LULA EN EL CAMBIO DE TERCIO
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por Nelson Gustavo Specchia
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Entre los elementos novedosos de la política latinoamericana en esta primera década del siglo XXI, se destaca un cambio sensible: las ciudadanías tienden a despedir con altos índices de aprobación popular a los líderes que cumplen su mandato. En la maraña de deficiencias que aún acumulan las democracias de la región, el hecho de que los ex gobernantes dejen su cargo con una buena imagen, constituye un elemento no menor en el avance de la calidad del sistema republicano. Parecen quedar en la historia de las transiciones las salidas apresuradas de ex mandatarios en helicóptero por los tejados de las casas de gobierno, las huidas a Miami o a Tokio, o la simple resignación –una vez jubilados- a la antipatía y a la malquerencia de sus pueblos, vegetando en el sopor de una siesta permanente.
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Ya fue perceptible este cambio de tendencia cuando Fernando Henrique Cardoso dejó la primera magistratura brasileña; antes sólo habían sido casos excepcionales (como el del colombiano Belisario Betancur, o el del uruguayo Julio María Sanguinetti), pero a Cardoso le siguieron otros signos de cambio de tendencia, como la culminación de la presidencia exitosa del chileno Ricardo Lagos, las manifestaciones de apoyo tras un primer período presidencial con las reelecciones –dentro de la legalidad constitucional- de Evo Morales en Bolivia y de Rafael Correa en Ecuador. El médico Tabaré Vázquez dejó la jefatura del Poder Ejecutivo uruguayo con un alto índice de aprobación, y Michelle Bachelet tocó el techo de todo este conjunto al dejar la presidencia chilena. Una tendencia que inclusive puede advertirse en Argentina: esta semana, en un medio tan poco sospechoso de ser condescendiente con el gobierno nacional, como es el diario La Nación, el periodista Fernando Laborda daba cuenta de cómo Cristina Fernández de Kirchner no deja de crecer paulatinamente en las encuestas que miden su imagen positiva, a medida que avanza el tiempo de su mandato. Y tal cambio de tendencia no se reduce a las administraciones de corte progresista, sino que alcanza también a la derecha: si la justicia no lo hubiera inhabilitado, el presidente colombiano Álvaro Uribe hubiera ganado con comodidad un tercer mando presidencial, y toda la campaña que acaba de empezar gira en torno a él, tan alta es la aceptación popular que tracciona su figura.
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En este marco, el período del brasileño Luiz Inacio da Silva, que transita ya las postrimerías, es ilustrativo. Lula se retira de la presidencia del coloso sudamericano con un índice de aprobación muy alto, y su decisión de no buscar argucias legales ni reformas constitucionales para perpetuarse en el poder tiene una doble lectura: es otro elemento de la consolidación del sistema a nivel regional; pero también es posible advertir en esa decisión las ambiciones del viejo gremialista a seguir jugando el juego del poder. Como los toreros en la plaza, cambiar de tercio para seguir la corrida.
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En este sentido deben analizarse las últimas –y arriesgadas y sorpresivas- acciones internacionales del líder carioca. Lula ha llenado su agenda exterior con hechos que van mucho más allá de las formalidades diplomáticas ordinarias: la organización en Brasilia de un foro permanente que reúne a los Estados árabes; las constantes visitas a los novísimos países de la periferia africana (fue una vez a Europa, en 2007, pero va visitando 16 países africanos en seis oportunidades); la invitación de honor al presidente francés para compartir el palco en el desfile del día de la independencia brasilera; el fomento a la creación de nuevas organizaciones regionales en América del Sur (la Unasur, con un consejo de seguridad propio, y la “OEA sin los yanquis” de la última cumbre de Cancún); el alojamiento de Manuel Zelaya en la embajada brasileña en Honduras; la recepción del presidente iraní en Brasilia en el momento de mayor tensión con Washington por el tema nuclear; la compra de tecnología militar atómica a Francia (evitando así la dependencia tecnológica norteamericana); la alianza con China para frenar las sanciones a Teherán en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; la visita a La Habana y la foto abrazado con los Castro, en un momento en que arrecian las críticas por los derechos humanos en la isla; la presencia empresarial de la alianza de las potencias emergentes BRIC (Brasil – Rusia – India – China); el asiento en el G-20; el mando de las tropas de la ONU en Haití; o las funciones de árbitro entre Venezuela y Colombia, o en las tensiones entre el Beni y el Altiplano en Bolivia.
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Más allá de las funciones propias del presidente de un país a escala continental, las prioridades de la agenda internacional de Lula han ido modelando una pista de despegue para proyectar su imagen a nivel global, en las arenas donde se cruzan los conflictos y las negociaciones que van dando forma al equilibrio del globo. En este camino, Lula dio esta semana un salto inesperado: ante la sorpresa de todos, llegó a Medio Oriente, expuso sin medias tintas sus criterios sobre una de las más álgidas crisis mundiales, criticó sin ambages los roles desempeñados hasta ahora por los grandes jugadores en las tierras palestinas (las Naciones Unidas, la Unión Europea, y los Estados Unidos), y se propuso a sí mismo como mediador para avanzar hacia la tan ansiada paz entre israelíes y palestinos. Un auténtico pase a las ligas mayores de la política.
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Ya la prensa brasileña venía dando señales sobre los rumbos que podría tomar Lula una vez pasado a retiro en el pico de su popularidad, tanto dentro del país como en el exterior. La revista brasileña Veja anunció a principios de marzo que Lula había sido sondeado para ser el próximo secretario general de la ONU, sucediendo al inocuo y decepcionante Ban ki Moon. Barack Obama, a pesar de que el brasileño ha puesto mucho empeño por despegarse todo lo posible de la Casa Blanca, dice que Lula es “el más popular del planeta”. Ya se sabe: O mais grande do mundo. Y está confirmado que Obama le cursó una invitación para dirigir el Banco Mundial, a la que Lula –al parecer- declinó argumentando que, con su pasado de militante gremial, no se veía dirigiendo a los banqueros del mundo. Tampoco quiere ir dando conferencias de cachet millonario, como Tony Blair, José María Aznar, o Bill Clinton.
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Pero parece que sí se ve a sí mismo como un árbitro, que puede aportar una mirada con sensibilidad social –pero también con un fuerte pragmatismo- a algunas cuestiones encalladas en el barro de la hipocresía y los juegos de poder. Eso dijo en la Knesset (el parlamento israelí) ante la mirada entre sorprendida e incrédula de los funcionarios del gobierno conservador de Benjamín Netanyahu. Afirmó que Israel debe terminar con los planes expansionistas sobre los territorios ocupados tras la guerra de 1967, y reconocer de una vez por todas los derechos a la autodeterminación de los palestinos, con la conformación de un Estado soberano, viable, seguro, y con las fronteras definidas en los tratados respaldados por la comunidad internacional. Volvió a decirlo frente a la tumba de Yasser Arafat, con una mantilla árabe sobre los hombros (la “kufiya” que el líder de la Organización para la Liberación de Palestina siempre llevaba). Dijo que a él no le haría ningún problema sentar a los islamistas de Hamas en la mesa del diálogo, y que la coexistencia de los dos Estados en la misma tierra es la única posibilidad de asegurar la paz para el propio Israel. Se cruzó a Jordania, a repetirle lo mismo al rey Abdallah, quien –participando del asombro general- lo recibió celebrando el nuevo rol de protagonista internacional de Luiz Inacio Lula da Silva.
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En un mundo que abandona aceleradamente los viejos paradigmas ideológicos, y que entierra a fuerza de crisis inéditas las teorías económicas que intentaban explicarlo todo, una figura que provoque confianza desde su propia biografía, y tenga el valor y el arrojo para crear nuevas interrelaciones entre los viejos actores, puede ser determinante en los escenarios internacionales. Lula lo ha intuido, y se prepara a cambiar de tercio, para seguir toreando.
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[ en HOY DÍA CÓRDOBA – suplemento Magazine – viernes 19 de marzo de 2010 ]
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