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Guerra sucia en la culta Francia (03 02 10)

Guerra sucia en la culta Francia

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por Nelson-Gustavo Specchia

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[ HOY DÍA CÓRDOBA, 03 / 02 / 2010 ]

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La semana pasada terminó en París un juicio que había comenzado con el otoño boreal, el 21 de septiembre de 2009. El fallo del juicio constituye un revés para el Presidente, y posiblemente termine reordenando los escenarios de futuro en la política francesa.

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En el juicio –conocido popularmente como caso Clearstream- Nicolás Sarkozy, había logrado sentar en el banquillo de los acusados a su viejo colega y archienemigo político, el ex primer ministro Dominique de Villepin. Estos hombres, como un Jano bifronte, encarnan las dos caras de la derecha francesa. El mismo proyecto ideológico tiene, en ellos, dos versiones prácticamente antitéticas: El alto y elegante diplomático frente al retacón acomplejado hecho a sí mismo, el mafioso y el poeta, el profesor y el anti-intelectual, el hijo de una antigua casta aristocrática y el hijo de un inmigrante húngaro y una judía sefaradita conversa, el catador de vinos de Burdeos y el tomador de coca-cola, el amigo de los norteamericanos y el primer ministro que se opuso a la invasión a Irak, la cultura de la grandeur y el pragmatismo del nuevo rico.

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El antagonismo entre las dos principales caras del actual partido en el gobierno del Elíseo viene de lejos, desde 2004, cuando ambos compartían puestos en el gabinete ministerial de Jacques Chirac, y ambicionaban sucederlo en ese trono imperial que es la Presidencia de la República Francesa. Por aquel entonces, el ministro del interior Sarkozy trataba de “racaille” (algo así como “chusma”, “negros de porquería”, o algo peor) a los inmigrantes subsaharianos que pueblan los cordones suburbanos de la banlieu parisina, y promovía “expulsiones selectivas de irregulares”. Por su parte, el profesor De Villepin, el culto habitante de los dorados barrocos del Quai d’Orsay, la cancillería parisina, daba cuentas en la tribuna de la ONU de la independencia y oposición de Francia -y, con ella, de la mayoría de los Estados europeos- a la aventura militar de George W. Bush en Irak, que empujó a su secretario de defensa, Donald Rumsfeld, a acuñar aquella denominación despectiva de “vieja Europa”.

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En el medio de esta puja, Sarkozy le ganó a Villepin la candidatura presidencial, y decidió enterrarlo para siempre. La herramienta que encontró a mano fue el caso Clearstream. El juicio se centraba en la falsificación, en 2004, de un listado de prominentes nombres de la economía y la política francesa que habrían ingresado dinero en una cuenta bancaria luxemburguesa reconocida como un blanqueadero de fondos turbios.

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Todo había comenzado –muy novelescamente, por cierto- con un becario del banco, Florian Burges, aficionado al género policial, que en el transcurso de una pasantía en Clearstream grabó un listado de cuentas opacas y se las robó en un diskette, convencido de que contenían claves para descubrir lavados de dinero. La nómina llegó, por medio de un mensaje anónimo, a los juzgados de Paris. Y en ese listado aparecía el nombre de Sarkozy. Pero a poco andar, el juez descubrió que su inclusión era fraudulenta. El entonces ministro prometió, con la procacidad del lenguaje mafioso que le es habitual, “colgar de un gancho de carnicero” a quienes habían querido borrarlo de la carrera hacia la Presidencia, y –tras ganar las elecciones de 2007- una vez que estuvo sentado en ella, con inmunidad y con mando sobre las instancias judiciales, apuntó hacia Villepin (Jacques Chirac, de quien sospechaba que había partido la autoría intelectual de la movida, por su investidura estaba fuera de su alcance).

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Desde septiembre del año pasado el juicio, que se desarrollaba en la misma sala donde se sentenció a María Antonieta a la guillotina, polarizó la política francesa, que entendía claramente que los resultados irían más allá de un mero trámite judicial, y terminarían impactando en el futuro nacional. Además de la fiscalía, Nicolás Sarkozy se personó como parte querellante en el juicio, y lo siguió diariamente, con una reunión al final de la tarde con su abogado, en el palacio del Elíseo. En ningún momento tuvo dudas de que la estrategia enterraría para siempre a su antiguo adversario. Pero perdió, y ahora todo se ha dado vuelta en las máximas instancias de la política francesa.

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Una ducha de agua fría acaba de caer sobre ese peleador feroz que es Nicolás Sarkozy: Luego de tan mediatizado juicio, y sabiendo lo que se jugaba realmente en él, el Tribunal leyó durante dos largas horas, el pasado 28 de enero, su sentencia. Y ésta exculpa en todo y en parte al ex primer ministro. Ganó Villepin, y ganó por mucho.

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Al enterarse de que el fiscal apelaría la sentencia, Dominique de Villepin, que en todo momento se ha mostrado como un auténtico hombre de Estado, dijo que Sarkozy “ha decidido perseverar en el ensañamiento y en el odio», pero sabe que, en realidad, el ensañamiento del Presidente lo ha vuelto a poner en el centro de la atención política: Un sondeo hecho apenas terminado el juicio, afirma que Villepin cuenta con un 8 por ciento de adhesiones de cara a las elecciones presidenciales de 2012. Y esto recién comienza. La misma moneda, pero con dos caras tan diferentes, lanzada al aire.

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nelson.specchia@gmail.com

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