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Bibi, el constructor (27 09 11)

La derecha israelí lanza la primera represalia a Abbas

Se aprueba la construcción de 1.100 viviendas en territorio de Jerusalén Este

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JERUSALÉN.- En una decisión que ha sido interpretada como la primera represalia lanzada por el gobierno conservador israelí por la osada maniobra de Mahmmoud Abbas, al iniciar ante las Naciones Unidas (ONU) el proceso de reconocimiento internacional al Estado Palestino, ayer la Administración de Bibi Natanyahu aprobó una nueva expansión colonial sobre territorios ocupados, en el sector oriental –árabe- de la ciudad vieja de Jerusalén.

El ministerio israelí de Planificación anunció la autorización de los planes de 1.100 nuevas viviendas para colonos judíos, en el barrio jerosolimitano de Gilo, una barriada ubicada en el sector oriental de la ciudad, considerada territorio ocupado, y la zona reivindicada por los palestinos como la capital de ese Estado cuyo reconocimiento comenzó a ser tratado el lunes en el Consejo de Seguridad.

Tanto el Departamento de Estado norteamericano, como la Unión Europea, deploraron la medida israelí que viene a echar por tierra las posibilidades de reapertura del proceso de paz, el argumento que esgrimió el presidente Barack Obama al anunciar que no apoyaría –e inclusive que utilizaría el poder de veto- el reconocimiento multilateral.

Por su parte, el líder de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmmoud Abbas, sigue cosechando adhesiones a su estrategia: ayer se conoció el significativo apoyo de Arabia Saudita –otro de los aliados de Washington en la región-, a la que se sumó también el Líbano.

Ante la decisión de seguir ampliando la construcción de viviendas en territorios ocupados, desde las oficinas de la ANP declararon que “evidencia el cinismo” del premier Benjamín Netanyahu, que sigue insistiendo en su “predisposición” para reabrir el diálogo, mientras su gobierno no hace sino tomar medidas ejecutivas para torpedearlo.

El lunes, Shimon Peres había declarado que Abbas era el mejor interlocutor posible que los judíos podían tener en este momento, y que confiaba en los buenos oficios del “cuarteto” (ONU, Unión Europea, EE.UU. y Rusia) para relanzar las negociaciones, con un horizonte de plan de paz realista para diciembre de 2012.

El avance sobre Jerusalén Este de ayer, sin embargo, convierte esas declaraciones en meras expresiones de deseos, y vuelve a poner de manifiesto que la única estratégica de la coalición de partidos de derecha que gobierna Israel es obstaculizar cualquier proceso de diálogo, e impedir por todos los medios la institucionalización política de la comunidad palestina, ya que ella convertiría a su ejército, de hecho, en potencia ocupante de un Estado, en  abierta violación al derecho internacional público.

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Libia en la primavera árabe

Libia en la primavera árabe

por Nelson Gustavo Specchia

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Muhammar el Khaddafi ha sido destronado. Pero no ha caído. En alguna penumbra tribal, en algún túnel alfombrado, se oculta y espera, manteniendo el vilo que durante casi medio siglo convirtió en política. Pero la historia y las generaciones no pasan, indiferentes, sin dejar rastro en la memoria colectiva, y Khaddafi no podrá volver a usufructuar la satrapía petrolera en que convirtió a Libia. Afortunadamente.

Y escribo este “afortunadamente” después de la primera afirmación, con toda intencionalidad. Porque desde que comenzó el alzamiento popular, en febrero de este año, he venido defendiendo la posición de que la sociedad internacional debía involucrarse activamente en el apoyo a los insurgentes, y hacer cuanto estuviera al alcance de los medios de poder y de derecho que hemos llegado a darnos en nuestra generación, para colaborar en la caída del tirano. También lo dije –desde temprano, antes de que la guerra estuviera definida- desde esta columna; (ver “Un león en apuros”, del 18-02-11, donde anticipábamos: “La revuelta que mueve todo el mundo árabe no hará una excepción con el desierto de Khaddafi.”) Esa postura me ha acarreado múltiples críticas, de colegas, de amigos, de lectores. Y ahora que el khaddafismo está terminado, creo que merece la pena remarcar algunos fundamentos de ese análisis que me llevó a apoyar la intervención en Libia, en contra de la opinión de un sector importante de intelectuales.

LECTURAS ANTI IMPERIALISTAS

Los argumentos de las posiciones que denuncian el rol de terceros Estados en apoyo de los insurgentes rebeldes y contra Muhammar el Khaddafi, reconocen un tronco común: el sentir anti imperialista. Es una lectura lineal y casi maniquea: si está la OTAN, es porque está el capitalismo occidental. Las Naciones Unidas serían sólo la justificación diplomática de la política exterior de la potencia hegemónica, y la OTAN el ropaje adecentado de los marines norteamericanos; en conjunto, serían la nueva expresión del viejo imperialismo. Y por otro lado: Khaddafi fue un joven militar que derribó a una monarquía colonial, que abrazó el panarabismo y el socialismo; su “Libro Verde” fue una de las biblias laicas del tercer mundo; fundó la Revolución Jamahiriya (de masas, informal y anti institucional); le plantó cara a Occidente y a las multinacionales; apoyó los movimientos de liberación; y ni siquiera los bombardeos de Ronald Reagan lograron moverle el pulso. Palabras más, palabras menos, y aunque aquí –por motivos didácticos- las presente en bruto y sin matices, esas son las consideraciones que llevan a buena parte de los pensadores, de aquí y de afuera, a censurar la participación internacional en el conflicto social libio. Un razonamiento, claro está, que termina empujándolos a tomar postura por el régimen recientemente desplazado y, en última instancia, por la persona del propio coronel.

Aún agregándole todos los matices del caso, esta forma de razonar ya es hoy indefendible, tanto desde la teoría política, de la historia contemporánea, como desde los resultados objetivos de los programas de Khaddafi. Nadie discutiría que la OTAN, en el contexto de un escenario bipolar, fue el brazo armado con que uno de los polos enfrentó –en táctica y en estrategia- al Pacto de Varsovia. Pero el Muro de Berlín cayó hace más de dos décadas; los condicionantes de la guerra fría han desaparecido; y el mundo, en su conjunto, se ha complejizado sobremanera. Seguir aplicando las categorías de análisis que tuvieron vigencia desde la segunda Guerra Mundial hasta la disolución de la Unión Soviética, deja en la boca un regusto a cosa rancia, a no haber advertido que la creciente complejidad también hizo posible que los colectivos sociales tomaran contacto con esas “otredades”, esas realidades diferentes y lejanas, que antes quedaban enclaustradas dentro del dibujo artificial de las fronteras, y ahora se acercan –a la velocidad de los megabytes de la sociedad de la información- al comedor de cualquier casa. Y que decidan tomar partido por ellas.

Cambio de paradigmas interpretativos que también distorsionan la mirada de los afectos y de las lealtades. Porque muchos de los que reniegan de la intervención de las fuerzas occidentales en el conflicto libio, sienten que el viejo coronel –más allá de sus excentricidades en la ropa, los uniformes entorchados, los lentes de colores y las guardaespaldas vírgenes- es uno de los últimos luchadores que siguen resistiendo el ímpetu homogeneizante e invasor del capitalismo occidental. Incluso esta mirada de antigua progresía, si no fuera porque induce a errores garrafales, sería querible y tierna en su visión naïf de la política internacional.

Pero el león de Libia no tiene un pelo de su abundante cabellera de naïf, revolucionario romántico o ferviente anticapitalista. Khaddafi ha sido un sanguinario tirano que utilizó el poder para sojuzgar a siete millones de personas durante cuatro décadas, convirtió un Estado (Libia nunca fue una nación) en una satrapía personal y familiar, y con los dividendos de la exportación de hidrocarburos generó una pequeña élite, vinculada directamente a su persona, que abusó de esos recursos de una manera patrimonialista, sin ningún tipo de límites sobre vidas y haciendas de sus congéneres.

“ES EL PETRÓLEO, ESTÚPIDO”

Así, desde estas lecturas se ha intentado explicar toda la operación internacional en Libia con el argumento del petróleo. La OTAN sería la avanzada de los países occidentales, que van a quedarse con el petróleo del subsuelo de los desiertos de la Tripolitania y la Cirenaica. He argumentado, contra eso, que el petróleo –su búsqueda, extracción, almacenamiento, transporte y exportación- ya estaba en manos de compañías extranjeras antes del levantamiento insurgente. Compañías a las que Khaddafi les aseguraba, con contratos que sólo se aprobaban por su mano, previsibilidad y máxima seguridad. Como sólo una tiranía puede ofrecer a sus socios selectos, y como jamás podrá ofrecer ningún sistema político democrático, cualquiera sea, que surja de la actual revolución libia.

¿Por qué, en todo caso, obviar burdamente otros elementos y razones, que impactan con fuerza en la conciencia colectiva de nuestro tiempo, y que las sociedades civiles toman para presionar a sus respectivos gobiernos? Khaddafi no terminó siendo el heredero de Gamal Abdel Nasser y su socialismo panarabista como pretendía, más que en sus discursos. En la práctica, fue el banquero de más de medio centenar de grupúsculos terroristas en todo el mundo; cuando se le dio por pagar atentados aeronáuticos, tiró un avión cargado de pasajeros sobre Lockerbie, y otro –el vuelo UTA 772- en el Sahara; jugó a la guerra invadiendo Chad, adquiriendo armas de destrucción masiva (ADM), fabricando gas mostaza y atentando contra Faisal en Arabia Saudita, Hassan en Marruecos, y hasta contra Anwar el Sadat en Egipto, “culpable” de la paz con los israelíes; violó cualquier soberanía nacional para asesinar disidentes en el extranjero; puso precio (llegó a pagar hasta un millón de dólares) a las cabezas de sus enemigos huidos de Libia, mientras recibía en sus palacios a los terroristas más renombrados, como Abu Nidal. Y un currículum político tan frondoso y tan impropio de un líder libertario, es aún más vergonzante cuando se intentan reseñar los atropellos contra su propio pueblo. Desde la limpieza étnica de los bereberes; al estado paranoico establecido cuando convirtió a uno de cada cinco libios en informantes del gobierno; al morbo de la sangre cuando dirigía personalmente las ejecuciones de opositores (retrasmitidas en directo por la televisión oficial), la amputación de extremidades, las mil y una forma de persecución y acoso a cualquier minoría o disidencia.

“RESPONSABILIDAD DE PROTEGER”

Y de pronto, cuando una porción de esa sociedad sojuzgada, jugándose la piel se alza contra el tirano, ¿qué debía hacer la comunidad internacional? ¿Quedarse de brazos cruzados mientras observaba cómo el régimen reprimía a los civiles, amparado en los principios de soberanía nacional y de no injerencia de terceros en los asuntos internos de un país? No. Debía intervenir. Y es deber de un demócrata apoyar esa intervención. El derecho internacional humanitario ha avanzado, junto con los tiempos y las nuevas formas que adopta la estructura política mundial, tanto a nivel institucional como en el plano de la sociedad civil. El principio “responsabilidad de proteger”, uno de los basamentos de la decisión multilateral que dio pie a los bombardeos de la OTAN contra Khaddafi, es un avance en los deberes hacia los más débiles, sin importar dónde vivan.

Los más de cuarenta años de tiranía también vaciaron de instituciones y de instrumentos republicanos a Libia. Por eso la sociedad internacional, a través de las organizaciones multilaterales que ha logrado darse hasta nuestro tiempo, debe permanecer allí, ayudando a la reconstrucción del país. Los libios se merecen una oportunidad de construir una sociedad en libertad; asegurar esa oportunidad no está en sus manos, sino en las nuestras.

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La religión se mete en el conflicto sirio (18 08 11)

La represión en Siria asfixia a la oposición

El régimen da por “extinguida” la rebelión opositora tras la intervención militar

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A pesar de que el presidente sirio Bachar al Assad se ha negado a admitir una y otra vez que las tropas gubernamentales estuvieran combatiendo a la población civil de las ciudades del interior, su Ejecutivo comunicó ayer que la “operación militar” ha logrado desarticular los focos rebeldes de oposición, según ha publicado la prensa de Damasco, en su totalidad afín al clan de los Al Assad.

Esta misma semana, cuando arreciaban los bombardeos por tierra y por mar contra el puerto mediterráneo de Latakia, el jefe del gobierno le manifestó al embajador de Líbano que tal intervención no existía, y que el reclamo de las Naciones Unidas, de la Unión Europea, del presidente norteamericano Barack Obama, e inclusive del rey Abdullah de Arabia Saudita, no tenían ningún asidero, ya que no había enfrentamientos y que los episodios que habían trascendido al extranjero consistían en el arresto de “bandoleros y salteadores de caminos.”

Con una dosis mayor de realismo, las fuerzas de seguridad consideraron “controlada” la situación en las dos principales áreas de conflicto, donde el estallido de protestas contra el régimen autocrático de los Al Assad comenzó a emerger hace cuatro meses: los alrededores de la ciudad de Deir el Zor, en la región oriental del país, y la ciudad-puerto de Latakia.

En los mismos comunicados difundidos por la prensa, los responsables militares de las operaciones atribuyen el estado de movilización a “grupos terroristas del fundamentalismo islámico”, que estarían intentando desestabilizar al régimen laico sirio. El freno a la islamización radical ha sido el principal argumento político del régimen para mantener un estado de libertades restringidas en el último medio siglo.

Pero según otras versiones que escapan a la generalizada censura gubernamental a la prensa, como la cadena de televisión árabe Al Jazeera, el ejército sigue disparando en los barrios de las periferias de Deir el Zor, y las organizaciones humanitarias aseguran que la campaña de represión se ha cobrado al menos 32 víctimas en la ciudad.

El bombardeo de los buques de guerra a Latakia, durante cuatro días, ha matado a 36 civiles y más de 5.000 personas tuvieron que huir del campo de refugiados palestinos del barrio de Al Raml; la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) condenó la represión en Latakia, calificándola de “crimen contra la humanidad”.

Una cuestión de fe

En un primer momento, cuando eran Obama, Hillary Clinton y la ONU los que protestaban contra la operación sangrienta de los Al Assad, la lectura política seguía el guión tradicional de la disputa entre los países centrales y el rebelde régimen del Baaz, teñido de anticapitalismo y de tercermundismo en sus orígenes (ya tan lejanos).

Pero luego, cuando los vecinos árabes –incluyendo Arabia Saudita- se sumaron a las reprimendas, hubo que cambiar el esquema de lecturas, porque se complejiza al entrar la cuestión religiosa.

Los sunnitas ya acusan abiertamente a Bachar al Assad de haber comenzado una “limpieza étnica” en Siria, en especial en Latakia, para imponer a la colectividad chiíta al mando. Y no a cualquiera entre éstos, sino a la secta alauíta, que sólo representa al 10 por ciento de los musulmanes sirios, pero es a la que pertenece el clan Al Assad.

Por eso la reacción del rey Abdullah (una especie de “protector” de los sunnitas del mundo), y también por eso la renovación de la alianza con el Irán de los ayatollahs, el único régimen donde los chiítas son mayoría.

Si no se contiene a tiempo, el enfrentamiento religioso podría contaminar con un nuevo conflicto a toda la región.

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N. G. S.

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El ejército sirio sigue un camino de aniquilación

Tercer día de bombardeos al puerto de Latakia. Progresivo aislamiento mundial

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Fuera ya de toda cordura, y quedándose más solo cada día, el régimen autocrático comandado por el presidente Bachar al Assad sigue adelante con la estrategia de reprimir a sangre y fuego cualquier manifestación opositora.

A pesar de la condena de los organismos multilaterales, la carta de la presidencia temporal del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con acuerdo de Rusia y de China, las sanciones aplicadas por el gobierno norteamericano y por la Unión Europa, e inclusive las advertencias de gobiernos islámicos –como Arabia Saudita-, el régimen de los Al Assad persiste en enviar a los tanques y a la infantería a disparar contra la población civil, que se encuentra cautiva del gobierno en su propio país.

A los ejércitos de tierra, esta semana el presidente sirio sumó la Armada de Guerra, que bombardeaba ayer, por tercer día consecutivo, a la ciudad de Latakia, el principal puerto del país.

La ciudad, que además de ser la puerta marítima para las exportaciones e importaciones sirias es un importante enclave de la comunidad sunnita, ha experimentado un creciente malestar opositor al gobierno, a tono con el estado de ánimo que vive Siria desde que llegaran las expresiones aperturistas y democratizantes de la “primavera árabe”, especialmente desde el Norte de África.

El gran barrio sunnita de Latakia, Al Raml, alberga también un multitudinario campo de refugiados palestinos, y vivía anoche una tensa expectativa ante la posibilidad de una entrada militar represiva de las tropas gubernamentales.

La cabeza del clan familiar de los Al Assad y jefe del Ejecutivo sirio, en su postura de negar la realidad, dijo desconocer cualquier actividad anormal en el puerto de Latakia.

Pero videos enviados por telefonía celular y por las redes de internet mostraban una ciudad sitiada y bombardeada por mar; mientras que testimonios de pobladores narraban que los soldados habían ingresado al campo de refugiados y utilizaban escudos humanos para disparar sobre los manifestantes.

En una actitud que ya inclusive hace preguntarse por su equilibrio mental, el presidente recibió ayer al embajador del Líbano, Adnar Mansur, y le aseguró que el país “está en paz”, y que los “episodios aislados” de detener a los “bandidos y salteadores de caminos” era una obligación de las autoridades y de la policía.

Arabia Saudita, por el contrario, junto con los también Estados musulmanes de Bahreim y Kwait, retiraron a sus embajadores de Siria, sumándose a la presión internacional para que el régimen acabe con la matanza de civiles. El rey Abdullah envió una protesta formal a Damasco, exigiendo “que se detenga el derramamiento de sangre” y “acciones sabias antes de que sea demasiado tarde.”

Bachar al Assad, cuya familia pertenece a una facción minoritaria de la confesión chiíta del Islam, ha hecho caso omiso de la protesta de la primera potencia regional, como antes con la ONU y las sanciones de estadounidenses y europeos.

Junto a los buques que bombardean Latakia, los tanques se dirigían ayer a la región de Homs, en el centro del país, después de haber hostigado con fuego de artillería a la población de Deir al Zor, en el borde oriental. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos lleva contabilizadas 1.800 víctimas mortales en los cinco meses de los alzamientos; los desaparecidos suman más de 3.000 personas.

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Retroceden las autocracias (18 04 11)

La revuelta árabe transforma todo el escenario regional

Inédito avance en derechos sociales y en apertura política en todo Medio Oriente

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SANAA, DAMASCO, ARGEL.- La revuelta popular que sacude el conjunto de países árabes está empujando a una reconfiguración general del escenario político.

En general, los países del norte de África y del Medio Oriente se habían estructurado en base al predominio de gobiernos fuertes que, a cambio de mantener a raya las tendencias extremistas de una interpretación combativa del Islam, avanzaban en la represión de derechos individuales y sociales.

La emergencia de una contestación popular en Túnez, el contagio en Egipto y como un reguero de pólvora por los demás países árabes, han debilitado aquel esquema elitista y han devuelto el protagonismo a las masas populares, que cada día redoblan los reclamos por derechos civiles y participación efectiva en la vida política.

Los ensayos de respuesta clásica de las autocracias, la represión, ha mostrado que ya no tiene los efectos de antaño y no logra hacer desaparecer las movilizaciones sociales, que vuelven una y otra vez a recuperar el espacio de los reclamos.

Inclusive donde la revuelta alcanzó los objetivos planteados –como en El Cairo- vuelve a organizarse para avanzar en una profundización de las transformaciones, que no podrá ser esquivada por retoques cosméticos.

Como resultado de ello, se evidencia un retroceso y una deslegitimación de las autocracias en toda la región.

La tensión social, en todo caso, se mantiene, y en diversas latitudes las movilizaciones populares siguen pagando con represión y sangre las demandas de transformación política.

En Damasco, después que el presidente Bachar el Assad intentará una continuidad gatopardista sin cambios de fondo, miles de sirios han vuelto a salir a las calles del país para protestar contra el inmovilismo del régimen.

Y ya ni siquiera el anuncio oficial de que la ley de emergencia que restringe las libertades en el país desde 1963 será derogada, ha alcanzado para frenar una espiral de protestas que parece estar arrinconando al gobierno sirio.

Este fin de semana, al grito de “el pueblo quiere libertad”, centenares de personas se concentraron ante la tumba del líder independentista de Siria, Ibrahim Hananu, en Aleppo; las protestas han comenzado a extenderse desde Damasco hacia el interior del país.

En Argelia, en la frontera de la guerra que azota la Libia del coronel Khaddafi, el presidente Abdelaziz Buteflika, de 74 años y en el poder desde 1999, anunció este sábado que iniciará el proceso para reformar la Constitución del país, un elemento jurídico que le ha garantizado su continuidad al frente de un gobierno con serias deficiencias representativas.

También en el vecino Marruecos, el rey Mohamed VI ha prometido una nueva Constitución, al tiempos que dejaba en libertad a docenas de disidentes políticos encarcelados, cediendo a la presión de los jóvenes que han tomado la calle.

En Yemen, donde al menos 116 manifestantes han perdido la vida desde el inicio de las protestas, se han sumado ahora las mujeres. El presidente Ali Abdullah Saleh, aferrado al gobierno, en un intento más por frenar las movilizaciones ha declarado que es “anti islámico” que las mujeres hagan escuchar su voz en público.

Durante el fin de semana, otras protestas se registraron en Arabia Saudita, Bahrein, Jordania y Omán.

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Khaddafi amenaza, Al Khalifa reprime (17 03 11)

Khaddafi advierte sobre la injerencia

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TRÍPOLI.- En medio de la confusión informativa que rodea todo el escenario bélico en Libia, los trascendidos sobre la presencia de las tropas leales al líder Mohammar el Khaddafi en las inmediaciones de la ciudad de Bengasi, la capital de la insurgencia rebelde, parecen confirmarse.

El hijo del mandatario, Saif el-Islam, una figura que ha sido mencionada reiteradamente como su más probable sucesor, declaró en la víspera que la resistencia de los sublevados “no durará más de 48 horas”, según difundió el canal de televisión EuroNews.

En las mismas declaraciones, y apuntando a las gestiones urgentes que Gran Bretaña y Francia impulsan en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), el hijo de Khaddafi aseguró que las gestiones de las potencias occidentales, cualquiera sea la decisión a la que finalmente arriben, serán tardías, porque las Fuerzas Armadas regulares habrán recuperado el control de la capital rebelde.

Londres y París han respaldado una propuesta de resolución presentada por el embajador del Líbano ante la ONU, para crear una zona de exclusión aérea sobre el territorio libio, junto al establecimiento de corredores humanitarios y nuevas sanciones económicas. La medida, que cuenta con el apoyo de la Liga Árabe, era tratada anoche por el Consejo de Seguridad, a puertas cerradas.

El presidente francés, Nicolás Sarkozy, envió una nota a la sede del organismo, en Nueva York, en la que reclamó “enérgicamente” una toma de posición para terminar con la “tiranía” de Khaddafi. El mandatario libio, a su turno, volvió a arengar a sus partidarios en Trípoli, pidiendo que se alzaran en armas para enfrentar una posible intervención de Occidente.

El coronel ya había adelantado que consideraría la prohibición de vuelos de su aviación militar como una declaración formal de guerra, y ayer se dirigió directamente al presidente francés, el único que ha reconocido al Consejo Nacional opositor como su interlocutor: “Ahora Francia levanta la cabeza y dice que atacará Libia. ¡Nosotros seremos los que los atacaremos a ustedes, como en Argelia y como en Vietnam!”, afirmó desafiante.

 

El rey de Bahrein elige la represión

MANAMA.- La revuelta árabe que sacude el pequeño reino insular de Bahrein cambió sorpresivamente de dirección esta semana, cuando la dinastía sunnita de los Al Khalifa decidiera imponer el estado de sitio y enviar los tanques militares a desalojar por la fuerza la Plaza de la Perla, en el centro de la capital, Manama.

La violenta avanzada militar sobre los ocupantes de la plaza se saldó con, al menos, cinco personas muertas, y docenas de detenidos.

En Bahrein, donde la familia Al Khalifa gobierna autocráticamente desde el fin del protectorado británico, en 1971, la revuelta se había desarrollado hasta ahora por cauces medianamente controlados. Luego del estallido popular del pasado 17 de febrero, el príncipe heredero, Salman bin Hamad, fue encomendado por el rey Hamad bin Isa para dialogar con los movilizados, mayoritariamente pertenecientes a la confesión chiíta del Islam.

Los reclamos populares, dirigidos a una modificación constitucional que permitiera la elección democrática de un gobierno y un parlamento (hoy designados directamente por el monarca) parecían plausibles.

Pero la sospecha de que en la protesta podría estar actuando el gobierno iraní de Mahmmoud Ahmadinejad, el principal régimen chiíta de toda la región, provocó suspicacias, especialmente en la sunnita Arabia Saudí.

Un conglomerado de ejércitos árabes ingresó en el archipiélago bahrení y forzó la represión de los movilizados, que permanecían acampando en la Plaza de la Perla.

Ayer, centenares de policías antidistubios, apoyados por helicópteros, lanzaron gases lacrimógenos, mientras tanquetas militares pasaban por encima de las débiles barricadas de arena que se habían alzado en las entradas de la plaza. Las protestas espontáneas que se armaron para protestar por la represión gubernamental fueron sofocadas sin miramientos.

Desde Teherán, Ahmadinejad declaró que “el nivel de represión ejercido sobre la mayoría” chiíta bahrení ha sido “grave, injustificable e irreparable”. Las declaraciones del líder iraní abren un nuevo frente interno en Medio Oriente.

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Túnez, la novedad africana (16 01 11)

El Norte de África se convulsiona tras la revuelta popular en Túnez

No cesan los disturbios luego de la huída del presidente Ben Ali a Arabia

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TÚNEZ.- La primera revuelta social espontánea que vive un país árabe desde los procesos de independencia ya impacta en la región del Magreb, el conjunto de países apenas formalmente democráticos de la costa sur del Mediterráneo.

El viernes, acorralado por las protestas, el presidente de Túnez, Zine al Abidine ben Ali, y su esposa Leila, del influyente clan Trabulsi, huyeron en un avión. Francia e Italia les negaron asilo, tampoco encontraron aceptación en Qatar, y finalmente lograron aterrizar en Arabia, donde Ben Ali conserva buenas relaciones con la familia Saud, propietaria del país.

Su huída, sin embargo, no ha frenado las movilizaciones y protestas. La revuelta estalló hace un mes, el 17 de diciembre pasado, cuando un joven informático, Mohammed Buazizi, se prendió fuego en protesta por la brutalidad policial, que le había derribado su carrito de verduras, a lo que se dedicaba empujado por la desocupación.

La inmolación de Mohammed prendió la mecha social, tras lo cual el colectivo de “hackers” de la red Anonymous hizo colapsar las webs del régimen, aumentando su aislamiento.

El presidente, que ocupó el poder durante 23 años, había dado una imagen internacional de equilibrio y bienestar, por lo que la revuelta dejó descolocados a los organismos multilaterales, especialmente a la Unión Europa (UE), que lo apoyaba sin fisuras, y al Fondo Monetario Internacional (FMI), que ofrecía el ejemplo de Túnez como un modelo a seguir en los países del Magreb.

La movilización ha develado otra realidad, un país sometido y empobrecido, controlado por un aparato de policía ideológica, con un gobernante autocrático y cooptado por el entorno megalómano del clan familiar de su esposa.

Las características de esta revolución democrática, inédita en todo el mundo árabe, pueden derivar en una ampliación democrática real.

En la región, donde los vecinos de Túnez comparten muchos de los elementos que terminaron desencadenando la movilización social que tumbó al régimen, ha comenzado una serie de protestas similares.

En la vecina Argelia un hombre desempleado se prendió fuego, siguiendo el extremo recurso del joven Mohammed Buazizi, y las manifestaciones que siguieron han sido sofocadas por la policía, de momento.

El gobierno libio de Muhammar el Khadaffi cerró los accesos a internet, especialmente a los videos de YouTube donde pueden verse imágenes de la revuelta tunecina.

En Yemen y en Jordania también hubo movilizaciones de estudiantes y sindicalistas, mientras el gobierno de Egipto indicó, significativamente, que no hay “temores de contagio” de la protesta social procedente de Túnez.

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