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¿Hay riesgo de guerra nuclear en Medio Oriente? (11 11 11)

¿Hay riesgo de guerra nuclear en Medio Oriente?

por Nelson Gustavo Specchia

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La anécdota está en todos los diarios franceses: en la reciente cumbre del G-20 en Cannes, mientras esperaban el inicio de una conferencia conjunta, Nicolas Sarkozy conversaba con su colega Barack Obama sin saber que los micrófonos de los traductores ya se habían abierto. El objeto de la conversación privada entre los líderes era el premier israelí, Benjamín Netanyahu: “Estoy harto de él, no puedo ni verlo, es un mentiroso”, le dice Sarkozy; a lo que el americano contesta: “Si vos estas harto, imagínate yo, que debo tratar con él todos los días”. Los cambios de posición luego de haberse comprometido, los dobles raseros y la ambigüedad de sus promesas son, efectivamente, características que se mencionan hace tiempo del jefe del gobierno de Israel, y generalmente se han adjudicado a los equilibrios que debe hacer entre los sectores ortodoxos que integran su coalición, y las presiones –especialmente de su valedor, los Estados Unidos- para que atempere los impulsos de la derecha judía respecto del tema palestino y de los demás vecinos árabes. Pero, más allá de las censuras morales sobre la utilización de los dobles discursos en el juego político y del hastío y confusión que esas maniobras provocan entre sus pares, hay un conjunto de certezas en la postura del primer ministro israelí que no deja lugar a dudas. Entre éstas, su idea fija con Irán está en los primeros puestos. Desde que ocupara el Ejecutivo israelí por primera vez (entre 1996 y 1999), desde la conducción del Likud en la oposición luego, desde su cartera ministerial en el gabinete de Ariel Sharon, y desde su vuelta a la jefatura del gobierno en 2009, Bibi Netanyahu ha sostenido machaconamente que los planes nucleares de la República Islámica de Irán constituyen el principal riesgo externo del Estado de Israel, y que la única manera de conjurar ese peligro es atacando al régimen de los ayatollahs y destruyendo su camino hacia la bomba atómica.

Las acciones exteriores de la aviación judía contra supuestas plantas nucleares en la región registran antecedentes fuertes, como para no tomar a la ligera los planes de Netanyahu. En 1981, Israel bombardeó el reactor nuclear Osirak, diseñado por ingenieros franceses –quienes proveyeron también el uranio enriquecido que utilizaba- y construido en el centro nuclear Al Tuwaitha, cerca de Bagdad. Y el 6 de septiembre de 2007, Israel lanzó un ataque aéreo sobre Siria, para destruir lo que la inteligencia israelí consideró un reactor nuclear en construcción, que el régimen de los Al Assad habría estado construyendo con asistencia de Corea del Norte.

AMENAZAS NADA VELADAS

La retórica bélica constituye un dato cotidiano, tanto en Tel Aviv como en Teherán. Pero a esa manera ya regular de componer el discurso político, en las últimas semanas se han agregado algunos datos preocupantes, que hacen que aquellas veladas amenazas contra el vecino cobren corporeidad. Primero fue la denuncia de Washington, de que algunos sectores de los “halcones” del gobierno de Mahmmoud Ahmadinejad –la rama de los Al Quds de los Guardianes de la Revolución- estaban detrás de un confuso y novelesco complot para eliminar en los Estados Unidos al embajador saudita, Adel al Jubeir. Y menos de un mes después del supuesto complot, aparece el nuevo informe del Organismo de las Naciones Unidas para la Energía Atómica (OIEA), hecho público en Viena esta semana, donde se afirma que Irán está a las puertas de conseguir el arma nuclear, con un diseño propio, armado a partir de la compra de información y documentación a una red clandestina de material atómico. Según los técnicos del OIEA, las dimensiones militares del programa nuclear iraní ya son inocultables, desde el momento que, por ejemplo, incluye experimentos con explosivos especiales o el desarrollo de detonadores.

En este contexto, el discurso de Bibi Netanyahu a los altos mandos del Ejército israelí adquiere otra dimensión a la habitual retórica guerrera. En Tel Aviv, el diario Haaretz aseguró que Bibi ya cuenta con el apoyo a sus planes de ataque del cauteloso ministro de Defensa, Ehud Barak, además del siempre dispuesto a la guerra canciller Avigdor Lieberman. Entre los tres intentan convencer a los jefes del Ejército y de los servicios de inteligencia, quienes, según el mismo diario, de momento se opondrían. La reticencia del alto mando de las Fuerzas Armadas judías pasaría por la oposición de los Estados Unidos a apoyar una acción en ese sentido, y la advertencia pública de la OTAN, que ha manifestado que no tiene intención de intervenir en el conflicto.

Pero ninguna de esas posiciones puede considerarse definitiva, y entonces la pregunta que se ha instalado es si Israel –de quien se calcula posee unas 200 cabezas nucleares capaces de instalar en misiles de largo alcance- estaría dispuesto a lanzar un ataque en solitario a la República Islámica de Irán. Si esa pregunta se resuelve afirmativamente, como parece ser el caso, si las anunciadas represalias del régimen teocrático iraní instalarían un escenario de guerra nuclear en Medio Oriente. En ese extremo, de ninguna manera los Estados Unidos podrían permanecer al margen. ¿Estaría dispuesto Barack Obama a liderar una guerra atómica en el corazón del mundo árabe?

SEÑALES INSUFICIENTES

Sin embargo, y a pesar del escenario pesimista, yo considero que no hay elementos suficientes como para concluir que la coyuntura empujará a un nuevo conflicto armado a gran escala, al menos en el corto plazo. Esas señales que, a pesar de su presentación pública, dan espacio a la esperanza del mantenimiento de la paz, pasan por: (1) el peso de los informes multilaterales; (2) la relación de fuerzas entre las potencias; y (3) por la desestabilización global que una acción militar regional acarrearía.

En cuanto a los informes, aunque haya sido tan espectacular y mediático, el texto de la OIEA en realidad no aporta demasiados elementos nuevos, y vuelve a inscribirse en el largo tira y afloje que la agencia de la ONU tiene con Irán desde antes aún de la instalación del régimen de los ayatollahs, cuando el Shah de Persia, Mohammed Reza Pahlevi lanzó en los años ’70 un programa atómico para llegar a la bomba. La OIEA dice ahora, en el tan mentado informe, que Irán “tuvo” un programa de armas nucleares antes de 2003, lo que es obvio, y sólo agrega que “algunas actividades relevantes para la construcción de un dispositivo explosivo nuclear continuaron después de 2003, y alguna podría estar aún en marcha”. Una suposición demasiado vaga como para que constituya “casus belli”.

Respecto de las potencias, el tándem Nicolas Sarkozy-David Cameron ya ha salido a pedir una ampliación de las sanciones contra Irán por la vía del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El mismo paso que dieron –también a dúo- en relación a Libia, hace apenas unos meses. Pero ahora no será tan lineal: Rusia ya ha advertido que los resultados del informe de la OIEA no aporta datos concluyentes, y China –con el entramado comercial creciente que mantiene con Teherán- es un voto negativo seguro. Ambos gigantes, se recordará, tienen derecho a veto en el Consejo de Seguridad, esa vía está cerrada por el momento.

Y en lo que hace a la desestabilización regional, un ataque como el que Bibi clama contra las instalaciones iraníes no se compararía con las incursiones realizadas contra Irak y Siria en el pasado. Irán está mucho más preparado que Saddam Hussein y que Bachar el Assad, aquí no alcanzará un ataque puntual de la aviación israelí, sino que se requerirá un plan de ataque vasto y prolongado –más de un mes, seguramente- con consecuencias imprevisibles e inmanejables (entre ellas, que Irán saldría legitimado para armarse con la bomba atómica, después de haber sido atacado en su suelo). Y no hay, me parece, posibilidades de que Barack Obama, con la economía estadounidense en recesión y la carrera hacia la reelección presidencial ya comenzada, se implique en una aventura de ese tamaño, cuando a duras penas está logrando cerrar el capítulo de Irak y Afganistán, las dos guerras más largas y más caras de la historia americana.

De momento, considero que no habrá guerra; lo que no quiere decir que la tensión –especialmente la verbal- vaya a disminuir. Pero Bibi, en definitiva, es un mentiroso.

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[ Columna «Periscopio» –  Diario Hoy Día Córdoba – viernes 11 de septiembre de 2011]
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en Twitter:   @nspecchia

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Berlusconi ahogado por una catarata de votos (13 06 11)

 Catarata de votos en contra

Contundente victoria de la oposición en el plebiscito italiano. Silvio Berlusconi admitió la derrota en la consulta nuclear aún antes de que cerrara la jornada electoral. El castigo de las urnas se suma a la debacle en las municipales, y anuncia un fin de ciclo de la derecha en el gobierno.     

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ROMA.- El primer ministro conservador italiano, Silvio Berlusconi, maniobró ante la justicia para tratar de impedir, hasta último momento, la celebración de la consulta plebiscitaria convocada por el partido opositor de Italia de los Valores, porque intuía que los resultados implicarían un nuevo voto de censura contra su Administración, que transita por una crisis en varios frentes.

Sin embargo, ni siquiera los analistas políticos cercanos al izquierdista Partido Democrático habían previsto una contundencia como la que teminaron registrando los resultados de la consulta, desarrollada en la península durante el domingo y lunes pasados, y por los italianos en el extranjero por vía postal la semana anterior.

El plebiscito planteó cuatro preguntas a la ciudadanía, acerca de la políca nuclear, la privatización de recursos hídricos, y la posibilidad extraordinaria de inmunidad penal para el presidente de Consejo de Ministros.

El padrón de votantes se integraba por más de 47 millones de italianos, y para que su resultado sea vinculante y obligue a la anulación de las leyes ya aprobadas por el Parlamento, requería un porcentaje de la mitad de ese padrón, más un voto. Por ello las asociaciones de ecologistas y ambientalistas, muy comprometidas con la cuestión nuclear, movilizaron porciones del electorado tradicionalmente reacias a asistir a las mesas de votación, y las dos jornadas plebiscitarias terminaron registrando un record de asistentes, un 57 por ciento, un número de votantes que no se alcanzaba desde 1995 y que, por cierto, supera el quorum requerido de la mitad de las listas de empadronados.

Y más del 95 por ciento de los electores se manifestaron a favor de derogar las cuatro leyes sobre las que versaba el plebiscito.

Después de su fracaso en el intento de frenar la consulta en los tribunales, el primer ministro intentó quitarle protagonismo; anunció que él no iría a votar, y lo mismo hizo su principal aliado, Umberto Bossi, líder de la secesionista Liga Norte padana. La presión de ambos dirigentes influyó en los sectores de derecha, pero el tema nuclear, uno de los puntos centrales del plebiscito, se ha mostrado como transversal a las posiciones ideológicas.

Italia ya rechazó, en un referéndum similar a este, la instalación de centrales atómicas en 1987, tras el accidente de la central ucraniana de Chernobil; pero a principios de este año Berlusconi volvió a poner el tema en agenda, y anunció que su gobierno impulsaría la energía nuclear.

Con el desastre japonés de Fukushima, dañada por el tsunami de marzo pasado, el gobierno emitió un decreto suspendiendo el programa de reinstalación de centrales atómicas por dos años, pero no logró detener la masiva participación popular en la consulta finalizada ayer.

A media tarde, antes aún de que cerraran los colegios electorales, Berlusconi –que estaba acompañado por el premier israelí, Benjamín Netanyahu, de visita en Italia- admitió que el resultado seguramente sería adverso, y sostuvo que la voluntad ciudadana “no puede ser ignorada”, en lo que fue considerado como un adelanto de la decisión de abandonar el plan nuclear italiano.

El contexto europeo, además, acompaña esta decisión popular. Italia es el único país grande de Europa que no dispone de usinas atómicas, y Alemania, que posee 17 reactores, anunció la semana pasada que los apagará todos en forma definitiva antes de 2022.

Un paso hacia la normalidad

Más allá de las lecturas optimistas realizadas por la izquierda italiana al calor de los resultados del plebiscito, la contundencia de los resultados parecen mostrar el hastío de los italianos por un tiempo político que, a pesar de su larga extensión de más de una década, siempre se ha presentado como excepcional.

Las leyes sancionadas “a medida” del premier, los escándalos sexuales, los juicios por abuso de autoridad, el tráfico descarado de influencias, las posturas antieuropeas respecto del Espacio Schengen, el trato a las minorías –como los gitanos y los inmigrantes norafricanos-, las relaciones con la mafia de la basura en Nápoles, el maltrato misógino y sexista a las mujeres, y la corruptela generalizada en los negocios con el gobierno, han terminado por hartar a una ciudadanía ávida de mayores grados de normalidad institucional.

Eso explicaría una inédita participación del 55,8 por ciento, y la abrumadora mayoría de más del 95 por ciento de votos por el “sí”, que se convirtieron en un enorme “no” a la persona y al partido de Silvio Berlusconi.

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Berlusconi a plebiscito: Golpe a golpe (10 06 11)

Italia acude a limitar al gobierno por vía plebiscitaria

Consulta vinculante sobre los temas más críticos para Silvio Berlusconi

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Durante el domingo y el lunes próximos la ciudadanía italiana, tanto en la península como en el extranjero, está convocada a un plebiscito, alentado por la oposición y resistido por el gobierno conservador del primer ministro Silvio Berlusconi.

El Ejecutivo de Berlusconi intentó hasta último momento detener la consulta popular sobre temas críticos de su Administración, pero ayer el Tribunal Supremo, máxima instancia jurisdiccional italiana, dio vía libre a la celebración de la consulta, al rechazar la moción presentada por el gobierno.

Las cuatro preguntas que serán sometidas al juicio ciudadano, si obtienen al menos el 50 por ciento del total del padrón, obligarán a anular leyes aprobadas por el Parlamento, y que tienen incidencia en la política nuclear italiana; la privatización de la gestión de los acueductos y de los recursos hídricos; y la denominada ley de “legítimo impedimento”, una de las normas diseñadas “a medida” para Berlusconi, que permite al presidente del Consejo de Ministros invocar tareas de gobierno para no asistir a los procesos penales que lo involucren.

El plebiscito fue impulsado por la oposición de izquierda del partido Italia de los Valores, al que se sumaron los ecologistas y ambientalistas. Así, el plebiscito que intentaba capitalizar la debacle electoral de la derecha en las recientes elecciones municipales de Milán y otras ciudades, ha terminado convirtiéndose en el más fuerte cuestionamiento a la política nuclear de la Administración Berlusconi.

Italia es uno de los pocos países grandes de Europa sin una estrategia nuclear, y el premier conservador se propuso iniciar la construcción de centrales atómicas para la producción de energía.

Después del desastre de la central de Fukushima, afectada por el tsunami de marzo pasado, el gobierno de Roma suspendió el plan nuclear durante un tiempo.

Pero el plebiscito del domingo y lunes intentará frenar la ley por completo, apenas una semana después que la Canciller Ángela Merkel anunciara que Alemania apagará definitivamente sus centrales nucleares antes de 2022.

Golpe a golpe

Berlusconi pasa un complicado momento, tras la contundente derrota en las elecciones municipales, y las críticas tras la debacle electoral de su principal aliado, la Liga Norte, de Umberto Bossi.

Ahora, además, la oposición del Partido Democrático, la gran vencedora en esos comicios, ha encontrado la oportunidad que le brinda la consulta plebiscitaria para dar un nuevo golpe a la alicaída popularidad del premier, rodeado también de escándalos y con cuatro juicios abiertos en contra.

Berlusconi intentó frenar la iniciativa en los tribunales, pero fracasó, y el tema nuclear es un gran motivador, por lo que se espera una concurrencia masiva a las urnas.

Italia ya rechazó por plebiscito la instalación de centrales atómicas tras el accidente de Chernobil, en 1986, y es muy probable que ese resultado se repita ahora. Para que el resultado sea vinculante se necesita al menos la mitad del padrón, unos 25 millones de votos.

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nelson.specchia@gmail.com

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Merkel apaga las centrales nucleares (03 06 11)

Merkel apaga las centrales nucleares

Por Nelson Gustavo Specchia

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La canciller demócrata-cristiana alemana, Ángela Merkel, ha pegado una rotunda patada al tablero político internacional esta semana, al dar un giro a todo su gobierno y anunciar que su país, la locomotora económica y productiva de Europa, apagará todos los reactores y renunciará a la producción de energía nuclear antes de 2022.

La catástrofe provocada por el tsunami sobre la central nuclear japonesa de Fukushima, el pasado 11 de marzo, se cobra así la principal “victima” en Occidente, y vuelve a instalar, en el centro de análisis de las estrategias de crecimiento y desarrollo, el debate sobre la energía y sus relaciones con la seguridad, los costos económicos y los impactos medioambientales. Porque a la decisión de la señora Merkel le seguirán, en un seguro efecto de arrastre, las decisiones de muy diferentes gobiernos y administraciones, que estaban hasta esta semana pendientes de la decisión que finalmente adoptara Berlín en el tema nuclear. Este debate ya tradicional en los últimos años, además, volverá a instalarse con especial incidencia en los países periféricos, que fluctúan entre las consideraciones –generalmente opositoras- de sus sociedades civiles a la expansión de centrales atómicas, y la posibilidad de alimentar con energía barata y de simple producción los planes de desarrollo del país. Argentina no podrá escapar de la reinstalación del tema nuclear por parte de la Canciller alemana, y las voces –todavía débiles- que han comenzado a escucharse sobre las condiciones de seguridad de la central cordobesa de Embalse, tomarán seguramente fuerza en los próximos días.

La decisión de Merkel, anunciando ante el Parlamento Federal este lunes 30 de mayo, que Alemania se suma sin fisuras al apagón nuclear mundial, adquiere relevancia si se analiza el proceso que ha seguido esta decisión radical, y el clima de desconcierto que instala en sus principales socios. Porque Ángela Merkel llegó a la Cancillería de Berlín precisamente prometiendo lo contrario, esto es, que el gran país europeo no abandonaría la estrategia energética atómica. Quien había planteado originalmente la posibilidad de ir reemplazando los reactores nucleares, convertidos en el gran cuco tras el desastre humano de la explosión ucraniana de Chernobil en 1986, fue el gobierno de izquierdas presidido por Gerhard Schroder a principios de este nuevo siglo. Los socialdemócratas alemanes, muy condicionados en todas las políticas ambientales por sus socios de gobierno, Los Verdes, terminaron aprobando en 2002 una ley federal que trazaba una paulatina reconversión de las fuentes energéticas, hasta llegar a 2021, cuando se apagaría el último de los 17 reactores atómicos en actividad.

Merkel, en cambio, basó una parte importante de su campaña electoral en criticar este planteo de la izquierda, sosteniendo que encarecería la energía, pondría palos en la rueda a la tasa de crecimiento productivo, y llevaría a la aplicación de mayores impuestos para financiar la instalación de energías alternativas (ya que la baja productividad de éstas conllevaría la necesidad de promoción oficial para subvencionarlas).

El sector empresarial germano cerró filas detrás de Merkel, y ésta obtuvo el gobierno. Inclusive en su segundo mandato, cuando pudo desprenderse del lastre de los sectores más progresistas con los que había tenido que pactar en el primer período y se asoció con los Liberales del FDP, impuso una moratoria en septiembre del año pasado para todas las centrales nucleares. Por esta moratoria, tan resistida por los activistas ambientales, la Canciller amplió en doce años –en promedio- la vida útil de todos los reactores en actividad. Con ello, ninguna usina atómica cerraría sus puertas antes de 2036. Miles de manifestantes salieron a la calle a protestar en las principales ciudades, pero las cámaras empresarias aplaudieron nuevamente la arriesgada apuesta de la mandataria.

VIENTOS DE ORIENTE

Pero entonces llegó el tsunami a las costas japonesas. La ola golpeó contra los reactores atómicos de Fukushima, que comenzaron a filtrar radioactividad hacia el aire y hacia el agua. Y una de las potencias más desarrolladas, organizadas y tecnificadas del mundo demostró que la capacidad de hacer frente a un desastre nuclear excede cualquier posibilidad de gestión política y estratégica. Dos de los reactores de Fukushima han logrado controlarse, al parecer, después de ingentes tareas que han involucrado recursos internacionales, ocasionado desplazamientos de población, y que posiblemente terminen tirando abajo al gobierno japonés: el primer ministro, Naoto Kan, logró ayer sortear por poco la moción de censura presentada en su contra.

Pero la historia no termina, y seguramente Naoto Kan tenga que volver en breve a dar explicaciones al Parlamento. Los responsables de Seguridad Nuclear del Organismo Internacional de Energía Atómica  (OIEA), advirtieron ayer desde Viena que Japón no podrá controlar la central atómica dañada, en el plazo de nueve meses que se propuso desde el gobierno de Tokyo. Los expertos del OIEA reconocieron que la situación general en Fukushima sigue siendo grave: han descubierto que el combustible del reactor 1, y posiblemente también el del 2 y el 3, se fundió en los primeros momentos de la crisis y se encuentra ahora en el fondo de la vasija del reactor, donde se han detectado fugas radioactivas. Las filtraciones y las fugas han afectado especialmente al mar, pero también podrían llegar a contaminar el subsuelo y las aguas subterráneas. Y como si fuera poco, parece que también hay un cuarto reactor con problemas.

Apenas un par de días después de la catástrofe japonesa, unas 60.000 personas salían a oponerse a Merkel y a su moratoria recientemente sancionada. La mayor concentración de protesta se registró en la región de Baden-Württemberg, un tradicional bastión de la derecha alemana, donde los demócrata-cristianos gobernaban sin interrupciones desde hace sesenta años. Merkel acusó el impacto, y al día siguiente de las movilizaciones decretó la paralización, durante al menos tres meses, de la prolongación de la vida útil de las 17 centrales nucleares. Pero la decisión no logró parar el descontento, que fue fogoneado a diario por las ONG y los activistas ambientales. En las elecciones regionales, el 27 de marzo, Merkel fue castigada por las urnas. Su partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), perdió Baden-Württemberg después de medio siglo; mientras los ecologistas de Los Verdes y los socialdemócratas crecen en todas las circunscripciones electorales.

Contra todo pronóstico, y contra las promesas que ayudaron a instalarla en la Cancillería de Berlín, Ángela Merkel ha anunciado esta semana que apagará la energía nuclear en Alemania, y que comienza la transición hacia la era de las energías renovables en la economía que tracciona Europa, nada menos. El esfuerzo estructural de esta transición (principalmente hacia molinos eólicos, centrales de biomasa y solares) será inmenso; ya lo comparan con el esfuerzo desplegado por Alemania en 1990, cuando la reunificación. Las nucleares cubren hoy el 23 por ciento de las necesidades energéticas de las industrias y de los hogares; el costo de transformación del paradigma eléctrico (desde el tendido de cables hasta el aislamiento de las casas) será enorme.

Austria ya tiene vedado –y por disposición constitucional- la radicación de centrales atómicas en su suelo. Después de Fukushima, también Italia y Suiza han congelado cualquier proyecto de desarrollo energético en base al átomo. Los países subsidiarios de la tecnología alemana deberán, obligadamente, descartar los suyos. Las preguntas, ahora, se centran en qué rumbos tomarán Francia y Reino Unido, que disponen de tecnología propia, y los países en vías de desarrollo. China, especialmente. Pero también la Argentina.

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[publicado en HOY DÍA CÓRDOBA, viernes 3 de junio de 2011]

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Crece el desafío nuclear iraní (09 02 10)

CRECE EL DESAFÍO NUCLEAR IRANÍ

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Las potencias buscan un consenso para aislar al régimen de los Ayatolas. China y Brasil siguen apostando por la vía diplomática

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En una nueva vuelta de tuerca en el pulso contra Occidente planteado por el presidente iraní Mahmud Ahmadinejad en el tema nuclear, el jefe de la oficina atómica, Ali Akbar Salehí, anunció que «el proceso [de enriquecimiento de uranio al 20 por ciento] comenzó hoy en la sala de investigación de la planta de Natanz, y una cascada de 164 centrifugadoras fue preparada para el proceso». Salehi precisó que «esta cascada puede producir mensualmente entre 3 y 5 kilogramos de uranio enriquecido”. Este material, teóricamente, estaría destinado al reactor médico de Teherán, y sería supervisado por inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).

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En Occidente se sigue afirmando que el inicio de la producción de uranio enriquecido permitiría a la República Islámica dar un paso definitivo hacia la fabricación de armas atómicas. Si los iraníes necesitan combustible nuclear para su reactor de investigación, el sexteto que compone el club atómico internacional (EE.UU., Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania) ha ofrecido facilitárselo, para que no lo desarrollen en sus propias centrifugadoras. Irán ha puesto reparos a esta propuesta, invocando su soberanía energética, pero en Occidente se sostiene que estos reparos revelan que el programa atómico esconde un objetivo militar.

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No está claro que Irán tenga la capacidad tecnológica para encapsular el combustible nuclear en los cilindros que necesita para su reactor de investigación, y hay sobradas sospechas de que el desafío lanzado por el presidente Ahmadinejad tiene el objetivo, en realidad, de lograr mejores condiciones para la negociación con EE.UU., al tiempo que reforzar el frente de apoyo político interno. Pero su decisión ha vuelto a poner sobre la mesa, una vez más, el derecho soberano de los Estados que no pertenecen al “club nuclear” de proseguir programas nucleares propios, sean con propósitos pacíficos, e inclusive, y dado el hecho de que las potencias no renuncian a su propia tenencia de armamento atómico, con fines de desarrollo de armas para la defensa.

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Israel, potencia nuclear y socio principal de los Estados Unidos en la región, empuja a las naciones occidentales a tomar rápidas y profundas medidas de condena, vía sanciones económicas, contra el inestable y problemático vecino. Pero China, que puede ejercer el veto en las Naciones Unidas, ha afirmado que el tiempo de las negociaciones diplomáticas aún no se ha acabado. Brasil, una potencia emergente que recibió la visita del presidente Mahmud Ahmadinejad a fines del año pasado, es de la misma opinión.

N. G. S.

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Irán acelera los reactores (08 02 10)

IRAN ACELERA LOS REACTORES

Ahmadineyad anuncia un salto en el programa nuclear

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El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, ha vuelto a lanzar un nuevo desafío a la comunidad internacional, al anunciar públicamente que la agencia nacional de energía comenzará un programa de enriquecimiento de uranio 235 al 20 por ciento, acercándose, de esta manera, a los niveles del material radioactivo necesario para la construcción de armas atómicas.

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El anuncio del presidente iraní se da en un contexto crítico. Acaba de realizarse la conferencia sobre seguridad internacional en Berlín, donde la República Islámica de Irán volvió a repetir su estrategia de rodeos, asegurando que un pacto de convivencia con las potencias occidentales estaba próximo a ser firmado, sin dar de tal documento ningún tipo de detalles, objetivos, metodologías o plazos. Pocas horas más tarde, en un encuentro público y con todos los medios de prensa presentes, el presidente, desde la tribuna, le ordenó al director de la agencia atómica iraní (OIEA), Ali Akbar Salehi: «Ahora, doctor Salehi, empiece a producir uranio al 20 por ciento con nuestras centrifugadoras».

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Salehi, en todo caso, al comunicar la decisión al Organismo Internacional de la Energía Atómica, y en un capítulo más en esa metodología de rodeos que caracteriza todo el tema nuclear, invitó a los inspectores de la OIEA a observar el proceso. En realidad, en distintas cancillerías occidentales se ha interpretado la actitud de Ahmadineyad como un intento de reforzar su posición negociadora en las conversaciones nucleares.

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Las Naciones Unidas van tomando cinco resoluciones en contra del programa nuclear iraní, que hasta el momento ha enriquecido uranio entre el 3 y el 5 por ciento, los niveles requeridos para el combustible de uso civil. La aceleración al enriquecimiento al 20 por ciento, que se justificaría para la utilización de los radioisótopos en un reactor de investigación, supone un salto cualitativo, ya que con la misma tecnología podría alcanzarse el 80 por ciento necesario para fabricar un arma atómica.

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Pero el discurso del presidente iraní, además de constituir un nuevo escalón en la refriega con Occidente, también podría estar especialmente pensada para el consumo interno. El enriquecimiento no se logra de un día para otro, requiere el rediseño de las centrifugadoras que Irán tiene hoy en operación, y la incorporación de tecnología que no es de libre circulación. En cambio, si con estos anuncios Ahmadineyad lograse apurar un arreglo de la cuestión nuclear con Occidente, éste contribuiría a recuperar parte de la legitimidad debilitada desde las últimas elecciones, tanto mirando hacia la oposición dentro del sistema como a los apoyos fundamentalistas del nacionalismo cercano al gobierno.

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N. G. S.

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nelson.specchia@gmail.com

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