JORNADA DE VIOLENCIA DESATADA POR LA INSURGENCIA EN IRAK
Los ataques crecen tras el anuncio del retiro de las tropas norteamericanas
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Apenas unas horas después del discurso del presidente Barack Obama, ratificando el cese del fuego por parte del ejército norteamericano en Irak, una serie de atentados adjudicados a la insurgencia sunnita disparó nuevamente los índices de violencia urbana.
Precisamente, la disminución de los atentados de los sectores rebeldes al gobierno provisional de Bagdad había sido uno de los logros resaltados por el presidente estadounidense en Atlanta, junto con el aumento en la eficacia de los nuevos cuerpos policiales iraquíes.
El plan de Obama es mantener el calendario de repliegue previsto, deteniendo el fuego el último día de agosto y retirando 15.000 efectivos; los 50.000 soldados que permanecerían en el país invadido se dedicarán a continuar formando y capacitando a los cuerpos policiales, en los que se delegará por completo el control de la seguridad interna.
Como respuesta a esta estrategia, los rebeldes –identificados con la insurgencia sunnita- han incrementado los ataques a las fuerzas progubernamentales. Ayer, como resultados de una seguidilla de este tipo de atentados murieron, al menos, 29 personas. El estallido más importante ocurrió en Kut, ciudad de mayoría chiíta cercana a la capital, Bagdad, donde 15 personas murieron y otras 60 resultaron heridas por la explosión de un coche bomba en un concurrido mercado al aire libre.
Además, en Mosul, en el norte del país, un doble atentado dejó 9 víctimas mortales y más de 15 heridos de gravedad, cuando otro coche bomba chocara contra un vehículo de la policía y estallara, al tiempo que lo hacía otro artefacto colocado al paso de un vehículo del Ejército; dos soldados y siete civiles perecieron, y cuatro policías y 11 civiles sufrieron heridas. En Bagdad, por último, un comando de insurgentes abrió fuego contra un puesto de control policial, mientras la explosión de tres bombas en la ciudad capital dejaba un tendal indeterminado de heridos.
Los estallidos de violencia urbana eran prácticamente desconocidos en Bagdad antes de la invasión norteamericana, decretada por el presidente republicano George W. Bush argumentando la supuesta existencia de armas de destrucción masiva en manos del régimen autocrático de Saddam Hussein. Las armas nunca aparecieron, pero el estado de enfrentamiento social que dejan atrás los norteamericanos tras su repliegue genera incertidumbre sobre la sostenibilidad del gobierno iraquí en el mediano plazo.
AUMENTAN LAS VÍCTIMAS CIVILES
La mención del presidente Obama sobre la mejoría en la seguridad interna iraquí puede tener varias lecturas. Según las cifras del gobierno provisional, efectivamente el número de atentados se ha reducido. Pero también es evidente que la insurgencia mantiene inalterada su capacidad de fuego.
Durante el pasado mes de julio, el número mensual de víctimas civiles se duplicó. Una espiral de tensión alimentada por la retirada norteamericana y también por la incertidumbre política, ya que las últimas elecciones no arrojan una definición clara sobre quién gobernará Irak.
En julio murieron 396 personas víctimas de bombas o ataques, (en junio habían sido 204, y en mayo de este año, 275). La autoría de los atentados se adjudica a la minoría sunnita, que ejerció el poder durante los años de Saddam Hussein y que se resiste ahora al ascenso de la mayoría chiíta.
Unos 100.000 iraquíes han muerto en atentados desde la invasión norteamericana de marzo de 2001.
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