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Hillary desconoce el pacto de Lula en Irán (19 05 10)

Crisis nuclear iraní

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ESTADOS UNIDOS DESESTIMA EL PACTO  FIRMADO POR IRÁN, BRASIL Y TURQUÍA

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Hillary Clinton acelera los acuerdos para aprobar las sanciones en la ONU

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Un día después de la firma del convenio entre los presidentes de Brasil e Irán, junto al primer ministro turco, para lograr destrabar el conflicto del enriquecimiento de uranio por parte de la República Islámica, el Departamento de Estado norteamericano anunció que sigue adelante con la propuesta de la imposición de sanciones por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y que el borrador del documento político ya cuenta con las aprobaciones de Rusia y China, que hasta este momento no habían prestado su consentimiento a esa línea de acción.

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El lunes, tras una gira por la región, el presidente brasileño Luiz Inácio da Silva y el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, convinieron con el presidente iraní Mahmmoud Ahmadinejad que Irán depositaría uranio poco enriquecido en Turquía, bajo supervisión del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), y recibiría a cambio uranio enriquecido a los niveles necesarios para hacer funcionar su reactor médico.

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Con este acuerdo deberían despejarse las dudas de las potencias globales, en el sentido de que los desarrollos nucleares del programa persa puedan ser utilizados con fines bélicos. Tras la celebrada firma del acuerdo, Lula sostuvo que no había ya más razones para seguir avanzando en la negociación de sanciones; una postura similar pareció adoptar Francia, que en un comunicado del presidente Nicolás Sarkozy evaluó como un “paso positivo” el convenio de Teherán.

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Sin embargo, en la víspera la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, anunció que había logrado consenso para aprobar nuevas y duras sanciones contra Irán en el seno del Consejo de Seguridad, que programó una sesión plenaria para el final de la tarde. “Hemos alcanzado un acuerdo para una propuesta firme con la cooperación de Rusia y China», dijo la jefa de la diplomacia estadounidense.

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La vía de sancionar a Irán sigue abierta porque tanto los Estados Unidos como Gran Bretaña y Alemania, junto a la diplomacia de la Unión Europea, coinciden en evaluar que el acuerdo logrado por Lula es insuficiente y no da las garantías que están esperando. El principal motivo que arguyen es que Irán no renuncia a enriquecer uranio hasta el 20 por ciento. El presidente Ahamdinejad sostuvo el pasado 11 de febrero que “Irán es capaz de enriquecer uranio a más de 20 por ciento e incluso a más de 80 por ciento”, lo que aumentó las reservas de las grandes potencias acerca de las intenciones reales de su programa atómico.

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El anuncio de Clinton, que parece haber acelerado los tiempos diplomáticos luego del acuerdo del lunes, llega tras semanas de negociaciones exploratorias entre los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Rusia y China), a los que se sumó Alemania.

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Tanto Brasil como Turquía ocupan en este momento asientos no permanentes, por lo que los resultados de la votación final siguen siendo impredecibles.

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nelson.specchia@gmail.com

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Enfrentamientos en una conmemoración de 1 de mayo diferente (03 05 10)

Día del Trabajador, en plena crisis

ENFRENTAMIENTOS SOCIALES SIGNAN

LA CONMEMORACIÓN DEL 1 DE MAYO

Las calles de Atenas se convierten en la primera línea de resistencia

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En un mundo que se debate entre las vías de salida de la crisis económica estructural que lo sacude y las posibilidades de caer a niveles aún más profundos de esa crisis en el futuro próximo, cobró una significación especial la celebración, este sábado, del Día del Trabajador.

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Con niveles de desocupación rondando los 20 puntos porcentuales en las primeras economías, el 1 de mayo tuvo picos de enfrentamientos violentos en aquellas sociedades que deberán soportar la aplicación de recetas de ajustes para hacer frente a la debacle de las cuentas públicas.

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El 1 de mayo fue establecido por la Segunda Internacional Socialista en 1889; originalmente fue asumida como una jornada reivindicativa en memoria de los sindicalistas ejecutados en Estados Unidos por su lucha por la jornada de ocho horas. Con el tiempo, el día de los trabajadores ha devenido en un feriado festivo, pero los crecientes golpes de reducción en los derechos de los asalariados ha vuelto a colocar la fecha en una perspectiva de resistencia y reivindicación.

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Uno de los enfrentamientos más graves fue el que sostuvieron manifestantes y policías en las ciudades griegas. En Atenas y Tesalónica se convirtió en la antesala de la gran huelga general con que esperan parar Grecia el miércoles 5. Las movilizaciones del sábado en Atenas –mayoritariamente protagonizadas por jóvenes, el sector más castigado por el desempleo en todos los países europeos- fueron duramente reprimidas por la policía frente al Parlamento.

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Grecia vive un tiempo decisivo, que fue calificado por el primer ministro Giorgios Papandreu como de “supervivencia nacional”. Papandreu tiene la difícil tarea de convencer a los griegos que los sacrificios que tendrán que soportar es la única posibilidad para salir del ahogo del país, al borde del default.

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En la primera prueba seria que soporta la moneda común europea, la canciller alemana Ángela Merkel ha dilatado hasta el extremo el rescate de la economía griega, y finalmente Papandreu ha tenido que apelar al Fondo Monetario Internacional. El FMI exige a Grecia un ajuste social gravísimo, para alcanzar un ahorro de 25.000 millones de euros en dos años, entre reducción de gastos sociales y aumentos de impuestos. Sólo así el FMI entregaría las ayudas de 120.000 millones de euros que Grecia necesita para enfrentar sus obligaciones financieras en los próximos tres años.

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MOVILIZADOS EN EUROPA

Además de las multitudinarias protestas griegas, en las principales capitales europeas el 1 de mayo se vivió nuevamente en clave de lucha reivindicativa de masas. La crisis como telón de fondo, y las estrategias de ajuste de los gobiernos, fueron los principales objetivos de los manifestantes.

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En Berlín las demandas de reivindicaciones laborales se sumaron a las próximas elecciones en varias regiones, donde el gobierno de Ángela Merkel se juega sus mayorías parlamentarias.

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En España, donde el desempleo ya supera la quinta parte de la población (la más alta de toda Europa), los manifestantes pidieron al ejecutivo socialista de José Luis Rodríguez Zapatero una reforma laboral pactada que genere más puestos de trabajo.

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El gobierno francés de Nicolás Sarkozy, por su parte, afrontó la protesta de más de 200.000 manifestantes, que se oponen a su proyecto de reforma del sistema jubilatorio.

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EN LA REGIÓN

En América, el Día del Trabajador tuvo diferentes expresiones, muy asociadas a cada contexto político.

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En el estado norteamericano de Arizona, la jornada era utilizada para canalizar el rechazo social a la recién sancionada ley que criminaliza la inmigración indocumentada, principalmente procedente de México, Honduras y Guatemala. Las movilizaciones con este objetivo se repitieron en más de 70 ciudades norteamericanas.

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En América del Sur, por su parte, sobresalieron las protestas de los trabajadores colombianos. Colombia, que cuenta con unos 10 millones de desocupados, y un estimado de 20 millones de habitantes por debajo de la línea de pobreza, se manifestó demandando  mayores acciones públicas en salud y en seguridad social por parte del gobierno de Álvaro Uribe. Durante la actual administración, han sido asesinados más de 527 sindicalistas, según las organizaciones de derechos humanos.

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http://www.hoydia.com.ar/

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nelson.specchia@gmail.com

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Sarkozy se aferra al timón (26 03 10)

SARKOZY SE AFERRA AL TIMÓN

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por Nelson Gustavo Specchia

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Nicolás Sarkozy, el orgulloso y batallador Presidente de la República Francesa, dijo muchas veces que él se ve a sí mismo como el capitán de un velero, timoneando en medio de una tormenta, donde las decisiones deben ser rápidas y arriesgadas, y hay que mover el timón cuantas veces sean necesarias para corregir el rumbo y salvar la nave. El símil marinero hubiera resultado muy productivo para aplicarlo esta semana, luego de que el jefe del Elíseo comandara la peor derrota electoral sufrida por la derecha francesa en medio siglo. Sin embargo, olvidando de pronto ese retrato literario de alta mar, Sarkozy no ha acusado ningún impacto ni ha rectificado ningún rumbo. Por el contrario, se ha aferrado al timón de su gobierno, al anunciar ayer, en la primera comparecencia pública tras la derrota, que ratifica todas las políticas del ejecutivo. Frente a esta obstinación cerrada, es previsible esperar tiempos conflictivos en los dos años que le restan a su mandato, con una oposición de izquierda rejuvenecida y en franco crecimiento; unas divisiones internas dentro del propio arco político de la derecha, que ya ha anunciado el surgimiento de nuevas agrupaciones para discutirle el comando del barco; y una sociedad civil en pie de guerra, con un plan de protestas y huelgas (que comenzarán la semana que viene en las áreas de los transportes y la educación) convocadas por las cinco centrales sindicales francesas.

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¿Cómo llegó hasta aquí? ¿Por qué esta terquedad, esta postura tan reacia a rectificar los rumbos políticos, tras el voto de censura de más de la mitad de los electores del último domingo? Sin que exista un antecedente doctrinario o ideológico evidente, hay una actitud distintiva en los dirigentes de la derecha: así como la izquierda encuentra una virtud en el cambio, en la adaptación a los escenarios modificados, al acompañamiento un tanto idealista del progreso social; los líderes conservadores parecen encontrar la virtud en la resistencia a las modificaciones de lo establecido, inclusive cuando las señales que provienen desde el cuerpo social indican lo contrario. En la comparecencia de ayer, el Presidente mostraba un rostro cansado, afectado, lejos de ese entusiasmo y cierta algarabía juvenil con que suele acompañar sus anuncios, siempre tan grandilocuentes. Ayer se ciñó a un texto redactado por sus asesores, cuidado hasta en los mínimos detalles, que leyó durante quince minutos –y no permitió ninguna pregunta-, trasmitido por cadena nacional, con voz cansina y en tono monocorde para decir lo contrario de lo que se esperaba de él: que pese a la debacle de las elecciones regionales de los dos domingos anteriores y de que la izquierda ganara en 23 de las 26 regiones de Francia (su partido sólo logró mantener la región de Alsacia en la zona metropolitana, la isla de Reunión en el Océano Índico, y la Guyana, en Sudamérica, ambos territorios franceses de ultramar), mantendrá la política y la economía implantadas por su gobierno en 2007.

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No es la reacción de un estadista, generoso y humilde. Todo lo contrario, su reacción es la del político acorralado por el juego democrático que apela a los suyos, a recomponer la quinta electoral, dando una vuelta de tuerca más a los principios y las acciones caros a los sectores conservadores, para volver a convocarlos en torno a su persona en las próximas elecciones presidenciales, dentro de dos años.

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Sarkozy hace una lectura mezquina: es la crisis económica internacional, y no sus iniciativas de gobierno, las que llevaron a que los franceses se quedasen en sus casas y no fueran a votar en la primera y en la segunda vuelta de las elecciones regionales (el nivel de abstención rondó la mitad de la población en ambos casos, apenas levemente inferior en la segunda vuelta). Y para Sarkozy es esa misma crisis la que abrió el trasvase de votos desde la alianza gobernante de la Unión para el Movimiento Popular (UMP) hacia la extrema derecha del Frente Nacional, que –aunque sólo presentara candidatos en 12 regiones- arañó el 10 por ciento del total electoral nacional. Para volver a convencer a los votantes holgazanes, y recuperar los sectores que se pasaron a la ultraderecha, el Presidente ha decidido aferrarse al timón.

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Así, su mensaje a la Nación tuvo destinatarios concretos, comenzando por los protegidos agricultores y ganaderos de la campiña, que –a pesar de que sus productos son carísimos, ineficientes, e impiden la entrada de agroalimentos desde los países subdesarrollados del sur- constituyen uno de los sectores mimados por los subsidios proteccionistas del gobierno central, y son un tradicional caldero de apoyo de la derecha. La Política Agrícola Común, la menos solidaria a nivel internacional de toda la Unión Europea, volvió a ser esgrimida por Nicolás Sarkozy en su estudiado discurso: “no dejaré morir la agricultura francesa”, les prometió el Presidente.

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Tras los agricultores protegidos, apuntó a la política de seguridad y de inmigración: el gobierno seguirá aumentando los controles, manifestó. Y el Presidente terminó su mensaje delineando la típica agenda conservadora con la afirmación de que sus disposiciones liberales se mantendrán en el plano económico. Su gobierno ya reformó la ley para no aumentar los impuestos a los empresarios que no aceptaran la jornada laboral de las 35 horas; fijó un techo impositivo para los ingresos altos; y puso en marcha el achicamiento del Estado con recortes a las plantas de empleados de la administración, entre otras disposiciones destinadas a reducir el gasto público. A este paquete de medidas las centrales sindicales han asegurado que le harán frente, pero el Presidente insiste en el camino, y anunció que este mismo año emprenderá la reforma de las jubilaciones, alargando la edad de retiro y disminuyendo las prestaciones sociales; también implementará las reformas en lo territorial y en la justicia, donde prevé suprimir a los jueces de instrucción, achicando también el aparato judicial.

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Pero este aferrarse al timón no deja de ser un síntoma de debilidad. Dentro del propio arco de la derecha, el viejo rival del Presidente, el ex primer ministro Dominique de Villepin, ha anunciado la formación de un nuevo partido, para disputarle el electorado conservador. Y desde la oposición, la nueva secretaria general del Partido Socialista francés, Martine Aubry, que se estrenó electoralmente con este 54,67 por ciento del domingo pasado, dijo que era una “victoria sin precedentes”, especialmente considerando que esta nueva mayoría se remontó desde el piso del 16,4 por ciento que los socialistas obtuvieron en las elecciones europeas del año pasado. Ahora, gobernando en 23 de las 26 regiones, y cerrando una alianza con los verdes de Europa Ecología (EE) y con los comunistas del Frente de Izquierda (FI), el Partido Socialista vuelve a colocar a la socialdemocracia como alternativa de poder para saltar al Elíseo dentro de dos años.

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En definitiva, la obstinación de Sarkozy viene a demostrar que la derrota en las elecciones regionales es más profunda aún de lo que se calculó en un primer momento. La Quinta República descansaba en un doble rol ejecutivo: el Presidente francés representaba al Estado, y su figura otorgaba estabilidad a la vida política, cualquiera fuese la coyuntura electoral. El primer ministro, por su parte, estaba atado a la inmediatez de la cotidianeidad. Así, frente a un descalabro como el de la semana pasada, cambiando el primer ministro y el gabinete, el gobierno salía del paso y lograba una continuidad sin mayores dificultades. Pero el ansia mediática y el hambre de protagonismo de Nicolás Sarkozy le han jugado una mala pasada, él decidió ser Presidente y primer ministro al mismo tiempo, ahora no tiene ninguna alternativa a asumir que el golpe de la derrota impactará en su figura.

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Anticipándose a esta tendencia, la bellísima primera dama francesa, Carla Bruni, ha declarado que no desea que su marido vuelva a ser candidato a Presidente en las elecciones generales de 2012, dijo que quiere que Sarkozy se jubile, “tengo ganas de que podamos vivir con cierta paz”, afirmó. Quizás su deseo tenga muchas posibilidades de ser cumplido. En breve.

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nelson.specchia@gmail.com

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La izquierda derrota a Sarkozy (22 03 10)

LA IZQUIERDA DERROTA A SARKOZY EN LAS ELECCIONES REGIONALES

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El Partido Socialista se recupera tras una larga hegemonía conservadora

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La segunda vuelta en las elecciones regionales francesas de ayer confirmó el escenario adverso para el gobierno del presidente Nicolás Sarkozy, que ya había comenzado a delinearse la semana pasada. El domingo 14, en la primera vuelta de estos comicios convocados para designar autoridades en las 26 regiones en que se divide administrativamente Francia, el Partido Socialista (PS) emergió tras un largo período de ostracismo en la preferencia de los electores, y se impuso por sobre la conservadora alianza gobernante, la Unión por un Movimiento Popular (UMP).

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Fuentes del Elíseo habían salido al cruce de esos resultados, insistiendo en que no podían leerse como un escrutinio de la gestión del Presidente de la República, dado el alto ausentismo (del 53,6 por ciento) que registró aquella jornada electoral.

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Ayer, este índice de abstenciones se redujo en unos 4 puntos porcentuales, pero este repunte de la participación no alcanzó para frenar la debacle de la derecha, que ahora sí ha admitido, por boca del primer ministro Francois Fillon, el “éxito de las listas de izquierda”, agregando que estos resultados constituyen una “decepción” para los conservadores del actual gobierno.

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Según las estimaciones de boca de urna al cierre de esta edición, cuando el escrutinio aun no había finalizado, el socialismo habría alcanzado el 54 por ciento de los sufragios, frente al 34,9 de la UMP. La secretaria general de los socialistas, Martine Aubry, dio anoche una conferencia de prensa felicitando a sus votantes por lo que consideró una “victoria sin precedentes”, que vuelve a colocar a la socialdemocracia como alternativa de poder dentro de dos años.

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El PS había obtenido apenas un 16,4 en las últimas elecciones europeas, en julio de 2009, y muchos anunciaron entonces su defunción. Pero tras un reacomodo interno, y el recambio de Martine Aubry en el lugar de Ségoléne Royal, los socialistas recuperan el protagonismo como la principal fuerza política. Ayer se presentaron en alianza con los ecologistas, y con el Frente de Izquierda (donde se inserta el Partido Comunista), y este arco de agrupaciones progresistas habría obtenido 24 de las 26 regiones en disputa. La cita electoral de ayer fue la última antes de las elecciones presidenciales de 2012.

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CONTRA LAS CUERDAS

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El semanario francés Le Nouvel Observateur tituló esta semana con un lacónico “Sar KO”, que resume gráficamente la posición del Presidente de la República en el ring electoral. Los fracasos internos, la crisis y los escándalos sociales y sentimentales han arrinconado a “Sarko”, y las elecciones de ayer casi terminan en Knock-out.

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La UMP logró finalmente retener su feudo en Alsacia, y la remota isla de Reunión, en el Océano Índico. Más allá de haber conservado estos dos territorios, Nicolás Sarkozy ha comandado la peor derrota para un partido de derecha desde 1958.

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Su imagen personal viene sufriendo un serio desgaste desde hace tiempo, más asociada a la prensa rosa de las revistas del corazón que a la alta magistratura de la República, y una parte importante de su electorado migró este domingo a la extrema derecha del Frente Nacional, que logró un inquietante 8,7 por ciento en el conjunto nacional.

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Los apoyos moderados que Sarkozy tuvo en el pasado volvieron al Partido Socialista, redibujando el mapa político francés de cara a las próximas elecciones generales de 2012.

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nelson.specchia@gmail.com

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LA CRISIS GRIEGA DESENCADENA LA PROTESTA (24 02 10)

Movilización en Europa contra las políticas de ajuste económico

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LA CRISIS GRIEGA DESENCADENA LA MAYOR PROTESTA DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS

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El estado de descontento y la atmósfera se extiende desde Grecia a otros países del continente

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Tal como venían advirtiendo los observadores internacionales, la crisis ha llegado a la calle tras el anuncio del primer ministro griego, Giorgos Papandreu, de las medidas de ajuste fiscal para reducir el déficit y sacar al país de la grave crisis financiera por la que atraviesa desde que se conocieran las cuentas públicas reales, que se habían manipulado, ocultado y fraguado durante años.

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Las medidas gubernamentales para sortear la crisis, tal como fueron anunciadas por Papandreu tras una reunión con los líderes de la Unión Europea, tendrán un  alto impacto en el gasto público, con reducción de salarios en los empleados públicos y en las jubilaciones, y recortes en las prestaciones sociales.

Los jefes de gobierno de Alemania, Ángela Merkel, y de Francia, Nicolás Sarkozy, junto a los jefes de las principales instituciones comunitarias, como el presidente de la Comisión, José Manuel Duráo Barroso, del Consejo, Herman Van Rumpuy, y del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, consensuaron salir al rescate de la economía de la isla mediterránea, pero le impusieron un severo plan de ajuste, con la obligación de reducir cuatro puntos de déficit en el presente año (del 12,7 al 8,7 del producto; y para equilibrarse con las cuentas europeas debe reducirlo hasta el 3 por ciento). Este ajuste fue rechazado por el movimiento sindical griego cercano al partido socialista Pasok, en el que milita el primer ministro. Los sectores gremiales llamaron a la movilización, y ayer se vivió una tumultuosa jornada de protesta en las principales ciudades, con la paralización del país por el alto acatamiento de la huelga general.

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La policía reprimió con gases lacrimógenos y un despliegue de efectivos que no se recordaba en Atenas desde mucho tiempo atrás. La jornada comenzó con una multitudinaria movilización por la capital, que marchó hasta el parlamento de Atenas, sin mayores incidentes. Pero a medida que transcurría la marcha, manifestantes comenzaron a arrojar piedras y botellas de pintura roja, lo que habilitó las primeras escaramuzas con las fuerzas policiales, que ya no se detendrían por el resto del día.

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Más allá de la movilización urbana, el nivel de acatamiento de la huelga fue muy alto. Los colegios públicos, las universidades, los bancos, las oficinas públicas de todos los niveles de la administración cerraron, y los hospitales sólo atendieron emergencias. Inclusive los sectores de prensa se adhirieron, lo que dejó a Grecia sin radio ni televisión durante toda la jornadaa de huelga.

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El primer ministro Papandreu ha expresado su solidaridad con los trabajadores movilizados, pero al mismo tiempo aclaró que Grecia no tienen ninguna alternativa a iniciar un duro camino de ajuste en sus cuentas. ”Sencillamente, no tenemos más dinero”, se sinceró. Su gobierno ha congelado los salarios y ha recortado en un 10 por ciento todas las prestaciones salariales; elevó la edad de jubilación hasta los 63 años, y aumentó el IVA.

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Los movilizados en la jornada de ayer quemaron banderas de Europa, azules con el círculo de estrellas amarillas, en la protesta, en un gesto inédito de rechazo a la organización continental. Asumiendo una opinión generalizada en estas últimas horas, el vicepresidente del Gobierno, Theodoros Pangalos, acusó la Unión Europea de «falta de liderazgo e hipocresía» en el tratamiento de la crisis griega.

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A las movilizaciones en Atenas han comenzado a sumarse las protestas en otras capitales europeas. España vivió una intensa jornada de marchas contra los planes de modificación de jubilaciones del gobierno de Zapatero, y los sindicatos franceses y británicos anunciaron acciones en el mismo sentido, en lo que parece el comienzo de un movimiento continental de descontento.

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La cuestión de fondo pasa por establecer si la crisis desatada en Grecia podrá circunscribirse a este país, o si el contagio a las restantes economías europeas es inevitable. Tanto la economía española como la portuguesa contienen elementos muy similares a los que llevaron al colapso griego, e inclusive los Estados más fuertes de la Unión Europea, como Alemania, no están exentos de seguir el mismo camino. En Berlín, la oficina de estadísticas acaba de revelar que el déficit fiscal alemán ha aumentado más de lo esperado, cerró el año pasado con un rojo de 79,3 mil millones de euros, o sea un endeudamiento del 3,3 por ciento del producto bruto interno. Lejos todavía de la crisis griega, pero es la primera vez que el déficit fiscal pasa por encima del 3 por ciento del PIB, el límite exigido por el Banco Central Europeo.

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Estas características han vuelto a traer a la memoria las jornadas de inicio de la debacle argentina de 2001.

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Guerra sucia en la culta Francia (03 02 10)

Guerra sucia en la culta Francia

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por Nelson-Gustavo Specchia

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[ HOY DÍA CÓRDOBA, 03 / 02 / 2010 ]

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La semana pasada terminó en París un juicio que había comenzado con el otoño boreal, el 21 de septiembre de 2009. El fallo del juicio constituye un revés para el Presidente, y posiblemente termine reordenando los escenarios de futuro en la política francesa.

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En el juicio –conocido popularmente como caso Clearstream- Nicolás Sarkozy, había logrado sentar en el banquillo de los acusados a su viejo colega y archienemigo político, el ex primer ministro Dominique de Villepin. Estos hombres, como un Jano bifronte, encarnan las dos caras de la derecha francesa. El mismo proyecto ideológico tiene, en ellos, dos versiones prácticamente antitéticas: El alto y elegante diplomático frente al retacón acomplejado hecho a sí mismo, el mafioso y el poeta, el profesor y el anti-intelectual, el hijo de una antigua casta aristocrática y el hijo de un inmigrante húngaro y una judía sefaradita conversa, el catador de vinos de Burdeos y el tomador de coca-cola, el amigo de los norteamericanos y el primer ministro que se opuso a la invasión a Irak, la cultura de la grandeur y el pragmatismo del nuevo rico.

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El antagonismo entre las dos principales caras del actual partido en el gobierno del Elíseo viene de lejos, desde 2004, cuando ambos compartían puestos en el gabinete ministerial de Jacques Chirac, y ambicionaban sucederlo en ese trono imperial que es la Presidencia de la República Francesa. Por aquel entonces, el ministro del interior Sarkozy trataba de “racaille” (algo así como “chusma”, “negros de porquería”, o algo peor) a los inmigrantes subsaharianos que pueblan los cordones suburbanos de la banlieu parisina, y promovía “expulsiones selectivas de irregulares”. Por su parte, el profesor De Villepin, el culto habitante de los dorados barrocos del Quai d’Orsay, la cancillería parisina, daba cuentas en la tribuna de la ONU de la independencia y oposición de Francia -y, con ella, de la mayoría de los Estados europeos- a la aventura militar de George W. Bush en Irak, que empujó a su secretario de defensa, Donald Rumsfeld, a acuñar aquella denominación despectiva de “vieja Europa”.

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En el medio de esta puja, Sarkozy le ganó a Villepin la candidatura presidencial, y decidió enterrarlo para siempre. La herramienta que encontró a mano fue el caso Clearstream. El juicio se centraba en la falsificación, en 2004, de un listado de prominentes nombres de la economía y la política francesa que habrían ingresado dinero en una cuenta bancaria luxemburguesa reconocida como un blanqueadero de fondos turbios.

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Todo había comenzado –muy novelescamente, por cierto- con un becario del banco, Florian Burges, aficionado al género policial, que en el transcurso de una pasantía en Clearstream grabó un listado de cuentas opacas y se las robó en un diskette, convencido de que contenían claves para descubrir lavados de dinero. La nómina llegó, por medio de un mensaje anónimo, a los juzgados de Paris. Y en ese listado aparecía el nombre de Sarkozy. Pero a poco andar, el juez descubrió que su inclusión era fraudulenta. El entonces ministro prometió, con la procacidad del lenguaje mafioso que le es habitual, “colgar de un gancho de carnicero” a quienes habían querido borrarlo de la carrera hacia la Presidencia, y –tras ganar las elecciones de 2007- una vez que estuvo sentado en ella, con inmunidad y con mando sobre las instancias judiciales, apuntó hacia Villepin (Jacques Chirac, de quien sospechaba que había partido la autoría intelectual de la movida, por su investidura estaba fuera de su alcance).

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Desde septiembre del año pasado el juicio, que se desarrollaba en la misma sala donde se sentenció a María Antonieta a la guillotina, polarizó la política francesa, que entendía claramente que los resultados irían más allá de un mero trámite judicial, y terminarían impactando en el futuro nacional. Además de la fiscalía, Nicolás Sarkozy se personó como parte querellante en el juicio, y lo siguió diariamente, con una reunión al final de la tarde con su abogado, en el palacio del Elíseo. En ningún momento tuvo dudas de que la estrategia enterraría para siempre a su antiguo adversario. Pero perdió, y ahora todo se ha dado vuelta en las máximas instancias de la política francesa.

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Una ducha de agua fría acaba de caer sobre ese peleador feroz que es Nicolás Sarkozy: Luego de tan mediatizado juicio, y sabiendo lo que se jugaba realmente en él, el Tribunal leyó durante dos largas horas, el pasado 28 de enero, su sentencia. Y ésta exculpa en todo y en parte al ex primer ministro. Ganó Villepin, y ganó por mucho.

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Al enterarse de que el fiscal apelaría la sentencia, Dominique de Villepin, que en todo momento se ha mostrado como un auténtico hombre de Estado, dijo que Sarkozy “ha decidido perseverar en el ensañamiento y en el odio», pero sabe que, en realidad, el ensañamiento del Presidente lo ha vuelto a poner en el centro de la atención política: Un sondeo hecho apenas terminado el juicio, afirma que Villepin cuenta con un 8 por ciento de adhesiones de cara a las elecciones presidenciales de 2012. Y esto recién comienza. La misma moneda, pero con dos caras tan diferentes, lanzada al aire.

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nelson.specchia@gmail.com

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España al frente de Europea (05 11 09)

España al frente de Europa

por Nelson Gustavo Specchia

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Nélson Gustavo Specchia - Václav Klaus

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Euroescéptico y terco hasta el final, el presidente checo Václav Klaus, que venía frenando la ratificación del Tratado de Lisboa desde hacía meses, acató el mandato del mayor tribunal de su país, firmó el documento en un salón del castillo de Praga, y con su firma la Unión Europea despeja, por fin, una década de idas y vueltas en torno al futuro de la organización continental.

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Luego de los fallidos plebiscitos de Francia y Holanda en 2005, que tiraron abajo el proyecto de armar una Constitución europea, los líderes se pusieron a diseñar una estrategia alternativa, y gracias al empuje de Ángela Merkel y de Nicolás Sarkozy (cuando Alemania, y luego Francia, ocuparon sus turnos semestrales en la presidencia de la Unión), el Consejo de jefes de gobierno logró alcanzar un acuerdo en Lisboa, el 13 de diciembre de 2007.

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Entonces, de los 27 miembros, sólo quedaron tres díscolos: Irlanda, Polonia, y la República Checa. Los dos primeros se adhirieron tras nuevas negociaciones y concesiones. Los checos resistieron hasta el final, hasta esta misma semana. Encima, tuvieron que comandar la presidencia en el primer semestre de este año: una experiencia desastrosa, con el euroescéptico Klaus como jefe del Estado, un gobierno que se cayó a mitad del semestre, y un ex primer ministro, el conservador Mirek Topolánek, apareciendo en los diarios de todo el mundo desnudo y con su miembro viril enhiesto, a punto de lanzarse sobre una jovencita en una de las bacanales organizadas por Silvio Berlusconi en su mansión de Cerdeña.

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Ahora, con la discreta corona sueca presidiendo la organización continental y el presidente Václav Klaus obligado a firmar, la Unión Europea tiene el camino expedito para adaptar sus órganos de gobierno a las nuevas realidades políticas: un inmenso territorio de 27 Estados-miembros, una única frontera, una moneda común, y a partir de la entrada en vigor de este Tratado de Lisboa el próximo 1 de diciembre, un presidente y un ministro de relaciones exteriores para toda Europa.

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La semana pasada, en Luxemburgo, ya se dieron los inicios de esta nueva presencia y voz unificada de Europa en el concierto internacional, con la constitución de un Servicio Exterior que será el más grande del mundo, con unos 5.000 diplomáticos de carrera (la suma de las legaciones diplomáticas de los 27 países, que hoy funcionan por separado), y un presupuesto de unos 75.000 millones de dólares para sus primeros tres años de funcionamiento. Una auténtica “task force” continental.

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El paso siguiente, que presenciaremos durante este mes de noviembre, será la definición del líder que asumirá el nuevo cargo de presidente de Europa. Afortunadamente, la candidatura del ex primer ministro británico Tony Blair, que parecía tan firme, ha perdido fuerza los últimos días. A mi criterio, Blair no aportaría nada a la Europa política, y ahondaría la vía de libre comercio, que sólo concibe a la organización continental como un gran supermercado. El holandés Jan Peter Balkenende se mantiene en carrera, pero mi favorito –y el de todos aquellos, creo, que aspiran a una profundización del proceso político en la vieja Europa, y de que la Unión se convierta en una referencia de los procesos de integración en otras latitudes- es el primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker.

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La presidencia española

El Tratado de Lisboa, en todo caso, comenzará su andadura con la presidencia semestral rotatoria de España, que asumirá por cuarta vez este rol a partir del próximo 1 de enero, el año en que varios países sudamericanos –el nuestro entre ellos- comenzarán a festejar el bicentenario de las independencias de la “madre patria”.

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Precisamente la relación privilegiada de España con América latina es uno de los activos más potente que presenta la península, y que genera expectativas desde estas costas del Atlántico. Los americanos ven en la presidencia española una buena oportunidad para acercar posiciones con la organización continental.

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El canciller español, Miguel Ángel Moratinos, acaba de realizar una larga visita a Cuba, donde –presumiblemente- le trasladó a Raúl Castro varios mensajes del presidente Barack Obama. España pretende ser la bisagra de interlocución entre el régimen de la isla, la administración norteamericana, y lograr un «respeto mutuo» entre Cuba y la Unión Europea.

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Pero no lo va a tener fácil. Raúl Castro dejó claro que para hablar con Obama no necesita mensajeros. Y tanto los países del Este europeo, de la vieja órbita soviética, como los nórdicos, no son proclives a normalizar relaciones antes de que Cuba avance en su propia  democratización interna.

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Los latinoamericanos, además, esperan que el semestre de la presidencia española sea la oportunidad de flexibilizar las posturas de la Unión Europea frente a la inmigración y al empleo de los connacionales, que a pesar de aportar su fuerza de trabajo –y sus muchos hijos, en un continente envejecido- siguen siendo discriminados.

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Pero tampoco España tendrá fácil este capítulo, a pesar de ser la puerta de Europa para América latina, y de presentar en el tema de la inmigración extracomunitaria una cara más amable que sus colegas, más enfocados al control que a la integración. Pero es que la propia España está en la cabeza de la desocupación de toda la organización continental (con índices superiores al 20 por ciento de desocupados); es uno de los últimos países en innovación, desarrollo y competitividad; y está lejísimo de cumplir los objetivos de Kioto, de reducción de gases de efecto invernadero mediante tecnologías limpias.

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Habrá que ver si, con tamañas deudas internas, a España le quedará espacio en la agenda europea para las demandas de sus viejas y jóvenes colonias americanas.

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[publicado en HOY DÍA CÓRDOBA, suplemento Magazine, portada, viernes 6 de noviembre de 2009]

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nelson.specchia@gmail.com

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El ajedrez entre Turquía y Armenia (18 10 09)

Resistencia, 18 de Octubre
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Nelson Gustavo Specchia

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El ajedrez entre Turquía y Armenia

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Entre los conflictos internacionales que se arrastran desde el siglo pasado, el que enfrenta a Turquía y Armenia es uno de los más constantes, que se renueva con un ritmo anual, intimando al gobierno turco a reconocer la matanza en masa de armenios durante la primera Guerra Mundial.

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Nelson G. Specchia - Acuerdo entre Turquía y Armenia

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Entre 1915 y 1918, un Imperio Otomano deshilachándose se enfrentaba a las tropas zaristas, y Armenia, encerrada entre ambas fronteras, tomó partido por los rusos. Los turcos no tuvieron contemplaciones, y arrasaron. La diáspora Armenia, tan fuerte en países como los Estados Unidos o la Argentina, siempre dijo que aquellas matanzas rozaron el millón y medio de víctimas. Turquía sostiene que hubo unas 300.000 bajas, rechazando tajantemente las denuncias de genocidio, por lo que no está dispuesta a ofrecer ningún tipo de resarcimiento.
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Estas posturas diametralmente opuestas se han mantenido inalteradas durante casi un siglo, mientras que el peso geopolítico de la región no ha dejado de aumentar en el concierto regional, con los ductos del petróleo del Cáucaso, vías de aprovisionamiento energético de Europa, cruzando sus tierras.
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Esta semana algo parece haber comenzado a cambiar. La diplomacia suiza viene trabajando en silencio desde hace décadas, y en Zurich acaba de firmarse un acuerdo entre las cancillerías turca y armenia que, de llegar a ser confirmado por los parlamentos nacionales, constituirá un giro histórico en el viejo antagonismo. El ministro de Exteriores turco, Ahmet Davutoglu, y su par armenio, Edward Nalbandian, rubricaron el documento que prevé el restablecimiento de las embajadas y la reapertura de la frontera.
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Junto a los suizos, varias diplomacias se han movilizado para apoyar el acercamiento entre turcos y armenios. En Zurich estuvieron también los ministros de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, y Bernard Kouchner en representación del presidente francés. Pero entre todos, fue decisiva la presión de Washington, a través de la secretaria de Estado Hillary Clinton. Se dice que en el coche que los llevaba a la cumbre, la señora Clinton logró que el canciller Nalbandian no renunciara a último momento. Otros obstáculos, en todo caso, aun aguardan en el camino de la ratificación en los parlamentos, donde las fuerzas políticas nacionalistas de ambos países mantienen la voz hegemónica.
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La pequeña Armenia, con tres millones de habitantes y rodeada por Azerbaiyán, Georgia y Turquía, mantiene varios pulsos políticos con esta última, un gigante de 72 millones de habitantes y casi 800.000 kilómetros cuadrados, en parte gracias al apoyo internacional de la diáspora armenia. Ejemplo de esta tensión diplomática entre entidades tan disímiles fue la guerra por el enclave azerbaiyano de Nagorno-Karabaj (de población armenia, y donde se mantiene un gobierno de facto), en los años noventa, que enfrentó a Armenia con Azerbaiyán, un histórico aliado turco. En 1993 Turquía cerró la frontera con Armenia en apoyo a los azerbaiyanos, y se mantiene en ese status.

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Enroque regional
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De llegar a prosperar la ratificación parlamentaria en ambos Estados, el camino que se inicia aquí será, sin duda, positivo, y no sólo para comenzar a cerrar las heridas que llevan abiertas un siglo, sino por el aumento de la previsibilidad regional, ya que despuntan algunos signos de cambio en las relaciones estratégicas.
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La pacificación de la región abriría otras posibilidades al tendido de nuevos ductos de gas y petróleo, esquivando zonas más inestables, y le daría a Armenia vías de integración internacional con salidas a los mares Negro y Mediterráneo, contribuyendo así a mitigar en parte su elevado aislamiento.
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En segundo término, aumentaría las posibilidades de la candidatura turca a la Unión Europea. Este camino se sigue percibiendo como largo y escabroso. Tanto Ángela Merkel como Nicolás Sarkozy no dejan de repetir, cada vez que pueden, que Turquía deberá seguir profundizando en las reformas políticas, legales, económicas y de derechos humanos (kurdos, minorías étnicas y religiosas, y derechos de las mujeres, especialmente), y revisar su permanencia militar en Chipre. No habrá grandes novedades desde la Unión Europea antes de avanzar en esa agenda.
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Pero también hay un tema emergente, que ocupará a los analistas internacionales cada vez más. Turquía ha sido uno de los principales aliados de Israel en la región y, por ello, un interlocutor privilegiado de los Estados Unidos. El rol de los turcos en la OTAN, durante toda la guerra fría, estuvo en línea con estas posturas. El Departamento de Estado norteamericano ha sido insistente en favorecer el ingreso de su socio turco a la organización continental europea, pero las permanentes dilaciones, el aumento de las exigencias, y la clara postura contraria de alemanes y franceses puede estar llevando a los turcos a considerar otras alternativas.
En los últimos meses, el gobierno islamista de Recep Tayyip Erdogan parece dispuesto a mover las piezas de esta partida, en un enroque estratégico. Turquía ha decidido no participar en maniobras militares con Israel, cada vez más lejos de Ankara, mientras que la otra ficha de peso en el tablero regional, la también nacionalista y musulmana República Islámica de Irán, se acerca cada vez más.
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De confirmarse estas tendencias, toda la región se enfrentaría a una alteración en los equilibrios geoestratégicos. No es, precisamente, una buena noticia para el presidente Barack Obama.

La noticia del día: Europa necesita una fuerza nuclear (06 09 09)

Lavanguardia.es

// 6 de septiembre 2009

«Europa necesita una fuerza nuclear»

El secretario de Estado francés de Asuntos Europeos, Pierre Lellouche cree que «Europa ya no está en el corazón de la apuesta estratégica norteamericana», y que «debemos dotarnos de los medios para actuar por nosotros mismos»

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Pierre Lellouche

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Estados Unidos mira hacia otra parte. Los europeos tenemos que ser conscientes de que Europa ya no está en el corazón de la apuesta estratégica norteamericana. Debemos dotarnos de los medios de actuar por nosotros mismos». Quien así habla no es precisamente un antiamericano, sino todo lo contrario. Si algo se ha reprochado alguna vez en Francia a Pierre Lellouche (Túnez, 1951), nuevo secretario de Estado de Asuntos Europeos, es justamente el ser excesivamente proestadounidense y proatlantista. Doctor en Derecho por Harvard, Lellouche es un buen conocedor de EE.UU. y un experto en materia de defensa y en la OTAN, de cuya asamblea parlamentaria fue presidente. Brillante y provocador –una faceta que se ha visto obligado a moderar tras su entrada en el Quai d’Orsay–, Lellouche conversó esta semana en París con un grupo de corresponsales de medios de comunicación europeos, entre ellos La Vanguardia.

«La alianza entre Estados Unidos y Europa es algo precioso, pero los europeos hemos de abrir los ojos», sostiene el secretario de Estado francés, a cuyo juicio el desenganche norteamericano es especialmente palpable en materia de defensa: «¿Saben qué proporción de sus tropas tiene hoy EE.UU. comprometidas en Europa? El 5%. En el plano nuclear, de facto, los americanos se han ido», argumenta.

Y, sin embargo, en su opinión, la necesidad de una fuerza de disuasión nuclear –en manos de franceses y británicos– está más vigente que nunca. «No se retiran los extintores cuando hay peligro de incendio», razona. «El fin de la guerra fría no ha implicado el fin de la nuclearización. Desgraciadamente, no estamos en un mundo posnuclear. La proliferación es un problema de primer orden, y la mayoría de los países que se están nuclearizando está a las puertas de Europa, no de EE.UU. No es teoría: el último informe de la OIEA sobre Irán es extremadamente inquietante».

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, propuso hace año y medio la apertura de un debate europeo sobre la articulación de la fuerza nuclear francesa y británica en la UE. Nadie ha seguido. «Hace años que Europa no habla de la disuasión nuclear, parece un tema tabú, y lo lamento. Los europeos deben abordar este debate. Y plantearse, por ejemplo, el desarrollo de un sistema de defensa antimisiles, ya sea con EE.UU. o europeo», afirma Lellouche.

«Nosotros queremos hacer política con Europa. Hablar más de la defensa común europea, de la inmigración, de la política energética, de las relaciones con Rusia y con la ribera sur del Mediterráneo, y menos del hámster de Alsacia y del vino rosado», explica gráficamente. «Hemos de recuperar la pertinencia, hablar de lo que interesa a los ciudadanos, abordar los problemas de fondo», sostiene. Y añade: «Yo no soy un eurófilo beato. Europa tiene cosas irritantes, discutibles, pero, pese a sus defectos, ha sido un éxito fenomenal».

La previsible entrada en vigor del tratado de Lisboa a partir de enero del 2010 –siempre que el referéndum irlandés lo confirme– abrirá una etapa completamente nueva. «Tras quince años de debate, el tema institucional va a quedar zanjado, las fronteras van a quedar esencialmente fijadas –hay que terminar con la hipocresía respecto al caso de Turquía–, tendremos la caja de herramientas a punto y hemos de ver qué hacemos con ella», remarca Lellouche, quien concluye: «Nosotros queremos hacer una Europa política fuerte».

Nelson Gustavo Specchia

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Un momento crítico en la construcción europea (11 06 09)

Un momento crítico en la construcción europea

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Por Nelson-Gustavo Specchia

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Unión Europea

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El domingo de esta semana se han llevado a cabo elecciones en toda Europa, simultáneamente en los 27 países que hoy conforman la Unión Europea, para elegir, por voto directo, representantes al Parlamento Europeo.

La Eurocámara, en Estrasburgo, es la única institución comunitaria que representa a los ciudadanos, a los hombres y mujeres de a pie; las restantes instituciones armadas por la organización continental –como el Consejo o la Comisión Europea- representan a gobiernos. Y en estas elecciones, donde los ciudadanos han tenido la oportunidad de elegir a sus propios representantes, los partidos progresistas, a los que se supone más cerca del “proyecto” de construcción europea, han sufrido un descalabro, una muy amarga derrota, mientras los partidos de tendencia conservadora, de derechas, se han alzado con un cómodo y claro triunfo.

El tema de fondo es que, en su vertiente central, las agrupaciones de la derecha (reunidas mayoritariamente en el Partido Popular Europeo, y en los “tories” británicos), representan posiciones críticas y escépticas –cuando no abiertamente contrarias- hacia la marcha y el crecimiento de la integración europea. Por eso la amplia mayoría de escaños conseguidos por la derecha en el Parlamento de Estrasburgo (unos 320 asientos, de los 736 eurodiputados totales), hace prever un futuro pesimista para el propio proyecto político continental, que ha sido, hasta ahora, el modelo al que han aspirado prácticamente todos los intentos de integración regional, incluido los latinoamericanos.

Estas elecciones marcan una nueva etapa, que estará caracterizada, principalmente, por el alejamiento de los ciudadanos, por la desazón popular, por la desafección de quienes han sido los principales beneficiarios de los logros políticos, económicos, y sociales, del proyecto de la Unión Europea. Los sectores progresistas y más claramente “europeístas” han sido incapaces de generar un discurso que movilizara a los electorados en un contexto de crisis global, que mostrara al hombre común la potencialidad de la marcha del proceso de integración. En la opinión pública, Bruselas (donde se asientan las oficinas de la organización continental) es cada vez más sinónimo de burocracia, de aparatos políticos complejos y engorrosos, de maquinaria alejada de las necesidades y de las aspiraciones concretas del europeo medio.

El voto universal al Parlamento Europeo comienza en 1979, y desde entonces hasta mediados de la década de los años ‘90, los socialistas obtuvieron una victoria tras otra, logrando, además, movilizar a las ciudadanías: la participación se mantuvo siempre por encima del 55 por ciento. A fines de esa década se produce el quiebre en la tendencia: en 1999 el Partido Popular Europeo (PPE) se hace con la primera gran victoria, y la participación ciudadana comienza a bajar hacia niveles inferiores al 50 por ciento. Esta tendencia no ha hecho sino profundizarse en cada elección, y en la del pasado domingo llegó al nivel más bajo en la historia de la Eurocámara, con apenas el 42,94 por ciento del total de electores europeos que salieron de sus casas para ir a votar por Europa.

Con una caída tan fuerte en la participación, los socialistas tocaron también un piso histórico, sumando apenas el 21,9 por ciento. En cambio, el Partido Popular Europeo alcanzó un 35,7 por ciento de los sufragios, y con esta diferencia entre ambos aventaja con casi 100 diputados a los socialistas. El presidente francés, Sarkozy, la canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi (a pesar de los escándalos que lo acompañan a diario), han sido los grandes triunfadores del domingo. Pero con ellos también ha triunfado el euroescepticismo, expresado en parlamentarios electos como voto-protesta.

Mi lectura es un tanto preocupante. En primer lugar, por la desafección ciudadana: tener un 60 por ciento de abstención en los únicos comicios de escala continental me parece un claro retroceso, o, al menos, la expresión de una indiferencia peligrosa.

Ya hay varios gobiernos abiertamente “euroescépticos”, que toman distancia del proceso de integración continental, como el presidente de la República Checa, Václav Klaus; o el seguro próximo primer ministro británico, David Cameron, que ha prometido convocar a un referendum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Si a ellos se les suma la desatención y el desinterés de los propios ciudadanos, el resultado daría una combinación explosiva para la marcha del proceso de integración.

¿Estarían realmente dispuestos los líderes de la derecha conservadora a tirar por la borda más de medio siglo de exitosa construcción a escala continental? Luego de siglos y siglos de enfrentamientos, incluyendo, en años relativamente recientes, las dos más grandes conflagraciones bélicas de la historia de la humanidad, el proyecto de la Unión Europea ha logrado traer paz y crecimiento, protección social y desarrollo económico, en niveles nunca vistos. Y ese modelo de convivencia entre unidades políticas distintas e históricamente antagónicas, diferentes pueblos, culturas y lenguas, se ha exportado al mundo como un ejemplo a imitar. Ahora, el futuro de esa Europa unida depende de los sectores ideológicos que más la han criticado, y que nunca, en realidad, han creído realmente en ella.

En un tiempo muy escaso de referentes sólidos a nivel internacional, el nuevo escenario europeo viene a agregar una nota de desesperanza. Los chinos tienen la misma palabra para expresar la idea de “crisis” y la idea de “oportunidad”. Será interesante ver cómo frente a esta crisis, se aprovecha –o no- la oportunidad que ella plantea.

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