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Merkozy contra todos (06 12 11)

Merkozy contra todos

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por Pedro I. de Quesada

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Un nuevo fantasma recorre Europa: Merkozy. Un animal con cabeza y medio cuerpo alemán, y el otro medio francés.

No está claro si lo soltaron las nunca claras fuerzas de los mercados, o si el mefisto estaba aguardando una oportunidad como esta para zafarse de las cadenas. Pero la cuestión es que ya campea a sus anchas por los caminos y los palacios de gobierno, y después de haber conseguido imponer su disciplina en Grecia, Italia, Portugal e Irlanda, se apresta a dar un golpe espectacular ante el pleno de la Cumbre Europea de esta semana.

La canciller demócrata-cristiana alemana, Ángela Merkel, y su aliadísimo partenaire, el presidente conservador francés Nicolás Sarkozy, han decidido que la Unión Europea orientada a la preservación de la paz y basada en la solidaridad y en el Estado de bienestar, está perimida.

Vienen a coincidir con Donald Rumsfeld, aquel secretario de Defensa de Bush que la tildó de “vieja Europa”, cuando se mostró remisa a secundar sus planes de guerra preventiva. Merkozy quiere refundar la Unión, pero con otras bases: achicamiento y control de los gastos públicos, junto a una férrea disciplina fiscal.

Para lograrlo, la señora Merkel prevé una nueva instancia: un superministro de Economía (todavía no acierta con el nombre del cargo, pero por ahí va) que supervise y apruebe los presupuestos de todos los países.

Y también imagina una nueva policía fiscal: los países que incumplan las normas de déficit y deuda serán acusados ante el Tribunal de Luxemburgo, y soportarán duras sanciones; quiere que se les niegue el derecho a voto, se le quiten las partidas, e inclusive que se los expulse de la organización.

Además, como ya le exigió a España, aspira a que el tope del control del gasto figure en la Constitución de cada Estado.

Las palabras, esas cambiantes servidoras, ponen, además, el plan de ajuste de Merkel-Sarkozy en titulares edulcorados.

Porque Merkozy afirma a diestra y siniestra que su intención es “salvar a Europa y al euro”. O sea, que la destrucción de aquel proyecto solidario de una Europa unida que fuera el marco para la realización de los proyectos de vida buena de cada cual, es en realidad la salvación de Europa, sostiene Merkozy.

Extraño salvataje, pensamos nosotros.

Con 23 millones de desocupados; las economías mediterráneas (incluyendo la italiana, la 3º del continente) al borde del default; los bancos sin depósitos por falta de circulante; las previsiones de crecimiento para 2012 rondando el cero absoluto; y el consumo cayendo en picada; una política draconiana de contención del gasto público no puede sino llevar al agravamiento del enfermo.

Y no sólo a él: el presidente Barack Obama acaba de enviar al secretario del Tesoro norteamericano, Timothy Geither, a Berlín y a París, porque la obcecación de Merkozy está dando los primeros coletazos de este lado del Atlántico.

Ojalá que alguien le acerque a la señora una traducción al alemán de aquel librito, tan ilustrativo, de Lord Keynes.

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[ Columna “En foco” – El Mundo – página 2 – Hoy Día Córdoba – martes 6 de diciembre de 2011 ]

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Grecia vota el ajuste europeo (29 06 11)

En un entorno social caótico, el Parlamento griego votará hoy el mayor ajuste económico de su historia moderna

La cuarta huelga general del año deja heridos de gravedad. La moneda común europea en riesgo a pesar del acuerdo bancario francés. Londres se suma a los paros contra las restricciones.        

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ATENAS.- En un entorno convulsionado, el Parlamento griego comenzó ayer el tratamiento de las medidas restrictivas del gasto público, y esta tarde comenzará con la ronda de votaciones.

El oficialismo dispone de la mayoría (155 diputados sobre un total de 300), pero la impopularidad del ajuste ha ido provocando defecciones, al punto que el Ejecutivo sólo tiene un diputado de diferencia.

La oposición de Nueva Democracia no cedió a las presiones de la Unión Europea para que acompañe con sus votos al premier Giorgios Papandreu. También el Partido Comunista (KKE, por sus siglas en griego) y otras agrupaciones menores anunciaron la negativa, y el resultado de la votación permanece abierto.

La aprobación del paquete diseñado por el gobierno tiende a reducir el gasto, y con ese ahorro ofrecer garantías a los préstamos girados desde el Banco Central Europeo (BCE) y el FMI, con los cuales hacer frente al pago de los vencimientos de la deuda soberana. Los vencimientos de julio ascienden a 12.000 millones de euros, y si no son cubiertos Grecia será declarada en default, con consecuencias para otros países europeos con deudas en condiciones similares.

En este grupo, se menciona especialmente a España, Portugal, Irlanda e Italia; de hecho, la sola posibilidad de que Papandreu no pueda hacer aprobar el ajuste disparó ayer los intereses con que los países mediterráneos afrontan sus compromisos externos.

El denominado “castigo de los mercados” elevó el diferencial máximo de la deuda española a 293 puntos básicos, y en Italia llegó hasta los 216 puntos. Sólo el anuncio de Nicolás Sarkozy, de que los bancos franceses reinvertirán el 70 por ciento de los bonos griegos que disponen en nuevos títulos a 30 años, descongestionó en parte la presión, pero esa presión podría volver esta tarde tras la votación en Atenas.

Además del estado de parálisis económica, la cuarta huelga general paralizó también la vida institucional y comercial helena. El paro tuvo un acatamiento generalizado, tanto en las oficinas públicas, los servicios y la actividad privada. Las concentraciones de movilizados en la plaza Sintagma, además, se enfrentaron con las fuerzas policiales antidisturbios, con el saldo provisional de seis heridos graves.

En todo caso, los analistas económicos ya han comenzado a advertir que, cualquiera sea el resultado de la votación parlamentaria, el alivio sólo será de corto plazo porque no soluciona el fondo de la cuestión: los “rescates” admitidos por la UE son inviables, sencillamente porque los préstamos (con intereses a tasas punitivas) asfixian el crecimiento, y si Grecia no puede hoy pagar su deuda, menos podrá pagarla en el futuro, cuando los planes de ajustes fiscal hayan provocado un crecimiento menor del producto bruto interno.

Las reacciones sociales contra las restricciones también han comenzado a aparecer en otras capitales europeas. En Londres, para mañana está convocada una huelga de 750.000 empleados públicos contra los recortes sociales del gobierno de David Cameron, que planea una reforma general del sistema de jubilaciones.

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nelson.specchia@gmail.com

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Europa cuelga de Atenas (27 06 11)

Europa y la moneda común no se desprenden de la crisis griega

La cumbre europea no encuentra una postura alternativa a la profundización del ajuste       

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ATENAS.- El Consejo Europeo de fines de la semana pasada no logró consensuar una ayuda a Grecia que implicara mayores recursos, y ató el futuro inmediato de la crisis y la estabilidad de la moneda común, el euro, a que el gobierno heleno logre aprobar un fuertísimo ajuste a las cuentas públicas y evite la quiebra por default.

Sin embargo, el tratamiento en el Parlamento de Atenas del paquete de medidas restrictivas del premier Giorgios Papandreu no tiene allanado el camino. Los dirigentes conservadores europeos llamaron a la “unidad nacional” griega, esto es, a que el partido de derechas Nueva Democracia vote el ajuste junto a la bancada socialdemócrata del Pasok de Papandreu.

El jefe opositor, Antoni Samaras, escuchó ese pedido en Bruselas, tanto del Partido Popular Europeo (PPE), que su agrupación integra, como de boca de la propia canciller alemana, Ángela Merkel.

Samaras, sin embargo, adelantó que su grupo no votará un plan de ajuste que, en términos de votos, no podría ser ya más impopular. Después de tres huelgas generales en lo que va del año, con un nuevo paro programado para esta semana, y un estado social de agitación permanente (los “indignados” tienen instalado 18 campamentos en la plaza Sintagma, frente a la sede parlamentaria), la oposición no está dispuesta a ofrecer su cooperación.

Pero Papandreu tampoco tiene clara la posibilidad de contar con el apoyo cerrado de su propio partido; la presión que los movilizados ejercen sobre los diputados -a quienes increpan a la entrada y a la salida de la Cámara, e incluso persiguen hasta sus domicilios- es tanta, que ya comenzaron las fisuras en el bloque oficialista: dos diputados socialistas confirmaron que no votarán el paquete de medidas del gobierno.

En esta semana clave para el futuro político del país mediterráneo y para el rumbo general de la Unión Europea (UE), la aprobación del ajuste griego (se votará entre el martes y el miércoles) habilitaría a la recepción de una última remesa del dinero acordado el año pasado por la UE y el FMI, dirigido a pagar vencimientos de la deuda pública con los acreedores externos en julio.

Si Atenas no saldo estos vencimientos, las agencias que monitorean las finanzas internacionales declararían automáticamente la cesación de pagos y el default; una situación que no tardaría en contagiar a otras economías europeas con problemas en sus deudas externas, como Portugal, España, Irlanda y, en menor medida, también Italia.

A pesar del alto riesgo para la  estabilidad de la moneda común (el euro ya retrocedió la semana pasada frente a prácticamente todas las divisas de referencia), el Consejo Europeo no logró articular ningún “plan B”, que implicaría un mayor compromiso de dinero.

Al contrario, Merkel sigue insistiendo que no deben ser los recursos públicos de los impuestos de los contribuyentes, sino los propios bancos acreedores, los que deben soportar la mayor carga de la reestructuración y del saneamiento de la economía helena.

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nelson.specchia@gmail.com

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El Consejo Europeo enfrenta la incertidumbre de la crisis griega (24 06 11)

Evitar el default griego y sostener el euro constituyen la agenda de Europa       

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El Consejo Europeo –la reunión de jefes de Gobierno de los 27 Estados-miembros de la Unión Europea (UE)- culmina sus deliberaciones hoy en Bruselas, sin perspectivas de lograr un consenso sobre cómo enfrentar la cada vez más aguda crisis griega.

La resolución más probable es que extiendan nuevamente los plazos. Los gobiernos de la Eurozona (los países de la UE que comparten la moneda) ya aprobaron esperar hasta el 3 de julio para que el primer ministro Giogios Papandreu encare una nueva serie de medidas de control del gasto público, tras las cuales enviarían una segunda remesa de créditos para evitar que Grecia caiga en default.

Los últimos días han sido virulentos en la situación social y política del país mediterráneo. Una tercera huelga general paralizó completamente los servicios públicos y la actividad comercial, en protesta contra las medidas ya adoptadas por el gobierno del Pasok, que han provocado despidos masivos y recorte de sueldos, jubilaciones y diversas prestaciones sociales.

Papandreu reorganizó su gobierno para calmar un tanto los ánimos, y a pesar de la huelga y las movilizaciones logró superar una moción de censura en el Parlamento, después que el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Duráo Barroso, instara a la oposición de derechas a apoyar al premier socialdemócrata y a su plan de ajustes.

Con el voto de confianza del Parlamento, Papandreu accedió a la última remesa de los 110.000 millones de euros acordados por el FMI y el Banco Central Europeo en 2010; y ahora dispone hasta el 3 de julio para profundizar aún más ese draconiano recorte en las cuentas públicas para que la UE esté dispuesta a enviarle un “segundo rescate”, de al menos 12.000 millones de euros.

No será un camino fácil, el líder opositor, Antoni Samarás, declaró ayer a su llegada a Bruselas que no seguirá apoyando las medidas del gobierno. Samarás, cuya agrupación integra la alianza continental de derechas, el Partido Popular Europeo (PPE), sostiene que los ajustes a la economía helena no deberían incluir aumentos de impuestos.

Se observa así la paradoja de que el partido conservador causante de la crisis, Nueva Democracia, se oponga ahora a las medidas neoliberales aplicadas por una administración socialdemócrata.

En Atenas, los dos sindicatos mayoritarios han vuelto a convocar a otra jornada de huelga para el lunes y martes próximos, mientras el Parlamento trate el nuevo plan de ajuste de Papandreu.

En Bruselas, mientras tanto, se discute que si las agencias declaran a Grecia en cesación de pagos, aunque sea parcial, un rápido efecto dominó se extendería por toda la Eurozona, golpeando a los bancos y poniendo en riesgo a otras economías con deudas comprometedoras, como España, Portugal e Irlanda. Y, en última instancia, terminaría golpeando también al euro y a la política monetaria común.

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Europa mareada por la crisis griega (16 06 11)

Europa mareada por la crisis

Un sector de los “indignados” pasa al enfrentamiento policial en Cataluña. El premier griego ofrece su renuncia para apaciguar la movilización social. Alemania condiciona un nuevo rescate a Grecia a la participación de inversores privados. La crisis vuelve a amenazar a España y Portugal.     

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ATENAS, BARCELONA.- “Hemos perdido el miedo”, con esta nueva consigna un sector de los “indignados” españoles, también identificados ya como Movimiento 15-M, cercó ayer el Parlamento autonómico catalán, en la Ciudad Vieja de Barcelona, e intentó hacer fracasar la sesión legislativa en la cual el gobierno regional presentaba los presupuestos.

Los forcejeos entre manifestantes y policías autonómicos (los “mossos d’esquadra”) fue subiendo de tono durante el transcurso de la mañana. Varios centenares de personas se concentraron frente al Palacio de la Generalitat de Cataluña, en la Plaza de Sant Jaume, y con un grado de organización superior al mostrado en las últimas jornadas, se desplazó por la Ciudad Vieja hasta el Parque de la Ciudadela, donde se ubica el Parlamento.

Con el edificio cercado por un cordón humano, los diputados que llegaban tuvieron que soportar empujones, gritos e inclusive alguna pintada.

El presidente autonómico, Artur Mas, y una treintena de miembros de su Ejecutivo, tuvieron que utilizar helicópteros para llegar a la sede legislativa.

Tras la agitada sesión, en la que finalmente la gobernante coalición centrista de Convergencia i Unió (CiU) logró aprobar los presupuestos con el apoyo de los votos de la derecha del Partido Popular (PP), los diputados salieron del Parlamento por puertas laterales, unas salidas casi sin uso y que comunican el antiguo edificio con el parque zoológico de Barcelona, para esquivar las concentraciones de “indignados”.

Desde Madrid, la asamblea ciudadana que ha abandonado el campamento en la céntrica plaza de la Puerta del Sol, cuestionó la movilización de los catalanes, por considerarla una “presión por encima de la ley”.

Dentro del mismo grupo barcelonés se veían posiciones encontradas, entre un sector que se oponía a cercar el Parlamento y otro más radical. En un clima de nerviosismo, también se criticaba a los Mossos d’Esquadra, algunos de cuyos agentes, vestidos de civil, se infiltraron en el colectivo de protesta, supuestamente con intentos de manipular la enorme masa de movilizados.

El presidente Mas anunció que, de repetirse la protesta, los cuerpos policiales harán “un uso legítimo de la fuerza” para disolver las columnas de manifestantes y garantizar el funcionamiento de las instituciones.

En Grecia, por otra parte, la reacción social también tuvo un pico crítico en la tarde de ayer, mientras la primera línea del liderazgo europeo discutía un segundo rescate a la economía griega.

La oposición a la política de ajustes económicos y restricciones sociales impulsado por el gobierno socialdemócrata de Giorgios Papandreu, volvió a tomar las calles de Atenas.

El primer ministro ofreció su renuncia para calmar los ánimos y formar un gobierno de unidad, pero ante la negativa de la oposición de centroderecha de sumarse al Ejecutivo, anunció que hoy modificará el gabinete, pero seguirá adelante con el plan de austeridad.

Atenas tira las bolsas

ATENAS.- Con cerca de 200.000 personas tomando las calles de la capital griega, y los líderes europeos sin definir un nuevo rescate a la economía helena, la tercera huelga general contra Papandreu y el Pasok arrastró ayer a los mercados, los bonos de la deuda soberana griega, la moneda europea, y llegó inclusive a impactar en el nivel general de Wall Street.

La multitudinaria huelga, que paralizó al país y generó duros enfrentamientos con las fuerzas policiales, podría haberse calmado con una clara señal que llegase desde Europa. Pero, por el contrario, la indefinición de la Unión Europea –principalmente de Alemania- produjo una corrida que arrastró al euro y empujó a la baja a todas las bolsas del continente.

El IBEX español perdió 10.000 puntos y terminó con un 2 por ciento de retroceso; la caída bursátil llegó inclusive a Nueva York, donde Wall Street acusó un 1,48 por ciento de pérdida en el cierre de operaciones.

La falta de rescate a Grecia, además, vuelve a poner en riesgo la solvencia de la deuda en España y en Portugal.

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Europa, barbas en remojo (07 01 11)

Europa, barbas en remojo

por Nelson Gustavo Specchia

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Advertía el refranero de nuestras abuelas que cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar. Cuando los tiempos de las afeitadoras eléctricas y de las cuchillas descartables dejaron obsoleta la advertencia, el refrán popular se mantuvo, para aplicárselo a aquellas situaciones donde la precaución prima sobre la valentía y el arrojo, e inclusive para cuando el exceso de cuidado se acerca peligrosamente a la cobardía. En este último sentido, las barbas políticas europeas llevan meses humedeciéndose en las tibias aguas del remojo, y la situación es aún más sorprendente cuando lo que a todas luces exige el momento son actos de valentía cívica, de decisiones arriesgadas por parte de las élites y de las primeras líneas de los partidos políticos. En cambio, la actitud de inmovilismo y de precavida expectación de la sociedad política frente a la crisis económica termina otorgándole las mejores condiciones para perpetuarse. Nadie se mueve para que la crisis no llegue, y la crisis llega porque nadie se mueve.

NAVAJAS PROPIAS Y AJENAS

El primer vecino a quién afeitaron sin anestesia en el conjunto de países de la unión monetaria (la “eurozona”) fue Grecia. A comienzos de 2010, la economía helena comenzó a dar señales de que necesitaría medidas valientes y solidarias de los demás socios europeos. El gobierno socialdemócrata de Giorgios Papandreu, que había tomado las riendas de las islas en octubre del año anterior, anunció que las estadísticas oficiales estaban falseadas: el déficit público no era del 3,7 por ciento, como la administración anterior había informado a Bruselas (sede política y administrativa de la Unión Europa), sino del 13 por ciento. Y que Grecia no tenía recursos propios para hacer frente a ese agujero.

Y aquí apareció la sorpresa. En lugar del esperado rescate de la comunidad, que debería haber sido la respuesta natural, dados los objetivos fundacionales de la integración de Europa, cada país empezó a cerrarse en sí mismo y a poner las barbas en remojo. Desde los grandes –Alemania y Francia- salieron, inclusive, respuestas duras. Algunos diputados llegaron a sugerir que el gobierno griego vendiera alguna de las paradisíacas islas del Mediterráneo para juntar recursos y pagar sus deudas. Y entre los pequeños, los de economías intermedias que comparten algunas características estructurales con la griega –España, Irlanda y Portugal- cundió el pánico. Y sin esperar siquiera a los barberos del FMI, los gobiernos de estos países (a la sazón, también socialistas en la península ibérica) se largaron a la carrera de los ajustes, compitiendo a ver cuál es más liberal y ortodoxo, para alejarse cuanto fuera posible del “fantasma griego”: recesión, achicamiento del gasto social, ataque de los mercados que encarecen el endeudamiento público, y, por supuesto, las reacciones sociales a todo ello, que en Atenas ya llevaban varios muertos.

EL ESPÍRITU COMUNITARIO

La reacción de los Estados tomados individualmente, en todo caso, no es extraña. Tanto en los grandes como en los medianos el sentimiento “nacional” siempre prima sobre las concesiones parciales de soberanía que se hayan realizado al proceso de integración. En definitiva, como desde los albores de la modernidad occidental, la “raison d’Etat” sigue siendo la consideración principal de todo gobierno: los intereses del Estado sobre la moral individual y sobre cualquier instancia supranacional.

Pero si esta reacción cuidadosa y conservadora puede entenderse en el plano de actuación individual de los países que integran la Unión Europa, es más difícil explicarla en la actitud de los funcionarios y agentes superiores de la propia institución comunitaria.

La primitiva Comunidad del Carbón y del Acero, entre Francia y Alemania recién desmovilizadas después de la más grande y criminal guerra entre ambos ejércitos; la Declaración Schuman para impulsar la cooperación entre los antiguos enemigos; luego la Euratom en los inicios de la carrera nuclear y en plena Guerra Fría; la Comunidad Económica; los múltiples procesos de ampliación que fueron extendiendo las fronteras exteriores; la incorporación de la Europa del Este tras la disolución soviética; la constitución del Espacio Schengen con la eliminación de todos los controles fronterizos entre los países; y la propia instalación de la moneda única para la mayoría de los socios, fueron todos actos de gobierno de alto riesgo, impulsados y llevados adelante por una élite valiente y arrojada, que logró postergar los enconos históricos, nacionalistas, culturales, religiosos, regionales e ideológicos por la apuesta a un futuro común y superador.

La vieja foto de Konrad Adenauer, canciller de la Alemania derrotada, con medio país ocupado por la Unión Soviética y con Berlín saqueado, destruido y repartido entre las potencias vencedoras, y abrazando en aquel momento al general Charles de Gaulle, escribiendo la primera página de la nueva historia contemporánea de Europa, es de una generosidad y alcance de miras que las actuales conducciones políticas europeas no pueden ni aspirar.

Y, además, la construcción de la integración continental durante el último medio siglo no ha sido sólo discursiva y formalista, sino que se ha financiado mediante los fondos de compensación, donde los países ricos han solventado, con dinero de los impuestos de sus contribuyentes, el desarrollo de los Estados más pobres, para que éstos alcanzaran los estándares de homogeneización.

En síntesis: en el pasado los desafíos han sido sobradamente superiores a los que impone la actual crisis de los mercados financieros, y esos desafíos se han superado con valentía, asumiendo riesgos de largo plazo por parte de las élites gubernamentales. Y las herramientas de socorro económico y de redistribución de fondos entre los socios se han aplicado regularmente. Que no se apliquen ahora, o que nadie se atreva a tomar decisiones arriesgas y prefiera, en cambio, guardarse fronteras adentro poniendo las propias barbas en remojo, obedece a una crisis que supera lo económico, y alcanza la moral pública.

Y ENCIMA, HUNGRÍA

Dependiendo tanto los rumbos y las orientaciones del proceso de integración de las voluntades de los dirigentes, como acabamos de mostrar, el país que detente la presidencia rotatoria semestral del Consejo Europeo (la reunión de jefes de gobierno, donde reside efectivamente el poder decisional de la región) adquiere una importancia central.

Durante el agitado año 2010, la presidencia la ejerció España en el primer semestre, y Bélgica en la segunda mitad. José Luís Rodríguez Zapatero transitó su semestre tan mareado y confundido por la crisis, intentando por todos los medios que el “fantasma griego” no llegase a las costas catalanas, valencianas o andaluzas, que no tuvo tiempo de ocuparse de la Unión Europea; le dejó el trabajo a Herman Von Rumpuy, el conservador presidente permanente del Consejo. Luego, el segundo semestre le tocó a Bélgica, que pasa por un desgarrador momento de enfrentamiento entre las dos comunidades que integran el país, el norte flamenco y el sur francófono. Con los resultados electorales muy homogéneos, el jefe del Estado, el rey Alberto, no consigue desde hace meses que alguien se haga cargo de formar un gobierno que permanezca. ¿Quién, entonces, se ocuparía de dirigir los rumbos de la Unión Europea en un país que no logra ni siquiera definir su propio rumbo o formar su propio gobierno? Nadie, por supuesto. Y pasó otro medio año.

Desde el 1 de enero, las riendas de la Unión Europea han caído en manos del gobierno húngaro. En Budapest, el recién asumido gobierno de Viktor Orban, del partido de derecha Fidesz, ha asegurado que impulsará la prohibición del aborto, establecerá la definición del matrimonio como exclusiva unión entre hombre y mujer, reinstalará la censura sobre los medios de comunicación (con multas de más de 700.000 euros a diarios o webs que “ofendan la dignidad humana”), y aplicará un nuevo impuesto a las “empresas extranjeras” (esto es: europeas).

De un sólo golpe, Hungría –un socio reciente del proceso de integración, desde la ampliación de 2004- se carga el principio de igualdad de trato en el mercado interno de la Unión Europea, desconoce el acervo legislativo y judicial común, y se aparta de sus principales logros sociales y comunicacionales.

¿Podría esperarse de su semestre en la presidencia del Consejo Europeo decisiones valientes y arriesgadas para enfrentar la crisis que parece estancada en las tierras del Viejo Continente? Difícil.

El desalmado tijeretazo europeo (26 11 10)

El desalmado tijeretazo europeo

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por Nelson Gustavo Specchia

 

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Una gran tijera recorre Europa. Si los filósofos Karl Marx y Friedrich Engels escribieran hoy, posiblemente cambiarían la figura de aquella famosísima primera línea del “Manifiesta Comunista”. Porque el fantasma de nuestros días, en el Viejo Continente, toma la forma de una tijera que recorta gastos y déficit públicos a mansalva y discreción; pero por el tajo abierto aparecen las diversas formas del conflicto social. La sociedad civil no parece estar dispuesta a permitir pasivamente que los gobiernos recorten derechos juntos con los gastos. Los empleados asalariados y los estudiantes se ubican, en las diferentes latitudes, entre los colectivos que encabezan la reacción social y amenazan con subir la temperatura del gélido otoño europeo.

La primera señal, hace apenas seis meses, fue Grecia. Un gobierno socialista recién asumido, el del Pasok de Giorgios Papandreu, hubo de admitir que sus antecesores habían fraguado las cuentas públicas, que las arcas del Estado estaban casi vacías, y que la economía helena –con restringido margen de acción desde la política monetaria, al estar dentro de los acuerdos de la eurozona- necesitaba con urgencia un rescate por parte de los socios comunitarios. En pocas horas, los bonos de la deuda griega treparon hasta cifras siderales (el ya recurrente “castigo de los mercados”), y la democristiana Ángela Merkel le contestaba a Papandreu desde Berlín con el discurso que en medio año se ha convertido en dominante: saca la tijera y recorta gastos, corta mucho y a fondo, y luego veremos si te tiramos una soga desde el Bundesbank.

Papandreu intentó resistirse, aunque no mucho. A la capital europea que acudía, palabras más o palabras menos, le contestaban con el mismo discurso de la alemana. Desde Bruselas, la capital de la Unión Europea, el presidente de la Comisión, el ex marxista y hoy liberal José Manuel Duráo Barroso, instó al griego a que acudiese al Fondo Monetario Internacional. La postura de Europa, tanto de sus instituciones comunitarias como desde los gobiernos de los Estados miembros, pegaba, de esta manera, el mayor golpe de timón en la orientación estratégica de la política económica y social desde la posguerra. La concepción comunitaria que llevó al establecimiento y las conquistas del “Estado de bienestar”, el gran invento de los padres de la integración continental mediante la unión de capitalismo y derechos sociales, se relegaba. Las recetas de la vieja ortodoxia liberal volvían a obtener patente de corso.

EL VIRUS GRIEGO

Qué año, este 2010, decían entre exclamaciones los columnistas de la prensa europea. Pero bueno, al menos el fantasma de la tijera limitó el estallido de la crisis a Grecia. Papandreu finalmente aceptó la humillación. Ángela Merkel y Nicolás Sarkozy, junto a Duráo Barroso, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rumpuy, y el jefe del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, anunciaron entonces el rescate de la economía de la isla mediterránea; en el mismo anuncio comunicaron el severo plan de ajuste impuesto a Atenas, (con la obligación de reducir cuatro puntos el déficit este año, del 12,7 al 8,7 por ciento del PBI; y seguir avanzando luego hasta reducirlo al 3 por ciento). Los colegios públicos, las universidades, los bancos, las oficinas públicas de todos los niveles de la administración cerraron, y los hospitales sólo atendieron emergencias. El primer ministro expresó su solidaridad a los trabajadores movilizados, pero, abatido, dijo que no tenía ninguna alternativa.

Los empleados y los estudiantes se largaron a la calle, incendiaron contenedores y algunos muertos quedaron en las jornadas de protesta. Pero la crisis se encapsuló en Grecia y no saldrá de allí, escribían los analistas. Y los gobiernos, especialmente los de países con economías en grados de vulnerabilidad cercanos a la griega, afirmaban que el riesgo de contagio estaba conjurado. El euro estaba a salvo, y no habría nuevas crisis. Pero tanto los políticos como los analistas se equivocaban. O mentían. Eso es lo que vino a mostrar el estallido de la burbuja económica en Irlanda esta semana.

En la última reunión del G-20, al tratar el tema de la “guerra de monedas” como el nuevo capítulo de la crisis económica internacional, los países emergentes –Argentina y Brasil entre los principales- volvieron a insistir en que la salida de la crisis no pasa por el recorte del gasto sino por aumentar los alicientes al consumo interno. El bloque europeo volvió a desestimar la estrategia una vez más, insistiendo en los achicamientos de los déficits y en los recortes de los gastos sociales.

Ese camino volvió a mostrar un nuevo escollo esta semana, cuando el primer ministro irlandés, Brian Cowen, no pudo seguir resistiendo el “castigo de los mercados” y la presión conjunta de sus colegas del continente, y anunció el pedido de salvataje económico al Banco Central Europeo y al Fondo Monetario Internacional. El virus griego, aunque todos lo negaran, había cruzado el mediterráneo y alcanzado al “tigre celta”, ese mismo que los analistas desde la gran prensa especializada ofrecían como ejemplo al mundo subdesarrollado hasta hace apenas unos meses.

IRLANDA COMO POLVORÍN

El domingo pasado, a la noche, después de una reunión del Consejo de Ministros que había durado más horas de las prudentes, el premier irlandés Brian Cowen enfrentó a los medios de prensa y admitió que el país debía acudir al auxilio del FMI y de las instancias financieras europeas, o enfrentarse a la bancarrota. La crisis del euro se cobraba así su segunda víctima, tras la debacle griega. El crédito que los irlandeses del tradicional partido liberal, el Fianna Fail, calculan que necesitarán asciende a unos 80.000 millones de euros, con eso lograrían calmar la fuerza del “castigo de los mercados”, y los títulos de su deuda podrían volver a montos medianamente manejables. Irlanda viene a confirmar que la crisis europea –que es, en definitiva, la crisis del euro- está vigente y piensa seguir dando batalla, independientemente de lo que los líderes afirmen en los discursos.

Volviendo a un libreto que ya no respeta ideologías ni emisores –lo mismo dicen los conservadores que los socialistas, los democristianos que los liberales- el gobierno irlandés usó la misma tribuna del anuncio del pedido de salvavidas al FMI para adelantar que acababa de aprobar otro desalmado tijeretazo en el país de las verdes praderas y los “pubs” donde se honra a san Patricio con la mejor cerveza del mundo. Un tijeretazo de unos 6.000 millones el año próximo, y hasta un total de 15.000 millones de euros (algo así como el 10 por ciento del PBI) en los próximos cuatro años. Ya se sabe cómo: se reducirá el gasto público, aumentarán los impuestos, se “racionalizarán” las plantas de empleados (ayer Dublín anunciaba que el “drástico ajuste” del que “nadie quedará a salvo”, implicará el despido de 25.000 trabajadores), disminuirá el salario mínimo –y con él toda la escala de sueldos-, terminarán los subsidios al desempleo o a las situaciones de riesgo social, y se reducirán las jubilaciones y las prestaciones sociales. Inclusive se admite que Irlanda volverá a ser un país de emigración. Adios Estado del bienestar, adios.

Y nada de que el “virus griego” está conjurado. El contagio, principalmente hacia Portugal y España, pero también hacia Italia y otras economías menores, podría llegar por una doble vía, el endeudamiento existente entre los bancos de la eurozona (los bancos alemanes y británicos, por ejemplo, tienen papeles de deuda de los bancos irlandeses por unos 250.000 millones de euros); o por vía de los títulos públicos de deuda, cuyo precio cae en la misma proporción y velocidad en que las aseguradoras de riesgo marcan nuevos records para las economías más endebles.

EL COSTO SOCIAL

Y mientras los políticos y los técnicos se deslizan hacia el pánico, la sociedad civil parece prepararse para resistir el embate contra el ajuste de la gran tijera. El presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, convocó a los veinticinco grandes empresarios (casi todos opositores a su gobierno y a su Partido Socialista Obrero Español) para que lo ayuden con ideas, o con lo que sea a estas alturas, para escapar de la fuerza del tornado, luego de que las dos centrales sindicales le hicieran la primer huelga general. El conservador Nicolás Sarkozy viene aguantando un mes de protestas en la calle. El premier portugués, José Sócrates –socialista como Zapatero- se enfrentó esta semana a la mayor huelga general de la historia de Portugal, y su gobierno no tiene ni una sola estrategia nueva para esquivar los vientos que ya llegan a sus costas desde el desdentado “tigre celta”.

Los estudiantes británicos, por su parte, se largaron a marchar por Londres, abandonando las aulas en todo el país, protestando contra los planes del gobierno conservador de David Cameron de incrementar las matrículas universitarias, que implicará, en la práctica, triplicar el costo anual de los estudios superiores. La semana anterior, la protesta se tornó violenta: los estudiantes tomaron la sede partidaria de los “tories” en Londres, incendiándola y destrozándola.

El tijeretazo de Cameron ha comenzado por las universidades y la investigación, y los estudiantes ingleses parecen estar dispuestos a enfrentarlo. Igual que los italianos, donde también esta semana centenares de estudiantes se enfrentaron a la policía, e inclusive lograron ingresar al Parlamento, manifestándose contra los ajustes presupuestarios dispuestos por el gobierno del primer ministro derechista Silvio Berlusconi, que ha preparado un decreto ley que prevé el recorte de los fondos para las universidades públicas y la investigación, mientras favorece a los centros privados de enseñanza.

 

En definitiva, cualquiera termine siendo la salida de la actual crisis, parece evidente que los daños al Estado social del bienestar, esa construcción solidaria y transgeneracional que Europa ofreció al mundo como ejemplo de construcción sociopolítica, y que logró establecerse y enriquecerse mediante un consenso horizontal de las élites dirigentes –tanto de la derecha como de la izquierda- durante la segunda mitad del siglo XX, no saldrá indemne. Lo único que permanece, sin siquiera un rasguño, es la furia y la voracidad de los mercados.

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Irlanda en la boca del volcán (25 11 10)

IRLANDA AUMENTA EL DESCONTENTO SOCIAL POR EL ACUERDO CON EL FMI

Peligra la continuidad del gobierno conservador en medio de la crisis

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El terremoto político generado por el gobierno conservador irlandés al anunciar la solicitud de rescate financiero al Fondo Monetario Internacional, a principios de esta semana, amenaza con expandirse a otros escenarios europeos.

Ayer la prensa especializada anunciaba que tanto España como Portugal han caído en las evaluaciones de riesgo de las agencias internacionales, al tiempo que la ola de ajustes estructurales con que los gobiernos del continente han decidido enfrentar la crisis económica sigue abriendo frentes de conflicto social, con especial participación de los trabajadores asalariados y de los estudiantes.

El primer ministro Brian Cowen, ha resistido durante toda la semana un duro embate de las fuerzas políticas irlandesas, no sólo de la oposición sino también de un sector importante dentro de su propio partido, después que el domingo pasado anunciara el cambio de rumbo de su gobierno, la solicitud del salvataje financiero al FMI.

Un acuerdo que conlleva medidas restrictivas para enfriar la economía y achicar el gasto social y el déficit, que se calcula en unos 19.000 millones de euros, un 32 por ciento del Productos Bruto Interno (PBI) del país. La Unión Europea (UE) exige que el déficit público se mantenga por debajo del 3 por ciento del PBI en sus Estados miembros que han adoptado el euro como moneda única.

Cowen admitió ayer que todavía no se ha acordado una cifra definitiva con los técnicos del Fondo y con los funcionarios de la UE, pero deslizó que «se discutió un monto del orden de los 85.000 millones de euros» (el equivalente a unos 115.000 millones de dólares).

Con esta suma, el Ejecutivo espera financiar la economía y los bancos en riesgo de bancarrota, mientras maniobra para ahorrar en cuatro años 15.000 millones de dólares mediante el ajuste presupuestario, a lo que complementará con un aumento en la recaudación impositiva en 5.000 millones adicionales mediante la creación de nuevos gravámenes.

La crisis política tomó una nueva dimensión cuando el gobierno anunció los planes para lograr estos niveles de ahorro, que implicarán un recorte de 2.800 millones de dólares en prestaciones sociales, sobre todo en beneficios por desempleo y asignaciones familiares.

Cowen sigue resistiendo los pedidos de dimisión inmediata que le llegan desde el arco opositor, y promete disolver el Parlamento y adelantar las elecciones, pero después que el Parlamento irlandés apruebe su proyecto de Presupuesto, el próximo 7 de diciembre.

Tras las defecciones en su propio partido, no hay seguridades de que el premier tenga los suficientes votos para avanzar en esta estrategia.

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DILEMA OPOSITOR

La crisis política que enfrenta el primer ministro irlandés Brian Cowen ha desgastado tanto su gobierno, que es improbable que pueda mantenerse en el cargo.

Durante esta semana ha logrado sortear los pedidos de renuncia que llegaron desde la centroizquierda, e inclusive desde el interior de su propio partido. Pero ya hay pocas dudas que deberá dejar el Ejecutivo, la pregunta es cuándo.

Porque si renuncia antes de la aprobación presupuestaria en el Parlamento, se caería todo el acuerdo con el FMI y la UE. Pero si Cowen logra hacer aprobar los presupuestos antes de irse, los partidos opositores que con mayor probabilidad heredarán el poder tendrán sus manos atadas al acuerdo con el Fondo, y la crisis económica dejará poco margen para que puedan revisarlo.

Los sindicatos, mientras tanto, ya adelantaron que las anunciadas medidas de austeridad desatarían una ola de agitación social, y convocaron a una protesta el próximo sábado en la capital, Dublín.

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El retroceso socialdemócrata (24 09 10)

El retroceso socialdemócrata

por Nelson Gustavo Specchia

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El domingo pasado, 19 de septiembre, una coalición de derechas ganó las elecciones en Suecia, un país que es símbolo de dos de los principales logros de la modernidad occidental: la convivencia entre socialismo y democracia, y el sostenimiento de un Estado de Bienestar de amplio alcance. La renuncia al marxismo revolucionario y su reemplazo por la gradualidad de instalar el socialismo por la vía representativa, llevó a que Suecia se identificara con la socialdemocracia: de las últimas ocho décadas, 65 años el Poder Ejecutivo ha sido ocupado por socialdemócratas.

Esos períodos tan extensos en el ejercicio del poder por parte de los progresistas, fueron extendiendo a las políticas sociales diversas estrategias de protección, primero a los sectores más vulnerables, luego a capas cada vez mayores de población. Esas políticas proteccionistas, claro está, debían financiarse con dinero público, por lo que la presión fiscal subió paulatinamente al tiempo que el Estado daba cobertura sanitaria, educación de calidad, ayudas para vivienda, para transportes y demás. Este crecimiento en los impuestos de los ciudadanos llegó en Suecia a significar el 52 por ciento del Producto Bruto Interno, un porcentaje sólo superado por los dinamarqueses. Así, durante años, la clase media y los trabajadores suecos asumieron que más de la mitad de sus ingresos fueran destinados a pagar impuestos al Estado, ya que éste, con una adecuada y transparente gestión gubernamental, los devolvía en servicios y en protección pública.

El éxito de la fórmula “socialdemocracia-bienestar” fue tan considerable, que el modelo comenzó a generar réplicas a lo largo del continente. Todos encontraban en ella una receta ajustada a ese tiempo histórico definido por la posguerra que había ensangrentado hasta la locura al Viejo Continente, y la nueva idea-fuerza de la integración tras los Tratados de Roma, de 1957, mediante los cuales la Comunidad del Carbón y del Acero (CECA) y la Euratom, junto a la Comunidad Económica Europea (CEE), dibujaban la arquitectura política que terminaría desembocando en la actual Unión Europea.

LA EUROPA DEL BIENESTAR

Independientemente de la forma de Estado que hubiera sobrevivido en cada país tras las dos guerras, tanto los electorados de las monarquías parlamentarias como los de las repúblicas de antiguo o nuevo cuño, se acercaron esperanzados a la socialdemocracia durante la segunda mitad del siglo XX, quitando la iniciativa política a los tradicionales partidos conservadores o nacionalistas. Supuestamente arrancada de raíz la extrema derecha filofascista y nazi, la nueva socialdemocracia se planteaba como una alternativa racional y moderna a la centroderecha populista o demócrata-cristiana.

La extensión de la socialdemocracia fue tan grande, que en la práctica cotidiana se la llegó a identificar con el propio modelo del Estado de Bienestar con el que había triunfado en la península escandinava. Y este impulso ideológico tiñó de rojo (aunque no del rojo revolucionario con la hoz y el martillo, que Europa terminó definitivamente de enterrar en 1989 con la caída del Muro de Berlín, pero rojo al fin y al cabo) el mapa político europeo. Cuando el siglo dio vuelta la página, casi tres cuartas partes de los Estados-Miembros de la Unión Europea estaban gobernados por partidos socialdemócratas.

EL MIEDO Y EL MORO

Pero entre las profundas transformaciones que ha vivido la política internacional durante esta primera década del siglo XXI, dos fenómenos han impactado en el corazón del modelo del Estado de Bienestar y, como se ha confirmado nuevamente este domingo en Suecia, en la propia concepción socialdemócrata. Me refiero al deseo de seguir profundizando en una sociedad abierta, tolerante, plural e integradora –características éstas que definieron a las ciudadanías escandinavas-, y el crecimiento exponencial de los colectivos de migrantes que terminan arribando a las proteccionistas sociedades nórdicas, empujados tanto por estos beneficios que encuentran en la nueva tierra de acogida como por los estropicios de la inseguridad y la inequidad de los lugares de origen de los que han decidido desarraigarse.

En un primer momento, y por la misma lógica de temperamento acogedor y tolerante –esa calidez humana que tanto en Suecia, Dinamarca, Finlandia o Noruega contrasta tan fuertemente con la rigidez helada de su clima- estos países abrieron los brazos a la inmigración de cualquier tipo, tanto la motivada por razones ideológicas (nuestro país tiene una deuda histórica con ellos, que recibieron a centenas de compatriotas que tuvieron que exiliarse durante los años del terror), como aquellos empujados por el hambre y la miseria, especialmente provenientes del grueso cordón norafricano y del borde oriental europeo. Pero estos colectivos siguieron llegando durante años, y en este momento, de los casi diez millones de residentes en Suecia, dos millones son extranjeros o lo son sus padres.

La avalancha inmigratoria ha terminado por poner en cuestión la justicia de la inmensa presión impositiva, superior a la mitad del PBI. Porque los recién llegados gozan de la totalidad de los beneficios del Estado de Bienestar, pero no han aportado suficientemente a él. Y también, con la expansión de la base poblacional a atender, se resiente la calidad de los servicios prestados desde la órbita pública.

Con estos condicionantes haciendo su ingreso por las esquinas del sistema, están servidos los condimentos para la reaparición del discurso de derechas, agitando las banderas xenófobas del miedo al otro, de la inseguridad, de los riesgos de la inmigración para la tranquilidad ciudadana, de la disrupción cultural del Islam para las iglesias cristianas reformadas nórdicas, y de la disminución de los impuestos para no financiar con el esfuerzo de algunos la buena vida de todos.

GIRAR A LA DERECHA

Así como a principios de siglo tres cuartas partes de la Unión Europea estaba gobernada por coaliciones socialdemócratas, en el fulminante retroceso de una década hoy apenas el cinturón mediterráneo (los últimos en ingresar al club europeo, y también los más pobres y menos desarrollados) conserva gobiernos socialistas: España, Grecia, Portugal y Chipre, con el agregado de Austria y Eslovenia. Apenas un veinte y algo por ciento del total de los Estados-Miembros del proceso de integración continental.

En los grandes países europeos, la sangría de votos desde la socialdemocracia a las diversas opciones de la derecha política parece ser una ruta homogénea y sin fisuras. La socialdemocracia alemana le entregó el bastón de mando a la demócrata-cristiana Ángela Merkel; las temporadas rojas del mitterrandismo francés dieron paso a la populista UMP de Jacques Chirac y de Nicolás Sarkozy; las grandes coaliciones de la centroizquierda italiana de Sandro Pertini, Bettino Craxi o Romano Prodi, terminaron en el circo conservador y mediático de Silvio Berlusconi.

Una lectura superficial de este fenómeno podría concluir que la alternancia entre fases históricas aglutinadas por el arco progresista, a las que se suceden otras fases más escoradas hacia un pensamiento conservador o económicamente liberal, harían a la normalidad democrática y a la buena salud del sistema. Pero hay, además, otros elementos que no abonan una lectura tan inocente y formalista: el retroceso de la socialdemocracia no está implicando sólo la vuelta conservadora en los gobiernos europeos, sino también la irrupción –ésta sí inesperada y contracultural- de partidos de extrema derecha, que tras el horror de la segunda posguerra se creía desterrados del escenario político continental para siempre. Pero los partidos xenófobos, anti-inmigración, anti-musulmanes, cercanos a tendencias neonazis, con discursos reivindicadores de la supremacía cultural y de la identidad nacional, han logrado acceder a los recintos parlamentarios en las últimas elecciones de Holanda y de Bélgica.

Desde el domingo pasado, la extrema derecha xenófoba también ocupará veinte escaños en el Riksdag, el parlamento de Estocolmo que fuera un ejemplo de hospitalidad y tolerancia, y de donde saliera el modelo del Estado de Bienestar. Ese que parece encaminarse, a pasos rápidos, a ocupar un lugar en el museo de las experiencias políticas terminadas.

Decretazo de ajuste de Rodríguez Zapatero (16 06 10)

ZAPATERO AJUSTA POR DECRETO LA ECONOMÍA Y LA REFORMA LABORAL

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Los sindicatos españoles ratifican el llamado a la huelga general

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El presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, aprobó ayer en el consejo de ministros la polémica reforma laboral que abarata el despido, en medio de las exigencias que soporta el gobierno desde el Banco Central Europeo (BCE) y del Fondo Monetario Internacional (FMI) para que tome medidas drásticas que ajusten la economía, con el objetivo de reducir el elevado déficit, que alcanza al 11,2 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) ibérico.

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Zapatero, cuyo gobierno socialista se ha caracterizado en el último tiempo por una seguidilla de rectificaciones que ha sumido en el desconcierto a propios y extraños, intentó consensuar el ajuste con las dos centrales sindicales españolas (Comisiones Obreras, CC.OO., y la Unión General de Trabajadores, UGT) y con la patronal empresaria. Sin embargo, no obtuvo el respaldo de ninguno de los sectores del trabajo y en la víspera decidió avanzar con el ajuste por la vía del decreto.

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La norma debe ahora pasar por el tratamiento parlamentario, donde el ejecutivo del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) tampoco tiene asegurada la cantidad de apoyos suficientes como para su pronta promulgación. El objetivo de la reforma es fomentar los contratos indefinidos, según manifestó la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, aunque en los hechos reduce los costos de los despidos y los aportes patronales, además de recortar el gasto social y congelar sueldos públicos.

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Las centrales sindicales de CC.OO. y UGT tildaron el decreto de “atropello inútil”, y ratificaron la convocatoria a una huelga general para el próximo 29 de septiembre, en coincidencia con una jornada de movilización de trabajadores en toda Europa para protestar contra la ola de ajustes.

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La impopular medida adoptada por el ejecutivo de Zapatero responde a las exigencias de los organismos de control de la Eurozona (los 16 países de la Unión Europea que comparten la moneda), que vienen alertando sobre el riesgo de mantener un déficit tan alto junto a una desocupación desbocada, del orden del 20 por ciento.

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La debilidad económica española ha generado suspicacias en los últimos días, ante el riesgo de que pueda seguir el crítico camino de Grecia y deba apelar a planes de rescate del FMI. Estos rumores, divulgados desde diarios financieros alemanes, han sido negados categóricamente por las autoridades españolas.

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Frente a la embestida de los mercados y de los medios de prensa especializados, Rodríguez Zapatero planteará hoy en Bruselas, en la cumbre de jefes de Estado y de gobierno, que la Unión Europea debe formalizar un gobierno económico para los 27 miembros de la organización continental, una tarea que en estos momentos ejerce, de manera oficiosa, la canciller alemana Ángela Merkel.

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POLÍTICAS HOMOGENEAS

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Cuando el gobierno de centroderecha alemán de Ángela Merkel sube la jubilación a los 67 años; y el gobierno socialista español de Zapatero se propone hacerlo en breve, tras abaratar por decreto las indemnizaciones por despido; el gobierno conservador francés de Nicolás Sarkozy anuncia que lleva la jubilación a los 62 años, desarmando los avances de los dorados años de François Mitterrand. La Italia populista y el Portugal socialista les siguen.

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No importa el color ideológico del gobierno, el Estado Social de Derecho, la gran conquista europea de la posguerra, está en retroceso.

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Tres factores lo golpean en las narices: una crisis económica que no encuentra piso y que ha hecho disparar los déficit públicos; la dependencia de los gobiernos europeos de los fondos globales, las empresas calificadoras de riesgo y los organismos financieros multilaterales como el FMI; y la pirámide poblacional invertida, con pocos nacimientos y mayor longevidad (por cada jubilado hoy sólo trabajan 1,8 empleados activos, en los años ’70 trabajaban más de 4).

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Europa, durante algún tipo, dejará de ser el destino privilegiado de los emigrantes, especialmente de los latinoamericanos.

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N. G. S.

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