sede de la administración central de las fuerzas armadas estadounidenses, se anunció que el reposicionamiento de los efectivos militares en la región obedece a la escalada de tensión entre las diferentes facciones que disputan el poder en Libia, y estar preparados para responder lo más rápidamente en “acciones de rescate”, frente a una posible crisis humanitaria.

La oficina de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha calculado que cerca de cien mil personas han huido del escenario de enfrentamiento bélico entre los alzados –a los que se sumó un sector rebelde de las fuerzas armadas libias- y la parte del ejército regular que sigue fiel a Khaddafi, a quienes se agregaron milicianos contratados en los países del África subsahariana.

Además de este movimiento estratégico del primer ejército del mundo, con gran impacto simbólico en el desarrollo de la crisis en el país magrebí, la Administración Obama, junto a aliados de la Unión Europea (UE), propugnan imponer una zona de exclusión aérea sobre el territorio libio, fundamentada en la intención de evitar nuevos bombardeos de la aviación militar todavía leal a Khaddafi sobre la población civil, según afirmó el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney.

El bombardeo de civiles es vía de represión del alzamiento, comprobada por la difusión de videos caseros subidos a la Internet, que se ha evaluado como desproporcionada, y que ha llevado al Consejo de Seguridad de la ONU a habilitar el probable juzgamiento del coronel Khadaffi por crímenes de guerra en la Corte Penal Internacional (CPI).

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