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Tristes, solitarios, finales: Zapatero y Berlusconi (04 08 11)

La crisis de la deuda vuelve a sacudir a Italia y España

La Comisión Europea insiste en que no hay emergencia ni rescate previsto aun

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MADRID, ROMA.- A pesar de que el Consejo Europeo logró conjurar la quiebra de Grecia con una cumbre de emergencia en Bruselas, el rescate heleno y el fortalecimiento del fondo de reserva continental para atender a los Estados con mayores dificultades no ha calmado a los mercados.

La confianza en los países más endeudados, que además afrontan una fuerte contracción económica interna aunada a una coyuntura política inestable, sigue cayendo en la percepción de las agencias calificadoras de riesgo, con el consecuente aumento en el costo de los títulos públicos que estos gobiernos salen a ofertar en los mercados internacionales.

De los países que se mencionaban como más expuestos al “contagio” griego, España e Italia han sido los que centraron las dudas de las agencias calificadoras y los ataques especulativos de los fondos de inversión durante los últimos días.

La sucesión de derrotas en las elecciones regionales de la coalición gobernante en la península italiana, y las declaraciones del primer ministro Silvio Berlusconi de que no se presentará a la reelección para el cargo, acosado por los escándalos personales y financieros, ha reducido fuertemente el margen de gobernabilidad de la alianza conservadora.

Por su parte, el presidente del gobierno español, José Luís Rodríguez Zapatero, se vio forzado a adelantar la fecha de las elecciones generales para el próximo 20 de noviembre, después de la debacle electoral donde el socialismo gobernante entregó la mayoría de los gobiernos autonómicos al opositor Partido Popular, que en todas las encuestas aparece como el favorito para reemplazar a la socialdemocracia en el Palacio de la Moncloa.

Aislado por una crisis que no remite, con la más baja popularidad de todo su gobierno como producto de las medidas restrictivas adoptadas para enfrentar la crisis, y presionado por su propio partido, Rodríguez Zapatero comanda un gobierno en minoría con mínima capacidad decisoria.

Frente a estos escenarios tan volátiles, las calificaciones de riesgo volvieron a dispararse ayer, mientras en Estados Unidos el presidente Barack Obama negociaba con el Congreso un acuerdo que permitiera esquivar la caída en cesación de pagos de la primera economía del mundo.

Con esta referencia de este lado del Atlántico, los discursos oficiales emitidos desde Madrid y desde Roma, asegurando la solidez de los respectivos fondos del tesoro para afrontar los intereses y los vencimientos de títulos no lograron convencer a los acreedores, y la debilidad de la demanda agravó la depreciación de los bonos de ambos países, que vivieron la peor jornada en los doce años en que lleva instalada la Eurozona.

El escenario más temido por Rodríguez Zapatero se alcanzó cuando la prima de riesgo de la deuda española trepó hasta los 404 puntos básicos, cruzando la barrera de los 400, que además del efecto psicológico que tiene para el sistema, se considera el nivel en que la economía debe comenzar a pedir socorro al Banco Central Europeo (BCE).

La bolsa de Madrid, además, se derrumbó con la noticia, y el Ibex volvió a retroceder, acumulando una caída total del 9,4 por ciento en la última semana. La prima de riesgo italiana también estuvo fuera de control y alcanzó un máximo de 386 puntos básicos, y se especula que Roma tampoco podrá evitar el socorro del BCE en breve.

Vuelven los indignados

El todavía jefe del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y presidente del gobierno no podría haber esperado una coincidencia de frentes problemáticos como los que se solaparon ayer en la capital.

Al derrumbe de los mercados y la caída de la bolsa, se sumaron las columnas de los “indignados”, el movimiento de protesta social antisistema, que había sido expulsado durante la madrugada por la policía de la céntrica plaza de la Puerta del Sol, y que en la tarde volvió con más fuerza que antes a tomar las principales avenidas y espacios públicos madrileños.

La reactivación de las protestas y las marchas masivas obedecieron al desalojo policial (los “indignados” argumentaban que sólo los echaban para mostrar una “ciudad falsamente ordenada frente a la visita del Papa”), sino también a las posturas del opositor Partido Popular, que intenta sacar el máximo provecho del acorralamiento del gobierno.

Los voceros del PP echaron la culpa del aumento del riesgo país a la Administración socialista, y exigieron a Rodríguez Zapatero un nuevo adelanto electoral, “este gobierno no llega a noviembre”, aseguraron.

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Euros para Grecia, finalmente (22 07 11)

La Unión Europea lanza un salvataje al euro vía Grecia

La cumbre de emergencia aprueba un giro de 109.000 millones al país mediterráneo    

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Fnalmente, los jefes de gobierno y el ejecutivo comunitario de Bruselas, la Comisión Europea, lograron quebrar la tenaz resistencia de la canciller alemana, Ángela Merkel, y a última hora de ayer aprobaron un rescate de 109.000 millones de euros a Grecia para evitar la quiebra del país.

A principios de esta semana, el presidente del Consejo Europeo, Herman von Rumpuy, había declarado que a pesar del severísimo ajuste practicado por el gobierno heleno de Giogios Papandreu, la situación de las cuentas griegas era terminal y estaba contaminando en forma acelerada a las demás economías de la Eurozona.

Para ello, Von Rumpuy propuso la convocatoria a una reunión cumbre de emergencia, y en su respaldo también salió el presidente de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Duráo Barroso.

Sin embargo, ambos fueron desautorizados por la canciller alemana: Merkel afirmó que ninguna cumbre era necesaria, y que la situación griega debía seguirse discutiendo en las instancias del Banco Central Europeo (BCE) y del Fondo Monetario Internacional (FMI).

La jefa del ejecutivo alemán viene insistiendo, desde el estallido de la crisis griega, que los países centrales –que han realizado sacrificios para mantener sus cuentas saneadas- no deben subvencionar con salvatajes de coyuntura las crisis de los periféricos.

Contra esta posición, una parte de la dirigencia continental sostiene que si no se atiende la emergencia griega las primas de riesgo de las demás economías comprometidas (Irlanda, Portugal y España, principalmente, pero también Italia) seguirán subiendo y terminarán afectando a la moneda común, el euro, que de hecho ha retrocedido fuertemente frente a las restantes divisas durante los últimos días.

Al final, la gestión del presidente Nicolás Sarkozy frente a Merkel destrabó la convocatoria a la cumbre, y aun así la canciller llegó a Bruselas anticipando que “no se esperaran” anuncios espectaculares.

Sin embargo, la millonaria asistencia aprobada anoche por los 17 países de la Eurozona aleja la posibilidad de desaparición de la moneda común, y permitirá que Grecia atienda sus vencimientos de deuda externa, evitando así la quiebra técnica.

El paquete de medidas aprobado en Bruselas, además del monto del giro principal en dinero público, comprende rebajas en los intereses que se cobrarán a las economías periféricas, y el renacimiento del Fondo de Rescate europeo, un stock de capital que podrá inyectarse de inmediato para equilibrar fluctuaciones contracíclicas en los países comunitarios, que no disponen de la capacidad de ejercer medidas devaluativas al haber cedido parte de la soberanía monetaria en el euro.

Un “Plan Marshall” mediterráneo

Como es habitual, las sonrisas y las felicitaciones mutuas entre los líderes, al final de la cumbre de anoche, escondieron las feroces negociaciones entre quienes apostaban por dejar que Grecia cayera en soledad, y quienes afirmaban que esa caída arrastraría a la mitad de Europa. Y al euro, que sostiene a esa mitad cerca del precipicio.

En cambio, las declaraciones fueron unánimes, hasta Merkel declaró: “Europa ha estado a la altura de las circunstancias.” Los demás dijeron que un Plan Marshall (como aquel que posibilitó la recuperación europea tras la posguerra) se ha puesto en marcha para Grecia.

En realidad, la letra del acuerdo marca otra cosa: del rescate, la mitad la pondrán los bancos privados que tengan bonos griegos (aunque su participación sea llamada “voluntaria”, porque de otra manera sería default), y de la mitad que aportan los Estados, un tercio lo pondrá el FMI. El resto sólo es flexibilización de plazos. O sea, hay mucha más Merkel que Marshall.

N. G. S.

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Europa cuelga de Atenas (27 06 11)

Europa y la moneda común no se desprenden de la crisis griega

La cumbre europea no encuentra una postura alternativa a la profundización del ajuste       

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ATENAS.- El Consejo Europeo de fines de la semana pasada no logró consensuar una ayuda a Grecia que implicara mayores recursos, y ató el futuro inmediato de la crisis y la estabilidad de la moneda común, el euro, a que el gobierno heleno logre aprobar un fuertísimo ajuste a las cuentas públicas y evite la quiebra por default.

Sin embargo, el tratamiento en el Parlamento de Atenas del paquete de medidas restrictivas del premier Giorgios Papandreu no tiene allanado el camino. Los dirigentes conservadores europeos llamaron a la “unidad nacional” griega, esto es, a que el partido de derechas Nueva Democracia vote el ajuste junto a la bancada socialdemócrata del Pasok de Papandreu.

El jefe opositor, Antoni Samaras, escuchó ese pedido en Bruselas, tanto del Partido Popular Europeo (PPE), que su agrupación integra, como de boca de la propia canciller alemana, Ángela Merkel.

Samaras, sin embargo, adelantó que su grupo no votará un plan de ajuste que, en términos de votos, no podría ser ya más impopular. Después de tres huelgas generales en lo que va del año, con un nuevo paro programado para esta semana, y un estado social de agitación permanente (los “indignados” tienen instalado 18 campamentos en la plaza Sintagma, frente a la sede parlamentaria), la oposición no está dispuesta a ofrecer su cooperación.

Pero Papandreu tampoco tiene clara la posibilidad de contar con el apoyo cerrado de su propio partido; la presión que los movilizados ejercen sobre los diputados -a quienes increpan a la entrada y a la salida de la Cámara, e incluso persiguen hasta sus domicilios- es tanta, que ya comenzaron las fisuras en el bloque oficialista: dos diputados socialistas confirmaron que no votarán el paquete de medidas del gobierno.

En esta semana clave para el futuro político del país mediterráneo y para el rumbo general de la Unión Europea (UE), la aprobación del ajuste griego (se votará entre el martes y el miércoles) habilitaría a la recepción de una última remesa del dinero acordado el año pasado por la UE y el FMI, dirigido a pagar vencimientos de la deuda pública con los acreedores externos en julio.

Si Atenas no saldo estos vencimientos, las agencias que monitorean las finanzas internacionales declararían automáticamente la cesación de pagos y el default; una situación que no tardaría en contagiar a otras economías europeas con problemas en sus deudas externas, como Portugal, España, Irlanda y, en menor medida, también Italia.

A pesar del alto riesgo para la  estabilidad de la moneda común (el euro ya retrocedió la semana pasada frente a prácticamente todas las divisas de referencia), el Consejo Europeo no logró articular ningún “plan B”, que implicaría un mayor compromiso de dinero.

Al contrario, Merkel sigue insistiendo que no deben ser los recursos públicos de los impuestos de los contribuyentes, sino los propios bancos acreedores, los que deben soportar la mayor carga de la reestructuración y del saneamiento de la economía helena.

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El Consejo Europeo enfrenta la incertidumbre de la crisis griega (24 06 11)

Evitar el default griego y sostener el euro constituyen la agenda de Europa       

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El Consejo Europeo –la reunión de jefes de Gobierno de los 27 Estados-miembros de la Unión Europea (UE)- culmina sus deliberaciones hoy en Bruselas, sin perspectivas de lograr un consenso sobre cómo enfrentar la cada vez más aguda crisis griega.

La resolución más probable es que extiendan nuevamente los plazos. Los gobiernos de la Eurozona (los países de la UE que comparten la moneda) ya aprobaron esperar hasta el 3 de julio para que el primer ministro Giogios Papandreu encare una nueva serie de medidas de control del gasto público, tras las cuales enviarían una segunda remesa de créditos para evitar que Grecia caiga en default.

Los últimos días han sido virulentos en la situación social y política del país mediterráneo. Una tercera huelga general paralizó completamente los servicios públicos y la actividad comercial, en protesta contra las medidas ya adoptadas por el gobierno del Pasok, que han provocado despidos masivos y recorte de sueldos, jubilaciones y diversas prestaciones sociales.

Papandreu reorganizó su gobierno para calmar un tanto los ánimos, y a pesar de la huelga y las movilizaciones logró superar una moción de censura en el Parlamento, después que el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Duráo Barroso, instara a la oposición de derechas a apoyar al premier socialdemócrata y a su plan de ajustes.

Con el voto de confianza del Parlamento, Papandreu accedió a la última remesa de los 110.000 millones de euros acordados por el FMI y el Banco Central Europeo en 2010; y ahora dispone hasta el 3 de julio para profundizar aún más ese draconiano recorte en las cuentas públicas para que la UE esté dispuesta a enviarle un “segundo rescate”, de al menos 12.000 millones de euros.

No será un camino fácil, el líder opositor, Antoni Samarás, declaró ayer a su llegada a Bruselas que no seguirá apoyando las medidas del gobierno. Samarás, cuya agrupación integra la alianza continental de derechas, el Partido Popular Europeo (PPE), sostiene que los ajustes a la economía helena no deberían incluir aumentos de impuestos.

Se observa así la paradoja de que el partido conservador causante de la crisis, Nueva Democracia, se oponga ahora a las medidas neoliberales aplicadas por una administración socialdemócrata.

En Atenas, los dos sindicatos mayoritarios han vuelto a convocar a otra jornada de huelga para el lunes y martes próximos, mientras el Parlamento trate el nuevo plan de ajuste de Papandreu.

En Bruselas, mientras tanto, se discute que si las agencias declaran a Grecia en cesación de pagos, aunque sea parcial, un rápido efecto dominó se extendería por toda la Eurozona, golpeando a los bancos y poniendo en riesgo a otras economías con deudas comprometedoras, como España, Portugal e Irlanda. Y, en última instancia, terminaría golpeando también al euro y a la política monetaria común.

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Grecia: entre la protesta social y la presión de la Unión Europea (22 06 11)

 Grecia: entre la protesta social y la presión de la Unión Europea

Europa presiona a Grecia con librarla a su suerte si no ajusta las cuentas      

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Apenas diez minutos antes de la medianoche (18:50 hora argentina), el primer ministro griego Giorgios Papandreu logró superar el voto de confianza en el Parlamento de Atenas, para imponer todo un nuevo conjunto de medidas restrictivas del gasto público y de achicamiento del Estado, que era exigido por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE) para liberar el rescate de fondos que evite el default griego.

En una coyuntura extremadamente frágil, después de haber sufrido la semana pasada la tercera huelga general en lo que va del año, el mandatario socialdemócrata debió someterse en la tarde de ayer a una moción de censura en el recinto legislativo que, si hubiera prosperado, debería haber forzado a un cambio en la Administración.

Tras la huelga general, Papandreu ofreció su renuncia al cargo y la formación de un gobierno de concertación nacional, pero fue rechazado por la oposición conservadora del Nueva Democracia.

Frente a un enorme agujero en el déficit público, con una deuda externa que alcanza los 490 mil millones (un 150 por ciento del PBI), y unos títulos públicos completamente depreciados por el riesgo de default, el gobierno griego necesita con urgencia el salvataje de la Unión Europea.

Pero el liderazgo continental, especialmente motorizado por la canciller alemana Ángela Merkel, se resiste a seguir entregando fondos públicos para cubrir los “deberes mal hechos” de la economía helena. Han exigido al gobierno de Papandreu, por ello, un draconiano ajuste en el gasto, y una completa reestructuración de la administración financiera, con recortes de sueldos, jubilaciones, salud y educación.

Esta vía es la que ha llevado a las tres huelgas generales en el primer semestre de este año, y a la enorme concentración de la víspera frente al Parlamento, en la ateniense plaza Sintagma.

Los movilizados expresaban una “moción de censura popular”, que contrastaba con el apoyo que Papandreu finalmente lograba en el interior del recinto.

El partido del Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok) del primer ministro cuenta con mayoría en el Poder Legislativo, aunque el rumbo neoliberal que ha asumido el gobierno ha llevado en los últimos días a la desafectación de varios diputados. Pero, para asegurar el apoyo, el presidente de la Comisión Europea, el portugués José Duráo Barroso exigió en la tarde de ayer que todas las fuerzas políticas griegas respaldaran a Papandreu, especialmente la oposición conservadora.

“No hay plan B”, resumió desde Bruselas, “no hay alternativa. Si alguien piensa que sin el programa de UE y el FMI se podrá encontrar otra cosa, es falso.” Para que no queden dudas, el jefe del ejecutivo comunitario sostuvo que una solución basada en el aumento del gasto público, como reclaman los movilizados teniendo como ejemplo los modelos de países emergentes –la Argentina entre ellos-, sería una “receta para el desastre”, concluyó Duráo Barroso.

Papandreu tiene ahora plazo hasta el 3 de julio para hacer las operaciones de cirugía mayor que habilitarán un segundo rescate por parte de la UE.

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El (des)concierto europeo frente al Magreb

El (des)concierto europeo frente al Magreb

Por Nelson Gustavo Specchia

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Desde los primeros momentos de generación del proceso de integración europea, en la segunda posguerra mundial, los “padres fundadores” pusieron muchos esfuerzos en que se notara que la nueva organización que estaban creando tendría, en las relaciones entre los socios y entre éstos y los demás países, un basamento diferente al de la cosmovisión realista de las relaciones internacionales. El realismo, aquella escuela de teoría política que venía dando sustento a la política internacional desde la creación de los Estados Nacionales, con su lógica de poder y del interés supremo del Estado, tenía mucho que ver, decían los patriarcas europeos, con las debacles bélicas en que había terminado hundiéndose el siglo XX. Frente a aquellos teóricos “duros” del realismo, la nueva elite, acompañada con lecturas neofuncionalistas de pensadores como Ernst Haas y León Lindberg, propusieron un quiebre: en lugar de competencia, cooperación. El lugar de guerra, comercio. En vez de desangrarse tratando de dominar al vecino, proponer estructuras supranacionales con intereses que superen los límites –a veces tan estrechos- del puro interés nacional.

Así, los gestores de las Comunidades Europeas (primero del carbón y del acero, luego de la energía atómica, para decantar finalmente en la UE tal como la conocemos hoy) generaron la “buena vecindad”. Cuando cayó el Muro de Berlín, este concepto facilitó la incorporación de toda la Europa del Este al seno del proceso de integración. Otras latitudes, como el territorio latinoamericano, también recibieron un trato privilegiado por la misma concepción de la política internacional, desde la cooperación económica como desde los foros de encuentro al máximo nivel, especialmente por parte de la corona española, la vieja metrópoli.

Sin embargo, este programa político parece haber fracasado estrepitosamente respecto del primer cordón de vecindad, la tierra “otra” más próxima al Viejo Continente: la costa sur del mar Mediterráneo, la línea de Estados que conforman el Magreb africano y el Oriente Medio. Durante los 50 largos años que los europeos vienen amasando la integración continental, la cercanía de esos vecinos moros ó negros, árabes, musulmanes, pobres, subdesarrollados, con estructuras sociales y políticas desarticuladas por los procesos coloniales que los europeos mismos habían protagonizado, les causaron siempre un problema de difícil solución. Un problema frente al cual las teorías neofuncionalistas en boga, y el substrato idealista que exportaban al resto del mundo como “poder blando”, como ejemplo a imitar, se quebraba una y otra vez los dientes.

Felipe González, el ex presidente socialista del gobierno español, fue uno de los pocos que intentó seriamente tomar el toro por las astas. En 1995 auspició el Proceso de Barcelona, un proyecto geopolítico lanzado en la capital catalana con ocasión de la Cumbre Euromediterránea, que intentó sentar en la misma mesa a los líderes europeos, los del Magreb y los de Medio Oriente, en torno al desarrollo económico, la democracia, y la universalización del respeto por los derechos humanos. Pero tras el lanzamiento, pasaron años y no se avanzó nada. En una fecha tan cercana como 2008, Nicolás Sarkozy, en su turno al frente del Consejo Europeo, relanzo la iniciativa, ahora denominada Unión por el Mediterráneo: 43 países, más de 756 millones de ciudadanos, todos los Estados miembros de la Unión Europea, todo el Magreb, muchos de los árabes de Oriente Próximo, Turquía, Israel… y no pasó nada. Los europeos, tan imaginativos para crear fórmulas novedosas de intervención política, seguían sin saber qué hacer con los vecinos de la costa pobre del “mare nostrum”.

Por eso, cuando llegó la revuelta tunecina que tumbó a Zine el Abidine ben Ali, y contagió a las movilizaciones egipcias que acorralaron al hasta entonces estable y confiable régimen del “rais” Hosni Mubarak, la Unión Europea se encontró atónita, sin saber qué hacer ni qué partido tomar. Una de las experiencias políticas más interesantes de nuestros días le explotaba a pocas millas de sus costas meridionales, y las cancillerías no tenían un sólo libreto creíble para intervenir. Desde el estallido de la protesta en Túnez hasta la primera declaración de lady Catherine Ashton, la alta representante europea para la política exterior, pasó una semana entera de confusión y de silencio.

Responsabilidades personales

Las teorías neofuncionalistas, en todo caso, ya lo habían advertido: la plataforma idealista operaría en tanto y en cuanto la identificación de las elites con la integración y la buena vecindad fuera asumida como compromiso, o sea, como responsabilidad individual por parte de las personas que en ese momento estuvieran ejerciendo el rol dirigente. Durante los años que Javier Solana tuvo a su cargo la política exterior de la UE, no dejó foro sin intervenir ni espacio sin ocupar. Pero una cosa es Solana, y otra cosa es Ashton, una figura de segunda línea, sin experiencia en la gestión internacional, y que accedió al cargo porque en la repartija entre los Estados ese puesto le correspondía a Gran Bretaña, a los laboristas, y a una mujer.

Pero lady Ashton apenas si tiene preparada una esquelita, siempre con el mismo mensaje, en el que cambia el nombre del destinatario y la hace pública tarde y mal. Así, cuando la protesta ya incendiaba los cimientos del régimen de Mubarak, Ashton decidió sacar su esquelita, en la que manifestaba, como casi siempre, su “interés y preocupación” por la revolución que estallaba en África del Norte, al tiempo que repetía su “petición a las partes de actuar con control y calma”, cuando ya hasta Naciones Unidas admitía que los muertos por la represión sumaban centenas.

Mientras la Alta Representante mostraba, con la blandura y pusilanimidad de su esquelita la realidad de que la propia Unión Europea no tenía postura ninguna, la ministra de Exteriores de Nicolás Sarkozy, Michèle Alliot-Marie, ofrecía a Ben Ali enviarle más material antidisturbios 48 horas antes de que el autócrata huyese del país, mostrando la verdadera cara: ningún gobierno europeo miraba realmente con simpatía la revuelta en el Magreb.

Europa tiene muchas más razones que los Estados Unidos para tomar en cuenta a sus vecinos del sur. No sólo por proximidad geográfica, sino también por ancianas deudas históricas, por relaciones culturales, por intercambio demográfico. Sin embargo, aunque al gobierno de Barack Obama también la protesta lo encontró un tanto descolocado, la reacción del Departamento de Estado fue rápida, y la decisión de acompañar las protestas se tomó en cuestión de horas:  Jeffrey Feltman, el secretario de Estado adjunto para Oriente Próximo, fue el primer diplomático extranjero que viajó a Túnez tras el derrocamiento de Ben Ali.

Estruendoso silencio

El proceso de transformaciones iniciado en los países árabes del Magreb no tiene retorno, y terminará impactando, más temprano que tarde, toda la arquitectura regional, fija desde la descolonización mediante la imposición de gobiernos autocráticos que reprimieran los alzamientos populares (y, entre ellos, supuestamente también los del fundamentalismo islámico) y aseguraran la provisión de petróleo y gas. Ese esquema ya es historia.

A pesar de todos los intentos de los “padres fundadores” de la Unión Europea, de mostrar una imagen alternativa de hacer política internacional basada en la cooperación y el respeto, en la integración y la buena vecindad en lugar de la pura y dura lógica del poder, los hombres y las mujeres –éstas cada vez más visibles y participativas- de los países africanos y árabes de las cercanías miran con escepticismo a la “vieja” Europa (como despreciativamente la denominaba Donald Runsfeld, el ministro de Defensa de George W. Bush durante la invasión a Irak).

Las sociedades y los gobiernos europeos, a pesar de su énfasis en la democracia y los derechos humanos, han preferido durante las últimas décadas apoyar el statu quo de las autocracias en el Magreb, como garantía de estabilidad y seguridad regional. Con esta postura, se alejaron de los ciudadanos concretos de esos países, apostando, en cambio, por sus intereses nacionales internos (qué contradicción: en la más cruda tradición realista…)

Si en esta ocasión vuelven a perder la oportunidad histórica, y con los silencios y las medias palabras inocuas a lo Ashton no se ubican claramente del lado de un pueblo que reclama su derecho a la libertad y a la democracia, que no se sorprendan luego si otras opciones, como la del radicalismo fundamentalista, va a llamar a sus puertas.

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El retroceso socialdemócrata (24 09 10)

El retroceso socialdemócrata

por Nelson Gustavo Specchia

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El domingo pasado, 19 de septiembre, una coalición de derechas ganó las elecciones en Suecia, un país que es símbolo de dos de los principales logros de la modernidad occidental: la convivencia entre socialismo y democracia, y el sostenimiento de un Estado de Bienestar de amplio alcance. La renuncia al marxismo revolucionario y su reemplazo por la gradualidad de instalar el socialismo por la vía representativa, llevó a que Suecia se identificara con la socialdemocracia: de las últimas ocho décadas, 65 años el Poder Ejecutivo ha sido ocupado por socialdemócratas.

Esos períodos tan extensos en el ejercicio del poder por parte de los progresistas, fueron extendiendo a las políticas sociales diversas estrategias de protección, primero a los sectores más vulnerables, luego a capas cada vez mayores de población. Esas políticas proteccionistas, claro está, debían financiarse con dinero público, por lo que la presión fiscal subió paulatinamente al tiempo que el Estado daba cobertura sanitaria, educación de calidad, ayudas para vivienda, para transportes y demás. Este crecimiento en los impuestos de los ciudadanos llegó en Suecia a significar el 52 por ciento del Producto Bruto Interno, un porcentaje sólo superado por los dinamarqueses. Así, durante años, la clase media y los trabajadores suecos asumieron que más de la mitad de sus ingresos fueran destinados a pagar impuestos al Estado, ya que éste, con una adecuada y transparente gestión gubernamental, los devolvía en servicios y en protección pública.

El éxito de la fórmula “socialdemocracia-bienestar” fue tan considerable, que el modelo comenzó a generar réplicas a lo largo del continente. Todos encontraban en ella una receta ajustada a ese tiempo histórico definido por la posguerra que había ensangrentado hasta la locura al Viejo Continente, y la nueva idea-fuerza de la integración tras los Tratados de Roma, de 1957, mediante los cuales la Comunidad del Carbón y del Acero (CECA) y la Euratom, junto a la Comunidad Económica Europea (CEE), dibujaban la arquitectura política que terminaría desembocando en la actual Unión Europea.

LA EUROPA DEL BIENESTAR

Independientemente de la forma de Estado que hubiera sobrevivido en cada país tras las dos guerras, tanto los electorados de las monarquías parlamentarias como los de las repúblicas de antiguo o nuevo cuño, se acercaron esperanzados a la socialdemocracia durante la segunda mitad del siglo XX, quitando la iniciativa política a los tradicionales partidos conservadores o nacionalistas. Supuestamente arrancada de raíz la extrema derecha filofascista y nazi, la nueva socialdemocracia se planteaba como una alternativa racional y moderna a la centroderecha populista o demócrata-cristiana.

La extensión de la socialdemocracia fue tan grande, que en la práctica cotidiana se la llegó a identificar con el propio modelo del Estado de Bienestar con el que había triunfado en la península escandinava. Y este impulso ideológico tiñó de rojo (aunque no del rojo revolucionario con la hoz y el martillo, que Europa terminó definitivamente de enterrar en 1989 con la caída del Muro de Berlín, pero rojo al fin y al cabo) el mapa político europeo. Cuando el siglo dio vuelta la página, casi tres cuartas partes de los Estados-Miembros de la Unión Europea estaban gobernados por partidos socialdemócratas.

EL MIEDO Y EL MORO

Pero entre las profundas transformaciones que ha vivido la política internacional durante esta primera década del siglo XXI, dos fenómenos han impactado en el corazón del modelo del Estado de Bienestar y, como se ha confirmado nuevamente este domingo en Suecia, en la propia concepción socialdemócrata. Me refiero al deseo de seguir profundizando en una sociedad abierta, tolerante, plural e integradora –características éstas que definieron a las ciudadanías escandinavas-, y el crecimiento exponencial de los colectivos de migrantes que terminan arribando a las proteccionistas sociedades nórdicas, empujados tanto por estos beneficios que encuentran en la nueva tierra de acogida como por los estropicios de la inseguridad y la inequidad de los lugares de origen de los que han decidido desarraigarse.

En un primer momento, y por la misma lógica de temperamento acogedor y tolerante –esa calidez humana que tanto en Suecia, Dinamarca, Finlandia o Noruega contrasta tan fuertemente con la rigidez helada de su clima- estos países abrieron los brazos a la inmigración de cualquier tipo, tanto la motivada por razones ideológicas (nuestro país tiene una deuda histórica con ellos, que recibieron a centenas de compatriotas que tuvieron que exiliarse durante los años del terror), como aquellos empujados por el hambre y la miseria, especialmente provenientes del grueso cordón norafricano y del borde oriental europeo. Pero estos colectivos siguieron llegando durante años, y en este momento, de los casi diez millones de residentes en Suecia, dos millones son extranjeros o lo son sus padres.

La avalancha inmigratoria ha terminado por poner en cuestión la justicia de la inmensa presión impositiva, superior a la mitad del PBI. Porque los recién llegados gozan de la totalidad de los beneficios del Estado de Bienestar, pero no han aportado suficientemente a él. Y también, con la expansión de la base poblacional a atender, se resiente la calidad de los servicios prestados desde la órbita pública.

Con estos condicionantes haciendo su ingreso por las esquinas del sistema, están servidos los condimentos para la reaparición del discurso de derechas, agitando las banderas xenófobas del miedo al otro, de la inseguridad, de los riesgos de la inmigración para la tranquilidad ciudadana, de la disrupción cultural del Islam para las iglesias cristianas reformadas nórdicas, y de la disminución de los impuestos para no financiar con el esfuerzo de algunos la buena vida de todos.

GIRAR A LA DERECHA

Así como a principios de siglo tres cuartas partes de la Unión Europea estaba gobernada por coaliciones socialdemócratas, en el fulminante retroceso de una década hoy apenas el cinturón mediterráneo (los últimos en ingresar al club europeo, y también los más pobres y menos desarrollados) conserva gobiernos socialistas: España, Grecia, Portugal y Chipre, con el agregado de Austria y Eslovenia. Apenas un veinte y algo por ciento del total de los Estados-Miembros del proceso de integración continental.

En los grandes países europeos, la sangría de votos desde la socialdemocracia a las diversas opciones de la derecha política parece ser una ruta homogénea y sin fisuras. La socialdemocracia alemana le entregó el bastón de mando a la demócrata-cristiana Ángela Merkel; las temporadas rojas del mitterrandismo francés dieron paso a la populista UMP de Jacques Chirac y de Nicolás Sarkozy; las grandes coaliciones de la centroizquierda italiana de Sandro Pertini, Bettino Craxi o Romano Prodi, terminaron en el circo conservador y mediático de Silvio Berlusconi.

Una lectura superficial de este fenómeno podría concluir que la alternancia entre fases históricas aglutinadas por el arco progresista, a las que se suceden otras fases más escoradas hacia un pensamiento conservador o económicamente liberal, harían a la normalidad democrática y a la buena salud del sistema. Pero hay, además, otros elementos que no abonan una lectura tan inocente y formalista: el retroceso de la socialdemocracia no está implicando sólo la vuelta conservadora en los gobiernos europeos, sino también la irrupción –ésta sí inesperada y contracultural- de partidos de extrema derecha, que tras el horror de la segunda posguerra se creía desterrados del escenario político continental para siempre. Pero los partidos xenófobos, anti-inmigración, anti-musulmanes, cercanos a tendencias neonazis, con discursos reivindicadores de la supremacía cultural y de la identidad nacional, han logrado acceder a los recintos parlamentarios en las últimas elecciones de Holanda y de Bélgica.

Desde el domingo pasado, la extrema derecha xenófoba también ocupará veinte escaños en el Riksdag, el parlamento de Estocolmo que fuera un ejemplo de hospitalidad y tolerancia, y de donde saliera el modelo del Estado de Bienestar. Ese que parece encaminarse, a pasos rápidos, a ocupar un lugar en el museo de las experiencias políticas terminadas.

Duráo Barroso muestra los dientes (17 09 10)

LA UNIÓN EUROPEA ENDURECE SU POSTURA CON EL GOBIERNO FRANCÉS

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La organización regional no logra frenar la deportación de gitanos

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Después de las críticas generalizadas que el presidente de la Comisión Europea, el liberal portugués José Manuel Duráo Barroso, recibiera por la debilidad con que había tratado el tema de la expulsión sistemática de ciudadanos europeos de la étnica romaní (gitanos), los órganos de gobierno del proceso de integración regional han endurecido el discurso.

Sin embargo, el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy afirmó que continuará con las expulsiones de ciudadanos rumanos y búlgaros que no tengan en regla su permiso de residencia temporaria en suelo francés.

Sarkozy no hizo referencia a que la totalidad de los expulsados pertenecen a la misma minoría étnica, pero desde el ministerio del Interior francés se ha intentado desligar ambos temas, aduciendo que las deportaciones no están relacionadas con la colectividad gitana directamente, sino que se trata de un asunto reglamentario que sólo atañe a la documentación requerida por la legislación francesa para ingresar y permanecer en su territorio.

El tema sigue escalando posiciones en la atención de los medios de prensa y de las instancias políticas, tanto de los ejecutivos como del Europarlamento.

El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, se solidarizó con la política migratoria del presidente francés, y otro tanto hizo Mariano Rajoy, jefe de la oposición de derecha al gobierno socialista español de José Luís Rodríguez Zapatero.

Los eurodiputados, por su parte, vistieron camisetas críticas a las expulsiones de gitanos en las sesiones del órgano legislativo continental, y la comisaria de Justicia de la Unión Europea, la luxemburguesa Viviane Reding, tuvo que dar marcha atrás después de haber comparado las expulsiones de Sarkozy con la de judíos y gitanos durante la Segunda Guerra.

A estos términos Sarkozy había respondido, con despecho, que si querían llevarse a los indocumentados a Luxemburgo, que lo hicieran. En estos términos de la confrontación, tras la celebración ayer de la cumbre ordinaria de la Unión Europea en Bruselas, Duráo Barroso tuvo un duro cruce con Sarkozy al defender a la comisaria Reding.

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MERKEL PIDE LA SUPERVISIÓN EUROPEA

Tras la mención a la expulsión de los judíos y gitanos durante la locura nazi de la segunda guerra mundial, lanzada por la comisaria de Justicia de la Unión Europea, la jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, tomó la posta en el debate que ha centrado la cumbre de Bruselas y aseguró que el ejecutivo comunitario tiene el «derecho y la obligación» de supervisar el cumplimiento de la normativa emanada de los órganos del proceso de integración.

Tras sus declaraciones, el Consejo de Europa (el principal veedor de los derechos humanos en el Viejo Continente, que reúne a 47 miembros y no pertenece a la UE), solicitó la realización de una reunión de ministros para tratar, de una manera multilateral, de encontrar una solución conjunta al tema de la repatriación de gitanos.

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Los trabajadores europeos reaccionan contra el ajuste (08 09 10)

LOS SINDICATOS EUROPEOS COORDINAN UNA MOVILIZACIÓN CONTRA EL AJUSTE

La primera gran huelga continental se convoca para el 29 de septiembre

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Las centrales gremiales europeas están caldeando el fin del verano con huelgas y movilizaciones en varios países, en preparación a la anunciada jornada continental de protesta contra las políticas adoptadas por los gobiernos de la Unión Europea para enfrentar la crisis económica, y que como rasgo general apuntan a la contracción de derechos sociales, salarios y jubilaciones.

En la víspera, sendas huelgas en Francia y en Inglaterra pararon las economías. Los trabajadores franceses marcharon para rechazar el proyecto de reforma social del gobierno conservador del presidente Nicolás Sarkozy, que planea elevar la edad jubilatoria para ahorrar recursos y mejorar los ingresos fiscales del país.

En Londres, por su parte, las marchas contra la Administración “tory” de David Cameron intentan frenar el anunciado plan de austeridad, que supone ahorrar 7.260 millones de euros recortando prestaciones sociales.

En otros países de la UE la situación es similar: En España, José Luís Rodríguez Zapatero terminó plegándose a la estrategia encabezada por la canciller alemana Ángela Merkel, y anunció un drástico plan de recorte de gastos del orden de los 15.000 millones de euros, con retrocesos salariales y subas de impuestos; las dos centrales sindicales anunciaron la primera huelga general que le harán al gobierno socialista.

En Grecia, uno de los primeros países en sufrir el terremoto de la crisis en las cuentas públicas, el gobierno congeló los salarios de los funcionarios, subió dos puntos el IVA y los impuestos a varios de los principales rubros de consumo masivo; el ejecutivo de Georgios Papandreu soporta, desde el anuncio de estas medidas, continuas huelgas y movilizaciones de protesta.

Merkel, mostrando el ejemplo de lo que predica, lanzó el mayor ajuste de su historia, recortando más de 10.000 puestos de trabajo en el sector público.

Frente a esta ola, la Confederación Europea de Sindicatos (CES), integrada por 82 confederaciones gremiales nacionales de 36 países, convocaron a una jornada europea de protesta para el próximo 29 de septiembre, cuando espera juntar a unas cien mil personas marchando por el centro de Bruselas, sede de la Comisión Europea, y movilizaciones de acompañamiento en la mayoría de los países de la UE.

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DURÁO, EL BLANDO

José Manuel Duráo Barroso, el presidente de la Comisión Europea, es un hombre dúctil.

Un blando, aunque su apellido denote lo contrario.

Así, Duráo fue un trotsko tempranero, luego se afilió al maoísta Partido Comunista de los Trabajadores Portugueses, el Movimiento Reorganizativo del Partido del Proletariado; luego, cuando los vientos movieron la veleta, se pasó al Partido Social Demócrata. Para cuando fue elegido primer ministro de Portugal ya era un conservador convencido, que apoyó la invasión de Irak e implementó un neoliberal ajuste económico.

Su deriva hacia la derecha lo alojó al frente del ejecutivo de la Unión Europea, y su ductilidad ahí lo mantiene.

Desde ese lugar, Duráo Blandoso asegura ahora que todos tendrían que trabajar jornadas más extensas durante una mayor cantidad de años.

Y lo mejor: los europeos deben esforzarse para así “ganar la batalla a los países emergentes”. Es muy difícil imaginarse qué película está viendo este hombre.

N. G. S.

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