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Merkozy contra todos (06 12 11)

Merkozy contra todos

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por Pedro I. de Quesada

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Un nuevo fantasma recorre Europa: Merkozy. Un animal con cabeza y medio cuerpo alemán, y el otro medio francés.

No está claro si lo soltaron las nunca claras fuerzas de los mercados, o si el mefisto estaba aguardando una oportunidad como esta para zafarse de las cadenas. Pero la cuestión es que ya campea a sus anchas por los caminos y los palacios de gobierno, y después de haber conseguido imponer su disciplina en Grecia, Italia, Portugal e Irlanda, se apresta a dar un golpe espectacular ante el pleno de la Cumbre Europea de esta semana.

La canciller demócrata-cristiana alemana, Ángela Merkel, y su aliadísimo partenaire, el presidente conservador francés Nicolás Sarkozy, han decidido que la Unión Europea orientada a la preservación de la paz y basada en la solidaridad y en el Estado de bienestar, está perimida.

Vienen a coincidir con Donald Rumsfeld, aquel secretario de Defensa de Bush que la tildó de “vieja Europa”, cuando se mostró remisa a secundar sus planes de guerra preventiva. Merkozy quiere refundar la Unión, pero con otras bases: achicamiento y control de los gastos públicos, junto a una férrea disciplina fiscal.

Para lograrlo, la señora Merkel prevé una nueva instancia: un superministro de Economía (todavía no acierta con el nombre del cargo, pero por ahí va) que supervise y apruebe los presupuestos de todos los países.

Y también imagina una nueva policía fiscal: los países que incumplan las normas de déficit y deuda serán acusados ante el Tribunal de Luxemburgo, y soportarán duras sanciones; quiere que se les niegue el derecho a voto, se le quiten las partidas, e inclusive que se los expulse de la organización.

Además, como ya le exigió a España, aspira a que el tope del control del gasto figure en la Constitución de cada Estado.

Las palabras, esas cambiantes servidoras, ponen, además, el plan de ajuste de Merkel-Sarkozy en titulares edulcorados.

Porque Merkozy afirma a diestra y siniestra que su intención es “salvar a Europa y al euro”. O sea, que la destrucción de aquel proyecto solidario de una Europa unida que fuera el marco para la realización de los proyectos de vida buena de cada cual, es en realidad la salvación de Europa, sostiene Merkozy.

Extraño salvataje, pensamos nosotros.

Con 23 millones de desocupados; las economías mediterráneas (incluyendo la italiana, la 3º del continente) al borde del default; los bancos sin depósitos por falta de circulante; las previsiones de crecimiento para 2012 rondando el cero absoluto; y el consumo cayendo en picada; una política draconiana de contención del gasto público no puede sino llevar al agravamiento del enfermo.

Y no sólo a él: el presidente Barack Obama acaba de enviar al secretario del Tesoro norteamericano, Timothy Geither, a Berlín y a París, porque la obcecación de Merkozy está dando los primeros coletazos de este lado del Atlántico.

Ojalá que alguien le acerque a la señora una traducción al alemán de aquel librito, tan ilustrativo, de Lord Keynes.

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[ Columna “En foco” – El Mundo – página 2 – Hoy Día Córdoba – martes 6 de diciembre de 2011 ]

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Bienvenidos, gallegos (29 11 11)

Bienvenidos, gallegos

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por Pedro I. de Quesada

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Entre los coletazos más insólitos de la crisis del euro, está la posibilidad de una nueva emigración.

La salida de griegos y de irlandeses (especialmente hacia los Estados Unidos) ha hecho saltar algunas alarmas, y analistas demográficos sostienen que en los próximos meses llegará el turno de España.

El informe que la OCDE (la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, principal “think tank” europeo) hizo público ayer en París fue lapidario, y viene a abonar esta hipótesis.

Si se mantienen las tendencias históricas, la Argentina volverá a ser destino prioritario. Después de los peninsulares llegados a nuestras tierras en el período colonial, la segunda oleada, alrededor de los años ’40, trajo a más de dos millones de españoles, en un 70 por ciento gallegos: Buenos Aires es la segunda ciudad del mundo con mayor población de gentes de Galicia, después de La Coruña. Y en el último censo (2010) todavía se registraban más de cien mil españoles residentes en estas pampas.

Siempre fueron bienvenidos, aunque no supieron devolver la gentileza con el mismo trato cuando cambiaron las tornas y muchos compatriotas decidieron cruzar el “charco” en sentido contrario (por cierto, también una parte importantes de estos argentinos que en 2001 salieron a las disparadas, ya han regresado o están volviendo).

Ahora la OCDE anticipa las previsiones que pueden preparar una nueva corriente migratoria hacia América: la organización recorta todas las expectativas de crecimiento actuales, a pesar de que ya están bajo mínimos, y calcula que la tasa de desocupación seguirá aumentando en los próximos dos años. En el último recuento, España registró cinco millones de desempleados, y en 2012 serán muchos más.

La OCDE dice por primera vez, y sin empachos, que toda la eurozona está en recesión, y ante las difundidas versiones de la posibilidad de una vuelta a las antiguas monedas, sostiene en su informe de ayer que el abandono del euro convertiría la actual recesión en una depresión económica superior a la vivida en la crisis de 1929.

El cálculo menos pesimista es que la vuelta a la peseta implicaría una pérdida del 40 por ciento del valor de la moneda española, que –claro- sería cubierto por los pequeños ahorristas (corralito bancario mediante, al igual que aquella triste experiencia local) y los asalariados que aún tengan trabajo.

Para los técnicos de la OCDE, la media del “paro” español subirá al 23 por ciento de la población el año que viene, y el PBI se acercará al cero absoluto. Con Mariano Rajoy y el Partido Popular en el gobierno, además, el ajuste al gasto público será mayor que el contemplado hasta ahora, y el achicamiento del déficit para cumplir con la reciente reforma constitucional expulsará cientos de empleados públicos.

La combinación de estos factores llevará a un achicamiento del consumo; y remata el informe sosteniendo que también las exportaciones españolas sufrirán un frenazo.

Así que ya saben: otra vez se vienen los gallegos.

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[  Columna “En foco” – El Mundo – página 2 – Hoy Día Córdoba – martes 29 de noviembre de 2011  ]

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Las aseguradoras de riesgo, el nuevo poder (28 07 11)

Obama se acerca al default y se disparan los mercados

En el Tesoro norteamericano sólo quedan dólares para los pagos de una semana   

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El gran capital transnacional está demostrando en las últimas horas que el proceso de globalización emprendido a principios de siglo está concluido y firme, al someter a sus dictados a la primer potencia económica y política mundial, algo inconcebible hace apenas unos años.

Ahora, el presidente estadounidense Barack Obama ve cómo la falta de acuerdo entre los dos grandes partidos del sistema ha puesto en guardia a las agencias calificadoras de riesgo. Esas expresiones de las altas finanzas, que orientan el flujo de capitales por la confiabilidad que le otorgan a los pagos de las deudas públicas, se aprestan a bajarle el pulgar a la Casa Blanca.

La presión sobre los gobiernos por parte de esas oscuras agencias de calificación, que se están convirtiendo en agentes de un nuevo tipo de poder internacional, está en el origen de la crisis de la deuda en Europa, especialmente en la debacle de los bonos soberanos de Grecia, que ha obligado ya a dos rescates consecutivos por parte de las organizaciones multilaterales de crédito y del Banco Central Europeo.

También en los apuros de otras economías del continente, como Irlanda, España (donde la prima de riesgo superó ayer los 340 puntos básicos), o Portugal, cuyos títulos públicos acaban de ser calificados como “bonos basura”.

Ahora, esa misma presión se ha trasladado a Washington, donde el reclamo insistente del presidente Obama sigue sin tener un eco positivo en el liderazgo del Partido Republicano, que insiste en bloquear en el Congreso la habilitación de nuevas partidas del Tesoro destinadas a financiar el endeudamiento del gobierno y el pago de servicios por empréstitos contraídos.

La Casa Blanca ya agotó el límite de 14,29 billones de dólares que dispone legalmente para emitir deuda pública, y para gastar más allá de eso requiere de una autorización especial del Congreso. Ante la imposibilidad de obtenerla, la Administración demócrata se acerca a la situación de cesación de pagos.

Estados Unidos no se ha visto frente a la posibilidad de un default desde hace más de setenta años; la Directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), la francesa Christine Lagarde, sostuvo que “una declaración de moratoria o una rebaja significativa en la calificación asignada a Estados Unidos sería algo muy, muy, muy grave”, al alertar que los efectos de tamaño golpe se harían sentir en todos lados.

Acompañando la opinión de las calificadoras de riesgo, las principales bolsas del mundo cerraron ayer con pérdidas, comenzando por Wall Street. Y aunque todavía no se hayan dado corridas bancarias, la cotización del oro –típica reserva segura frente a las contingencias- aumentó en todas las plazas.

El 2 de agosto vence el plazo, o el gobierno paga aún sin acuerdo del Congreso, o enfrenta el default.

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El Vaticano y el sexo con niños: Irlanda dice basta

Airada reacción del Vaticano por abusos sexuales en Irlanda

Inédita crisis entre la Santa Sede y uno de los países más católicos de Europa    

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Monsignore Leanza, nuncio apostólico: El Vaticano habría "aconsejado" a los obispos irlandeses que no entregaran datos de abusos infantiles a la policía.

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Las relaciones entre la Iglesia católica y el Estado del Vaticano, y entre éste con los demás países, siempre han transitado por canales difusos, permeados por la hábil diplomacia papal, pero en determinadas circunstancias no ha podido evitar el choque de intereses.

El tema de los abusos sexuales y el ultraje a niños por parte de sacerdotes pederastas, es uno de esos temas donde la Iglesia se encuentra cada vez más comprometida, y arrastra con ella también al Estado Ciudad del Vaticano como unidad política en el concierto de las naciones.

La semana pasada, las duras declaraciones del primer ministro irlandés, Edna Kenny, sobre el rol de la jerarquía eclesiástica en el encubrimiento de casos de pedofilia durante todo el siglo XX y hasta fechas tan reciente como 2009, en un país de raigambre católica tan tradicionalista como Irlanda, se ha convertido en un tembladeral para todo el clero local, pero también ha derivado en un enfrentamiento diplomático internacional entre ambos Estados.

El Vaticano anunció ayer que “llamaba a consultas” a Roma a su embajador ante el gobierno de Dublín, el arzobispo Giuseppe Lanza; la salida de los embajadores suele ser el paso previo al rompimiento de relaciones diplomáticas entre dos países.

Los embajadores del papa en los países católicos, denominados Nuncios Apostólicos, tienen un lugar relevante en las representaciones extranjeras, y suelen encabezar el cuerpo diplomático exterior con el carácter de Decanos. En un país como Irlanda, donde el catolicismo tradicionalista permea todas los aspectos de la cultura, el Nuncio de Su Santidad es una figura altamente relevante en la distribución del poder político interno.

El informe que generó la controversia, y las duras declaraciones gubernamentales, se presentó el pasado 13 de junio y reveló una serie de abusos sexuales reiterados contra niños en la diócesis de Cloyne, en el Sur de Irlanda.

Según se desprende de la investigación, altos prelados de la Iglesia han intentado encubrir los abusos de 19 sacerdotes contra niños, desde 1996 hasta febrero de 2009.

El obispo John Magee ocultó información a la policía y a las autoridades sanitarias. Magee fue secretario privado de tres papas (Pablo VI, Juan Pablo I -a quien encontró muerto- y Juan Pablo II).

La reacción del gobierno al informe fue de una dureza sin precedentes: el primer ministro Kenny sostuvo que el informe “ponía en evidencia el intento del Vaticano de bloquear una investigación en un Estado soberano”, además de afirmar que la investigación oficial demostraba “la disfunción, la desconexión, el elitismo y el narcisismo que dominan la cultura del Vaticano.

La violación y la tortura de niños fueron minimizados para sostener la supremacía de las instituciones, su poder y su reputación”, concluyó.

La Santa Sede respondió ayer retirando su embajador.

No se descarta una respuesta oficial desde el papado a las afirmaciones del gobierno de Dublín.

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Grecia vota el ajuste europeo (29 06 11)

En un entorno social caótico, el Parlamento griego votará hoy el mayor ajuste económico de su historia moderna

La cuarta huelga general del año deja heridos de gravedad. La moneda común europea en riesgo a pesar del acuerdo bancario francés. Londres se suma a los paros contra las restricciones.        

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ATENAS.- En un entorno convulsionado, el Parlamento griego comenzó ayer el tratamiento de las medidas restrictivas del gasto público, y esta tarde comenzará con la ronda de votaciones.

El oficialismo dispone de la mayoría (155 diputados sobre un total de 300), pero la impopularidad del ajuste ha ido provocando defecciones, al punto que el Ejecutivo sólo tiene un diputado de diferencia.

La oposición de Nueva Democracia no cedió a las presiones de la Unión Europea para que acompañe con sus votos al premier Giorgios Papandreu. También el Partido Comunista (KKE, por sus siglas en griego) y otras agrupaciones menores anunciaron la negativa, y el resultado de la votación permanece abierto.

La aprobación del paquete diseñado por el gobierno tiende a reducir el gasto, y con ese ahorro ofrecer garantías a los préstamos girados desde el Banco Central Europeo (BCE) y el FMI, con los cuales hacer frente al pago de los vencimientos de la deuda soberana. Los vencimientos de julio ascienden a 12.000 millones de euros, y si no son cubiertos Grecia será declarada en default, con consecuencias para otros países europeos con deudas en condiciones similares.

En este grupo, se menciona especialmente a España, Portugal, Irlanda e Italia; de hecho, la sola posibilidad de que Papandreu no pueda hacer aprobar el ajuste disparó ayer los intereses con que los países mediterráneos afrontan sus compromisos externos.

El denominado “castigo de los mercados” elevó el diferencial máximo de la deuda española a 293 puntos básicos, y en Italia llegó hasta los 216 puntos. Sólo el anuncio de Nicolás Sarkozy, de que los bancos franceses reinvertirán el 70 por ciento de los bonos griegos que disponen en nuevos títulos a 30 años, descongestionó en parte la presión, pero esa presión podría volver esta tarde tras la votación en Atenas.

Además del estado de parálisis económica, la cuarta huelga general paralizó también la vida institucional y comercial helena. El paro tuvo un acatamiento generalizado, tanto en las oficinas públicas, los servicios y la actividad privada. Las concentraciones de movilizados en la plaza Sintagma, además, se enfrentaron con las fuerzas policiales antidisturbios, con el saldo provisional de seis heridos graves.

En todo caso, los analistas económicos ya han comenzado a advertir que, cualquiera sea el resultado de la votación parlamentaria, el alivio sólo será de corto plazo porque no soluciona el fondo de la cuestión: los “rescates” admitidos por la UE son inviables, sencillamente porque los préstamos (con intereses a tasas punitivas) asfixian el crecimiento, y si Grecia no puede hoy pagar su deuda, menos podrá pagarla en el futuro, cuando los planes de ajustes fiscal hayan provocado un crecimiento menor del producto bruto interno.

Las reacciones sociales contra las restricciones también han comenzado a aparecer en otras capitales europeas. En Londres, para mañana está convocada una huelga de 750.000 empleados públicos contra los recortes sociales del gobierno de David Cameron, que planea una reforma general del sistema de jubilaciones.

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Europa cuelga de Atenas (27 06 11)

Europa y la moneda común no se desprenden de la crisis griega

La cumbre europea no encuentra una postura alternativa a la profundización del ajuste       

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ATENAS.- El Consejo Europeo de fines de la semana pasada no logró consensuar una ayuda a Grecia que implicara mayores recursos, y ató el futuro inmediato de la crisis y la estabilidad de la moneda común, el euro, a que el gobierno heleno logre aprobar un fuertísimo ajuste a las cuentas públicas y evite la quiebra por default.

Sin embargo, el tratamiento en el Parlamento de Atenas del paquete de medidas restrictivas del premier Giorgios Papandreu no tiene allanado el camino. Los dirigentes conservadores europeos llamaron a la “unidad nacional” griega, esto es, a que el partido de derechas Nueva Democracia vote el ajuste junto a la bancada socialdemócrata del Pasok de Papandreu.

El jefe opositor, Antoni Samaras, escuchó ese pedido en Bruselas, tanto del Partido Popular Europeo (PPE), que su agrupación integra, como de boca de la propia canciller alemana, Ángela Merkel.

Samaras, sin embargo, adelantó que su grupo no votará un plan de ajuste que, en términos de votos, no podría ser ya más impopular. Después de tres huelgas generales en lo que va del año, con un nuevo paro programado para esta semana, y un estado social de agitación permanente (los “indignados” tienen instalado 18 campamentos en la plaza Sintagma, frente a la sede parlamentaria), la oposición no está dispuesta a ofrecer su cooperación.

Pero Papandreu tampoco tiene clara la posibilidad de contar con el apoyo cerrado de su propio partido; la presión que los movilizados ejercen sobre los diputados -a quienes increpan a la entrada y a la salida de la Cámara, e incluso persiguen hasta sus domicilios- es tanta, que ya comenzaron las fisuras en el bloque oficialista: dos diputados socialistas confirmaron que no votarán el paquete de medidas del gobierno.

En esta semana clave para el futuro político del país mediterráneo y para el rumbo general de la Unión Europea (UE), la aprobación del ajuste griego (se votará entre el martes y el miércoles) habilitaría a la recepción de una última remesa del dinero acordado el año pasado por la UE y el FMI, dirigido a pagar vencimientos de la deuda pública con los acreedores externos en julio.

Si Atenas no saldo estos vencimientos, las agencias que monitorean las finanzas internacionales declararían automáticamente la cesación de pagos y el default; una situación que no tardaría en contagiar a otras economías europeas con problemas en sus deudas externas, como Portugal, España, Irlanda y, en menor medida, también Italia.

A pesar del alto riesgo para la  estabilidad de la moneda común (el euro ya retrocedió la semana pasada frente a prácticamente todas las divisas de referencia), el Consejo Europeo no logró articular ningún “plan B”, que implicaría un mayor compromiso de dinero.

Al contrario, Merkel sigue insistiendo que no deben ser los recursos públicos de los impuestos de los contribuyentes, sino los propios bancos acreedores, los que deben soportar la mayor carga de la reestructuración y del saneamiento de la economía helena.

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El Consejo Europeo enfrenta la incertidumbre de la crisis griega (24 06 11)

Evitar el default griego y sostener el euro constituyen la agenda de Europa       

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El Consejo Europeo –la reunión de jefes de Gobierno de los 27 Estados-miembros de la Unión Europea (UE)- culmina sus deliberaciones hoy en Bruselas, sin perspectivas de lograr un consenso sobre cómo enfrentar la cada vez más aguda crisis griega.

La resolución más probable es que extiendan nuevamente los plazos. Los gobiernos de la Eurozona (los países de la UE que comparten la moneda) ya aprobaron esperar hasta el 3 de julio para que el primer ministro Giogios Papandreu encare una nueva serie de medidas de control del gasto público, tras las cuales enviarían una segunda remesa de créditos para evitar que Grecia caiga en default.

Los últimos días han sido virulentos en la situación social y política del país mediterráneo. Una tercera huelga general paralizó completamente los servicios públicos y la actividad comercial, en protesta contra las medidas ya adoptadas por el gobierno del Pasok, que han provocado despidos masivos y recorte de sueldos, jubilaciones y diversas prestaciones sociales.

Papandreu reorganizó su gobierno para calmar un tanto los ánimos, y a pesar de la huelga y las movilizaciones logró superar una moción de censura en el Parlamento, después que el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Duráo Barroso, instara a la oposición de derechas a apoyar al premier socialdemócrata y a su plan de ajustes.

Con el voto de confianza del Parlamento, Papandreu accedió a la última remesa de los 110.000 millones de euros acordados por el FMI y el Banco Central Europeo en 2010; y ahora dispone hasta el 3 de julio para profundizar aún más ese draconiano recorte en las cuentas públicas para que la UE esté dispuesta a enviarle un “segundo rescate”, de al menos 12.000 millones de euros.

No será un camino fácil, el líder opositor, Antoni Samarás, declaró ayer a su llegada a Bruselas que no seguirá apoyando las medidas del gobierno. Samarás, cuya agrupación integra la alianza continental de derechas, el Partido Popular Europeo (PPE), sostiene que los ajustes a la economía helena no deberían incluir aumentos de impuestos.

Se observa así la paradoja de que el partido conservador causante de la crisis, Nueva Democracia, se oponga ahora a las medidas neoliberales aplicadas por una administración socialdemócrata.

En Atenas, los dos sindicatos mayoritarios han vuelto a convocar a otra jornada de huelga para el lunes y martes próximos, mientras el Parlamento trate el nuevo plan de ajuste de Papandreu.

En Bruselas, mientras tanto, se discute que si las agencias declaran a Grecia en cesación de pagos, aunque sea parcial, un rápido efecto dominó se extendería por toda la Eurozona, golpeando a los bancos y poniendo en riesgo a otras economías con deudas comprometedoras, como España, Portugal e Irlanda. Y, en última instancia, terminaría golpeando también al euro y a la política monetaria común.

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Las facturas de Zapatero (07 04 11)

Las facturas de Zapatero

Por Nelson Gustavo Specchia

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El presidente del gobierno español, José Luís Rodríguez Zapatero, tenía fama de ser un político de suerte.

Los comentarios sobre su suerte comenzaron en aquella interna del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), donde Zapatero, contra todo pronóstico, le arrebató la conducción al histórico dirigente José Bono. Pero por donde más circuló la fama de suertudo, y dicha con cierto regusto amargo en la expresión, fue en los corrillos afines al Partido Popular (PP).

Los conservadores achacaban a la suerte de Zapatero que los atentados del islamismo radical, que hicieron volar los trenes en la estación de Atocha, se dieran en las postrimerías del gobierno de José María Aznar. Un infortunio para la derecha que, junto al poco sutil tratamiento que el atentado tuvo desde el gobierno (Aznar y su entorno insistían, contra toda prueba, que había sido un acto terrorista de ETA, y que no guardaba ninguna relación con la participación de España en la invasión a Irak decidida por George W. Bush y a la que Aznar se había sumado, en contra de la opinión de todo el resto de la Unión Europea), les hubiera sacado de las manos unas elecciones que ya daban como ganadas.

Una victoria del PP que hubiera instalado a Mariano Rajoy en la Moncloa, sellando la continuidad de la derecha española en el gobierno desde los tiempos de Felipe González. Pero Zapatero les ganó esas elecciones, y después de sacar a las tropas españolas de Irak, volvió a ganar las siguientes.

No hay otra explicación que su buena estrella, se escuchaba reiteradamente en el cuartel general del PP, en la calle Génova, en el centro madrileño. Pero entonces llegó la crisis económica, y la buena suerte del líder socialdemócrata pareció extinguirse a pasos agigantados.

Rodríguez Zapatero, de quien se dice cultiva un optimismo a prueba de balas, tuvo cinco fallos de estrategia que, por lo que está a la vista, se han convertido en sus mayores lastres, en las cinco facturas que ha venido a saldar esta semana, con su renuncia a volver a presentarse como candidato a la presidencia del gobierno.

Las siempre difíciles relaciones entre Madrid y Barcelona (y entre el PSOE nacional y el Partit dels Socialistes de Catalunya, PSC) vivieron otro momento álgido, en los inicios de esta etapa socialista, con la aprobación del nuevo Estatuto autonómico catalán, bajo el liderazgo del correligionario Pascual Maragall al frente de la Generalitat. Zapatero midió mal las consecuencias de la ampliación de las facultades autonómicas, y el “Estatut” terminó entrampado en un tira y afloje judicial del que aún no ha salido.

El segundo error de cálculo lo constituyó la estrategia frente a la organización terrorista vasca ETA. Zapatero imaginó una negociación secreta con la banda, negada públicamente desde el gobierno. Y fue una mala apuesta: ETA lo interpretó como una debilidad, y se atrevió a tensar más la cuerda con una nueva muestra de fuerza. Y la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas voló por los aires. Dos inmigrantes ecuatorianos que dormían en el estacionamiento perdieron la vida, y la sociedad acumuló una nueva factura –pesada- contra el líder socialdemócrata.

Pero estas deudas de política interna, a pesar de su fuerte densidad simbólica al momento de definir conductas en el electorado español, quedaron opacadas por la debacle gubernamental cuando la crisis económica originada en los Estados Unidos alcanzó las costas europeas.

En un primer momento, José Luís Rodríguez Zapatero decidió hacer como el avestruz, y hundió la cabeza en la tierra. No hay tal crisis, afirmaba a diario, sino una simple desregulación de los mercados. A su lado, las empresas (especialmente las constructoras, averiadas por el reventón de la burbuja inmobiliaria) cerraban sus puertas y los índices de desocupación subían en cada medición, pero el presidente del gobierno se mantenía en sus trece: España no está en crisis, decía.

Luego, cuando insistir en esa posición se hizo insostenible, cuando los bonos de la deuda pública griega cayeron a precios de miseria, Irlanda se preparaba para un rescate, y se difundía la sospecha de que los próximos en caer serían Portugal (como, de hecho, ha pasado esta semana, con la solicitud de ayuda del gobierno socialista luso de José Sócrates a la Unión Europea) y España, entonces Zapatero decidió admitir que sí, que efectivamente la crisis también había llegado a la economía de la península. Pero a renglón seguido comenzó a sostener que la recuperación española ya había comenzado. La dificultad de convertir este cambio de posición en un mensaje de confianza, se convirtió en la cuarta losa de piedra sobre una imagen ya muy débil.

Entonces llegó el vuelco. Después de haber negado la existencia misma de la crisis, o de haber propuesto que se estaba saliendo de ella cuando pareció verla, en mayo del año pasado Rodríguez Zapatero decidió sincerarse, y pegó un rotundo golpe de timón a la dirección de su gobierno, alineándolo a la estrategia que para enfrentar la crisis propugnaban en la Zona Euro la canciller alemana Ángela Merkel y el presidente francés Nicolás Sarkozy: achicar el Estado, disminuir el gasto público, recortar prestaciones sociales, alargar la edad jubilatoria, subir los impuestos, eliminar exenciones, flexibilizar el mercado laboral con contratos más blandos y despidos más baratos y, en definitiva, dejar de lado el discurso y el programa socialdemócrata, para reemplazarlo por una terapia de shock neoliberal.

La poca credibilidad que le quedaba a su figura, y su capacidad de maniobra política, sufrieron un golpe determinante. Una quinta factura que, según comenzaron a indicar las encuestas y las mediciones de opinión, los votantes esperan cobrarse apenas tengan la primera ocasión electoral. Su buena estrella se había apagado.

El sábado 2 de abril, después de reunirse en la Moncloa con los principales empresarios españoles, y de tener en la mano las encuestas sobre la tendencia en firme para las elecciones municipales y autonómicas del próximo mes de mayo, Rodríguez Zapatero anunció formalmente su renuncia a volver a encabezar las listas del Partido Socialista en las generales.

Las facturas acumuladas en el mal manejo de la agenda interna y de la crisis económica han venido a empujar el cierre de una etapa que, además, puede llegar a coincidir con un cambio de turno en la conducción del gobierno español, habilitando nuevamente las mayorías legislativas a la derecha del Partido Popular.

No puede ser sino un resultado lamentable. Algo salió mal. En definitiva, José Luis Rodríguez Zapatero ha sido la encarnación de un programa progresista, amplio e inclusivo, con el que se avizoraba la posibilidad de cerrar múltiples heridas sociales que siguen abiertas, desde aquella Guerra Civil que desgarró el país, desde los cuarenta años de la Dictadura franquista, y desde las múltiples agendas pendientes que dejó la Transición. Quizá eran demasiadas expectativas, alimentadas por el optimismo y la simpatía con que este hombre entró a la primera plana de la política española.

La reparación a las víctimas de la Guerra Civil y de la Dictadura a través de la ley de la Memoria Histórica, la ampliación de derechos civiles –ley de igualdad y de matrimonio homosexual-, la reorientación hacia la centralidad política de la vida ciudadana, la conformación de gabinetes del Ejecutivo en estricta igualdad de género, y su enfrentamiento al aparato mediático conservador, iniciativas que todos le reconocen como los puntos más logrados de su programa socialista, podrían haber anticipado otra manera, más generosa, de terminar un período de gobierno.

 

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Europa, barbas en remojo (07 01 11)

Europa, barbas en remojo

por Nelson Gustavo Specchia

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Advertía el refranero de nuestras abuelas que cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar. Cuando los tiempos de las afeitadoras eléctricas y de las cuchillas descartables dejaron obsoleta la advertencia, el refrán popular se mantuvo, para aplicárselo a aquellas situaciones donde la precaución prima sobre la valentía y el arrojo, e inclusive para cuando el exceso de cuidado se acerca peligrosamente a la cobardía. En este último sentido, las barbas políticas europeas llevan meses humedeciéndose en las tibias aguas del remojo, y la situación es aún más sorprendente cuando lo que a todas luces exige el momento son actos de valentía cívica, de decisiones arriesgadas por parte de las élites y de las primeras líneas de los partidos políticos. En cambio, la actitud de inmovilismo y de precavida expectación de la sociedad política frente a la crisis económica termina otorgándole las mejores condiciones para perpetuarse. Nadie se mueve para que la crisis no llegue, y la crisis llega porque nadie se mueve.

NAVAJAS PROPIAS Y AJENAS

El primer vecino a quién afeitaron sin anestesia en el conjunto de países de la unión monetaria (la “eurozona”) fue Grecia. A comienzos de 2010, la economía helena comenzó a dar señales de que necesitaría medidas valientes y solidarias de los demás socios europeos. El gobierno socialdemócrata de Giorgios Papandreu, que había tomado las riendas de las islas en octubre del año anterior, anunció que las estadísticas oficiales estaban falseadas: el déficit público no era del 3,7 por ciento, como la administración anterior había informado a Bruselas (sede política y administrativa de la Unión Europa), sino del 13 por ciento. Y que Grecia no tenía recursos propios para hacer frente a ese agujero.

Y aquí apareció la sorpresa. En lugar del esperado rescate de la comunidad, que debería haber sido la respuesta natural, dados los objetivos fundacionales de la integración de Europa, cada país empezó a cerrarse en sí mismo y a poner las barbas en remojo. Desde los grandes –Alemania y Francia- salieron, inclusive, respuestas duras. Algunos diputados llegaron a sugerir que el gobierno griego vendiera alguna de las paradisíacas islas del Mediterráneo para juntar recursos y pagar sus deudas. Y entre los pequeños, los de economías intermedias que comparten algunas características estructurales con la griega –España, Irlanda y Portugal- cundió el pánico. Y sin esperar siquiera a los barberos del FMI, los gobiernos de estos países (a la sazón, también socialistas en la península ibérica) se largaron a la carrera de los ajustes, compitiendo a ver cuál es más liberal y ortodoxo, para alejarse cuanto fuera posible del “fantasma griego”: recesión, achicamiento del gasto social, ataque de los mercados que encarecen el endeudamiento público, y, por supuesto, las reacciones sociales a todo ello, que en Atenas ya llevaban varios muertos.

EL ESPÍRITU COMUNITARIO

La reacción de los Estados tomados individualmente, en todo caso, no es extraña. Tanto en los grandes como en los medianos el sentimiento “nacional” siempre prima sobre las concesiones parciales de soberanía que se hayan realizado al proceso de integración. En definitiva, como desde los albores de la modernidad occidental, la “raison d’Etat” sigue siendo la consideración principal de todo gobierno: los intereses del Estado sobre la moral individual y sobre cualquier instancia supranacional.

Pero si esta reacción cuidadosa y conservadora puede entenderse en el plano de actuación individual de los países que integran la Unión Europa, es más difícil explicarla en la actitud de los funcionarios y agentes superiores de la propia institución comunitaria.

La primitiva Comunidad del Carbón y del Acero, entre Francia y Alemania recién desmovilizadas después de la más grande y criminal guerra entre ambos ejércitos; la Declaración Schuman para impulsar la cooperación entre los antiguos enemigos; luego la Euratom en los inicios de la carrera nuclear y en plena Guerra Fría; la Comunidad Económica; los múltiples procesos de ampliación que fueron extendiendo las fronteras exteriores; la incorporación de la Europa del Este tras la disolución soviética; la constitución del Espacio Schengen con la eliminación de todos los controles fronterizos entre los países; y la propia instalación de la moneda única para la mayoría de los socios, fueron todos actos de gobierno de alto riesgo, impulsados y llevados adelante por una élite valiente y arrojada, que logró postergar los enconos históricos, nacionalistas, culturales, religiosos, regionales e ideológicos por la apuesta a un futuro común y superador.

La vieja foto de Konrad Adenauer, canciller de la Alemania derrotada, con medio país ocupado por la Unión Soviética y con Berlín saqueado, destruido y repartido entre las potencias vencedoras, y abrazando en aquel momento al general Charles de Gaulle, escribiendo la primera página de la nueva historia contemporánea de Europa, es de una generosidad y alcance de miras que las actuales conducciones políticas europeas no pueden ni aspirar.

Y, además, la construcción de la integración continental durante el último medio siglo no ha sido sólo discursiva y formalista, sino que se ha financiado mediante los fondos de compensación, donde los países ricos han solventado, con dinero de los impuestos de sus contribuyentes, el desarrollo de los Estados más pobres, para que éstos alcanzaran los estándares de homogeneización.

En síntesis: en el pasado los desafíos han sido sobradamente superiores a los que impone la actual crisis de los mercados financieros, y esos desafíos se han superado con valentía, asumiendo riesgos de largo plazo por parte de las élites gubernamentales. Y las herramientas de socorro económico y de redistribución de fondos entre los socios se han aplicado regularmente. Que no se apliquen ahora, o que nadie se atreva a tomar decisiones arriesgas y prefiera, en cambio, guardarse fronteras adentro poniendo las propias barbas en remojo, obedece a una crisis que supera lo económico, y alcanza la moral pública.

Y ENCIMA, HUNGRÍA

Dependiendo tanto los rumbos y las orientaciones del proceso de integración de las voluntades de los dirigentes, como acabamos de mostrar, el país que detente la presidencia rotatoria semestral del Consejo Europeo (la reunión de jefes de gobierno, donde reside efectivamente el poder decisional de la región) adquiere una importancia central.

Durante el agitado año 2010, la presidencia la ejerció España en el primer semestre, y Bélgica en la segunda mitad. José Luís Rodríguez Zapatero transitó su semestre tan mareado y confundido por la crisis, intentando por todos los medios que el “fantasma griego” no llegase a las costas catalanas, valencianas o andaluzas, que no tuvo tiempo de ocuparse de la Unión Europea; le dejó el trabajo a Herman Von Rumpuy, el conservador presidente permanente del Consejo. Luego, el segundo semestre le tocó a Bélgica, que pasa por un desgarrador momento de enfrentamiento entre las dos comunidades que integran el país, el norte flamenco y el sur francófono. Con los resultados electorales muy homogéneos, el jefe del Estado, el rey Alberto, no consigue desde hace meses que alguien se haga cargo de formar un gobierno que permanezca. ¿Quién, entonces, se ocuparía de dirigir los rumbos de la Unión Europea en un país que no logra ni siquiera definir su propio rumbo o formar su propio gobierno? Nadie, por supuesto. Y pasó otro medio año.

Desde el 1 de enero, las riendas de la Unión Europea han caído en manos del gobierno húngaro. En Budapest, el recién asumido gobierno de Viktor Orban, del partido de derecha Fidesz, ha asegurado que impulsará la prohibición del aborto, establecerá la definición del matrimonio como exclusiva unión entre hombre y mujer, reinstalará la censura sobre los medios de comunicación (con multas de más de 700.000 euros a diarios o webs que “ofendan la dignidad humana”), y aplicará un nuevo impuesto a las “empresas extranjeras” (esto es: europeas).

De un sólo golpe, Hungría –un socio reciente del proceso de integración, desde la ampliación de 2004- se carga el principio de igualdad de trato en el mercado interno de la Unión Europea, desconoce el acervo legislativo y judicial común, y se aparta de sus principales logros sociales y comunicacionales.

¿Podría esperarse de su semestre en la presidencia del Consejo Europeo decisiones valientes y arriesgadas para enfrentar la crisis que parece estancada en las tierras del Viejo Continente? Difícil.

Arde Europa (16 12 10)

LA MOVILIZACIÓN SOCIAL CRECE A UN RITMO SOSTENIDO EN EUROPA

La sociedad civil hace frente a la receta neoconservadora para la crisis

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El presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, afirmó tras un largo mes de movilizaciones y huelgas que la protesta social no lo haría cambiar el rumbo de su gobierno, y tras la renuncia del pleno del gabinete volvió a ratificar en sus cargos a los mismos funcionarios y a las mismas políticas.

La seguridad del inquilino del Elíseo pareció trasladarse a sus colegas de los Ejecutivos europeos, alentados también por la canciller alemana, Ángela Merkel, y por los funcionarios superiores de la Unión Europea (UE), que sostienen la necesidad de mantener los ajustes restrictivos y los  recortes de derechos sociales, como las únicas vías para superar la crisis financiera que se ha estancado en las deudas, los bonos públicos y el “ataque de los mercados” a las economías del Viejo Continente.

Sin embargo, y más allá de este discurso dominante en los gobiernos, la protesta social no remite sino que, por el contrario, va adquiriendo un ritmo de crecimiento sostenido que dibuja un escenario preocupante para la gobernabilidad de mediano plazo.

A inicios de esta semana, y siguiendo al clima de guerrilla urbana que se generó en Italia tras la votación que frenó la caída del gobierno de Silvio Berlusconi, una concatenación de movilizaciones de protesta se sucedieron en Irlanda, Francia, Grecia y la República Checa, mientras que las centrales sindicales planifican nuevas acciones de masa para lo que resta del mes de diciembre.

En París los sindicatos volvieron a tomar las calles, y hasta cerraron la emblemática Torre Eiffel. En la República de Irlanda, el Parlamento aprobó finalmente el pedido de salvataje al Fondo Monetario Internacional (FMI) para acceder a un préstamo calculado en 85.000 millones de euros, acordado a fines del mes pasado por el gobierno de Dublín y los técnicos del organismo multilateral. Las restricciones que figuran entre las condiciones del rescate aumentarán la protesta social en los próximos días.

En el sector norte de la isla, en el territorio perteneciente a Gran Bretaña, también la Asamblea de Irlanda del Norte aprobó ayer un paquete de medidas de austeridad para reducir el gasto en 4.000 millones de libras esterlinas (unos 6.300 millones de dólares). A tono con el discurso de la dirigencia europea, el ministro principal norirlandés, Peter Robinson, afirmó que el recorte era “la decisión que había que tomar, sin importar cuán difícil” fuera, ya que implicará la suba de impuestos, recortes de empleo público y una reforma del Servicio Nacional de Salud Nacional.

 

GRECIA NUEVAMENTE EN LLAMAS

Un ambiente de guerra civil se percibió ayer en la capital griega, cuando miles de manifestantes movilizados para oponerse al gran recorte planificado por el gobierno socialdemócrata de Georgio Papandreu chocaron con fuerzas policiales antimotines.

Una violenta jornada de huelga general, con lanzamiento de bombas incendiarias, volvió a paralizar la sociedad, sin actividad en escuelas y hospitales, ni tráfico aéreo, marítimo o ferroviario.

La huelga intenta frenar la entrada en vigor de un paquete de recortes laborales y salariales, según las condiciones fijadas por el FMI para conceder un préstamo de 146.000 millones de dólares destinados a financiar el endeudamiento público.

El líder de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), John Monks, afirmó que el objetivo final es exigir “a los gobiernos no desmantelar más la Europa social”. La de Atenas de ayer fue la séptima huelga general del año, en el marco de la peor crisis financiera del país desde la segunda Guerra Mundial.

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nelson.specchia@gmail.com

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